jueves, 9 de mayo de 2024

 Se presentó la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires con el M° Tobias Volkmann

en el podio y el pianista español Juan Pérez Floristán como solista el pasado 4/5 en la Sala principal del Teatro Colón . En la primera parte se .pudo escuchar una ajustada versión del Concierto N° 1 para piano y Orquesta de S. Prokofiev, donde el M° Pérez Foristan pudo demostrar su virtuosismo. Siendo Prokofiev    un formidable pianista, es sorprendente que sus cinco conciertos para dicho instrumento hayan sido.compuestos antes de cumplir cuarenta años. Este primero data de 1911 y es bastante más que el habitual ensayo del joven inexperto que la posteridad perdona. En los quince minutos que dura intenta una construcción sonatistica global, tal vez inspirada en "locus clasico" de esa idea: la sonata para piano de Liszt de 1854. Como corresponde a una obra juvenil este concierto ofrece una potente direccionalidad, donde la exploración del ostinato y el sabroso tratamiento bitonal muestran además como el autor se acercaba más a Stravinsky que al academicismo de Glazunov o s los inflamados óleos de Rachmaninov. La primera audición local fue en 1962 con Haydee Loustaunau como solista y Stanilav Wislocki al frente de la Orquesta de Radio Nacional.
En la  segunda parte se escuchó una versión eficaz del M° P.Floristan de la Rhapsody in blue del G.Gershwin, que se inició con un maravilloso glissando del solista de clarinete de la orquesta M° Mariano Rey .
Aunque existen todavía desacuerdos de hasta donde Gershwin utiliza elementos genuinamente jazzisticos, la influencia de cierto tipo de sincopas y  la construcción melódico armónica sobre las "blue notes"de las escalas populares de la música norteamericana es evidente. Fuera  de ello estructura de  "rapsodia" en el sentido lisztiano de pieza romántica con ingredientes virtuosisticos, es notoria.
Fuera de programa el Mtro se despidió con Danza de la moza donoza de A. Ginastera
Finalizando el concierto la Orquesta interpretó El Mar de C. Debussy
En esta partitura inmensamente rica y compleja que consta de tres partes, Del alba al medio día sobre el mar, Juego de olas y Dialogo del viento y del mar, la Orquesta guiada por el M° Volkmann pudo transmitir la
elocuencia de los gestos sonoros de la obra, uno de los pilares del repertorio sinfonico y la única de este tipo del compositor francés. Al finalizar los principales solistas de la orquesta recibieron el merecido aplauso del público presente. 

                                                                                                        Marta Lugo de Palacio

martes, 7 de mayo de 2024

 


El Pianista Portugués Artur Pizarro agradece los apláusos del público del Teatro Colón. Créditos: Servicio de Prensa del Teatro Colón Fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli,




Sublime recital del pianista Artur Pizarro en el Teatro Colón


CON ALMA PORTUGUESA Y MAESTRÍA EN SUTILEZA

Martha CORA ELISEHT


La tierra portuguesa no sólo ha dado a la humanidad navegantes y

conquistadores, sino también un rico legado musical. Numerosas melodías como el fado

y los airinhos ya forman parte del Patrimonio cultural de la Humanidad merced a la

difusión de artistas de fama mundial de la talla de Amalia Rodrigues, Cuca Roseta o -

más recientemente- Mariza. Sin embargo, se conocen muy poco los compositores

lusitanos de música clásica en el ámbito local.

Merced a la participación de la ciudad de Lisboa como invitada de honor en la

48° edición de la Feria del Libro en Buenos Aires, la Embajada de la República de

Portugal organizó el pasado lunes 6 del corriente en el Teatro Colón un recital con

participación del pianista Artur Pizarro, quien se presentó por primera vez en Argentina

para ofrecer el siguiente programa:

- Tres piezas para piano- Armando José FERNANDES (1906-1983)

- Sonatina en Sol menor- Carlos GUASTAVINO (1912-2000)

- Epitalamio- Fernando LOPES- GRAÇA (1906-1944)

- Tres piezas, Op.6- Alberto GINASTERA (1916-1983)

- Ocho piezas breves- Gabriel FAURÉ (1845-1924)

- Sonata n°2, Op.36 (versión 1931)- Sergei RACHMANINOV (1873-1943)

Provisto de una tablet con partitura electrónica, el pianista hizo su presentación para

interpretar la primera de las obras comprendidas en el programa: Tres piezas para piano

(Éstudo/ Homagem a Fauré (Noturno)/ Fandango), compuestas en 1937. Junto con

Jorge Croner de Vasconcelos, Fernando Lopes- Graça y Pedro do Prado, Armando José

Fernandes integró el denominado “grupo de los cuatro” compositores clásicos

portugueses de mediados del siglo XX y precursor del movimiento modernista. Su

música se caracteriza por ser íntima, pero con pasajes de gran virtuosismo. El Estudio

inicial posee una melodía de tinte impresionista y envolvente, donde el intérprete debe

resolver mediante una poderosa digitación pasajes de dificultad técnica como los

glissandi, arabescos, arpegios, cadencias y trinos. El Nocturno central -compuesto en

homenaje a Fauré- sorprende por su cromatismo y belleza, mientras que el Fandango

posee reminiscencias de canciones tradicionales portuguesas (Tiro- Liro- Liro)

fusionadas con pasajes de gran velocidad. La interpretación de Pizarro se caracterizó

por su precisión y por el manejo de los tempi de manera exquisita y sumamente sutil. Lo

mismo sucedió con la Sonatina en Sol menor de Guastavino, cuyos 3 movimientos

(Allegretto/ Lento muy espressivo/ Presto) fueron ejecutados con finura y delicadeza. El

músico santafesino la compuso en 1945 y forma parte de los habituales recitales de

piano dentro del ámbito nacional.

