sábado, 29 de febrero de 2020


Excelente cierre de la Temporada de Verano en el CCK  a cargo del Trío Alberto Williams

DE ALTA GAMA Y  GRAN JERARQUÍA
Martha CORA ELISEHT

            El pasado viernes 28 del corriente tuvo lugar el cierre de la Temporada de Conciertos de Verano en la Sala Sinfónica (Auditorio Nacional) del Centro Cultural Kirchner (CCK) a cargo del Trío Alberto Williams, en un programa compuesto por las siguientes obras: Trío n° 3, Op.1 de Ludwig van Beethoven (1770-1827), el Poema en Zamba de Elsa Calcagno (1910-1938), Elegía, Op.23 de Josef Suk (1874-1935) y el Trío en Mi menor n° 4 (“Dumky”), Op. 90 de Antonin Dvorak (1841-1904).
            La prestigiosa agrupación integrada por Nicolás Favero (violín), Antonio Fornaro (piano) y Siro Bellisomi  (violoncello) se formó en La Plata en 2011, debutando nada más ni nada menos que con el Triple Concierto para violín, cello y piano de Ludwig van Beethoven bajo la dirección de Alejo Pérez al frente de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata.  A partir de allí, desarrolló una intensísima actividad presentándose en las principales salas de conciertos del país y su repertorio no sólo comprende las numerosas obras de cámara para trío instrumental de la música universal, sino que también hace hincapié en la difusión de compositores argentinos y latinoamericanos. Y lleva el nombre del ilustre músico y compositor argentino  Alberto Williams (1862-1952) por ser el primer autor nacional que compuso un Trío en La menor para violín, cello y piano Op. 54 en 1904. Su vasta obra –que comprende numerosa música de cámara, 9 sinfonías y poemas sinfónicos como El rancho abandonado, Eterno Reposo y Poema del Iguazú- se divide en 3 períodos: hasta 1890, donde sus obras poseen influencia netamente europea, y desde 1890 a 1910, donde toma elementos del folklore local y los incorpora a la tradicional formación europea. Posteriormente a 1910, Williams ya se afianza como un compositor internacional a partir de su Sinfonía n° 2, transformándose en una figura clave para la difusión del nacionalismo musical argentino.
            Debido a la ausencia de programas de mano, Antonio Fornaro tomó la voz cantante para anunciar las obras comprendidas en el programa, comenzando con el mencionado Trío n° 3 de Beethoven. Compuesto cuando el genio de Bonn contaba sólo con 25 años y estudiaba con Joseph Haydn en Viena en 1798, consta de los 4 movimientos tradicionales (Allegro/ Andante/ Scherzo- Rondó/ Finale), donde ya pueden apreciarse sus características de compositor romántico. El Trío Williams ofreció una versión muy sólida de dicha pieza de cámara, con un sonido envolvente y de gran jerarquía. Posteriormente, se ejecutó la fantasía de la compositora argentina Elsa Calcagno Poema en zamba –obra inédita para muchos de los que se dieron cita en la Sala Sinfónica- con su partitura original. Se trata de una obra clásica que toma elementos de la tradicional danza folklórica, perfectamente hilvanados para lograr una gran musicalidad y un bello sonido que los intérpretes supieron ejecutar a la perfección. Y es un gran mérito no sólo haber rescatado esta obra del olvido, sino también tener intención de grabarla a la brevedad para rendir homenaje a esta ilustre compositora.
            Tras un breve intervalo, el Trío Williams ofreció una versión memorable de la Elegía Op. 23 de Josef Suk. Este gran compositor checo no sólo fue discípulo de Antonin Dvorak, sino que además contrajo matrimonio con una de sus hijas. Esta obra data de 1902 y fue compuesta originalmente para violín solista, cello solista, armonio, arpa y cuarteto de cuerdas. Posteriormente, se realizó una versión más acotada para violín, cello y piano cuya melodía –por momentos- hizo acordar a Noche Transfigurada de Arnold Schönberg y al misterio que encierra la melodía del Nocturno n° 3 para piano de la Suite Lyrica Op.54 de Grieg. Es una obra de breve duración, pero que posee una bellísima armonía y un estupendo color tonal, características que los integrantes del trío supieron capitalizar muy bien en cuanto a su interpretación. Y cerraron el concierto con una soberbia versión del más famoso de los tríos compuestos por Dvorak: el n° 4 en Mi Menor, Op. 90 (“Dumky”), cuyos 6 movimientos (Lento maestoso- Allegro quasi doppo momento Poco adagio- Vivace non troppo- vivace/ Andante- Vivaca non troppo- Allegretto/ Andante moderato- Allegretto scherzando- Quasi temoo di marcia/ Allegro/ Lento maestoso) fueron ejecutados de forma sublime, con una perfección y profundidad sonoras dignas de estos tres grandes músicos. Las melodías tristes alternan con momentos de gran frenesí –típico de la música checa y de la Mittel Europa- y sonaron estupendamente bien. Tal es así, que el público estalló en aplausos y ovacionó de pie al conjunto, que se vio obligado a hacer un bis: la Huella de Luis Gianneo, donde el violín y el cello desarrollan la melodía mediante un soberbio contrapunto, mientras que el piano sostiene la melodía principal. Luego, se invierten las cosas: mientras el piano desarrolla el tema, los instrumentos de cuerda sostienen la melodía principal mediante un contrapunto con punteo. Sonó a la perfección y los músicos se retiraron ovacionados ante una sala prácticamente llena.
            Afortunadamente, el público pudo disfrutar de una serie de excelentes conciertos durante el mes de Febrero en el CCK, que ofreció una Temporada de Verano a la usanza tradicional y totalmente gratuitos. Y el Trío Williams fue el broche de oro para el cierre de un ciclo caracterizado por intérpretes nacionales de gran jerarquía. Es una pena que el Colón haya dejado de ofrecer sus tradicionales Temporadas de Verano  para reemplazarlas por eventos de alta rentabilidad comercial, pero indignos de su trayectoria. Por suerte, el CCK decidió reeditar este tipo de ciclos y tomar el lugar que el Colón  dejó vacante para que el público pueda deleitar sus oídos y descubrir a los grandes talentos de la música clásica vernácula.





