sábado, 31 de octubre de 2020

 

Monumental transmisión histórica por streaming de “DON CARLO” desde el Met

 

ALTA TENSIÓN EN MATERIA DE INTRIGAS PALACIEGAS

Martha CORA ELISEHT

 

            La tónica para esta semana de las transmisiones por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York es Política e historia en la Ópera. Y comenzó con una transmisión histórica de DON CARLO  de Giuseppe Verdi (1813-1901) que data de 1980 y que contó con un elenco excepcional, integrado por los siguientes cantantes: Renata Scotto (Isabel de Valois), Vasile Moldoveanu (Don Carlo), Tatiana Troyanos (Éboli), Sherill Milnes (Rodrigo, Duque de Posa), Paul Plishka (Felipe II), Jerome Hines (El Gran Inquisidor), Betsy Norden (Tebaldo, paje de Isabel), Timothy Jenkins (Heraldo), John Creek (Mensajero del Rey), Dana Talley (Conde de Lerma), Barbara Greene (Condesa d’Arenberg), Peter Sliker (Sacerdote) y Therese Brandon (voz celestial). El Coro de la institución estuvo dirigido por David Stivender; la dirección orquestal, a cargo de James Levine, con producción integral de John Dexter, escenografía de David Reppa, vestuario de Kay Diffen e iluminación de Gil Wechsler.

            Merced al streaming, es la primera vez que esta cronista pudo disfrutar en forma completa durante el transcurso del corriente año la tetralogía verdiana sobre óperas ambientadas en España (DON CARLO, ERNANI, LA FORZA DEL DESTINO e IL TROVATORE). Compuesta originalmente en 1867 al estilo de la grand opéra francesa -5 actos y un ballet-, sufrió numerosos cortes y modificaciones. Es la más larga de las óperas de Verdi –aproximadamente, 4 horas de música- y su libreto original fue escrito en francés por François Méry y Camille du Locle sobre la obra original de Schiller Dom Karlos, Infant von Spanien. La traducción al italiano fue hecha por Achille de Lauzières en 1866 y posteriormente, revisada tal como se la conoce hasta ahora por Antonio Ghislanzoni (1870) y Angelo Zanardini (1884).  Su autor la concibió como un canto a la libertad frente a la opresión política y religiosa –representadas en las figuras del rey Felipe II y el Gran Inquisidor, respectivamente- sobre hechos conflictivos en la vida de Carlos III de España (1545-1568). Su prometida –Isabel de Valois- debió casarse con su padre –Felipe II de Habsburgo- en vez de hacerlo con él con motivo del tratado de paz que puso fin a la guerra entre ambas casas reales (1555-1568). También aparecen temas históricos como la Contrarreforma, la Santa Inquisición –donde se condena a muerte en una de las escenas a dos herejes a fines del 2° Acto, que tiene lugar en un Tribunal del Santo Oficio- y la rebelión de Flandes, Brabante y Holanda. Asimismo, los sentimientos de los diferentes protagonistas se encuentran en una permanente contradicción: Isabel de Valois ama a Carlo, pero debe cumplir con sus deberes de reina. Felipe II se da cuenta que su esposa no lo ama y duda entre sacrificar a su hijo a pedido del Gran Inquisidor. Por su parte, Rodrigo jura a Carlo eterna amistad, pero también debe cumplir con sus deberes como soldado para ganar los favores del Rey, quien lo considera un leal servidor. Y Éboli –enamorada de Carlo- se siente traicionada cuando éste confiesa su amor por Isabel. Una obra maestra en materia de intrigas, traiciones e intenso dramatismo en la España regida por el Campeón del Catolicismo.

            Para reforzar más aún el ambiente de época, Gil Wechsler emplea un recurso fundamental: el claroscuro, centrando la iluminación en los diferentes protagonistas. Este recurso se aprecia durante toda la obra y los diferentes cambios de escena se hacen mediante empleo de telón con el escudo real de los Habsburgo o recursos de iluminación. La puesta en escena es sumamente fastuosa, con un espléndido vestuario de época donde abundan los galones dorados, collares isabelinos,galeras, boinas, coronas, tiaras y el solileo típico del Gran Inquisidor. Los campesinos y leñadores usan ropas sencillas de colores lúgubres, mientras las damas de la corte y la princesa Éboli, vestimentas de colores vívidos, fastuosamente decorados acorde a su rango. Isabel de Valois luce un monumental traje de cacería en terciopelo rojo con galones dorados, guantes y sombrero al tono con pluma en el 1° Acto, mientras que sus vestidos como reina son en blanco con dominó celeste, negro con vivos blancos en la escena del Tribunal del Santo Oficio y en tonos de grises y negro con toca de perlas en la última escena, portando un gran crucifijo con collar blanco respectivamente a medida que avanza la obra.  Los hombres lo hacen acorde a las vestimentas típicas de época, ricamente engalanadas, mientras que el Gran Inquisidor luce una sotana blanca con casulla roja y Felipe II, mayormente en negro.