Al igual que Armando José Fernandes, Fernando Lopes- Graça ha sido un

compositor muy prolífico y formó parte del grupo de los cuatro que revolucionó la


música portuguesa a mediados del siglo XX. Su obra comprende numerosas

composiciones para piano solo, canto y piano, música de cámara, obras corales,

sinfonías y sonatas para piano. Epitalamio lleva el Op.84 y data de 1953. Es una obra de

corta duración -apenas 9 minutos-, pero sumamente compleja desde su inicio, donde el

solista debe afrontar pasajes de extrema dificultad técnica, motivo por el cual se necesita

una digitación magistral para poder resolverlos adecuadamente. Tras este impetuoso

primer tema, el segundo tema es mucho más lento -en ritmo de modinha- y va

aumentando paulatinamente en velocidad hasta retomar el tema inicial en una sucesión

de escalas cromáticas y diatónicas. Pizarro hizo delirar al Colón con su maestría y su

precisión para encarar esta obra antes de finalizar la primera parte del recital con las

Tres piezas, Op.6 de Ginastera (Cuyana, Norteña y Criolla), que sonaron brillantes y

auténticamente vernáculas.

La segunda parte del recital abrió con las Ocho piezas breves de Gabriel Fauré,

compuestas entre 1869 y 1902 como piezas individuales y recopiladas posteriormente

por el editor Hamelle. Si bien el compositor no quiso que se asignaran nombres, el

editor desobedeció la orden y así es como se las conoce actualmente (Caprice/ Fantasie/

Fugue en La menor/Adagietto/ Improvisación/ Fugue en Mi menor/ Allegresse/

Nocturne). La primera fue escrita en Mi bemol mayor y compuesta como una prueba de

lectura a primera vista cuando Fauré era profesor en el Conservatorio de París. De

carácter desenfadado y acrobático, representa un desafío para el intérprete, mientras que

la Fantasía en La bemol mayor es sumamente agradable, La fuga en La menor es una

revisión – al igual que su homónima en Mi menor- de una fuga que Fauré compuso al

inicio de su carrera, cuando era aún organista en Rennes. El Adagietto en Mi menor es

un andante moderato grave, serio, firme y maleable, pero a su vez, de gran belleza,

mientras que la Improvisación en Do sostenido menor también fue compuesta como

prueba de lectura a primera vista para estudiantes del Conservatorio. El Allegresse en

Do mayor es un perpetuum mobile de carácter jovial, alegre y vivaz y contrasta con el

Nocturno final en Re bemol mayor. Si bien es la más larga de las 12 piezas

comprendidas en esta recopilación, es mucho más simple que los otros 12 Nocturnos y

posee un delicado acompañamiento de semicorcheas en la mano izquierda. El pianista

portugués sorprendió por el buen gusto y exquisitez en su interpretación, al igual que

por su delicadeza. En cambio, la Sonata n°2 en Si bemol menor, Op.36 es una obra de

carácter más impetuoso y dramático. Compuesta originalmente en 1913 y revisada

posteriormente en 1931, consta de tres movimientos: Allegro agitato/ Non allegro-

Lento/ Allegro molto, que fueron ejecutados por Artur Pizarro de manera colosal,

sorprendiendo por su prodigiosa digitación y pulsación. Para ese momento, el romance

con el público que se dio cita esa noche en el Colón ya era total y ejecutó dos bises: una

exquisita versión del célebre Nocturno de Chopin y el Bailecito de Guastavino, que

sonaron a la perfección.

Éstos son los motivos por los cuales vale la pena asistir a los recitales que se ofrecen

de manera extraordinaria y en último momento en el Colón. Ha sido un auténtico deleite

para los oídos descubrir las obras para piano de compositores portugueses, al igual que

un intérprete de alta jerarquía, maestro en sutilezas y calidad de sus interpretaciones.

lunes, 6 de mayo de 2024

 Muy buena presentación de “AIRES ARGENTINOS” por el Ensamble Lírico Orquestal


UN DESCUBRIMIENTO DEL REPERTORIO VERNÁCULO

Martha CORA ELISEHT


La difusión de la música argentina y -principalmente- de compositores de

música clásica local es una labor que se viene realizando con esfuerzo y ahínco en los

últimos años. Lamentablemente, de no ser porque coincide con el aniversario del

nacimiento o del fallecimiento de algún compositor vernáculo, la música clásica local se

representa muy poco. Y, en el caso de los compositores de ópera argentinos, peor. Con

excepción de la inclusión de “AURORA” de Héctor Panizza en la Temporada Lírica del

Teatro Colón para el transcurso del corriente año, las óperas locales brillan por su

ausencia. Por dicho motivo, el Ensamble Lírico Orquestal decidió rescatar el repertorio

de compositores locales de la talla de Julián Aguirre (1868-1924), Ernesto Drangosch