BROCHE DE ORO PARA UNA BRILLANTE TEMPORADA ESTIVAL

Centro Cultural Kirchner, Auditorio Nacional, cierre del ciclo estival 2020. Actuación del “Trío Williams” (Antonio Formaro [Piano], Nicolás Favero [Violín], Siro Bellisomi [Violonchelo]). Programa: Obras de Beethoven, Suk, Calcagno y Dvorak. 28 de Febrero de 2020.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Como cierre de un brillante ciclo estival que incluyó en su programación a notables conjuntos e intérpretes argentinos, se presentó en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner el “Trío Williams” que integran Antonio Formaro en Piano, Nicolás Favero en Violín y Siro Bellisomi en Violonchelo, abordando un muy comprometido y exigente programa que incluyó dos de las piezas musicales fundamentales para este tipo de formación y dos páginas exquisitas y expresivas que cumplimentaron de esta forma al concierto que fue seguido por una muy compacta concurrencia que cubrió más de la mitad de la sala.


  Una sabia decisión de los intérpretes fue el hecho de que al carecer de programa de mano, uno de los integrantes, en este caso Antonio Formaro, explicara al público cada página que iba a interpretarse. Lo hizo en lenguaje sencillo y entendible para que los neófitos también pudieran saberlo. Contribuyó muchísimo, de manera tal que no se registraron aplausos fuera de lugar, lo que permitió una formidable audición de las obras.

   
  Para la apertura, el Williams ofreció una muy inspirada  versión del Trío Nº 3, Op. 1 de Beethoven. Ultimo eslabón de una triada de páginas similares constituyó la primera serie que se publicó de semejante gigante de la historia de la música. Perteneciente a una serie de composiciones de finales de siglo XVIII y de su carrera estudiantil tutelada en esos tiempos nada menos que por Haydn, expresa a lo largo de sus cuatro movimientos una serie de ideas muy sólidas, las que hacen centro justamente en sus dos movimientos medios (Andante con variazioni y Minuetto), mientras que en los movimientos “de punta” hallamos la presentación y un extenso y sutil final, respectivamente. El conjunto logró construir una formidable versión a partir de la sobriedad de Favero, las muy acertadas intervenciones de Bellisomi y, por sobre todo, un inspiradísimo Formaro que logró una expresividad extraordinaria, sosteniendo la labor de sus compañeros y dándole el punto justo a cada matiz. Hubo instantes de los movimientos centrales, de complicadísima escritura para el piano, que los sorteó con una digitación sin macula alguna, alcanzando de esta manera la interpretación un resultado digno de los mayores elogios.

  Dos páginas de muy exquisito gusto tanto en la elección como, por supuesto, en la esencia misma de las obras siguieron tanto para el cierre de la primera parte como para el comienzo de la segunda: “Poema de Zamba” de la compositora argentina Elsa Calcagno, nacida en 1910, integrante de la escuela nacionalista, que conforma un conjunto de seis composiciones basado en aires folckloricos argentinos que el Williams planea grabar muy pronto. Sobre la base de esta forma popular, Calcagno desarrolla con elementos clásicos una idea muy interesante, excelentemente expuesta por los intérpretes, marcando un clima de intimidad y mostrando una paleta de sonoridades que logran impactar al oyente desde el vamos. “Elegía”, Op. 23 de Josef Suk, marcó el comienzo de la segunda parte y aquí el Trío mostró un sonido de bella tersura  y notable homogeneidad.  También la melancolía y la intimidad dijeron presente, ganando una vez más atención y la aceptación del público.