            La dirección musical de un joven James Levine fue estupenda, mostrando su ímpetu y su precisión habituales. La fanfarria de cornos y trompetas que marca la entrada de Isabel de Valois y su séquito en el bosque de Fontainbleau  sonó muy bien, al igual que los golpes de cañón que marcan el tratado de paz y el celebérrimo duetto de la amistad entre Carlo y Rodrigo, al igual que el interludio orquestal en el 2° Acto, que marca el cambio de escena del Auto de Fe. También sonó muy bien el solo de contrabajo y de cello que abre el preludio al 3° Acto, al igual que la fanfarria de trombones en el interludio que marca la última escena en el Monasterio de El Escorial. Y el Coro actuó como un protagonista más en las escenas donde participa (los leñadores en el 1° Acto, la escena del Auto de Fe en el 2°  y dentro de la prisión en el 3°), magistralmente preparado por David Stivender. Se destacaron las voces de Barbara Greene y de Therese Brandson –esta última, fuera de escena- , al igual que la soprano ligera Betsy Norden, quien brindó un gracioso Teblado, luciéndose perfectamente como el paje de Isabel de Valois. Timothy Jenkins se destacó en su rol de Heraldo, al igual que John Creek como el Mensajero del Rey. Por su parte, Dana Talley ofreció un correcto Conde de Lerma.

            Con un elenco de primerísimo primer nivel, la excelencia vocal e histriónica para interpretar roles tan difíciles estaban aseguradas; sobre todo, para las escenas de mayor intensidad dramática. En numerosas ocasiones, el público estalló en vítores y aplausos antes de terminar las arias o dúos correspondientes. Fue magistral el dúo entre los bajos Paul Plishka y Jerome Hines como el rey Felipe II y el Gran Inquisidor respectivamente en el 3° acto. El primero es una figura histórica del Met y descolló desde su aparición en el 1° Acto, hasta su dúo con Rodrigo de Posa (“Restate!”), su participación  en la escena del Tribunal del Santo Oficio (“Del mio padre porto la corona”), el cuarteto (“Pietá”) junto a Carlo, Rodrigo e Isabel  al final del 2° Acto, para llegar a “Ella jamai m’amó”. Por su parte, Jerome Hines brindó un Gran Inquisidor de excelencia, haciendo gala de su melodiosa voz en las notas más graves. Tatiana Troyanos fue la intérprete ideal para personificar a la diabólica Éboli, descollando en cada una de sus intervenciones desde la célebre Canción del velo (“Nel giardin del bello”), merced a su magnífica coloratura y su impecable fraseo. Los matices de su voz se destacaron ante la sospecha de la tristeza de la reina (“Un mortale segreto”), en el trío con Rodrigo y Carlo y cuando le confiesa a la reina que fue ella quien robó el cofre con las joyas (“Pietá! Ascolta!”) antes del aria más famosa (“O don fatale!”), donde el Met estalló en aplausos antes de finalizar la misma. Y Renata Scotto brindó una Isabel de Valois de antología desde su aparición en escena, donde tiene lugar el dúo con Carlo y la escena del medallón (“Di quale amor, di quanto ardor”), maldiciendo su suerte cuando se ve obligada a casarse con Felipe II por orden de su padre (“Ora fatale”), en el dúo con Rodrigo (“Carlo ch’é solo il nostro amore”), cuando lamenta la partida de su dama de compañía (“Non piangere, mia compagna”), cuando reclama al Rey por el robo (“Giustizia, Sire”… Voi sapete”) y al jurar su inocencia en el cuarteto con Éboli y Rodrigo (“Ah, si maledetto sospetto fatale”) hasta culminar en el aría del 3° Acto (“Tu che la vanitá”) y la despedida junto a Carlo (“Ma lassú ci vedremo in un mondo migliore”). Todas sus intervenciones fueron destacadísimas desde el punto de vista vocal e histriónico.

            El insuperable Sherill Milnes brindó un soberbio y magistral Rodrigo de Posa desde su primera intervención en el dúo de la amistad (“Dio, che nell’alma infondere”), su cavatina y dúo junto a Isabel  (“Carlo ch’é solo il nostro amore”), su aria junto al Rey (“Di Flandria arrivo”), en el trío del 2° Acto junto a Carlo y Éboli y el posterior dúo con Carlo cuando la princesa se retira jurando venganza (“Tu sospetti di me?”) y cuando visita  a Carlo en la prisión (“Per me giunto e il di supreme”), donde es asesinado (“Ió morró, ma lieto in core”).  El Met deliró ante cada una de sus intervenciones.. En cuanto al protagonista,  Vasile Moldoveanu resultó un Don Carlo excepcional. Es un rol exigente y arduo para cualquier tenor por su gran carga dramática, que se mantiene durante toda la obra. No obstante, el rumano se destacó desde su aparición (“Ió la vidi… Quando vedo il suo soriso”) merced a su gran fraseo, un perfecto legato e insuperables agudos. Posteriormente, brindó un excelente duetto de amor junto a Renata Scotto (“Di quale amor, di quanto ardor”), el dúo de la amistad ya mencionado y la monumental “Ió l’a perduto”, donde confiesa a su amigo su amor por Isabel. Posteriormente, cuando acude a su cita en los jardines a la medianoche en el 2° Acto y se encuentra con Éboli, confiesa su amor por la reina “(Sei tu, sei tu, beldá dorata”), y posteriormente, cuando desafía a su padre pidiendo por los prisioneros de Flandes, en la prisión y en su dúo final junto a Isabel (“Ma lassú ci vedremo in un mondo migliore”). Un digno intérprete de tan difícil rol.