(1882-1925), Héctor Panizza (1875-1967), Zenón Rolón (1856-1902), Miguel Rojas

(1845-1904), Alberto Ginastera (1916-1983), Carlos López Buchardo (1881-1948) y

combinarlos con autores de música popular como Ariel Ramírez (1921-2010), Carlos

Gardel (1890-1935) y Alfredo Le Pera (1900-1935) para crear un espectáculo

denominado “AIRES ARGENTNOS”, cuyo estreno tuvo lugar el pasado domingo 5 del

corriente en el teatro EL POPULAR de Balvanera, con el siguiente elenco: Ximena

Farías (soprano), Rodrigo Olmedo (tenor), Patricia Carro (recitado), Laura Gerolimetti

y Federico Carrizo (bailarines). Participó el Coro de la entidad, dirigido por Gustavo

Codina y contó con el acompañamiento musical de Gustavo Codina y Sergio Bungs

(piano y teclados).

La producción contó con la ambientación de Cecilia Layseca, iluminación de

Gonzalo Berdes, vestuario de Diana Flaschi, coreografía de Luciano Garbullo y

dirección escénica de Cecilia Layseca.

AIRES ARGENTINOS es el primero de un ciclo de espectáculos denominado

“Ópera en EL POPULAR” y su principal objetivo no sólo es difundir la obra de

compositores locales, sino también mostrar al público que toda su vida cantó un aria de

ópera sin saberlo: la Canción a la bandera de AURORA, cuyo texto original fue

compuesto en italiano por Luigi Illica en 1908 y, posteriormente, traducido al castellano

en 1947 por Josué Quesada y Ángel Petitta para su enseñanza obligatoria en las escuelas

durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón. Sin embargo, el espectáculo no se

inicia con un aria de ópera, sino con el Kyrie de la celebérrima MISA CRIOLLA de Ariel

Ramírez. Compuesta en 1964 por encargo de la Comisión de Iglesias de América Latina

por iniciativa de los sacerdotes Osvaldo Catena y Jesús Gabriel Segade, se transformó

en un ícono de la música religiosa a nivel mundial y adquirió fama desde su estreno.

Escrito en ritmo de baguala y vidala, abre la obra con el coro a boca chiusa hasta la

introducción de las voces. En este caso, el Coro del Ensamble Lírico estuvo muy bien

preparado y conto con la participación de Patricia Carro como recitante. Seguidamente,

Ximena Farías interpretó un aria muy poco conocida de la ópera CHAQUIRA LIEU, de

Miguel Rojas: “Cual nace hermosa flor…”, con libreto de Rafael Barreda (1879), de


carácter nostálgico como consecuencia de un amor contrariado. Posteriormente, se unió

al coro femenino para interpretar el rol de Lía y las dactilógrafas en LA GRUTA DE

LOS MILAGROS, de Ernesto Drangosch (1921) con libreto de Ricardo Hicken.

Concebida como opereta en tres actos, narra los enredos amorosos entre los personajes

principales y su nombre se debe al poder amoroso que ejercen las aguas de un manantial

de la gruta. Tanto la solista como el coro tuvieron un correcto desempeño. A

continuación, Rodrigo Olmedo brindó una excelente versión de la célebre Canción a la

bandera de AURORA, donde hizo gala de sus recursos vocales y su impecable línea de

canto.

Una vez despejado el escenario, el bailarín Federico Carrizo hizo un número

con elementos (silla) al compás del Triste n°3 en La menor del Primer Cuaderno de

Aires Nacionales Argentinos de Julián Aguirre, donde descolló por su plasticidad,

acompañado al piano por Gustavo Codina. Tras su interpretación, el Coro se presentó

para interpretar el Coro de los Cobradores de la zarzuela UNA BROMA INESPERADA

de Zenón Rolón, con libreto de Rafael Barreda. Compuesta en 1900, narra un tema muy

actual: la estafa a un grupo de trabajadores por parte de un vivillo que se hace pasar por

extranjero. Hay un fragmento donde las voces masculinas deben cantar en falsete y lo

hicieron perfectamente bien. Junto con la Canción del Carretero de López Buchardo,

fueron los mejores momentos del recital a juicio de quien escribe. Ximena Farías

ofreció una bella versión de la célebre Canción del árbol del olvido de Alberto

Ginastera. Compuesta en 1938 con letra de Fernán Silva Valdez, es un clásico que se

interpreta muy a menudo como bis -tanto en recitales líricos como en conciertos-. La

compañía se unió en EL DÍA QUE ME QUIERAS, de Gardel y Le Pera sobre el poema

homónimo del mexicano Amado Nervo, donde Rodrigo Olmedo y Ximena Farías

brindaron una hermosa versión, mientras la pareja de bailarines formada por Federico

Carrizo y Laura Gerolimetti ofreció un número de expresión corporal con elementos de

danza clásica y contemporánea fusionados con tango. Tras los aplausos, el Ensamble

hizo otro número de LA GRUTA DE LOS MILAGROS: coro y baile general, para cerrar

con un aria para tenor y coro de la zarzuela UNA FARRA DE NOCHEBUENA, de Zenón

Rolón: “El vino es la dicha que barre las penas”, compuesta en 1897 con texto de

Carlos Castillo. Mientras el Coro llevó la parte principal y el acompañamiento, Rodrigo

Olmedo se lució nuevamente en su aria. Los bailarines acompañaron con un número de

danza para cerrar el espectáculo. Por supuesto, hubo dos bises: AURORA y “El vino es

la dicha que barre las penas”, definido por Cecilia Layseca como el “Brindisi” de LA

TRAVIATA argentino.

