domingo, 31 de enero de 2021

 

Última transmisión de “EL HOLANDÉS ERRANTE” por streaming desde el Met

 

SOBRE LA FIDELIDAD Y EL AMOR INCONDICIONAL

Martha CORA ELISEHT

 

            La temática de esta semana correspondiente a las transmisiones por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York es Los Antihéroes. Y pese a que se trata de un rol hecho para un barítono heroico (heldenbariton), EL HOLANDÉS ERRANTE (DEN FLIEGENDE HOLLÄNDER) es un antihéroe por antonomasia. Esta auténtica joya del universo wagneriano se transmitió por streaming desde el teatro lírico neoyorquino el pasado 29 del corriente con producción integral de François Giraud, escenografía de John Mc Farlane, vestuario de Moritz Junge, iluminación de David Finn y coreografía de Carolyn Choa en coproducción con la ópera de Quebec, la Dutch National Opera (Amsterdam) y The Abu Dhabi Festival. Data del 10 de Marzo de 2020 y fue la última vez que se representó ópera en el Met previamente a la suspensión de todo tipo de actividades como consecuencia de la pandemia de COVID 19.

            El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Evgeny Nikitin (Holandés), Anja Kampe (Senta), Franz- Josef Selig (Daland), Sergey Skorokhorov (Erik), Mihoko Fujimura (Frau Mary) y David Portillo (Timonel). La bailarina Allison Clancey protagonizó la alegoría de Senta en la Obertura y Valery Gergiev estuvo a cargo de la dirección orquestal, mientras que Donald Palumbo dirigió al Coro Estable de la institución. Y contó con una presentadora de los quilates de Lisette Oropesa para engalanar aún más la función.

            La mencionada ópera constituye una bisagra dentro de la producción de Richard Wagner (1813-1883), ya que abandona los cánones de composición a la italiana presentes en sus primeras óperas (LAS HADAS, LA PROHIBICIÓN DE AMAR, RIENZI) y comienza a componer dentro del estilo romántico alemán. Si bien posee elementos típicos de la lírica italiana (cavatinas, cabalettas, cantábile y otros recursos), los enhebra y los engarza con su sello característico: los leitmotives (motivos conductores propios de cada personaje). Por otra parte, los tres Actos en los cuales se encuentra dividida se representan sin interrupción (attaca) y los cambios de escena se realizan en medio de los interludios orquestales. Fue compuesta entre 1841 y 1842 luego de una serie de sucesos desafortunados en la vida del compositor. En 1839, cuando era director de orquesta en el Teatro de la Corte de Riga (Latvia), su extravagante estilo de vida más el retiro de los escenarios de su esposa –la actriz Wilhemina (Minna) Planner- hicieron que Wagner contrajera numerosas deudas. En aquel momento se encontraba componiendo RIENZI y se le ocurrió un plan: escapar de sus acreedores yendo a París –vía Londres- para montar su ópera en escena. Sin embargo, todo salió mal: los acreedores le retuvieron su pasaporte, tuvo que escapar por Prusia y Minna sufrió un aborto durante la travesía. El capitán del Thetis ofreció llevar al matrimonio sin pasaportes, pero el viaje en barco se demoró más de lo normal a causa de numerosas tormentas hasta atracar en Tvedestrand (Noruega). Esto motivó a Wagner a retomar la antigua leyenda europea del Holandés Errante.  Según palabras textuales del compositor: “El viaje por los acantilados noruegos causó en mí una maravillosa impresión en mi imaginación: la leyenda del holandés errante –que los marineros verificaron- tomó un colorido distinto y extraño que sólo mi aventura por mar podía haberle dado”.  No obstante, el tema de la redención por el amor de una mujer está extraído de la sátira Memorias del Señor de Schabelewopski de Heinrich Heine. Mientras que el poeta presenta al personaje central como un judío errante de los mares condenado a navegar por blasfemia y el tema de la redención por amor como un medio para un humor irónico, Wagner lo transforma como un símbolo de amor incondicional, que permanece constante más allá de la muerte. Debido a sus penurias económicas, tuvo que vender el libreto –compuesto por sí mismo- al Director de la ópera de París, quien la estrenó en 1842 bajo el nombre Le Vaisseau Fantôme  (EL BUQUE FANTASMA). De ahí que también se la conozca con dicho nombre. Fue estrenada con su título original en Dresde en 1843 con el propio Wagner al podio y fue un éxito. También fue la primera ópera que se representó en Bayreuth y que marca el comienzo de Wagner como compositor maduro. En su obra Conversaciones a mis amigos, el compositor mencionó que su obra representó un antes y un después en su ttrayectoria: “Aquí comienza mi carrera como poeta y mi adiós a un mero cocinero de textos de ópera”.

            La concepción de François Giraud para la presente versión fue crear un clima de misterio con una puesta en escena sumamente simple, austera y oscura, donde la iluminación sólo se centra en los principales protagonistas. Una bailarina –apenas iluminada y vestida de rojo- representa la alegoría de Senta como la mujer capaz de poner fin al sufrimiento de un hombre atormentado durante la célebre Obertura en el leitmotiv de la Balada, mientras que el leitmotiv de la maldición se logra mediante la proyección de rayos blancos en forma de niebla. Hacia el final, la imagen desaparece –muy buena actuación de Allison Clancey-. Los efectos de iluminación permiten apreciar el clima de tormenta hasta que el barco de Daland atraca en la bahía de Sandviken durante el 1° Acto.. Cuando el protagonista hace su presentación en escena queda en tierra, mientras Daland desciende por la planchada para permitir el encuentro y el pacto entre los dos hombres –riqueza y una buena dote para Daland y la tan ansiada redención para el Holandés-. Hacia el final del 1° Acto, el Coro permanece tanto en la cubierta del barco como portando sogas en tierra para dar el efecto de soltar amarras. Esas mismas sogas son las que van a usar las hilanderas en el 2° Acto en la consabida aria de las ruecas (“Summ und brumm, du gutes Rädchen”), que se entrelazan formando un tejido. Al cantar la Balada de Senta, las hilanderas dejan de tomar las sogas y se arrodillan. Un ojo sobre el bastidor de fondo representa la mirada del Holandés, a la cual Senta no puede sustraerse. El barco permanece en el 3° Acto hasta el final y luego que Senta arroja al mar, la escena se oscurece y los amantes se reúnen transfigurados sobre una nube rosada. El vestuario no puede ser más sencillo: el vestido rojo de Senta es el único color vívido que prevalece sobre tonos de negro y gris usados por el resto de los protagonistas. Para diferenciarse de los marinos, Erik usa polera gris y pantalón negro con tiradores. Las hilanderas también usan delantales blancos sobre vestidos grises, al igual que Mary.