            La magia de Verdi descolló una vez más sobre el escenario neoyorquino, en una obra donde las intrigas, alianzas, traiciones y amores contrariados abundan por doquier. En este caso, mostrando las miserias humanas en el Imperio donde jamás se ponía el sol, en tiempos de la Santa Inquisición.

domingo, 25 de octubre de 2020

 

ansmisión por streaming de “LA VIUDA ALEGRE” desde el Metropolitan

 

ENTRE LA TRADICIÓN VIENESA Y EL MUSICAL DE BROADWAY

Martha CORA ELISEHT

 

            Durante esta semana, la temática de las transmisiones por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York estuvo dedicada a las comedias. La opereta vienesa no podía faltar dentro de este ítem y se hizo presente el pasado miércoles 21 del corriente con “LA VIUDA ALEGRE” (DIE LUSTIGE WITVE) de Franz Léhar (1870-1948), con producción integral de Susan Stroman, escenografía de Julian Crouch, vestuario de William Zuey Long, iluminación de Paul Constable y coreografía de Susan Stroman. La dirección musical estuvo a cargo de Sir Andrew Davis, y la coral, de Donald Palumbo, mientras que Joyce Di Donato actuó como presentadora.

            La presente versión se cantó en inglés –con adaptación de Jeremy Same-  y contó además con la participación de cantantes y actores provenientes del music hall de Broadway, que hicieron su debut sobre el escenario del Met, tales como Kelli O’Hara (Valencienne),  Alex Schrader (Camille de Bouillon) y los actores  Carlson Elrod (Njegus). y James Simon (Maître). El elenco se completó con la presencia de los siguientes cantantes: Renée Flemming (Hanna Glawari), Nathan Gunn (Conde Danilo Danilowicz), Thomas Allen (Barón Mirko Zeta), Jeff Matsey (Vicente Cascada), Emalie Savoy (Sylvaine), Wallis Giunta (Olga), Margaret Lattmore (Praskowia), Alexander Lewis (Raoul de Saint- Brioche), Daniel Mobbs (Kromew), Gary Simpson (Pritschitsch), Mark Schonwalter (Bogdanovitch) y el sexteto de cantantes- bailarinas formado por Synthia Link (Lolo), Alison Mixon (Dodo), Emily Pynenburg (Joujou), Leah Hofmann (Frou Frou), Jenny Laroche (Clodo) y Catherine Hamilton (Margot), quienes interpretaron a las coristas (grisettes) del Maxim´s.

            La más popular de las operetas de este gran compositor austro- húngaro se estrenó en 1905 en el Theater an der Wien en Viena y tuvo un suceso rotundo desde entonces. El libreto se basó en la comedia L’attaché d’Amassade del francés Henri Meilhac, escrito en alemán por Victor Léon y Leo Stein. Fue llevada no sólo al cine, sino también al ballet –que se representó en el Teatro Colón en 2018 y que marcó la despedida de los primeros bailarines Karina Olmedo y Alejandro Parente-. La obertura estaba ausente en su versión original y se agregó posteriormente en 1940, en un concierto dirigido por el mismo Lehár junto a la Filarmónica de Viena con motivo de su  70° cumpleaños.

            Como buena coproducción  del Metropolitan que se jacte de ser tal, la escenografía y el vestuario no pudieron ser más espléndidos, característicos de la época (París de principios del siglo XIX) y con ciertas reminiscencias de la Viena imperial. Asimismo, la régisseuse Susan Stroman montó una coreografía que incluyó números de vals –que el ballet comienza a bailar hacia el final de la obertura para dar marco a la historia- , danzas típicas del principado de Pontevedro –con reminiscencias de bailes folklóricos de la Mitteleuropa- y el can- can que se baila en dos oportunidades: en la transición del 2° al 3° Acto –donde la casa de Hanna Glawari se transforma en una sucursal del restaurante Maxim´s-  y en el 3°, a cargo de las grisettes (Lolo, Dodo, Joujou, Margot, Clodo y Frou Frou), a las cuales se suma Valencienne. El lujo y la suntuosidad se traslucen en los vestidos de los principales protagonistas –frac para los caballeros y vestidos de fiesta para las damas, ceñidos al cuerpo-. Dada su condición de viuda, la protagonista lo hace en negro durante el 1° Acto, para pasar a un bellísimo traje regional en rojo y dorado en el 2°, y luego, dos vestidos más: uno en dorado durante la segunda escena del 2° Acto, para terminar con un monumental vestido blanco con estola larga de piel en el 3°, mientras que la bella y provocativa Valencienne lo hace en tonos de rosa y negro.

Por ser una obra donde existe infinidad de roles secundarios, puede decirse que todos los cantantes a cargo de los mismos tuvieron un excelente desempeño, al igual que la  soprano de comedias musicales Kelli O’Hara, quien debutó sobre el escenario del Met personificando a una graciosa, coqueta y talentosa Valencienne No sólo posee una voz fresca, rica en agudos y matices, sino que también derrochó gracia y soltura sobre el escenario desde su dúo junto a Camille de Bouillon (“So kommen Sie”) y descolló en su aria junto a las grisettes en el 3° Acto (“Ja, wir sind es, die Grisetten“).  Sin embargo, no pudo decirse lo mismo de su compañero Alez Schrader, quien tuvo un traspié al comienzo de la función en el mencionado duetto. Posteriormente, se fue afianzando a medida que transcurría la obra en los siguientes números donde intervino (“Ja was – ein trautes Zimmerlein“;”Mein Freund, Vernunft“”,” Wie eine Rosenknospe“) junto a O’Hara. A su vez, los actores Carlson Elrod y James Simon  se lucieron  como el secretario Njegus y el Maestro de Ceremonias respectivamente. Y ha sido un placer volver a apreciar a un maduro Thomas Allen como el Barón Mirko Zeta, donde se lució en dicho rol. Nathan Gunn es un magnífico comediante y brilló como el Conde Danilo desde la famosísima “O Vaterland!... Da geh’ich zu Maxim” para olvidar sus penas. Y también se destacó en los duettos junto a Hanna en el 2° Acto (“Heia, Mädel, aufgeschaut”) y en el celebérrimo vals (“Lippen, schweigen!”). No obstante, el baile no es su fuerte y se notó mucho al apreciarlo en el vals.  ¿Y qué se puede decir de la protagonista?.... Renée Flemming no sólo es una soprano lírica capaz de encarnar roles dramáticos tan diversos como Rusalka, Thaïs, la Condesa (“CAPRICCIO”, de Richard Strauss) o Tatiana (“EUGÉNE ONEGUIN”), sino que también demostró ser una excelente intérprete de Hanna Glawari desde su aparición (“Bitte, meine Herren”), pasando por los dúos ya mencionados con Danilo y la celebérrima Aria de Vilja en el 2° Acto (“Ich bitte, hier jetzt zu verwrilen”… Es lebt eine Vilja”), donde hizo gala de sus pianissimi y de sus magistrales agudos. Lo mismo sucedió con su fraseo al final del 2° Acto.