Ahondar e investigar sobre obras olvidadas de compositores vernáculos no es

una tarea fácil y, además, demanda mucho tiempo. Al finalizar, Gustavo Codina

mencionó que este proyecto nació en 2021 pero por diferentes motivos, no se pudo

concretar hasta ahora. También se refirió a algunas características de los compositores y

por qué sus obras cayeron en el olvido. En el caso particular de Zenón Rolón, porque

era descendiente de esclavos libertos, mientras que la opereta de Drangosch jamás se

estrenó. Por lo tanto, ha sido todo un descubrimiento y un mérito del Ensamble Lírico

Orquestal el haber rescatado obras de compositores locales importantes, injustamente

olvidadas y que se pudieron representar tras un letargo sumamente prolongado.

 Excepcional concierto de Juan Pérez Floristán y Tobías Volkmann con la Filarmónica


PRECISIÓN, DINAMISMO Y VERSATILIDAD


Martha CORA ELISEHT


El Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) no sólo

se ha transformado en una atracción para deleite del numeroso público -tanto local

como extranjero- que asiste al Teatro Colón los sábados por la noche, sino también en la

carta de presentación de una generación de nuevos artistas. Prueba de ello ha sido el

concierto ofrecido el pasado sábado 4 del corriente, bajo la dirección del brasileño

Tobías Volkmann y la participación del pianista español Juan Pérez Floristán como

solista para brindar el siguiente programa:

- Concierto n°1 para piano y orquesta en Re bemol mayor, Op.10- Sergei

PROKOFIEV (1891-1953)

- Rhapsody in Blue- George GERSHWIN (1898-1937)

- “El Mar” (tres bocetos sinfónicos para orquesta)- Claude DEBUSSY (1862-

1918)

Llama la atención la inclusión en el programa de dos obras para piano de

compositores tan disímiles como Gershwin y Prokofiev, dado a que el único común

denominador de las obras comprendidas en el mismo es el siguiente: sus autores

vivieron entre el siglo XIX y el XX y las tres fueron compuestas a principios del último

siglo (La Mer, entre 1903 y 1905; el concierto n°1 de Prokofiev, en 1911 y la célebre

Rapsodia de Gershwin, hace un siglo, en 1924). No obstante, las tres marcaron un punto

de partida por su originalidad y fueron el marco perfecto para que tanto director como

solista hicieran su debut sobre el escenario del Colón. Asimismo, el título de esta

crónica resume las tres características principales del concierto: precisión, dinamismo y

versatilidad.

El Concierto n°1 en Re bemol mayor, Op.10 fue compuesto cuando Prokofiev tenía

20 años y todavía era estudiante en el Conservatorio de San Petersburgo. Se estrenó en

1912 con el compositor como solista y llamó la atención por su marcado sarcasmo, su

ironía y estilo vertiginoso de composición, marcando un nuevo estilo y un lenguaje

pianístico diferente. Sus tres movimientos (Allegro brioso/ Andante assai/ Allegro

scherzando) se ejecutan sin interrupción y está escrito en forma sonata, donde la

introducción se repite luego de la exposición y regresa al final. El bellísimo Andante

assai central ofrece calidez y está considerado un cuasi medio movimiento, que

desemboca en el Allegro scherzando final, donde regresa a la tonalidad inicial y expone

en forma de scherzo los motivos fundamentales descriptos en el movimiento inicial.

Pérez Floristán deslumbró por ser un pianista joven, dinámico, enérgico, con una muy

buena pulsación y una digitación veloz, que le permitieron resolver con una asombrosa

precisión los arpegios, trinos, arabescos, cadencias y pasajes a gran velocidad. Por su

parte, Tobías Volkmann resultó ser un director versátil y sumamente preciso, que se


destacó por una impecable marcación en las entradas de los diferentes instrumentos. Su

labor se vio coronada por numerosos aplausos y vítores por parte del público.

Tras un breve intervalo y la afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier

Inchausti, ambos intérpretes tomaron sus puestos sobre el escenario para interpretar la

celebérrima rapsodia de Gershwin, la obra más conocida del compositor estadounidense

y la que lo catapultó a la fama como compositor sinfónico. Su estreno tuvo lugar en el

Aeolian Concert Hall de New York en 1924 con el mismo Gershwin al piano. La obra se

inicia con un bellísimo glissando a cargo del clarinete solista que, precisamente, es la

única parte de la rapsodia que Gershwin no escribió, sino que lo tomó del clarinetista

Ross Gorman. Posteriormente, la fanfarria a cargo de los trombones, clarinete y

trompetas con sordina previa a la entrada del piano sonó sumamente precisa de la mano

de Jonathan y Matías Bisulca, al igual que Mariano Rey en el solo de clarinete inicial,

que sonó con su característico tinte jazzístico. La versión ofrecida por la Filarmónica fue

de gran jerarquía y sorprendió por su versatilidad, sonando como si fuera una auténtica

orquesta estadounidense. Por su parte, el solista hizo gala de su pulsación y digitación

en los pasajes que combinan la sucesión de arpegios con trinos y síncopa, ofreciendo no

sólo una versión magistral, sino que también hizo alguna improvisación en los solos con

la melodía del Preludio para piano n°2 del mismo compositor. Tal así fue, que el Colón

estalló en aplausos y vítores tras su interpretación. Posteriormente, se dirigió al público

para demostrar su agradecimiento tocando un bis: la Segunda Danza Argentina de

Ginastera, que sonó auténticamente vernácula.