  El cierre mostró al Williams en plena forma en una de las mas espectaculares versiones que este cronista haya escuchado del trío nº 4 en Mi menor, op. 90 “Dumky” de Antonin Dvorak. A lo largo de sus inusuales seis movimientos, el máximo creador Checo se basa en elementos no solo de la “Dumka” rusa, sino también en otros rasgos fundamentales de las melodías de los pueblos eslavos. Aires bohemios, húngaros y gitanos se funden también con la melodía original, la que parte de una lamentación para ir cambiando al brillo y la alegría. Los tres instrumentistas se amalgamaron de tal forma que supieron construir una versión de incomparable belleza, que logró arrancar una gran ovación de los espectadores premiando la magnífica labor, la que fue retribuida por el Trío con una muy sentida interpretación de una “Huella” de Constantino Gaito que ratificó el excelente momento que este magnífico conjunto atraviesa.


Donato Decina

sábado, 22 de febrero de 2020




DESCOLLARON INCHAUSTI Y BALAT

Centro Cultural Kirchner, Temporada 2020: Concierto a cargo del dúo de cámara Xavier Inchausti (Violin) – Marcelo Balat (Piano). Programa: Obras de Mozart, Brahms y Franck. Sala Argentina, 21 de Febrero de 2020.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE

  Ante una Sala Argentina colmada, en la que entre las presencias se divisó la del Ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, la dupla Xavier Inchausti y Marcelo Balat afrontó un muy exigente programa, desarrollándolo con calidad, compromiso, exquisito sonido y perfecto entendimiento.

  Abrieron la velada con la Sonata Nº 18 en Sol mayor Kv. 301 de Mozart en donde a lo largo de sus dos movimientos (sendos “Allegros”) supieron transmitir el brillo de esta página exquisita compuesta en 1778 y dedicada a la  Princesa electora del Palatinado, María Isabel.

  A renglón seguido, la dupla afrontó la bella y muy exigente Sonata en Sol mayor Op. 78, de Brahms, conocida como “Regensonate”, compuesta a exactos 100 años después que la primera abordada por el dúo y que está inspirada en dos canciones del propio compositor que integran su Op. 59 “Regen lied” y “Nacht klang”. A lo largo de sus tres muy intensos movimientos (“Vivace ma non troppo”- “Adagio-Piu andante-Adagio” y “Allegro molto moderato”), el dúo de intérpretes se entregó casi de manera visceral a la música para una versión sencillamente imponente, la que creció progresivamente en intensidad y que a su final hizo estallar al auditorio.

 Luego de una merecida pausa (más extensa y sin anuncios de intervalo de ninguna naturaleza, además de que aún no retornan los programas de mano), Inchausti y Balat se entregaron sin concesiones a la bellísima Sonata en La mayor de Cesar Franck. Obra capital de la música de cámara de la época, dedicada a Eugene Ysaye ( quién además es autor fundamental en el repertorio que habitualmente aborda Inchausti), transita momentos de excelsa belleza y brillantez absoluta. Compuesta en 1886, está integrada por cuatro movimientos: el primero un “Allegro ben moderato” que presenta el tema principal (el que volverá a aparecer fundamentalmente en la parte final de la obra), para dar paso luego a otro “Allegro” muy apasionado. Ya en el tercero (Recitativo-Fantasía) nos sumergimos en una introspección más que profunda a la que los interpretes supieron llevarnos como previa del “Allegretto poco mosso” final en donde se culmina en un climax de extraordinaria enjundia. Aquí el perfecto entendimiento entre ambos instrumentistas posibilitó al público acceder a una versión extraordinaria, la que con justicia se hizo acreedora de una larga ovación para que los intérpretes decidieran agradecer con un bis de fuste. En un año Beethoven, no podía faltar el “Scherzo” de la Sonata Nº 7, tan excelente como el resto del programa y tan aclamado por el público como las demás obras.

Donato Decina


Buen comienzo de temporada en el Auditorio Nacional
Viernes 7 de febrero de 2020
Escribe: Graciela Morgenstern

Concierto de órgano y canto  
 Intérpretes: Enrique Rimoldi (órgano)  -  Jaquelina Livieri (soprano)
Programa: Obras de Johann S. Bach, Georg F. Hândel, Wolfgang A. Mozart, Ludwig van Beethoven, Charles Gounod, Vincenzo Bellini, Georges Bizet y Riccardo Broschi

Con un muy buen concierto de órgano y canto comenzó la temporada del Auditorio Nacional. El programa fue muy variado en cuanto a compositores y estilos,  configurado para ofrecer una suerte de muestrario estilístico del instrumento. El órgano Klais Op. 1912 con que cuenta el lugar es impactante, no sólo por lo monumental sino también por su excelente sonido. Enrique Rimoldi, organista de marcada trayectoria, ofreció un concierto de enorme talla. Realizó un interesante  recorrido por algunas obras no frecuentes de compositores bien conocidos. Si bien su parte como solista se inició con  la Toccata y Fuga en re menor BWV 565, de Johan S. Bach y luego abordó la Marcha y Obertura de "Serse", de Hândel, también incluyó la Fuga en re menor de Beethoven, la Marcha nupcial de Ch. Gounod y la bellísima Sonata para órgano de Vincenzo Bellini. El organista supo captar el espíritu de cada una de las obras y tradujo su discurso óptimamente. Sus interpretaciones estuvieron una conjunción de sonoridades y al mismo tiempo, de exquisitez y delicadeza.
En taqnto, la joven soprano Jaquelina Livieri, de ascendente trayectoria, encaró la diversidad de estilos propuestos en el programa con solvencia técnica, desde el aria "Ombra mai fu", de "Serse", pasando por "Exsultate jubilate", de Mozart, dando muestra de un legato impecable. Así mismo, abordó la la dificilísima bravura de "Son qual nave ch'agitata", de la ópera "Artaserse", de Riccardo Broschi con impecable precisión. Su voz, de timbre cristalino, corre bien por la sala y su caudal vocal es importante, por lo cual no debería "empujar" las notas agudas para que no suenen tirantes. Pero en general, su actuación fue muy buena, logrando momentos de singular belleza en los dos "Ave María", el de Gounod y el de Schubert que ofreció fuera de programa ante los aplusos del público que parecían no terminar. 