Merece un párrafo aparte la destacada actuación de las seis cantantes- bailarinas que interpretaron a las grisettes, ya que todas lo hicieron con gran maestría y oficio. La dirección musical de Andrew Davis acompañó de forma exquisita y brindó el marco apropiado para esta opereta. El Coro también se lució en sus principales intervenciones.

Es muy conveniente que este tipo de obras se interpreten en el lenguaje del país para que el público pueda comprender los recitativos entre los diferentes números, aunque pierda parte de su encanto. La opereta suena completamente diferente cuando se la interpreta en su idioma original. No obstante, siempre es bueno incursionar en otros géneros  o descubrir talentos provenientes de otras ramas. En este caso, del music hall de Broadway, alternando con figuras de la lírica mundial. Una interesante experiencia y una fiesta para los sentidos.

jueves, 22 de octubre de 2020

 

 

 

VEINTE AÑOS AL SERVICIO DE LA DIFUSION DE LA LIRICA

 

“Galalírica Show”, espectáculo vía Streaming celebratorio de su vigésimo aniversario. Intérpretes: Svetlana Volosenko-María Virginia Savastano (Sopranos), Rocío Arbizu (Mezzo-soprano), Cristian Karim Taleb-Sebastian Russo (Tenores). Participación Especial: ignacio Bullrich(Violín), Pablo Leone (Contrabajo) y la intervención de Ntro. colega German Serain en entrevistas. Piano y Dirección General: María José Maito. Realizada Integramente en el Palacio Paz (Sede Círculo Militar). Se ofrece hasta el 30 del Cte. por sistema Ticketek ( 10 al 30 de Octubre de 2020).

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  Desde hace veinte años, la pianista, docente y maestra María José Maito desarrolla una ardua labor de difusión de la íirica, centrando sus presentaciones en espacios muy reconocidos como el Centro Naval, el Club Sirio-Libanes, el Foro de las Artes de Vicente López o, como en este caso, el Palacio Paz, sede del Círculo Militar. A lo largo de estas dos décadas, una amplísima nómina de cantantes de primera línea de Ntro. medio han formado o forman parte de sus espectáculos, los que se expanden en eventos sociales, empresariales e incluso para niños. No es fácil el actual momento en donde,como venimos sosteniendo emisión tras emisión por On Radio tanto como en las crónicas en este blog, la falta de contacto con el público provoca todo tipo de contrariedades. Aun así, y guardando todos los recaudos que los protocolos sanitarios exigen (Entre otros, los músicos actuando con sus tapabocas)  y aprovechando la autorización para la realización de Streaming en la Ciudad de Buenos Aires, se ha editado una Gala aniversario la que Uds. pueden ver, adquiriendo por sistema Ticketek el derecho respectivo, tras lo cual recibirán vía correo electrónico la debida contraseña  que los habilitará a ver la gala hasta el próximo día 30 del corriente mes de Octubre.

 

  La realización visual rescata el imponente marco de una de las salas principales del Palacio en donde se desarrolla toda la parte musical. Cúpulas, molduras, vitrales, mármoles y escaleras están exhibidas en todo su esplendor.

 

  Un vestuario de época veneciana, resaltado con las correspondientes máscaras aportó a la estética del espectáculo, el que estuvo correctamente iluminado y que tuvo un aceptable sonido ambiente. Muchas veces ocurre que los equipos no están bien ubicados y las voces de los intérpretes llegan distorsionadas. No ha sido este el caso y los cantantes demostraron un gran profesionalismo.

 

 Tras las palabras de bienvenida de la Directora Maito con “Vivo per Lei” de Andrea Bocelli de fondo, entonado por todas las voces, se inició el recorrido musical con el “Va Pensiero” de “Nabucco” de Verdi. Cristian Karim Taleb y Santiago Russo interpretando juntos “La Donna e’Mobile” en donde hicieron gala ambos de buen “Fiato” final. Rocío Arbizu  exhibió una notable presencia escénica, seducción y buen gusto para abordar dos de los célebres fragmentos de “Carmen”, la “Habanera” y la “Seguidilla” y luego nuevamente los tenores se lucieron juntos en “Nessun Dorma”, el que tuvo el aditamento de coro de las voces femeninas para que los dos intérpretes repitieran el “Vincero” final . Svetlana Volosenko lució con uno de los “Caballitos de Batalla” de su repertorio el “Vissi D’Arte” de “Tosca” y María Virginia Savastano, ratificando la impresión que adquirí el pasado año al verla en “Mitridate Re Di Ponto” de Mozart junto a la Opera de Cámara del Colón,  en el sentido de que ha robustecido su registro,  ahora aborda la dificil “Un Bel di Vedremo” de “Madama Butterfly” con mucha solvencia y la escena final con Cristian Taleb  en la breve intervención de Pinkerton, con una excelente resolución escénica al jugar con un pañuelo de seda roja en derredor de su cuello simulando el “Hara Kiri” femenino japonés acompañado de vestuario y ornamentación japonesa.  El “momento Puccini” continuó con el final del primer acto de “La Boheme” en este caso con Volosenko y Russo como Mimi y Rodolfo respectivamente, en donde ambos cantantes se prodigaron generosamente en los agudos del final. Parrafo aparte merecen las muy efectivas interpenciones del Violinista Ignacio Bullrich y el Contrabajista Pablo Leone, muy atinados ambos en sus intervenciones.