Claude- Achille Debussy compuso La Mer (tres bocetos sinfónicos para orquesta)

en 1903 como consecuencia de la estancia del compositor en Eastbourne (Canal de la

Mancha) entre 1903 a a1905, fecha de su estreno en París por la orquesta Lamoreux,

bajo la dirección de Camille Chévillard. Debido a su gran complejidad orquestal, no fue

bien recibida al principio, pero con el correr del tiempo, se transformó en una de las

obras más conocidas y ejecutadas del genio de Saint Germain en- Laye. Tal como su

nombre lo indica, se trata de tres impresiones sobre el mar (Del alba al mediodía en el

mar (Très lent), en Si menor/ Juegos de olas (Allegro), en Do sostenido menor y

Diálogo entre el viento y el mar (Animé et tumultueux), en Do sostenido menor) que, si

bien su autor las denominó “tres bocetos sinfónicos”, posee la estructura de una

sinfonía, que permite que se luzcan todas las secciones de instrumentos y los principales

solistas de cada una de las mismas. Una ha escuchado innumerables versiones de este

clásico del impresionismo francés -desde Daniel Barenboim con la Orquesta de París o

la magistral versión de Serge Baudo junto a la Filarmónica en 1980-, pero la versión

de Tobías Volkmann fue excelente. Una vez más, la agrupación sinfónica demostró su

versatilidad y pasó a sonar como una auténtica orquesta europea. Hacía rato que una no

escuchaba una versión tan perfecta de esta magnífica obra por parte de una orquesta

argentina y el Colón volvió a estallar en aplausos y vítores tras su ejecución.

Es muy interesante poder apreciar un auténtico semillero de artistas muy jóvenes y

talentosos que están formando parte del Ciclo de Abono de la Filarmónica en la presente

temporada y que poseen un futuro muy promisorio. La orquesta crece en calidad de

sonido y versatilidad en forma exponencial para reafirmar su bien ganado prestigio.

sábado, 4 de mayo de 2024

 Excelente concierto de Pablo Saraví al frente de la Orquesta de Cámara del Congreso


UN REPERTORIO DE ALTA GAMA Y DE ALCURNIA

Martha CORA ELISEHT


Debido a los actuales sucesos de público conocimiento, la Orquesta de Cámara

del Congreso de la Nación tuvo que trasladar su ciclo de conciertos el pasado lunes 29

del corriente a otro ámbito de alcurnia: el impactante Salón Dorado de la Casa de la

Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (ex sede del diario La Prensa), que

brindó el marco propicio para que esta prestigiosa agrupación -ganadora por tres años

consecutivos el Premio de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina como

mejor orquesta de cámara del país- ofreciera un concierto denominado “VIENA

SOÑADA” bajo la dirección de Pablo Saraví, con participación del concertino Pablo

Pereira en calidad de solista.

El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

- Adagio y Fuga en Do menor, K.546- Wolfgang A. MOZRT (1756-1791)

- Concierto para violín y orquesta n°1 en Do mayor, Hob.VII a/l- Franz Joseph

HAYDN (1732-1809)

- La muerte y la doncella en Re menor, D.810 (transcripción para orquesta de

cuerdas)- Franz SCHUBERT (1797-1828)

Una vez ubicado el público y repartidos los programas, los integrantes de la

orquesta -esta vez, bajo la guía de Florencia Ciaffone- tomaron sus puestos sobre el

escenario bajo la dirección de Saraví para interpretar la primera de las obras

comprendidas en el programa. Se trata de una transcripción para cuerdas sobre la Fuga

en Do menor para dos pianos, KV426, compuesta en 1786 e inspirada en el estilo

contrapuntístico de Johann S. Bach. El Adagio fue incorporado posteriormente y la

pieza que se interpretó tal como hoy se la conoce fue estrenada en Viena en 1788.

Mientras que el Adagio está escrito en ¾, la fuga, en alla breve en Allegro. Se escuchó

una versión con sonido muy compacto y preciso, al igual que en el canon de la fuga

introducido por los contrabajos, violoncellos y repicado por los segundos y primeros

violines. Bien es conocida la maestría de Pablo Saraví como violinista y ex concertino

de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, al igual que como músico de cámara,

logrando una excelente dirección. Seguidamente, Pablo Pereira hizo su presentación

para ejecutar el mencionado concierto n°1 en Do mayor de Haydn, compuesto entre

1760 y 1765 y dedicado a Luigi Tomasini, quien fuera concertino de la orquesta del

príncipe Esterházy (fatto per il Luigi). Posteriormente, la partitura se perdió y no se

recuperó hasta mediados del siglo XX gracias a unas ocho copias de manuscritos que

estuvieron en poder de algunos violinistas hasta su publicación. Escrito en forma

sonata, consta de tres movimientos: Allegro moderato/ Adagio/ Finale: Presto, que

fueron ejecutados por Pablo Pereira de manera exquisita e impecable, haciendo gala de

su fraseo e interpretación; sobre todo, en el bellísimo Adagio central. Naturalmente, se

logró una interpretación magistral y una perfecta correspondencia entre solista y


orquesta, que se vio coronada por un estallido de aplausos y vítores, que motivó al

solista a ofrecer un bis: el 1° movimiento de la Sonata n°2 para dos violines de Jean

Marie Leclaire junto a Pablo Saraví. Los dos violinistas formaron un dúo de fuste y

brindaron una magnífica versión de una obra poco conocida para el público general.