            La célebre Obertura representa el mejor ejemplo de tormenta marítima de toda la música clásica y contiene todos los leitmotives de la obra. Valery Gergiev no sólo imprimió brillo y dramatismo a la orquesta del Metropolitan, sino que sonó marcial y romántico a la vez, demostrando un perfecto conocimiento de la partitura wagneriana. Lo mismo sucedió con los interludios orquestales que marcan el pasaje de un Acto al otro. En una obra donde la participación del Coro es sumamente importante, Donald Palumbo hizo que sonara magistralmente en sus principales arias (“Mir Gewitter und Sturm…” al final del 1° Acto y “Steuermann, laβ die Wacht” en el 3°, además de la mencionada aria del 2° Acto). Y en cuanto a los roles secundarios, la mezzosoprano japonesa Mihoko Fujimura brindó una muy correcta Frau Mary y el tenor David Portillo fue una auténtica revelación como el Timonel. Posee una voz muy bella, de gran musicalidad y con un fraseo y legato perfectos para un tenor lírico spinto y se lució en su aria principal (“Mir Gewitter und Sturm aus fernem Meer”), que se repite en el 3° Acto junto al Coro.

            El bajo Franz-Josef Selig tuvo a su cargo el rol de Daland y comenzó muy flojo en la primera aria (“Kein Zweifel!”). No obstante, se fue afianzando a medida que fue transcurriendo la obra y se lo notó mejor en su cavatina (“Wie? Hört’ich recht? Meine Tochter sein Weiβ?”) y en los diálogos con el Holandés, al igual que en la cavatina del 2° Acto (“Mögst du, mein Kind, den fremden Mann vilkommen heiβen?”). Si bien el barítono Evgeny Nikitin puede no estar a la altura de Thomas Stewart, George London u otros grandes intérpretes de este rol, tuvo nada más ni nada menos que la difícil tarea de reemplazar a Bryn Terfel en el rol protagónico, ya que el barítono galés sufrió una fractura de cadera un mes antes de sus actuaciones en el Met y debió ser operado de urgencia. Y lo hizo con gran maestría desde el punto de vista histriónico y vocal desde su primera aria (“Den Fritz ist um”) y en los diálogos con Daland (“Durch Sturm und bösen Wind verschlagen”), alcanzando su mayor apogeo en los diálogos de la escena de amor con Senta (“Wie aus den Ferne längst vergang’ner Zeiten”) y cuando se cree traicionado (“Verloren, ach, verloren!”… “Du kennst mich nicht”). Una muy buena performance que se vio coronada junto a la participación de Anja Kampe como Senta. La soprano alemana es una de las mejores voces wagnerianas de la actualidad y posee una voz, fresca, potente, con un amplio registro que le permite alcanzar las notas agudas sin dificultad. Se la escuchó perfectamente en la Balada (Johohoe! Traft ihr das Schiff in Meere an”) y junto a los mencionados diálogos con el Holandés (“Wirst du des Vaters Wahl nicht schelten”) y Erik. Sus agudos fueron soberbios y al finalizar la función fue la más aplaudida del elenco, que se completó con el tenor ruso Sergey Skorokhorov como Erik. Posee un hermoso timbre y color tonal, que le permitió abarcar sin dificultad las notas agudas. Se destacó en su cavatina (“Bleib, Senta! Bleib nur einen Augenblick!”) y en el aria del 3° Acto (“Willst jedes Tags du nicht mehr dich entsinnen?”) y se retiró sumamente aplaudido.

            La redención por el amor es un tema que forma parte del universo wagneriano y que se repite en diferentes óperas, pero es aquí donde alcanza su mayor trascendencia en materia de romanticismo. Por eso es una obra bisagra dentro de la producción del genio de Bayreuth, que posee la característica de ser atemporal. La fidelidad y el amor incondicional son virtudes que escasean tiempos de postmodernidad y que sin embargo, poseen un significado tan trascendental como cuando Wagner los concibió. Por eso son eternos y gozan de buena salud cunado se los interpreta correctamente.

           

           

martes, 26 de enero de 2021

 

Brillante Gala Lírica al aire libre en el patio del Centro Cultural Konex

 

UNA NOCHE REPLETA DE ESTRELLAS

Martha CORA ELISEHT

 

            Contrariamente a lo que siempre ocurre, Enero ha sorprendido gratamente a los porteños con una variada oferta cultural en materia de conciertos y espectáculos líricos. Pero esta vez, la iniciativa de volver a los escenarios la tomó una institución privada: el Centro Cultural Konex, donde el pasado domingo 24 del corriente se celebró el primer espectáculo del 2021: LÍRICA EN EL PATIO, con la presencia de los siguientes cantantes: los tenores Darío Schmunck y Duilio Smirglia , el barítono Leonardo Estévez, el bajo/ barítono Hernán Iturralde, la mezzosoprano Alejandra Malvino y las sopranos Oriana Favaro, Jacquelina Livieri, Fabiola Massino, Marina Silva y Daniela Tabernig, bajo el acompañamiento del pianista Matías Chapiro.

            Todos los intérpretes anteriormente mencionados pertenecen al Grupo Cantantes Líricos Autoconvocados de la República Argentina (CLARA) y era la primera vez que se produjo el tan ansiado encuentro con el público sobre el escenario al aire libre de la mencionada institución, hecho que fue sumamente agradecido por Alejandra Malvino en su condición de presidente de CLARA. El espectáculo contó además con una impecable producción y realización de video donde se proyectaron los nombres de las arias, la ópera a la cual pertenecen y un breve argumento para facilitar la comprensión por parte del público al no contar con subtitulado electrónico. Las butacas fueron colocadas en el patio frente al escenario respetando las disposiciones sanitarias vigentes y con su correspondiente distanciamiento, de modo tal que el público pudo disfrutar de una auténtica velada de gala que duró unas dos horas. Previamente al inicio, el presidente del Centro Cultural Konex –Luis Ovsejevich- solicitó un minuto de silencio en homenaje al periodista y crítico musical Federico Monjeau, recientemente fallecido.