 

  Un segmento  de Zarzuela inició la segunda parte, precedida de palabras personales de agradecimiento de María José Maito, en donde se apreció la “Mazurca de las Sombrillas” de “Luisa Fernanda” de Don Federico Moreno Torroba, en la que Savastano y Arbizu alternaron en fragmentos corales tanto como en el rol de la “Duquesa Carolina”, mientras que Russo y Taleb hicieron lo propio tanto en Coro como en el rol de “Javier Moreno”.

 

  Y no podía estar ausente  el bloque “Italiano” con “O Sole Mío”, la cada vez más frecuentada “Bella Ciao” y  “Funiculi-Funicula”. El “Cumpleaños Feliz” que los intérpretes le dedicaron a “Galalirica” cerró la parte vocal.

 

  Finalmente, María José Maito  se prestó a la requisitoria de Ntro. Colega Germán Serain, para resaltar no solo las características del ámbito en el que se desarrolló la velada, sino también recordar los momentos trascendentes en la historia de “Galalirica”. Por su aporte al fomento de la Opera y el Canto en ámbitos no convencionales y por todo el trabajo realizado, deseamos aquí desde esta página lo mejor para la agrupación y su Directora y momentos futuros de plenas realizaciones.

 

Donato Decina

miércoles, 21 de octubre de 2020

 Monumental transmisión por streaming desde el Met de la trilogía de Donizetti 


EL ESPLENDOR DE LA DINASTÍA TUDOR HECHO ÓPERA

Martha CORA ELISEHT


Siguiendo con la tónica de transmisiones por streaming de determinados compositores, el Metropolitan Opera House de New York dedicó la semana pasada un homenaje a Gaetano Donizetti (1797-1848) reviviendo no sólo sus óperas bufas más conocidas (LA FILLE DU RÉGIMENT, DON PASQUALE, L’ELISIR D’AMOR, que ya han sido debidamente comentadas en el blog durante el transcurso del corriente año) sino también su trilogía sobre reinas de Inglaterra pertenecientes a la dinastía Tudor (TUDOR QUEENS), que ha sido  llevada recientemente al disco por Diana Damrau y que comprende los siguientes títulos: ANNA BOLENA, MARÍA STUARDA y ROBERTO DEVEREUX.  Son óperas muy poco representadas por la gran exigencia vocal a la que los cantantes se ven sometidos –conjuga dramatismo con bel canto, por lo que se requiere de voces dramáticas y que, al mismo tiempo, posean una coloratura y un legato perfectos- y porque también requieren la recreación de una época de lujo y esplendor. Por ende, la escenografía y el vestuario deben ser acordes a la Inglaterra regida por esta dinastía entre 1536 y 1598 para poder ambientarla como se merece. 

La monumental puesta en escena concebida por David Mc Vicar creó el marco perfecto para recrear las características mencionadas anteriormente de la era Tudor, que contó asimismo con un valor agregado: tanto ANNA BOLENA como ROBERTO DEVEREUX se representaron por primera vez en el gran teatro lírico neoyorquino en 2011 y 2016 respectivamente. Las actuales transmisiones por streaming se representaron entre los días 15 al 17 del corriente, con los siguientes elencos y ficha técnica:


ANNA BOLENA (2011)

Elenco: Anna Netrebko (Anna Boelna), Ekaterina Gubanova (Jane Seymour), Ildar Abdrazakov (Enrique VIII), Stephen Costello (Richard Percy), Tamara Munford (Smeaton), Keith Miller (Lord Rochefort, hermano de Anna) y Tony Stevenson (Hervey). 

Dirección de orquesta: Marco Armiliato

Dirección Coral: Donald Palumbo

Escenografía: David Mc Vicar. Vestuario: Moritz Junge. Iluminación: Jennifer Tipton. 

Presentación: Renée Flemming.

El primer título de la trilogía se estrenó en el Teatro Carcano de Milán en 1830, con   libreto de Felice Romani basado sobre las novelas Anna Bolena de Ippolito Pindemonte y  Alessandro Pepoli, inspiradas en la vida de la segunda esposa de Enrique VIII y  madre de Elizabeth I de Inglaterra, quien es desdeñada por su marido como consecuencia de su romance con Jane Seymour –dama de compañía de la Reina e integrante de la corte- . La ópera relata los últimos días de la desdichada reina y su condena a muerte. Tras su debut en Londres y algunos escenarios de Estados Unidos, la ópera fue escasamente representada en la segunda mitad del siglo XIX y cayó rápidamente en el olvido. Su retorno a los escenarios  se produjo luego de la Segunda Guerra Mundial en 1957, de la mano de María Callas en el rol protagónico. Otras grandes intérpretes de este rol han sido Joan Sutherland y Beverly  Sills y más recientemente, Anna Netrebko, quien la representó en 2010 en la Ópera de Viena. 