Para la segunda parte del concierto, se eligió una transcripción para cuerdas del

Cuarteto para cuerdas en Re menor, Op.14 (“La muerte y la doncella”) de Schubert,

inspirado en su lied homónimo con texto de Matthias Claudius, compuesto en 1817 y

que se incluye en el 2° movimiento. Al igual que muchas otras de sus obras, no tuvo

éxito y no pudo encontrar editor. Se publicó póstumamente en 1832 y alcanzó la fama

mundial gracias a David Oistrach, quien fuera el principal difusor de muchas de las

obras del compositor vienés. Consta de 4 movimientos: Allegro/ andante con moto/

Scherzo: allegro molto/ Presto, que narran el enfrentamiento de una joven moribunda y

la muerte, que se le presenta para acompañarla a dormir el sueño eterno. En este caso, se

optó por la clásica formación de cámara: el director, a la derecha del concertino y los

violines y violas, de pie, mientras los violoncellos y contrabajos permanecieron

sentados. La obra sonó perfecta desde su violenta apertura al unísono del 1°

movimiento, que muestra una carrera por parte de la doncella a través del dolor, la

angustia y la resignación, que culmina con un acorde agonizante en Re menor. En

cambio, el Andante con moto es de carácter apacible y representa a la muerte, donde el

concertino, el solista guía de segundos violines, la segunda viola y el primer violoncello

se lucen en espléndidos solos, como sucedió en esta ocasión por parte de Pablo Saraví,

Catriel Galván, Federico Butera y Mariana Levitin respectivamente. El poderoso

Scherzo -que, por momentos, remeda el leitmotiv del descenso al Nibelheim en EL ORO

DEL RHIN- culmina con un trío que muestra un carácter más lírico para desembocar en

el vibrante Presto final en ritmo de tarantela, que era la danza que protegía tanto de la

locura como de la muerte, ejecutado con una maestría y precisión absolutas. Tal así fue,

que el auditorio estalló en aplausos y vítores tras su interpretación. Por lo tanto, la

orquesta tuvo que volver a interpretar dicho scherzo en calidad de bis para poner punto

final al agradecimiento del público.

No faltaron los diplomas para Pablo Saraví en carácter de director invitado por parte

de las autoridades de la Comisión de Cultura del Senado y de la Honorable Cámara de

Diputados de la Nación ni los agradecimientos correspondientes. Fue un concierto de

excelencia con un repertorio de alta gama, pero también, de alcurnia.

 Homenaje a Giacomo Puccini en el Colón


Teatro Colón

Domingo 28 de abril de 2024  

Escribe: Graciela Morgenstern 


Concierto en homenaje a Giacomo Puccini

Orquesta Estable del Teatro Colón

Coro Estable del Teatro Colón

Solistas: Pablo Fenoglio (trombón), Gastón Oliveira Weckesser (tenor) y Omar

Carrión (barítono)

Programa: G. Puccini: Preludio de "Le Villi"

Dos Intermezzi de Le Villi: - I. “L’Abbandono”- II. “La Tregenda”

Nino Rota: Concierto para trombón y orquesta

G. Puccini: Misa a cuatro voces (Misa de Gloria)

Director del Coro: Miguel Martínez

Director musical: José María Moreno Valiente


Como homenaje a Giacomo Puccini en el centenario de su fallecimiento, se

presentó un concierto con la participación del Coro y Orquesta Estables del Teatro

Colón.

El mismo comenzó con los fragmentos de la primera ópera compuesta por Puccini,

en 1884. Fue un muy buen comienzo en el que coro y orquesta se lucieron por

igual.


Sorprendentemente, éste fue seguido por el Concierto para trombón y orquesta,

de Nino Rota que, si bien presenta dificultades que el solista debe sortear y que

fueron ejecutadas eficazmente por Pablo Fenoglio, la obra no tenía relación con la

del gran compositor de Lucca, ni en estilo ni en temperamento. De todos modos,

Fenoglio realizó una labor de notable realce y respondió a los aplausos ofreciendo,

fuera de programa, Improvisación N°1, de Enrique Crespo -que tal como el solista

explicó, integra las obras requeridas para concursar con el fin de incorporarse al

OETC.

Ya en la segunda parte, se escuchó la Misa a cuatro voces (Misa de Gloria),

compuesta en 1880. El Coro Estable se destacó, luciendo rotundez y equilibrio

vocal y una excelente preparación a cargo de su director, Miguel Martínez El

barítono Omar Carrión tuvo un desempeño destacado en su breve actuación y el

tenor Gastón Oliveira Weckesser cantó con corrección.