CALIFICACIÓN: MUY BUENO-

martes, 18 de febrero de 2020




UNA CREADORA CON MAYUSCULAS

María Laura Antonelli: “Argentígena”, álbum de 6 composiciones de su autoría para piano y electroacústica con la propia autora como interprete, Grabado en 2018. Sello: Acqua Records.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Días pasados, en ocasión de visitar los estudios de “De Paraíso para Usted”, María Laura Antonelli, joven compositora y pianista argentina nos trajo este álbum del que irradiamos dos de sus composiciones: “Argentígena” (Título del álbum) y “Metrónomo in Progress”. Otras cuatro completan este trabajo: “Hembra Corcel”, “Invención Tango”, “La Hermosura de la Inmensidad Absoluta” y “La Máquina de Hacer Fantasmas” (El más extenso de los seis). Luego de haber tenido el privilegio de escucharlo, pudo asegurar que estamos en presencia de una creadora con mayúsculas, talentosa, además excelente pianista, la que no solo posee técnica muy sólida, sino que también irradia una muy potente energía tanto en su escritura musical como en la interpretación misma. A la “Argentígena”  que marca el pulso de  la Buenos Aires de hoy, se le suman la muy profunda “Hembra Corcel”, una chispeante “Invención Tango”, descripción en “La Hermosura de la Inmensidad Absoluta”( si bien pensada en espacio oceánico, bien le puede caber la inmensidad terrenal), el “eléctrico” y bien conocido “Metrónomo in Progress” y cerrar con  ”La Máquina de Hacer Fantasmas” en donde Antonelli se revela como una muy hábil empleadora de la electroacústica, la que es sostén fundamental de la composición. Así buceamos con ella en lo más profundo, disfrutamos sus manejos de las sonoridades y silencios y podemos sumergirnos en los climas de intimidad más increíbles. Hay también en las caras internas del álbum citas escritas por la propia compositora como  por Coni Banús” en “Hembra Corcel”, pero dejo que sean Uds. quienes las descubran buscando este trabajo. Vale mucho la pena, es uno de los mejores aportes a la discografía local de los últimos tiempos.

Donato Decina

sábado, 15 de febrero de 2020


 

UN MUY BUEN PROGRAMA PARA UN ATARDECER DE VERANO

“Centro Cultural Kirchner-Auditorio Nacional”: Concierto de Trompeta y órgano a cargo de Fernando Ciancio y Enrique Rimoldi. Programa de obras de diversos compositores. 14 de Febrero de 2020.

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

  Se sabe que la presente temporada ofrece más incertidumbre que sorpresas. No es fácil programar cuando no se sabe a ciencia cierta con qué recursos se contará, máxime cuando no hay aún presupuesto definitivo y  con lo que hoy por puede contarse es la prórroga del cálculo anterior de gastos y recursos, el que no previó para nada la estampida inflacionaria que barrió con todas las previsiones.  Es por eso que en la reapertura del Centro Cultural Kirchner tras el receso estival, se desarrollan actividades para todo tipo de público y para el rubro que nos interesa, la música clásica, se ofrecieron dos actividades en su sala principal, el Auditorio Nacional, empleando su formidable órgano tubular Klais Op. 1912, sumadas a un muy interesante ciclo de cámara con tres expresiones del máximo nivel en la Sala Argentina.

  La parte organística le fue encomendada a Enrique Rimoldi, un reconocido interprete de muy extensa trayectoria en Ntro. medio, quien fuera uno de los grandes animadores del inolvidable ciclo de Conciertos de Organo en los Barrios  que con mano maestra desplegó por décadas Adelma Gómez. En su primera presentación hizo dupla con Jaquelina Livieri en canto (de la que Graciela Morgenstern habló profusamente en Ntro. programa de Streaming del pasado Sabado) y en esta con un consagrado trompetista argentino como lo es Fernando Ciancio.