En la presente versión, la suntuosidad de los detalles en el magnífico vestuario de época y la caracterización de los personajes fueron soberbias. Mientras que el Coro utiliza vestidos negros con tocas del mismo tono –al igual que la Reina- y pecheras blancas, el paje y juglar Smeaton aparece vestido de blanco –en contraposición al clima de tristeza e incertidumbre, representa la alegría- . Esto se acompaña con un magistral recurso del claroscuro en la iluminación, que se centra sobre los principales personajes, comenzando por Jane Seymour y siguiendo por la protagonista, quien luce idéntico color, pero que se diferencia por su casquete de perlas y gargantilla del mismo material. En la escena de cacería y retorno de Percy, la Reina luce un monumental vestido de época de terciopelo rojo con guantes al tono, mientras que el Rey Enrique VIII luce un típico atuendo con calzas cortas, jubón  en negro y dorado con amplias mangas, mientras que los tonos dorados y marrones prevalecen luego de comprobar la supuesta traición de Anna y su condena a muerte. Percy lo hace en tonos grises y plateados, luciendo calzas cortas y camisa de mangas amplias tras haber sido prisionero y condenado, al igual que Lord Rochefort. Jane Seymour luce un vestido rojo con toca dorada cuando suplica al Rey por la vida de Anna. Sin embargo, las cartas ya están echadas: los vínculos matrimoniales han sido rotos y Anna se enfrenta a su cruel destino con gran solemnidad y entereza. 

La dirección de Marco Armiliato  fue perfecta desde el principio hasta el final, respetando rigurosamente los tempi y brindando a las escenas de mayor intensidad dramática su sello personal, exaltando las mismas. El solo de arpa que precede a la canción de Smeaton en la primera escena del 1° Acto estuvo perfectamente bien ejecutado. Y el Coro brindó un marco perfecto para las escenas donde el mismo interviene. ¿Y qué se puede decir de las voces principales?... No hay voz como la de Anna Netrebko, caracterizada por su melodía, fraseo y espléndidos agudos. El Met deliró ante cada una de sus intervenciones al finalizar sus arias principales (“Me condena il mio fato”) y los duettos con Richard (“Io t’amo ancora”), los tríos y el estupendo sexteto al final del 1° Acto (“Il separate in carcere”). Pero su mejor intervención la hizo junto con Ekaterina Gubanova en el dúo entre Anna y Jane en el 2° Acto, que es la escena de mayor intensidad dramática (“Sul suo capo aggravi un Dío”). La actuación de la mezzosoprano rusa fue magnífica desde su primera intervención (“Avanti la mia vittima”) pasando por su aria ante la condena de Anna (“Il mio cor m’a tradito”) y clamando por su vida ante el Rey (“Ascolta la mia preghiera”). Por su parte, Stephen Costello demostró que es un tenor que estuvo a la altura de las circunstancias. Impecables agudos, muy buena línea de canto y un fraseo perfecto para encarnar al dolido Percy, quien está dispuesto a sacrificar su vida por la de la mujer que ama. Además, su voz posee matices que recuerdan a los de Plácido Domingo en su juventud. Ildar Abdrazakov se lució como el malvado e inflexible Enrique VIII en cada una de sus intervenciones, pero la más sobresaliente fue en la escena  del 1° Acto junto a Jane (“Tutti alla gloria… Comme il sol rival non avra”) y en el Trío que marca la escena final de cacería (“Anna, addío! Alla caccia”!) junto con  el tenor y la soprano. Tamara Munford también se lució vocal y actoralmente como el fiel paje y juglar Smeaton, quien está enamorado de la Reina y es salvajemente torturado por ello. Los personajes secundarios también tuvieron actuaciones destacadas. En resumen, una conjunción perfecta de bel canto, música y drama para mostrar el reinado de Enrique VIII en todo su esplendor. 


MARÍA STUARDA (2013)

Elenco: Joyce di Donato (María Stuart), Elza van der Heever (Elizabeth I), Matthew Polenzani (Robert, Earl de Leicester), Joshua Hopkins (Lord Cecil), Matthew Rose (Lord Talbot) y María Zifchak (Hannah Kennedy).

Dirección orquestal: Maurizio Benini

Dirección coral: Donald Palumbo

Escenografía y vestuario: John Mc Farlane. Iluminación: Jennifer Tipton. 

Presentación: Deborah Voigt


La segunda ópera de la trilogía relata la vida de María Stuart, reina de Escocia y prima de Elizabeth I de Inglaterra, quien fue tomada prisionera por el presunto asesinato de su segundo esposo y  colaboración con el reino de Francia para despojar del trono a su prima –independientemente de su condición de ferviente católica, mientras que Elizabeth era protestante- y posteriormente decapitada en la Torre de Londres en 1587, tras 18 años de cautiverio. Naturalmente, Donizetti pensó en Felice Romani para escribir el libreto, pero éste se negó. Por lo tanto, la responsabilidad cayó en Giuseppe Bardari, quien a su vez se inspiró en el drama homónimo de Schiller sobre la reina de Escocia. Sin embargo, tuvo que soportar la censura imperante en la época, porque su estreno –previsto en el Teatro San Carlo de Nápoles en 1834- debió posponerse hasta el año siguiente. Los Borbones –que gobernaban el Reino de Nápoles en esa época-  era la dinastía más conservadora de Europa. Su estreno tal como fuera concebida originalmente se produjo en Milán un año después de la muerte del compositor, en 1849. Posteriormente, se representó sin censura en el San Carlo de Nápoles en 1866 y cayó en el olvido hasta 1958, cuando se exhumó en Bérgamo  con dirección de Oliviero de Fabritiis. Sin  embargo, no fue hasta 1967 que se produjo su restauración definitiva de la mano de intérpretes de la talla de Leyla Gencer, Montserrat Caballé, Edita Gruberova, Shirley Verrett, Janet Baker y Joan Sutherland. Este título iba a cerrar la Temporada 2019-2020 del Met con Diana Damrau en el rol protagónico, pero debió suspenderse como consecuencia de la pandemia de COVID 19.