            Una vez rendido el correspondiente homenaje, Leonardo Estévez y Duilio Smirglia iniciaron la gala con el dúo de Nadir y Zurga de LOS PESCADORES DE PERLAS de George Bizet (“Au fond du temple saint”), donde demostraron su maestría y lirismo. Seguidamente, el cuarteto formado por Darío Schmunck, Alejandra Malvino, Hernán Iturralde y Oriana Favaro interpretaron “Bella figlia del’amore” de RIGOLETTO. Esta emblemática pieza del repertorio verdiano permite el lucimiento de todos y cada uno de los cantantes, donde Darío Schmunck se destacó como el Duque de Mantua en una versión vibrante y compacta de este celebérrimo fragmento. Posteriormente, Duilio Smirglia y Marina Silva dieron vida a Rodolfo y Mimí en “O soave fanciulla” de LA BOHÈME. La consabida aria final del 1° Acto de la mencionada ópera de Puccini  sonó muy bien, aunque con una ligera superioridad vocal por parte de Marina Silva en el “Amor!” final cantado fuera de escena.  La mencionada soprano se encuentra atravesando su plenitud vocal y lo demostró con creces al interpretar el aría de Julieta (“Je veux vivre”) de Charles Gounod –un verdadero desafío en materia de lirismo y coloratura- , brindando una soberbia interpretación desde el punto de vista vocal e histriónico. Acto seguido, Daniela Tabernig y Alejandra Malvino eligieron el duettino “Viens, Mallika!”-conocido como Dúo de las flores-  de LAKMÉ, de Leo Délibes. Su interpretación fue magistral, exquisita y de muy buen gusto, donde ambas se lucieron vocalmente. Y para cerrar la primera parte de este recital, se eligió nada más ni nada menos que el sexteto “Che mi freni in tal momento” de LUCÍA DI LAMERMOOR de Gaetano Donizetti. Para ello, se hicieron presentes sobre el escenario Fabiola Massino, (Lucía)  Alejandra Malvino (Alisa), Darío Schmunck (Edgardo), Duilio Smirglia (Arturo), Leonardo Estévez (Enrico) y Hernán Iturralde (Ramiro). No sólo sonó magistralmente, sino que además, la mencionada soprano puso su voz al servicio del personaje mediante su soberbia coloratura y cromatismo vocales, destacándose en el agudo final. Darío Schmunck brindó un dolido y excelente Edgardo, mientras que Leonardo Estévez se lució como Enrico –hermano de la protagonista-.

            La segunda parte del recital abrió con un “Menú a la Carta” compuesto por una entrada francesa, un plato principal italiano y un “postre exquisito”. Mientras el binomio Smirglia/ Estévez anunciaba las obras y los intérpretes, Matías Chapiro se permitió hacer una humorada presentando el menú con la cortina musical de ALMORZANDO CON MIRTHA LEGRAND, que fue bien celebrada por parte del público.  La entrada francesa estuvo compuesta por la mencionada aria de ROMEO Y JULIETA de Gounod a cargo de Marina Silva  -previamente comentada- y “Mon coeur s’ouvre à ta voix” de SANSÓN  Y DALILA de Sanit- Saëns, interpretada por Alejandra Malvino. La mezzosoprano no sólo es especialista en el repertorio francés, sino que además brindó una magistral interpretación desde todo punto de vista, retirándose ovacionada por el público.  Por su parte, el plato principal comprendió las siguientes arias: “E lucevan le stelle” (TOSCA) por Darío Schmunk; “Sempre libera” (LA TRAVIATA) a cargo de Jacquelina Livieri –con Darío Schmuck fuera de escena como Alfredo- y “Nessun dorma” (TURANDOT) por Duilio Smirglia. Todos brindaron unas versiones estupendas de las arias anteriormente mencionadas y el postre no pudo ser más exquisito: el bellísimo Canto de la Luna (“Mésicku na nel hlubokém”) de RUSALKA, de Antonin Dvǒrak a cargo de Daniela Tabernig. La soprano santafesina fue quien la estrenó en el país en 2015 –de la mano de Buenos Aires Lyrica- y también la cantó en el Colón en 2017. Por lo tanto, su interpretación fue eximia y recibió numerosos vítores y aplausos por parte del público al finalizar la misma.  Por último, el menú incluyó un “brindis espirituoso” con la celebérrima “Largo al factórum” de EL BARBERO DE SEVILLA a cargo de Leonardo Estévez, quien brindó una impecable interpretación de Fígaro.

            Tras la opípara cena, se hicieron presentes sobre el escenario Daniela Tabernig, Fabiola Massino, Duilio Smirglia, Alejandra Malvino y Leonardo Estévez para interpretar el quinteto “Nous avons in tête un affaire” de CARMEN, que estuvo muy bien compaginado y que permitió el lucimiento vocal –grupal e individual- de todos los protagonistas. Lo mismo sucedió con el trío “Soave c’e il vento”  de COSI FAN TUTTE a cargo de Oriana Favaro (Fiordiligi), Alejandra Malvino (Dorabella) y Hernán Iturralde (Don Alfonso) para dar vida a este gran clásico mozartiano. Seguidamente, Jacquelina Livieri y Leonardo Estévez dieron cátedra de bel canto en una gran interpretación de “Quanto amore” de L’ELISIR D’AMOR, donde los protagonistas se lucieron como Adina y el Dottore Dulcamara, mostrando una botella de su mágico elixir. Por último, Darío Schmunck y Marina Silva dieron vida al Conde Danilo Danilowicz y Hanna Glawari en el famoso vals “Lippen schweigen” de LA VIUDA ALEGRE, de Franz Léhar. Mientras los protagonistas bailaban el vals, el resto de la compañía subió al escenario portando copas en sus manos para sorprender con el brindis de la escena final del 2° Acto (“Brüderlein, Brüderlein und Schwesterin”…) de EL MURCIÉLAGO de Johann Strauss. Todos se lucieron y el público estalló en aplausos al final del concierto. Tras las palabras de agradecimiento, hubo un bis: una gran versión al unísono de “O SOLE MÍO”, donde Fabiola Massino tuvo la voz cantante (generalmente, a cargo de un tenor) y se lució como soprano ligera de coloratura, mientras el resto de sus compañeros –cada cual en su tesitura- hizo el coro. Una nueva ovación del público marcó el final para una auténtica gala.

            Tras tanto tiempo de ausencia de los escenarios, los artistas salieron a festejar y a saludar a las autoridades y la prensa especializada, agradeciendo profundamente su participación. Al igual que en la ópera de Puccini, las estrellas brillaron sobre el firmamento porteño brindando el marco necesario para una auténtica noche de lujo, donde los astros de la lírica brillaron sobre el escenario del Konex. Ojalá que sea un ejemplo a imitar tanto por parte de organismos oficiales como de otras entidades privadas. Cuando se quiere, se puede.

lunes, 25 de enero de 2021

 

 

 

EL CALOR NO IMPORTA CUANDO DE BUENA MUSICA SE TRATA

 

Centro Cultural Kirchner, Temporada 2021: Actuación del Ensamble conformado por: Marcelo Balat (Piano), Gustavo Mule-María Javiera Alvarez Gonzalez (Violines), Carla Regio (Viola) y María Eugenia Castro Tarchini (Violonchelo). Programa: Obras de Mozart, Schumann y Piazzola. Auditorio Nacional, 24 de Enero de 2021.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  Poco importó la sofocante temperatura mayor a 35 grados, ni que el centro porteño se hallara virtualmente “vacío” y con escasísima conectividad producto de un Domingo de Enero que invitaba más a refrescarse en el agua al que pudiere o a quedarse a la sombra a los más. El público está ávido de la presencialidad y lo demostró con creces al ocupar casi en su totalidad el aforo habilitado por protocolo en el Auditorio Nacional del Kirchner en donde integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional (algunos de ellos de sobrados antecedentes artísticos) abordarían un muy ambicioso programa de cámara del que salimos todos absolutamente reconfortados.