Por su parte, la Orquesta Estable mostró sus bondades y ductilidad, respondiendo

con eficiencia a la batuta de José María Moreno Valiente quien, supo mantener el

equilibrio sonoro e interpretar los distintos temperamentos por los que atraviesan

las obras, tal vez con una dirección demasiado ampulosa por momentos. El

director se tomó la cuestionable atribución de modificar el final de la Misa de

Gloria, tal vez para lograr un momento efectista sobre la conclusión. Y el público

respondió con entusiasmo.


CALIFICACIÓN: MUY BUENA

lunes, 29 de abril de 2024

 Espectacular concierto a cargo de la Orquesta y el Coro Estables del Colón


PARA ALQUILAR BALCONES


Martha CORA ELISEHT


En vísperas de cumplirse su centenario el año próximo, la Orquesta Estable del

Teatro Colón no sólo se especializa en ópera, sino que también es capaz de interpretar

otros géneros; muy particularmente, música sinfónica o conciertos sinfónico- corales. Si

bien no se organizó para el corriente año un ciclo de abono, sí se está ofreciendo una

serie de conciertos extraordinarios por parte del mencionado organismo. El pasado

domingo 28 del corriente tuvo lugar el segundo concierto de esta serie en homenaje a

Giacomo Puccini (1858-1924) con motivo del centenario de su fallecimiento, dirigida

por José María Moreno, con participación del Coro Estable del Teatro Colón, bajo la

dirección de Miguel Martínez y los siguientes solistas: Pablo Fenoglio (trombón),

Gastón Oliveira Weckesser (tenor) y Omar Carrión (barítono) para brindar el siguiente

programa:

- Preludio de LE VILLI

- Dos intermezzi de LE VILLI:

- I. “L’Abbandono”

- II. “La Tregenda”- Giacomo PUCCINI (1858-1924)

- Concierto para trombón y orquesta- Nino ROTA (1911-1979)

- Misa a cuatro voces (Misa de Gloria)- Giacomo PUCCINI (1858-1924)


Tras tomar ubicación en el escenario, el Coro femenino y los integrantes de la

Estable – estos últimos, bajo la guía del concertino Oleg Pishenin- dieron comienzo al

concierto bajo la tutela de José María Moreno Valente para interpretar el preludio y los

dos Intermezzi de la primera de las óperas de Puccini (LE VILLI), compuesta en 1884

para un concurso de la editorial Sonzogno, cuando el genio de Lucca sólo tenía 25 años.

Lamentablemente, fue un fracaso, pero logró que su competidora -RICCORDI- la

publicara, a cambio de expandir la historia: de sólo un acto, pasó a tener dos y, por lo

tanto, se sumaron los dos intermezzi que aquí se representan: “L’abbandono” (El

abandono, la deserción) y “La Tregenda” (El espectro). Puccini es el primer

compositor italiano que toma el mito de las Willis -almas en pena de novias o mujeres

abandonadas por sus enamorados, muertas en víspera de su boda-. El primero abre y

cierra con el coro, que relata los hechos, mientras que el segundo se inicia con un

narrador. En este caso, se prescindió de este último para permitir un mayor lucimiento

de la orquesta en todos sus matices, donde Puccini ofrece un contrapunto entre maderas

y cuerdas en el preludio que abre la obra -auténtica melodía del Romanticismo tardío- y

se perfila como un gran sinfonista. Moreno Valente imprimió su ímpetu y plasticidad al

dirigir en forma conjunta a la Estable y al Coro, logrando una muy buena versión. Por

su parte, el Coro femenino sonó muy equilibrado y muy bien preparado.


Además de ser un eminente compositor de música de películas, Nino Rota dejó

varias obras para orquesta e instrumentos solistas. Su Concierto para trombón y

orquesta data de 1966 y consta de tres movimientos: Allegro giusto/ Lento, bien ritmato/

Allegro moderato, que muestran el lirismo del compositor y que también representan un

desafío para el solista, debido a que posee pasajes de gran virtuosismo. Es una de las

obras más conocidas del repertorio sinfónico de este gran compositor italiano y se

estrenó en Milán en 1969. La versión ofrecida por Pablo Fenoglio fue magistral,

demostrando su virtuosismo y fraseo en el manejo del instrumento, logrando un sonido

muy redondo y compacto. Por su parte, Moreno Valente supo lograr un muy buena

amalgama sonora y equilibrio entre orquesta y solista, lo que le valió un sinfín de

aplausos tras su interpretación. El trombonista aprovechó la oportunidad para interpretar

un bis: Improvisación n°1, de Enrique Crespo -que forma parte de los concursos para

integrar la fila de trombones de la Estable-. Posee ribetes de jazz y síncopa y permite

explorar todos los matices del instrumento sin utilizar una sordina (sólo con el manejo

de la vara). El Colón volvió a estallar en aplausos tras su interpretación.

Para la segunda parte del concierto, la obra elegida fue la Misa a cuatro voces –

más conocida como Misa de Gloria-, compuesta por Puccini en 1880 como ejercicio de

graduación del Instituto Musicale Luigi Boccherini de su ciudad natal antes de

perfeccionarse en Milán. A diferencia de una verdadera misa de Gloria -que sólo abarca

el Kyrie y el Gloria-, aquí también posee el Credo, Sanctus, Benedictus y Agnus Dei.