En la presente representación, la corte de Elizabeth I se representa en dos tonos: blanco y rojo. La reina y sus súbditos aparecen vestidos de blanco, con excepción de Lord Cecil y Lord Talbot– con boina y túnica negras-. La caracterización de la reina de Inglaterra es estupenda –joven, con su largo cabello rojizo y los clásicos vestidos con miriñaque. Por su parte, Robert de Leicester luce una clásica armadura en tonos de plateado y gris. En contraposición a la alegría de la corte, la protagonista luce un sencillo vestido negro con corte que resalta su cintura grácil, pechera blanca y un crucifijo en su pecho, al igual que sus damas y Hannah Kennedy, que lo hace en gris. Asimismo, contrasta con el vestido rojo que Elizabeth usa durante la partida de caza que se dirige al bosque de Fotteringham –donde María Stuart  está prisionera-. En el 2° Acto, la Reina ya luce el típico vestido con collar isabelino, el rostro pintado de blanco y el cabello recogido en un gran rodete con casquete de perlas, mientras que María lo hace de negro en el castillo donde está prisionera y donde Lord Talbot le anuncia su condena a muerte luego de su largo cautiverio. En la escena final, se quita el vestido y parte hacia el cadalso vestida de rojo. Los cambios de escena se logran mediante efectos de iluminación y paneles, que permiten pasar de la corte al bosque y de la sala del trono a la mazmorra. 

Maurizio Benini no sólo es una de las más grandes batutas de la actualidad en materia de ópera, sino además un perfecto conocedor de la partitura. La orquesta del Metropolitan sonó perfectamente equilibrada, con una precisión absoluta en los tempi y en los momentos de mayor intensidad dramática. La actuación del Coro también estuvo perfecta de la mano de Donald Palumbo. Muy buenas las actuaciones de María Zifchak, Joshua Hopkins y Matthew Rose en los roles secundarios y en cuanto a los roles primarios, Elza van der Heever ofreció una gran interpretación de Elizabeth I desde su primera cavatina (“Ah, quando all’ara scorgemi”), pasando por el dúo con  Robert (“Era d’amor l’imagine””Sul crin la rivale”) y la cavatina del 2° Acto (“Questa vita m’e funesta”), al igual que el bellísimo sexteto con el cual culmina el 1° Acto. Matthew Polenzani es un tenor que posee una excelente coloratura y un fraseo que lo hacen muy apropiado para encarar este tipo de roles. Brindó un perfecto Robert de Leicester, enamorado de la protagonista y a su vez, como es el hombre del cual la reina está enamorada, trata de negar su amor por María (“O memore!”… “Rimino il bel semblante”) y en el ya mencionado dúo. Sus agudos fueron insuperables y el Met estalló en aplausos tras cada una de sus intervenciones. Una excelsa Joyce di Donato tuvo a su cargo el rol protagónico, que sorteó sin mayores dificultades merced a su famosa coloratura –ideal para este tipo de roles- y su sorprendente capacidad actoral. Esto se logró desde su primera aria, donde recuerda su infancia en Francia (“O nube! Che lieve per l’aria ti aggiri”), su enfrentamiento con  Elizabeth (“La Regina! Fatale!” y la cavatina: “É sempre la stessa, superba, orgugliosa”). También se destacó en la cabaletta “Morta al mondo, senza trono” y cuando desprecia a su prima (“Figlia impura di Bolena e bastarda!... “Il trono é  profanato”). En el 2° Acto, la iluminación se centra ante su dolor al recordar la muerte de su marido (“Delle mie colpe lo squalido fantasma”….”Quando di luce rosea”). El Met cayó a sus pies luego de sus pianissimi y luego del clímax en materia dramática (“Ió juro avanti Dío”). Y también, cuando  marcha hacia el cadalso en la última escena y le pide a Hannah que la acompañe hasta el pie del patíbulo (“Deh’! tu di una umile preghiera”; “Di un cor che more”) y al proclamar su inocencia hasta el último minuto (“Ah! Se un giorno di queste ritorte”). Una versión de lujo de esta auténtica gema de la corona donizettiana.


ROBERTO DEVEREUX (2016)

Elenco: Sondra Rabdanovsky (Elizabeth I), Mathew Polenzani (Roberto Devereux), Elina Garanca (Sarah, Duquesa de Notthingham), Mariucz Kwiecen (Duque de Notthingham), Brian Bowen (Lord Cecil), Yohan Yi (Paje), Christopher Job (Sir Walter Raleigh)  y Paul Corona (Sirviente de Nottingham). 

Dirección musical: Maurizio Benini

Dirección Coral: Donald Palumbo

Escenografía: David Mc Vicar. Iluminación: Paul Constable. Vestuario: Moritz Junge. Coreografía: Leah Hausman. 

Presentación: Deborah Voigt. 