  El programa musical ofrecido abarcó un muy amplio panorama desde el Barroco hasta el Post-Romanticísmo y fue pensado para todo tipo de público, desde el melómano consecuente hasta el neófito, con una interesante duración de una hora sin intervalos y en donde pudimos apreciar para el dúo “Bis du bei mir”  de Bach, “Gavota” de William Joyce, “Voluntary” en Si bemol mayor de John Stanley, una exquisita transcripción del “Prelude” al “Te Deum” de Marc Antoine Charpentier y del estupendo “Ave Maria”  de Bach/Gounod, otra estupenda transcripción que fue la de “Lascia ch’io Pianga” de “Rinaldo” de Häendel, la “Melodía Solemne” de Walford Davies, la “Sonata en Re mayor” de Henry Purcell (No exenta de aplausos entre movimientos pero que se pueden disculpar dado el público neófito que había en la sala y la imposibilidad aun de contar con programas de mano), “Jerusalem” de Parry y la siempre bienvenida “Trompeta Voluntaria” de Jeremiah Clarke. A lo largo de este extenso programa de composiciones, más allá de la duración breve de algunas de ellas, los interpretes se mostraron muy efectivos, con impecable ajuste, la exquisita y refinada técnica de Fernando Ciancio expuesta fundamentalmente en el “Ave María”, “Lascia ch’io Pianga”, el “Prelude” y en “Trompeta Voluntaria” y el total dominio de Rimoldi del instrumento para el que reservó tres momentos solistas en donde desplegó su solvencia interpretativa, muy bien elegidos ellos por sus diferentes estilos y las riquezas de matices que contienen. Fueron. “Marcha Triunfal” de Scotson Clark (Evidentemente inspirada ésta en la del “Sueño de una Noche de Verano” de Mendelsohn), el sorprendente “Bolero de Concierto”, Op. 166 de Louis Lefebure-Kely y el “Rigaudon”, Op. 56 de Andre Campra, gratas sorpresas todas ellas para muchos oyentes.

  Ante el sostenido aplauso de la concurrencia que cubrió el 75 % del Auditorio Nacional, los interpretes retribuyeron con una muy íntima y sentida transcripción de “Alfonsina y el Mar” de Ariel Ramírez y Félix Luna que puso broche de oro a un programa pensado para todos, ideal para esta época del año, el que permitió el lucimiento de ambos intérpretes y que con inteligencia, utilizando un noble instrumento de alto impacto, le permitió al público un exquisito momento de música clásica.

Donato Decina

martes, 11 de febrero de 2020

Concierto en Santa María de la Armonía

.Director: Maestro Jordi Mora
.Solistas e intérpretes: Dulce Montenegro (flauta); Sofía Carmona, Marcos Paz, Evelyn Carmona (violines), Felipe Garese (cello); Gilda Lerithier (oboe); Hugo Fernández (guitarra), Marcela Crusat (piano); Martín Shuster (piano); Carolina Cho (piano); Eric Hasenclever (violín) Paula Gelpi (piano); Candela Santamarina (cello); Pamela Gallardo (clarinete), José Eizayaga (piano); Lucas Brass (cello); Bruno Amalfitano, piano.
.Estancia Santa María de la Armonía, Cobo, 9 de febrero de 2020, hora 18.