 

  Para comenzar la sesión, un Ensamble conformado por Marcelo Balat en Piano, María Javiera Alvarez Gonzalez en Violín, Carla Regio en Viola y María Eugenia Castro Tarchini en Violonchelo abordó el Cuarteto Con Piano que lleva el Orden de Catálogo Kv 478 de Mozart. Composición que consta de 3 movimientos: Allegro, Andante y Rondó, fue muy pulcramente expuesta por los integrantes del conjunto, en donde debe resaltarse la labor de Marcelo Balat como columna vertebral de este Ensamble. El “chispeante” final fue la correcta síntesis de la labor de estos muy buenos instrumentistas.

 

  El Punto más alto de la tarde lo constituyó la interpretación del Quinteto con piano Op. 44 de Robert Schumann en donde se sumó Gustavo Mulé como primer Violín, pasando Alvarez Gonzalez al rol de segundo. Aquí la complementación entre Mulé y Balat en el Piano fue tal que contagió a las otras tres instrumentistas en la interpretación, llevando a esta a un nivel encomiable. Ya desde el difícil “Allegro Brillante” de apertura, los dos instrumentistas varones con un simple intercambio de miradas asumieron el discurso sonoro, intensificándose el mismo durante el segundo (“En modo de Marcia”)  en el que una sentida marcha fúnebre da paso a una sección central en donde Violín y Violonchelo desarrollan un tema el que es contrapuesto por otro a cargo del piano con acompañamiento de toda la cuerda restante. Aquí se apreció el muy buen nivel de María Eugenia Castro Tarchini a tono con el muy buen desempeño de Gustavo Mulé, mientras que en el otro pasaje, el formidable despliegue de Marcelo Balat encontró la compañía justa no solo de los dos primeros, sino en la efectiva intervención de Javiera Alvarez Gonzalez y en el estupendo nivel de Carla Regio, la que una vez más se nos revela como una Violista de fuste. Un chispeante “Scherzo” muy bien llevado por todos fue la antesala del extraordinario “Allegro ma non troppo” final en el que la totalidad de los instrumentistas descolló por igual, haciendo que el público retribuya con una sostenida y merecida ovación a la versión ofrecida.

 

  El final nos trajo un Piazzolla en el año de su centenario. Una magnífica y homogénea interpretación de “Primavera Porteña” como cierre de una tarde magnífica, con una muy buena climatización de sala y en donde merced a la pandemia cobra realidad el hecho de que hay público para todo el año, aun con calor sofocante. Más allá de esta terrible circunstancia, ¿no servirá esto como llamador a que en Enero también habrá que programar cosas de aquí en adelante en la Capital?.

 

Donato Decina

lunes, 18 de enero de 2021

 

Inicio de Temporada “Fin  de Semana a Puertas Abiertas” en el Centro Cultural Kirchner

 

¡INCREÍBLE QUE NO TOQUEMOS POR ZOOM!

Martha CORA ELISEHT

 

            La frase mencionada por Pablo Fenoglio resultó sumamente apropiada para titular esta nota sobre el Ciclo “Fin de Semana a Puertas Abiertas” organizado por el Centro Cultural Kirchner (CCK), en cuya Sala Sinfónica tuvo lugar el pasado domingo 10 del corriente el concierto inaugural de dicho Ciclo a cargo del grupo de cámara VIENTO SUR, formado por los trombonistas Pablo Fenoglio, Carlos Ovejero, Enrique Schneebell y Jorge Urani, quienes integran las orquestas sinfónicas más prestigiosas del país. Los dos primeros son solistas de trombón tenor en la Estable del Colón y Sinfónica Nacional respectivamente, mientras que los dos segundos, de trombón bajo en la Estable del Colón y la Sinfónica de Córdoba respectivamente.

            El programa comprendió las siguientes obras: Microquad de Roberto Pintos; Tres canciones suecas de Mogens Andressen; Concertino para cuatro trombones y órgano de Jan Koetsier –con la participación de Leonardo Petroni en órgano-; Mano de Obra de Sonia Possetti y Viento Sur –compuesta especialmente por encargo y que da el nombre al conjunto- de Noelia Escalzo.

La mencionada agrupación de cámara se formó en 2002 y se caracteriza por presentar un  estilo innovador, un sonido versátil y a su vez, compacto y contundente, muy bien equilibrado. No es fácil imaginar un repertorio para dicho instrumento fuera de la gran orquesta sinfónica o del jazz, del cual Glenn Miller fue su mayor exponente. Realiza numerosas giras internacionales y ha participado en los principales festivales para dicho instrumento en Estados Unidos (Salt Lake City en Utah, Fort Myer en Virginia y Austin y Lubbock en Texas, entre otras ciudades) y en Brasil (Segundo Festival “Carlos Gomes”, Campinas) desde 2008 hasta la fecha. También han realizado numerosas giras por el interior del país y actuaron junto a las orquestas más importantes (Sinfónica de Córdoba, Santa Fe, Rosario y Orquesta de la Universidad Nacional de Tucumán). Asimismo, han ofrecido numerosas clases magistrales en las universidades más importantes de Estados Unidos desde ese mismo año. Ha grabado dos discos: Del sur y otros aires (2008) y Tango (2010) con obras para cuarteto de trombones de diversos compositores argentinos (Gerardo Gardelin y Gerardo Schiavon) y otros autores como Jan Koetsier, Irvin Wagner y Duvensky. Precisamente, el concierto para cuatro trombones y orquesta de Gardelín fue estrenado por la agrupación junto a la Orquesta Sinfónica de Oklahoma en Stillwater (Minnesota, Estados Unidos) en 2017.

Como en todos los espectáculos que ofrece el Centro Cultural Kirchner, se cumplió estrictamente con el protocolo sanitario en vigencia y se agregaron cuatro mamparas de acrílico transparentes para proteger mejor a los músicos, quienes ingresaron al escenario provistos de sus respectivos barbijos, que se quitaron luego de haber saludado al público. Tras la ejecución de Microquad, Pablo Fenoglio tomó el micrófono y mencionó la frase que encabeza esta nota. Agradeció profundamente la presencia del público y solicitó un aplauso no sólo para los profesionales de la salud, sino también a la audiencia por haber estado ausente tanto tiempo de las plateas apoyando a los artistas. Brindó ilustraciones musicales para explicar la diferencia entre un trombón tenor y un trombón bajo –Enrique Schneebell ejecutó el solo de La Cabalgata de las Walkyrias de Wagner, mientras que Carlos Ovejero hizo lo mismo con In the Mood (de Buen Humor) de Glenn Miller- y dio una breve reseña de cada una de las obras comprendidas en el programa.