La ópera menos representada de la trilogía se sitúa en 1598, donde muestra una envejecida reina Elizabeth I a los 69 años de edad, donde no sólo luce su clásico vestido con miriñaque, collar isabelino y manto en forma de corazón en su espalda, sino que además camina con bastón. Su estreno se produjo en el Teatro San Carlos de Nápoles en 1837 con libreto de Salvatore Cammarano, basado en dos obras de autores franceses sobre el Conde de Essex (Corneille y La Calprenede). A diferencia de las otras dos óperas que componen la trilogía, tuvo un suceso rotundo y se representó en los principales teatros líricos europeos y americanos (La Habana, 1839; New York, 1849 y Buenos Aires, 1854). Posteriormente, cae en el olvido y recién se rescata en 1964 por Leyla Gencer –quien la llevó al disco en ese mismo año, dirigida por Mario Rossi- . Otras grandes intérpretes de este dificilísimo rol fueron Edita Gruberova, Montserrat Caballé, Beverly Sills y Dimitra Theodossiu. La presente transmisión también constituye su debut en el Met. 

La puesta en escena de David Mc Vicar es sumamente fastuosa, pero sencilla. Los cambios de escena se logran mediante efectos de iluminación, pero el escenario es el mismo durante toda la obra, donde comienza a narrarse la historia a partir de la muerte de Elizabeth I en el prólogo. Esto se ve coronado por un sensacional vestuario de época, que recrea perfectamente la dinastía Tudor. El protagonista –de quien la Reina está enamorada y quien es acusado de traición tras haber servido como Embajador en Francia- también luce un atuendo digno de su rango en tonos de gris, negro y plateado, mientras el Duque de Nottingham lo hace en tonos de marrón. Como dama e integrante de la Corte, Sarah luce un magnífico vestido color verde agua en la primera escena, y posteriormente, una falda azul con bordados dorados –de la misma tela del pañuelo que desatará las sospechas de la Reina sobre su rival- y una blusa floreada con chal blanco. Sir Walter Raleigh, con armadura en tonos de gris y plateado, y Lord Cecil, de la misma manera que en la puesta de escena de MARÍA STUARDA. En la escena final, la Reina demuestra que es una mujer y lo hace mediante un camisón blanco largo y bata gris. Se quita su peluca antes de nombrar a su sobrino James I como nuevo Rey de Inglaterra. Los efectos de iluminación son perfectos y se centran sobre los protagonistas en las escenas de mayor dramatismo.

Es la segunda vez que esta cronista aprecia esta magistral obra, ya que tuvo la oportunidad de escucharla mediante transmisión HD en vivo al finalizar la Temporada 2015-2016 del Met. La bellísima música compuesta por Donizetti encontró en la magistral batuta de Maurizio Benini a un intérprete ideal, colocando su habitual énfasis en las escenas de mayor intensidad dramática y permitiendo que las voces de los protagonistas se luzcan mediante un perfecto equilibrio orquestal. El Coro también estuvo muy bien preparado merced a la dirección de Donald Palumbo, ya que participa en numerosas escenas. Y en cuanto al nivel de canto, fue una de las obras más perfectas que una ha escuchado en un rol sumamente difícil, ya que la intensidad dramática se mantiene durante casi toda la obra. 

Los roles secundarios estuvieron perfectamente bien interpretados de la mano de Paul Corona, Yohan Yi, Christopher Job y Brian Bowen,, de manera tal que una se va a referir a los roles principales. Una cantante de los quilates de Elina Garanca no pasa desapercibida, sino todo lo contrario. Su actuación fue impecable desde su primera aria, y fue aumentando en intensidad dramática en el dúo con el protagonista (“Si tu m’ami, tu devra laschiami”… Dacché tornasti, ah, mísera!”) y la cabalettaQuesto addío fatale”. Lo mismo sucedió en el dúo con el barítono en el 2° Acto. Lo mismo sucedió con el barítono Mariucz Kwiecen, quien brindó una sublime interpretación del Duque de Nottingham. Por su parte, Matthew Polenzani hizo gala de su línea de canto y sus dotes de tenor belcantista desde su aparición en escena (“O ma reale, asiedi a voi”), en el dúo de amor con anteriormente mencionado con Sarah  y cuando es condenado por traidor (“Momento fatale… Mia regina, ió voglio la norte”). Su interpretación fue magistral en la escena del 2° Acto antes de partir hacia el patíbulo (“Nottingham, tu m’a rapito la donna qu’amo”), donde hizo gala de sus pianissimi, al igual que sus espectaculares agudos en la cavatina “Di tanti sentí lacrime”. Desde ya, el Met lo ovacionó al finalizar cada una de sus intervenciones. Un párrafo aparte merece la magistral interpretación de Sondra Rabdanovsky como Elizabeth I. Es una de las mejores sopranos dramáticas del momento e hizo gala de sus espléndidas coloratura y línea de canto desde su primera aria (“Un terrible sospetto”), pasando por la cavatina “Il suo amore benedetto”, donde el Met la ovacionó al terminar el aria por sus insuperables agudos. Lo mismo sucedió al descubrir la traición de Roberto mostrando la tela que Sarah le había entregado (“Ingrato impío, ingrato core”) y en el trío “Ió l’assigno” junto a la Reina y al Duque. Y cuando se quita la peluca y se muestra como una mujer (“Vive, ingrato!”) el Met se rindió a sus pies ante tan soberbia interpretación. La ovación fue total luego de su última aria (“Le sangue avuto, le sangue al cel é arrivata”) y su monumental agudo final.

Es un auténtico placer poder apreciar estas tres gemas, que son auténticas joyas de la corona. En este caso, de las reinas de Inglaterra, que marcaron una época de esplendor, magistralmente retratada por el gran compositor bergamasco. E interpretadas por una constelación de estrellas, que permiten admirarlas y apreciarlas en toda su magnitud.