            El concierto de cierre de la vigésima novena edición del Campus Musical de Santa María de La Armonía estuvo integrado por la interpretación, en algunos casos de fragmentos y en otros de opus completos, de las obras cuyo estudio, preparación y análisis fueron materia de las distintas clases que tuvieron lugar durante el desarrollo de la actividad.
El programa comenzó con el Minuet de la Suite en si menor, BWV 1067  de Johann Sebastian Bach (1685-1750), para seguir con el Minuet y Rondó del Cuarteto para cuerdas nro. 1, K. 80, de Wolfgang Amadeus Mozart (1756.1791), por alumnos del proyecto Creciendo en Armonía.
Le siguieron las Pan, Faetón y Niobe, de las Seis metamorfosis según Ovidio, opus 49 para oboe, de Benjamin Britten (1913-1976), rápidas, de gran dificultad técnica y sin tregua para el intérprete, Gilda Lerithier mostró en ella su dominio del instrumento. Con notas casi siempre en stacatto,  breves pasajes dulces y resonancias de sonidos antiguos, requiere un gran control del flujo de aire y de la digitación en el instrumento.
Creación de Mundos, de H. Fernández (1961), por el autor en guitarra y Marcela Crusat en piano fue la siguiente obra: la guitarra establece una suerte de continuum rítmico sobre cuya base el piano desarrolla una fluida línea, como si llevara a cabo una improvisación. El esquema varía luego en el tempo y el carácter de la línea del piano. El discurso rápido, sin estridencias ni efectos, con un sonido suave, demanda una amalgama absoluta entre los intérpretes. Una muy bella obra.
La Suite Francesa nro. 2, en do menor, para piano, de Johann Sebastian Bach (1685-1750) fue interpretada por Martín Shuster. Los distintos ritmos de danza significan cambios en los acentos y la atención puesta en la nota que resuelve cada pasaje, a fin de establecer una línea de fraseo que no sea plana sino que se encamine hacia esa resolución. El fraseo y el tempo en las obras de Bach son algo sutil y complejo a la vez. Martín Shuster exhibió una línea absolutamente limpia y fluida y una clara musicalidad.
Carolina Cho abordó el primer movimiento de la Sonata nro. 2, en do menor (Claro de Luna), opus 27 de Ludwig Van Beethoven (1770-1827). En un comienzo de sonata como la número 2, tan conocida, pareciera muy difícil poder escuchar un enfoque nuevo. Sin embargo, la versión obtenida por Carolina Cho se destacó por la sutil musicalidad, la delicadeza del volumen y la fluidez de la línea. Como aspecto interpretativo cabe señalar que según sea el fraseo la obra adquiere o no, una connotación de melancolía. Tal fue el criterio de la intérprete.
El movimiento Allegro non troppo, del Concierto para Violín y Orquesta, en re mayor, opus 61, de Ludwig Van Beethoven (1770-1827) fue interpretado por Paula Gelpi en piano y Eric Hasenclever en violín. La larga introducción orquestal plantea el núcleo del material temático. Abordada en el piano resulta “poco pianística”, no obstante, es este fraseo inicial el que constituye la entrada a la obra. Requiere, además del claro esquema rítmico que abre el movimiento, ciertos ritardando en notas del comienzo de la frase y la sensación de “caída" hacia el resto de la frase (en la versión orquestal son los oboes quienes por primera vez exponen esta línea). La intervención del instrumento solista está dada por una variación, libre, cambiante, expansiva, del material. Del mismo modo que el segundo tema del primer movimiento de la Sinfonía Eroica, el tema inicial vuelve, de manera recurrente, tanto en el instrumento solista como en el piano, en una suerte de “regreso a casa”, dado por el “alejamiento” del desarrollo de las variaciones, donde todo se transmuta pero sigue siendo reconocible. Evoca en mucho a la Chacona de la Partita nro. 2 para violín de Bach. Renglón aparte merece la cadencia final donde hay un contrapunto entre el tema inicial y su respuesta (las resonancias de la Chacona siguen estando allí). Eric Hasenclever –ya fue posible apreciarlo el año pasado con su interpretación de la Chacona mencionada-  tiene un sonido refinado y potente al mismo tiempo y se siente muy cómodo en los pasajes de bravura. Paula Gelpi tiene un sentido de la frase, en sí misma y en relación al resto de la obra y una gran fluidez en el discurso pianístico.
La segunda parte se inició con la interpretación de Candela Santamarina de la Sarabande de la Suite nro. 3 para cello de Johann Sebastian Bach (1685-1750). Pasajes lentos y amplios, con notas dobles y un sonido dulce y profundo.