La mencionada obra del compositor argentino Roberto Pintos está escrita a modo de canon en ritmo de malambo,  donde el trombón bajo marca el ritmo y el tenor ejecuta la melodía. Posteriormente, los roles se invierten, lo que permite apreciar las diferentes texturas expresivas del instrumento. Una obra dinámica, ágil y placentera para los oídos. Seguidamente se ejecutaron las Tres canciones suecas del compositor danés Mogens Andressen: Quién puede para el viento –más conocida como La mar estaba serena- , Coral  y Marcha de Appelbro. En la primera de las tres, el trombón bajo –con sordina- introduce la melodía y se acopla el resto –todos con sordina, que se quita posteriormente para poder apreciar el sonido pleno del instrumento- y luego, la tendencia se invierte. La segunda es un adagio en tono menor donde los trombones forman un canon con un sonido muy bello, compacto y a la vez, solemne. Posteriormente, la melodía rota a tono mayor, con reminiscencias de los himnos daneses de Grundvigt (En rose så jeg skyde y Cabeza ensangrentada, que se canta con motivo de la Pasión de Cristo en Viernes Santo), mientras que la tercera es una melodía basada en temas típicos del folklore sueco, con reminiscencias de Midsommarvaka (Rapsodia Sueca n° 1 de Hugo Alfvén) y ribetes de jazz en su desarrollo.

Seguidamente, Pablo Fenoglio hizo la presentación de la obra de Koetsier (1911-2006), cuyo título original es Concertino  para cuatro trombones y orquesta, adaptada para órgano por Sebastián Aschenbach y Leonardo Petroni. Consta de 3 movimientos: Allegro/ Adagio/ Allegro scherzando y comienza con un canon a 4 voces a cargo de los trombones con una melodía de características barrocas en tono menor hasta la introducción del órgano, que la repica en tono mayor. En un determinado momento de su desarrollo, los trombones utilizan sordina, que quitan casi inmediatamente antes de la repetición del tema principal. Leonardo Petroni logró un muy buen sonido en los agudos, que contrastó muy bien con los graves proporcionados por el cuarteto. En el Adagio, el órgano introduce el tema y es seguido por el trombón bajo con sordina, que se quita posteriormente para el desarrollo del tema principal- muy buen desempeño de Jorge Urani y Enrique Schneebell al respecto-. Posteriormente, el trombón mayor –a cargo de Pablo Fenoglio- introduce el tema y el órgano lo desarrolla, logrando una musicalidad prodigiosa. La obra culmina con una monumental fuga a cargo del órgano en el Allegro scherzando, donde Leonardo Petroni supo ejecutar en forma admirable el órgano Kreis, mientras que el cuarteto de trombones interpretó una magistral cadencia en la recapitulación.

La última parte del concierto estuvo dedicada a obras de dos compositoras de tango argentinas: Mano de Obra de Sonia Possetti –ganadora del Premio KONEX en su género- , donde el cuarteto logró un sonido compacto, muy bien equilibrado y agradable en una adaptación para trombones. Y cerró con Viento Sur, de la cordobesa Noelia Escalzo, que lleva su nombre en homenaje a los vientos argentinos. Sus cuatro movimientos son: Pampero, Zonda, Zosquil y Sudestada. El primero está escrito en ritmo de tango, donde el trombón bajo marca el ritmo –muy buena labor de Schneebell- y los tenores, la melodía. Es muy difícil tocar tango con instrumentos de viento, pero el cuarteto lo hizo de manera admirable. El segundo movimiento es en tono menor y posee reminiscencias de Verano Porteño de Piazzolla, pero con un estilo muy personal, que permite apreciar los diferentes sonidos de los instrumentos. Aquí se lució Carlos Ovejero como trombón mayor.Mientras que el 3° movimiento es más lento y en ritmo de tango, el 4° (Sudestada) es una mezcla entre milonga y candombe, donde el bajo marca el ritmo y los tenores, la melodía. La labor del cuarteto fue excelente y el público respondió con un aplauso cálido y sostenido. Y como en todo buen concierto de cámara, no podía faltar un bis: una versión exquisita de La muerte del ángel de Astor Piazzolla –en homenaje al cumplirse el centenario de su nacimiento-. Carlos Ovejero introdujo la característica fuga del compositor, mientras que Pablo Fenoglio tuvo a su cargo el tema lento, donde cada uno hizo sus respectivas variaciones con una musicalidad impresionante, que fue la principal característica que marcó este concierto.

El ciclo continuará durante todo el mes de Enero y no sólo se ofrecerán conciertos de música clásica y popular, sino también muestras y exhibiciones de fotografía y artes plásticas. Y de paso, brindar la posibilidad de conocerlo tanto a locales como a turistas. Una muy buena propuesta del CCK de ofrecer una Temporada de Verano durante Enero para enriquecer la oferta cultural de una Buenos Aires en tiempos de pandemia.     

 

Impresionante producción de “I PURITANI” desde el Metropolitan de New York

 

UN DEBUT DE LUJO

Martha CORA ELISEHT

 

            Ha comenzado el 2021. Sin embargo, el Metropolitan Opera House de New York permanece con su temporada cancelada hasta 2022 con motivo de la segunda ola correspondiente a la pandemia mundial de coronavirus COVID 19. Por lo tanto, seguirá con sus habituales transmisiones por streaming sobre diferentes temáticas. Comenzó el 1° de Enero con la Pavarotti Week y continuó con la semana de rivalidades épicas (Epic rivalities), dentro de la cual tuvo lugar la reposición de I PURITANI de Vincenzo Bellini (1801-1835) el pasado viernes 8 del corriente que data de 2007, con puesta en escena de Sandro Sequi, escenografía de Ming Chou Lee, vestuario de Peter Hall e iluminación de Sharon Thomas. La dirección orquestal estuvo a cargo de Patrick Summers, mientras que Raymnod Hughes tuvo a su cargo la del Coro de la institución. Pero además, contó con más de un valor agregado: marcó el debut de Anna Netrebko sobre el escenario del gran teatro lírico neoyorquino y contó con la presencia de Beverly Sills –gran intérprete de este rol-  como presentadora invitada. Renée Flemming actuó como presentadora y realizó entrevistas a los protagonistas durante los intervalos.

            Además de la mencionada soprano como Elvira, el elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Eric Cutler (Arturo Talbot), Franco Vasallo (Riccardo), John Relyea (Giorgio, hermano de Elvira), Valery Ruminski (Lord Walter, tío de Elvira y Giorgio), Eduardo Valdes (Bruno) y María Zifchak (Enrichetta de Francia).