El primer movimiento del Concierto para Violín en la menor, BWV 1041 de Johann Sebastian Bach (1685-1750) fue abordado por Sofía Carmona como solista, junto con un ensamble de cuerdas. Exhibió su dominio del instrumento en la línea solista que comienza con una bella frase enfática que establece el material temático de todo el movimiento.
La Sonata para Clarinete y Piano, FP 184 de Francis Poulenc (1899-1963) fue abordada por Pamela Gallardo en clarinete y José Eizayaga en piano. De pasajes muy rápidos y cerrados entre ambos instrumentos, con prácticamente –sacando la Romanza- una renuncia a la melodía, explota la amplia dinámica del clarinete con pasajes de gran dificultad: del registro más agudo baja al más grave y casi todos los pasajes con muy rápidos. No es fácil establecer los momentos en que un material se resuelve y conduce a otro, ya que no hay casi melodía. No obstante, se trata de una cuestión que el intérprete debe tener muy presente para establecer las frases y en la relación con el otro instrumento. En la Romanza, único momento de relajación, Pamela Gallardo mostró la belleza de los motivos en una obra, en sí misma, rápida y tensional y con ello muy demandante para los intérpretes.
Lucas Brass en cello y Paula Gelpi en piano interpretaron la Sonata para cello y piano de Dmitri Shostakovich (1906-1975). La intensidad de los pasajes, su permanente cambio, en dinámica y rapidez hacen de esta sonata una obra de grandes requerimientos para los intérpretes. Su estructura implica una relación muy cerrada y estrecha entre ambos instrumentos, ya que el desarrollo del material temático pasa de uno a otro.  Volumen y fuerza son los elementos que más impresionan de ella y aparecen planteados en los distintos momentos de su desarrollo.
Bruno Amalfitano interpretó el Primer Cuaderno de la Música Callada, de Federico Monpou (1893-1987). Su música, sutil, delicada e intimista, se alinea con la de Faure, Satie y Debussy. Cada pieza es breve y utiliza elementos en sí sencillos: motivos delicados y dulces y un esquema armónico propio en el cual la línea de bajo, más que ser un acompañamiento establece un centro tonal y un clima. Cambios mus sutiles producen en el oyente una suerte de interrogante y cada pieza termina con un acorde prolongado con pedal: la música simplemente va extinguiéndose. Bruno Amalfitano pudo expresar muy bien en su interpretación la evanescencia del mundo musical de Monpou, que nos deja una sensación de dulzura y melancolía.
El Trío en mi bemol mayor, opus 100, de Franz Schubert (1791-1828), interpretado por Laura Gelpi (piano), Eric Hasenclever (violín) y Lucas Brass (cello) fue la última obra del programa.
Escuchada en vivo, a corta distancia de los intérpretes es dable apreciar dificultades inadvertidas en las grabaciones: La dinámica siempre cambiante –que obliga a una amalgama absoluta entre los instrumentistas- y la belleza de cada uno de los motivos musicales, ya sea de los principales o de los puentes en los diversos episodios. Lo que en las grabaciones parece secundario –el esquema rítmico- se advierte con claridad como un marco de la obra establecido muy brevemente por el piano pero que constituye una referencia para los otros instrumentos hasta el advenimiento del segundo tema. Es una obra de singular belleza pero no suave sino intensa y demanda un sonido tan refinado como potente en volumen que, como oyentes, nos atraviesa. Cuando hay momentos de relajación, como en el primer movimiento, surge un crescendo que nos devuelve a la intensidad: la imaginación schubertiana es tan extraordinariamente rica como inagotable.
El lenguaje de Schubert –como sucede en la Sinfonía La Grande- tiene que ver con la repetición –lo cual en este trío sucede particularmente en Andante con moto- (el leimotive de la Condesa Lyndon en la película Barry Lyndon, de Stanley Kubrick- pero la repetición es sí sutilmente cambiante. El tema central es introducido por una bellísima frase del cello.
Es dable destacar que  intérpretes como Laura Gelpi y Eric Hasenclever y Lucas Bras abordaron obras tan diferentes como el primer movimiento del Concierto para Violín de Beethoven (los dos primeros), la sonata de Shostakovich (la segunda intérprete mencionada y Lucas Brass) y el trío de Schubert (todos ellos). Tres texturas muy diferentes abordadas en un lapso bastante breve. Ello, y el modo en que lo hicieron, lleva a pensar que ya no cabe hablar de alumnos sino –por sus capacidades y aptitudes- de profesionales de la música.
Fue un extenso concierto de más de tres horas y media que permitió apreciar el talento de distintos intérpretes y acceder a obras lamentablemente poco frecuentes en el repertorio.  
        