La última ópera del cisne de Catania fue compuesta durante el último año de vida del compositor y se estrenó en Enero de 1835 en el Teatro Italiano de París, con libreto de Carlo Pepoli sobre el drama Têtes rondes et cavaliers de Jacques François Ancelot y Boniface Saintine. Sin embargo, algunos autores indican que también se basó –en parte- de la novela Old Morality de Sir Walter Scott, ya que narra los hechos políticos que ocurren en la obra y el lugar donde transcurre la acción, acorde a su título original (I PURITANI DE SCOZIA, LOS PURITANOS DE ESCOCIA). Tuvo un éxito rotundo desde su estreno y representa un verdadero desafío para los cantantes por la gran exigencia vocal e histriónica durante los tres actos que comprende la misma. Por eso se representa escasamente en la actualidad.

La escena está ambientada en 1650 en Escocia y se montó no sólo una puesta en escena clásica –donde los personajes entran y salen por escaleras de la ciudadela donde transcurre la obra y sus patios- , sino que contó con un gran despliegue escénico donde abundaron los figurantes que encarnaron a los puritanos y a los soldados de Cromwell, además de un magnífico vestuario de época, rico en cuellos con encajes para los caballeros y cofias para las damas. Los puritanos lucieron vestimentas oscuras con cuellos blancos, mientras que los soldados, yelmos de metal y lanzas. La caracterización de los personajes fue estupenda y los cambios de escena se lograron mediante un telón pintado en tonos de gris durante el 1° Acto y para el resto, mediante claroscuro en la iluminación. Esto fue aún más evidente durante la famosa Escena de la locura de Elvira en el 2° Acto, mientras que se centra sobre los protagonistas durante el encuentro entre Elvira y Arturo en el 3°. Una superproducción digna del Met, abundante en recursos y caracterizada por los detalles de lujo y buen gusto, traducidos a la perfección en el fastuoso vestuario de los principales protagonistas.

Pätrick Summers demostró ser un profundo conocedor de la obra de Bellini, brindando brillo, temperamento y luminosidad a la orquesta, haciendo hincapié en los momentos más dramáticos de la obra para que el bel canto pudiera lucirse en todo su esplendor. En este tipo de óperas, el Coro juega un rol fundamental, ya que sirve de marco vocal y actúa como un protagonista más en todo el repertorio belcantista. Por lo tanto, su participación ha sido decisiva y se lució desde el comienzo de la obra (“Quando la trompa silba”) y siguió ante el compromiso de Arturo y Elvira (“Ad Arturo honore/ Ad Elvira honore”) para desembocar ante la recuperación de Elvira y su posterior desvarío al enterarse que Arturo ha sido condenado a muerte por su traición (“O povera! Misera!”). La preparación por parte de Raymond Hughes fue excelente y recibió un mere3cido aplauso al final de la obra.

Tanto el tenor Eduardo Valdes como la mezzosoprano María Zifchak tuvieron actuaciones destacadas como Bruno y Enrichetta de Francia. Esta última se lució en el trío del final del 1° Acto junto a Arturo y Riccardo (“Se il destino a te m’ínvolta”). Por su parte, Valery Ruminski hizo lo mismo como Lord Walter en el duetto con Elvira en la segunda escena del 1° Acto. Y Franco Vasallo encarnó un espléndido Riccardo desde su aparición en escena (“A te, o cara…. Ah, per sempre ió t’e perdutto!”). Posee una voz con excelente musicalidad, fiato y fraseo que le permitió sortear las arias y los pasajes más difíciles con total naturalidad. También se lució en el duetto y la cabaletta  con Giorgio al final del 2° Acto (“Patria! Vittoria! Honore!... “Quando la trompa intrépida”), donde el Met estalló en aplausos al bajar el telón. Por su parte, John Relyea es un espléndido bajo- barítono, capaz de interpretar roles de carácter como Giorgio. Se destacó en su cavatina del 2° Acto (“Il sui Capelli… Dove, Arturo, dove ándate ancor’?”), en el trío junto a Anna Netrebko y Franco Vasallo que cierra la mencionada Escena de la locura y al interceder ante Riccardo para salvar a Arturo y recomponer de su desazón a su hermana (“Il rival salvar potesse”).

Eric Cutler dio vida a Arturo Talbot, quien se ve dividido ante su amor por Elvira y su lealtad a los Estuardo y Francia. Para ello, origina la confusión al salvar a Enrichetta colocándole  el velo nupcial de su prometida, quien pierde la razón al creer que su prometido la abandonó por otra en el altar. Se destacó desde su aparición en escena  (“Ah, mía cara! Amor t’adora”) por su excelente fraseo y sus impecables pianissimi. Posee un registro amplio en agudos, que llaga hasta el Fa sobreagudo necesario para las arias del 3° Acto (Cavatina “Credeasi, mísera”!; duetto y cantábile con Elvira “Da quel di ch’ió ti mirai”; “Crudele!”). Al finalizar cada una de sus intervenciones, el Met se vino abajo en aplausos y se retiró más que ovacionado. Y el debut de Anna Netrebko no pudo haber sido mejor, ya que estaba en su mejor momento como soprano de coloratura por aquel entonces. Su prodigiosa y vibrante voz descolló desde su cavatina en el 1° Acto (Ah, sí, son vergin vezzosa”), donde la soprano debe mostrar una amplia gama de tonalidades. Naturalmente, su monumental agudo le permitió sobrellevar el rol sin dificultad, al igual que en el duetto con Arturo del 1° Acto y su entrada previa a la Escena de la locura (“O, redente mi la speme”), durante la misma (Cavatina: “Qui la voce che mi chiama”) y en la monumental cabaletta (“Vien, duetto, é in cel la liuna”), donde no sólo se desmaya en brazos de sus damas de compañía, sino que además, canta la segunda parte de la misma acostada sobre el piso, antes de retirarse subiendo las escaleras. A esa altura, la ovación del Met fue total y cayó rendido a sus pies. Y en el 3° Acto, se lució en su aria (“Vieni fra queste braccia”) y en la stretta final junto a Eric Cutler (“Ah! Sento il mio bell’angelo”), donde brindó un agudo magistral antes de caer el telón, lo que le valió una nueva ovación  del público.

Con intérpretes de gran jerarquía, representar una obra maestra del bel canto es posible. Lamentablemente, el público deberá esperar mucho tiempo para que la gran sala lírica de New York pueda volver a abrir sus puertas para brindar una temporada lírica en forma presencial. Pese a la esperanza de la vacuna, habrá que aprender a convivir con el virus por mucho tiempo hasta poder erradicarlo ante el recrudecimiento de la pandemia. Afortunadamente, las transmisiones por streaming y el archivo sonoro quedan para poder seguir disfrutando. Hoy más que nunca el arte es esencial.