              
           
           

Eduardo Balestena

lunes, 3 de febrero de 2020


Excelente reposición de “PORGY & BESS” en el Metropolitan de New York

MADE IN AMERICA
Martha CORA ELISEHT

            Dentro de la Temporada 2019-2020 del Metropolitan Opera House de New York, el pasado sábado 1° del corriente tuvo lugar la transmisión en HD de “PORGY & BESS” de George Gershwin (1898- 1937), con libreto de DuBose Heyward y Ira Gershwin, con un elenco compuesto por los siguientes cantantes: Eric Owens (Porgy), Angel Blue (Bess), Golda Schultz (Clara), Donovan Singletary (Jake), Frederick Ballentine (Sportin’ Life), Latonia Moore (Serena), Denyce Graves (Mariah), Alfred Walker (Crown), Errin Duane Brooks (Mingo), Chauncey Packer (Robbins y el vendedor de cangrejos), Norman Garrett (Jim), Jamez Mc Corkle (Peter, el vendedor de miel), Grant Neale (Detective), Tichina Vaughn (Lily), Bobby Mittelstadt (un Policía), Chanäe Curtis (Annie), Jonathan Tuzo (Nelson), Damien Geter (un estibador),Arthur Woodley (el falso abogado Frazier), Aundie Marie Moore (la vendedora de frutillas),  Michael Lewis (un funcionario) y Neo Randall (Scipio). La dirección orquestal estuvo a cargo de David Robertson, con régie de James Robinson, escenografía de Michael Yeargan, coreografía de Camille Brown, vestuario de Cathetine Zuber e iluminación de Donald Holder. El diseño de proyección estuvo a cargo de Luke Halle, mientras que David Leong coordinó y supervisó las escenas de lucha. Participó un coro integrado por cantantes afroamericanos, dirigido por Donald Palumbo y David Moody.
            Hacía prácticamente 19 años que la única ópera de Gershwin –denominada “ópera folklórica” por su autor- estaba ausente del escenario del Metropolitan. Gracias a los auspicios de The Sybill Harrington Endowment Fund y de Douglas Dockery Thomas, la presente coproducción pudo llevarse a cabo en forma conjunta con la Ópera de Amsterdam y la English National Opera (ENO). Con excepción de los roles interpretados por blancos  (Detective, un policía, Mr. Archdale y un funcionario), que son actuados –y no cantados-, el elenco de cantantes líricos es íntegramente afroamericano, acorde a la concepción de la novela homónima de DuBose y Dorothy Heyward sobre la vida de las comunidades negras en Cattfish Row (Charleston, Carolina del Sur). De ahí que sea difícil encontrar el elenco adecuado para su representación, a pesar de la enorme popularidad que tuvo la misma desde su estreno en el Alvin Theatre de New York, en 1935. Si bien Gershwin la consideraba su mejor obra, tardó mucho no sólo en componerla – más de 5 años, entre 1927 y 1932- sino también en ser reconocida como ópera para poder ser presentada en teatros líricos. En Estados Unidos, la primera representación completa de PORGY & BESS  tuvo lugar en la Ópera de Houston en 1976. Y en el Metropolitan de New York se representó por primera vez en 1985, con Grace Bumbry y Simon Estes en los roles protagónicos. El suceso fue rotundo y a partir de ese entonces, es la ópera con más representaciones en dicho país.
            La presente versión tuvo una particularidad: los cuatro actos se redujeron a dos –con un intervalo entre el final del 2° Acto y el inicio del 3°-  y se utilizó el escenario giratorio para facilitar los cambios de escena (perfectamente logrados mediante la proyección de video). Y previamente al comienzo de la función, el Director General de la entidad anunció que el protagonista -Eric Owens- iba a cantar su rol, pese a estar resfriado. ¡Y vaya si lo hizo! Este gran bajo- barítono estadounidense cumplió con su rol a la perfección–tanto vocal como actoralmente, interpretando magníficamente al lisiado Porgy-. Triunfó con creces en sus arias principales (“I’ve got plenty o’ nuttin’” y “Oh, Lawd, I’m on my way”) y en los dúos de amor con Bess (“Bess, you is my woman now” y “I want to stay here”). Quien escribe tuvo oportunidad de escucharlo interpretando roles tan diversos y de gran exigencia vocal como Orestes (ELEKTRA) y Vodik (RUSALKA), de modo que Porgy le sentó a la perfección. La soprano Angel Blue supo dar vida a una  excelente Bess, luciéndose  no sólo en los mencionados duetos de amor junto al protagonista, sino también en su aria con Crown (“Why wid you want Bess?”). Desde el punto de vista actoral, la protagonista se debate entre su adicción por las drogas y el alcohol versus la contención que le brinda el amor de Porgy, llevando una vida segura y tranquila. Y supo hacerlo con gran jerarquía. Pero quien se llevó los laureles desde el punto de vista vocal fue Latonia Moore, quien interpretó una Serena memorable. Su aria principal (“My man is gone now”) fue sobresaliente desde todo punto de vista, recibiendo numerosos vítores y aplausos hacia el final de la misma. También se destacó en la plegaria del 3° Acto (“O Doctor Jesus”). Y dentro de las voces femeninas, también tuvo una soberbia actuación la soprano sudafricana Golda Schultz, quien abrió la obra con la celebérrima Summertime. Posee una hermosa voz, con muy buenos matices y un timbre muy apropiado para este rol. Y Denyce Graves encarnó a una espléndida Mariah. Si bien su rol es más actuado y vocalizado que cantado, conserva ese hermoso color tonal que la hizo famosa internacionalmente. Además, hubo una revelación: Aundie Marie Moore, quien fue ovacionada luego de entonar su pregón como la vendedora de frutillas (“Oh, they’re so fresh n’ fine”). Es una joven soprano que suena muy prometedora, con una voz que sobresale por su timbre y su frescura. Se la vio muy desenvuelta en escena, derrochando gracia y simpatía sobre el escenario.
            En cuanto a las voces masculinas, se destacaron todos los principales protagonistas. El tenor Frederick Ballantine dio vida a un auténtico Sportin’Life, caracterizado por los atributos que requiere este personaje: miserable, cínico, descarado, atrevido, tramposo en la partida de dados, ofreciendo alcohol barato a Crown y drogas a Bess, quien finalmente cede ante su insistencia luego de la célebre aria “There’s a boat that’s livin’ soon for New York”. Y desde el punto de vista vocal, sobresalió en su aria junto al coro (“It ain’t neccesarily so”).  El barítono Alfred Walker –oriundo de New Orleans-  fue otra de las revelaciones al encarnar a un Crown que se caracterizó por su despotismo y brutalidad –requisitos fundamentales del personaje-. Asimismo, sobresalió desde el punto de vista vocal, ya que posee una bellísima voz, muy potente, oscura y con excelentes matices. Lo mismo sucedió con el barítono Donovan Singletary- egresado del Programa Lindemann para Artistas Jóvenes del Metropolitan-  quien ofreció un excelente Jake desde su primera aria (“A woman is a sometime thing”), al igual que Jamez Mc Corkle, cuya bella voz fue ideal para protagonizar a Peter (el vendedor de miel). El coro estuvo excelentemente bien preparado para las principales escenas donde participa el mismo y en el acompañamiento de blues, góspel y swing característicos de la obra. Y el trabajo coreográfico de Camille Brown fue estupendo para acompañar las escenas de conjunto. Lo mismo sucedió con las escenas de lucha entre los diversos protagonistas, donde la supervisión de David Leong rindió sus frutos. La perfecta y ágil dirección orquestal de David Robertson y la régie de James Robinson hicieron el resto para dar marco a esta gran versión del clásico de Gershwin.
            Si bien existen numerosas y excelentes versiones discográficas de PORGY & BESS – tanto en versión de ópera como de jazz-, cuando se representa Gershwin en un escenario estadounidense, con elenco íntegramente afroamericano –salvo algunas excepciones-, la mencionada ópera suena completamente diferente. Y esto fue lo que sucedió en el escenario del Metropolitan: una versión auténticamente Made in the USA, con el típico espíritu  norteamericano y sobresaliente desde todo punto de vista.