 

 

Nueva concepción escénica de “CAVALLERÍA RUSTICANA/ I PAGLIACCI” desde el Met

 

LA DUPLA EMBLEMÁTICA DEL VERISMO ITALIANO

Martha CORA ELISEHT

 

            Continuando con su ciclo de transmisiones por streaming sobre rivalidades épicas (Epic rivalities), el Metropolitan Opera House de New York repuso el día 8 del corriente una producción de CAVALLERÍA RUSTICANA/ I PAGLIACCI que data del 2015 y que contó con puesta en escena de David Mc Vicar, escenografía de Rae Smith, vestuario de Moritz Junge, iluminación de Paule Constable y coreografía de Andrew George. La dirección orquestal estuvo a cargo de Fabio Luisi, mientras que Donald Palumbo y Anthony Piccolo, la del Coro Estable y el Coro de Niños de la institución respectivamente. La mezzosoprano inglesa Susan Graham actuó como presentadora.

            Si bien pueden representarse por separado o conjuntamente con otras óperas de corta duración, ambas constituyen la dupla emblemática del verismo italianocorriente que comenzó a fines del siglo XIX y que encontrará entre sus máximos exponentes a compositores de la talla de Mascagni, Leoncavallo y Puccini, entre otros- y por lo general, suelen representarse juntas. En este caso, David Mc Vicar las ambientó en Sicilia, pero con 50 años de diferencia entre una y otra. Mientras CAVALLERÍA RUSTICANA se desarrolla a fines del siglo XIX, I PAGLIACCI lo hará hacia 1930, cuando ya existían el automóvil, la electricidad y algunos otros inventos. Se analizará cada una de las óperas por separado.

 

CAVALLERÍA RUSTICANA

Elenco: Eva- María Westbroek (Santuzza), Marcelo Álvarez (Turiddu), George Gadnidze (Alfio), Ginger Costa Jackson (Lola), Jane Bunnell (Mamma Lucía) y Andrea Coleman (Paisana).

            La más popular y representada de las óperas de Pietro Mascagni (1863-1945) fue compuesta en 1888 y estrenada en el Teatro Constanzi de Roma en Mayo de 1890, tras haber ganado un concurso de obras inéditas para compositores de ópera noveles organizado por el editor Edoardo Sonzogno, con libreto de Guido Menasci y Giovanni Targioni Tozzetti sobre la novela homónima de Giovanni Verga. Su éxito fue rotundo desde su primera representación merced a los bellísimos pasajes orquestales –su célebre Intermezzo se ejecuta muy a menudo como pieza orquestal tanto en recitales de ópera como conciertos- y a sus principales arias, que forman parte del repertorio para tenor y soprano dramática/ mezzosoprano.

            La puesta en escena no pudo ser más simple: un escenario rectangular, apenas iluminado, donde se resalta la figura de Santuzza centrando la iluminación en la protagonista, mientras el coro la rodea portando sillas que se colocan en el perímetro del escenario y donde se sientan los coreutas, mientras ella permanece –estoicamente- de pie, siendo rechazada y discriminada por su condición de excomulgada, ya que fue seducida por Turiddu. Todos usan vestimentas oscuras y se encuentran perfectamente caracterizados. La rivalidad entre Santuzza y Lola se muestra desde el inicio, paseándose por todo el escenario y rechazándose en forma simétrica. Asimismo, la vestimenta también denota la rivalidad entre ambas. Si bien están vestidas de negro, Santuzza luce un vestido sencillo, con chal al tono y escore cerrado, mientras que el de Lola posee escote cuadrado para seducir a Turiddu. La taberna de Mamma Lucía está representada por una mesa, donde coreutas y figurantes depositan sus mercancías. La iglesia se reemplaza por estatuas de la Virgen cubiertas de flores para la procesión del Domingo de Pascua, que son portadas por los figurantes. Al final del célebre Intermezzo, los coreutas dejan puestas velas en los cuatro rincones del escenario. La oscuridad predomina y la iluminación sólo se centra en los protagonistas, el Coro y la procesión, mientras tres parejas de baile ejecutan una danza de galanteo al compás de la bellísima “Gli aranci olezzano”.

            La impecable dirección de Fabio Luisi y la excelente preparación del Coro por parte de Donald Palumbo brindaron el marco justo para compensar esta puesta en escena tan particular. Además de la mencionada aria, el Coro se lució en el Regina Coeli Lautare. Y en cuanto a los protagonistas principales, Marcelo Álvarez brindó un excelente Turiddu desde su aparición fuera de escena (“O, Lola, ch’ai di latti la cammisa”), siguiendo en el célebre duetto con Santuzza (“Tu qui, Santuzza?”) y descollando en el aria del vino (“Viva il vino spumeggiante”). Su impecable fraseo, su caudalosa voz y sus dotes histriónicas fueron esenciales e insuperables para encarar su aria final (“Mamma! Quel vino é generoso”…). Una interpretación magistral que le valió la ovación del Met al bajar el telón. Eva María Westbroek dio vida a la sufrida Santuzza merced a sus dotes histriónicas y a los matices de su voz, que le permitieron interpretar a la perfección un rol caracterizado por su poderosa intensidad dramática. Su voz sobresalió en el Regina Coeli Lautare junto al Coro (“Inneggiamo, il Signor non é morto”) al igual que en el duetto con  Turiddu (“No, no, Turiddu, rimani, rimani ancora”) y con Mamma Lucía (“Voi lo sapete, mamma”). Sin embargo, le faltó temperamento a la hora de maldecir a su amado (“Maledetta Pascua!”). También sobresalió en el dúo con Alfio, que encontró en el barítono George Gadnidze a un muy buen intérprete desde su primera aria (“Il caballo scalpita…”) y en el duetto della vendetta (“Ad essi non perdono, vendetta avró”). Posee una voz caudalosa y a la vez, ruda –requisito fundamental para componer este tipo de personajes- .Por su parte, Ginger Costa Jackson se lució como la seductora y provocativa Lola en su aria (“Fior di giaggolo”), al igual que Jane Bunnell como Mamma Lucía. Una muy buena versión dentro de una puesta en escena simple que nos remonta a una sociedad pacata y conservadora de fines del siglo XIX, que no perdonaba el adulterio ni permitía que una joven que mantuviera relaciones sexuales fuera del matrimonio pudiera rezar. Y que trata un tema tan actual como la discriminación y el sexismo.

 

 

I PAGLIACCI

Elenco: Marcelo Álvarez (Canio), Patricia Racette (Nedda), Georges Gadnidze (Tonio), Lucas Meachem (Silvio), Jeremy Little (Beppe) y los bailarines Marty Keiser, Andy Sapora y Joshua Wynter (payasos y acróbatas).

            La primera de las óperas compuestas por Ruggiero Leoncavallo (1857-1919) se basó en una historia de la vida real. Su padre era comisario y le tocó arrestar a un hombre acusado de asesinar a su mujer como consecuencia de un adulterio. Por lo tanto, el compositor escribió el libreto recordando este hecho.Se estrenó en el Teatro Dal Verme de Milán en 1892 y tuvo un suceso rotundo desde su inicio, que llevó a representarla en los principales escenarios del mundo. Consta de un Prólogo y dos actos, donde Tonio expone a la audiencia que lo que va a ocurrir en la comedia sucede en la vida real. Generalmente va precedida de CAVALLERÍA RUSTICANA, pero existen excepciones a la regla (la última vez que se representó en Buenos Aires se hizo conjuntamente con GIANNI SCHICCHI de Puccini en 2018 por Juventus Lyrica). También posee el aria más famosa de la historia de la ópera (“Recitar… Vesti la giubba”, más conocida como “Ridi, pagliaccio”), infaltable en el repertorio de los más grandes tenores de todas las épocas.

            En la presente versión, han pasado casi 50 años desde CAVALLERÍA RUSTICANA y las cosas han cambiado. La gente se viste informalmente con ropas de colores vivaces, las faldas de las damas se han acortado y los caballeros andan en camisas de mangas cortas o en musculosa. La electricidad llegó a Sicilia y el tradicional carromato de los payasos ha sido reemplazado por una camioneta con tráiler, donde los integrantes de la troupe liderada por Canio guardan sus vestimentas, elementos de trabajo y que también servirá como el escenario donde se representara la comedia. Un telón azul con ribetes dorados brinda el marco donde se desarrolla el Prólogo a cargo de Tonio – quien aparece con un saco de lentejuelas rojas con solapas doradas y pantalón negro, munido de un micrófono- y donde Canio manifiesta su dolor ante la traición de su esposa en la celebérrima aria ya mencionada. Pero es un payaso y debe hacer que la gente se ría. El show debe continuar.  

Cuando entra el tráiler de los payasos, Nedda aparece con un vestido floreado blanco y negro de corte sencillo, portando una sombrilla amarilla y montada sobre un caballo, mientras los tres bailarines danzan y realizan acrobacias. Tanto Tonio como Beppe usan camisa y pantalón con tiradores, mientras Canio lo hace con un traje celeste con bombín. Al hacer su aparición en escena se produce una lluvia de papeles de colores para dar la bienvenida al clown (“Viva Pagliaccio!”). Cuando el Coro va hacia la iglesia se ubica de un lado del camión, mientras que los payasos se sitúan del otro lado. Cuando Silvio aparece, viste musculosa y pantalón, sobre la cual luce una camisa de mangas cortas. Para la Commedia, Beppe –quien representa a Arlecchino- porta un típico traje brillante a rombos rojos, dorados y verdes, mientras que Tonio –Taddeo- usa un traje a saco lavanda con chaleco dorado. Nedda aparece caracterizada como un payaso con peluca rubia, pantalón a cuadros y saco verde, bajo el cual usa un body violeta con encaje negro, sumamente sexy para representar a Colombina, mientras que Canio –Pagliaccio- lo hace con saco negro con una rosa roja en la solapa, pantalón gris, la típica nariz roja de payaso, moño al tono y bombín negro. Sólo Silvio conserva su vestimenta durante toda la obra.

La impecable dirección orquestal de Fabio Luisi estuvo presente desde los primeros compases, haciendo hincapié en los pasajes más románticos, más dramáticos y contagió a los músicos su temperamento. La orquesta tuvo un brillo especial y un sonido prístino como pocas veces se la ha escuchado, tanto en el Prólogo como en el Intermezzo. Por su parte, tanto el Coro como el Coro de Niños sonaron perfectamente bien desde su aparición en escena (“Son quá?...Son quá! Ritornano!”… Viva Pagliaccio!”) hasta la bellísima “Din, don, Din don”. El trío de bailarines y acróbatas formado por Marty Kaiser, Andy Sapora y Joshua Wynter tuvo una destacadísima actuación, ya que también intervinieron como figurantes junto a Nedda en la Commedia. Con respecto del rol femenino, Patricia Racette fue una auténtica revelación. Es una consabida soprano lírica que supo brindar roles tan diversos como Cio Cio San, Ellen Orford o Mimí sobre el escenario del Met, pero Nedda le sentó a la perfección merced a sus impecables fraseo y coloratura. Le puso el alma al personaje y se lució en su aria principal (“Qual fiamma avea nel guardo… Stridono lassú”), en los dúos con Tonio y Silvio (“Sei lá! Credea che te ne fossi andato” y “Silvio! A quest’ora che imprudenza!”, respectivamente) y como la pizcueta y sensual Colombina (“Pagliaccio, mio marito”) hasta su trágico final, negando el nombre de su amante (“No, per mia madre! Indegna esser poss’ió”). Al caer el telón, se retiró ovacionada, al igual que Marcelo Álvarez. El tenor argentino brindó un excelente Canio desde su aparición en escena (“Un tal gioco, credetemi… Il teatro e la vita non son la stessa cosa”). La musicalidad, el caudal y el dramatismo de su voz se lucieron en la consabida “Vesti la giubba” y en la monumental “Non, Pagliaccio non só”, donde deja de representar su personaje para mostrar al hombre herido por la traición de su esposa. El Met cayó rendido a sus pies al finalizar la obra. Jeremy Little dio vida a un muy buen y correcto Beppe, quien se destacó como el simpático Arlecchino (“Ah, Colombina, il tenero”). En cuanto a los barítonos, Lucas Meachem tuvo un muy buen desempeño desde el punto de vista actoral como Silvio, aunque le faltó un poco de sutileza vocal al inicio del dúo de amor con Nedda. No obstante, mejoró hacia el final (“E allor perché, di, tu m’ai streggato”). En cambio, Georges Gadnidze se lució como el deforme e intrigante Tonio desde el consabido Prólogo (“Si puó?... Si puó”), pasando por su dúo con Nedda y mostrando a Canio la traición de su esposa (“Cammina adagio e li sorprenderai”) hasta el final (“La commedia é finita”).

Adulterio, celos, discriminación, traición seguida de muerte, feminicidio…. Temas que se suceden en la ópera de manera ininterrumpida a lo largo de los siglos. El primero es el común denominador que desata el nudo en ambos dramas que conservan su esencia, pese a estar ambientados en diferentes épocas y que gozan de una candente actualidad. Precisamente, ésa fue la concepción de David Mc Vicar sobre esta dupla emblemática del verismo italiano, tan atemporal y tan vigente como hace más de un siglo atrás.