Sin embargo, nunca la publicó en vida, sino que intercaló partes de su Misa en otras de

sus obras – el Kyrie, en EDGAR y el Agnus Dei, en MANON LESCAUT-. Recién se

descubrió la partitura original en 1952 y se pudo editar para poder representarla. Es una

obra de enorme belleza escrita para coro a 4 voces, tenor y barítono, que fue,

precisamente, lo que se pudo apreciar en la presente versión, con un Coro Estable

maravillosamente equilibrado y bien preparado, una orquesta que sonó auténticamente

enérgica – característica fundamental de la música de Puccini- merced a la formidable

dirección de Moreno Valente y un excelente desempeño de Gastón Oliveira Weckesser y

Omar Carrión en los pasajes solistas.

Se logró un digno homenaje mediante un repertorio no convencional, con obras

que se ejecutan escasamente -con excepción de la Misa de Gloria- dentro del repertorio

italiano. Unido esto a la magnífica labor de José María Moreno Valente a cargo de la

Estable y de Miguel Martínez a cargo del coro, el Colón fue una fiesta. Como se dice

vulgarmente, para alquilar balcones.

domingo, 28 de abril de 2024

 Excelente concierto de Manuel Hernández Silva al frente de la Filarmónica en el Colón


ACERCA DE VIRTUOSISMO, LUJO Y CALIDAD


INTERPRETATIVA


Martha CORA ELISEHT


Ante la incomprensible ausencia de un director titular, muy a menudo la

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) es dirigida por prestigiosas batutas

pertenecientes al ámbito internacional, algunas de las cuales visitan rutinariamente la

Argentina. Tal es el caso del venezolano Manuel Hernández Silva, quien se presentó al

frente de la agrupación dentro de su Ciclo de Abono el pasado sábado 27 del corriente

en el Teatro Colón, con el debut en el país del violinista Robert Lakatos como solista.

El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

- Concierto para violín n°1 en Fa sostenido menor, Op.14- Henryk

WIENIAWSKI (1835-1880)

- Glosa Margariteña (1° audición)- Inocente CARREÑO (1919-2016)

- “Un americano en París”- George GERSHWIN (1898-1937)


Famoso internacionalmente por su orquesta gitana de cuerdas, Robert Lakatos es un

virtuoso del violín e hizo su presentación sobre el escenario del Colón munido de su

Stradivarius para interpretar el mencionado concierto de Wieniawski. Mucho menos

difundido e interpretado que su homónimo en Re menor, fue compuesto en 1853,

estrenado ese mismo año por el compositor como intérprete en la Gewandhaus de

Leipzig y dedicado al rey Federico Guillermo IV de Prusia. Para aquel entonces,

Wieniawski ya era no sólo un virtuoso del instrumento, sino también un compositor

consagrado en las principales ciudades europeas. Consta de tres movimientos (Allegro

moderato/ Preghiera. Larghetto/ Rondó. Allegro giocoso), que permiten explorar todas

las facetas del instrumento en un ejemplo de virtuosismo. El Allegro moderato inicial

está escrito en forma de sonata y supera muy ampliamente en dificultad y duración a los

otros dos. Posee dos temas: uno, en ritmo punteado, de carácter dubitativo y el segundo,

en Si mayor -cuya apertura está a cargo de los cellos-, amplio y expresivo. Ambos están

ornamentados por pasajes de extrema dificultad técnica y gran virtuosismo, usando

pausas múltiples, armónicos y en la cadencia, donde se explora en forma extrema el

registro más agudo del instrumento. El movimiento lento (Preghiera) es un interludio

lírico breve en La mayor, con preponderancia de instrumentos de viento y cornos, que

desemboca en el vibrante Rondó final, donde el solista debe imbuirse de ritmo enérgico

y de pasajes de bravura. No pareció demasiado difícil para un violinista de semejantes

quilates, quien lo interpretó de memoria e hizo gala de fraseo, digitación y dominio de

la pirotecnia en materia de técnica. Por su parte, Hernández Silva dirigió a la

Filarmónica con maestría y enjundia para que todo saliera perfecto en materia de

equilibrio sonoro. Tras el estallido de aplausos y vítores, el solista interpretó una pieza


de Eugène Ysaÿe en carácter de bis. Tras tan excelsa interpretación, el Colón volvió a

rugir y el músico serbio se retiró sumamente satisfecho.

Compuesta en 1954, la Glosa Margariteña es la obra más conocida del venezolano

Inocente Carreño, donde plasma melodías tradicionales venezolanas y aires nativos en

una rapsodia basada sobre una canción tradicional (“Margarita es una lágrima”).

Además de director de orquesta y compositor, era cornista y escribe numerosos solos

para dicho instrumento en esta composición- de hecho, el corno lleva la melodía inicial,

que es posteriormente tomada por los vientos y luego, por las cuerdas hasta desembocar

en un poderoso tutti orquestal-. Con un orgánico prácticamente completo, la

Filarmónica brindó una excelente versión de esta obra, magistralmente dirigida por

Hernández Silva -quien, al final del concierto, se dirigió al público sumamente

emocionado por tener el privilegio de dirigir una obra de su país natal por primera vez

en el Colón, según sus propias palabras-. Todos los solistas de las diferentes secciones

de la orquesta pudieron lucirse, con magníficas actuaciones de Fernando Chiappero en

corno, María Cecilia Rodríguez en arpa y las cuerdas en general, encabezadas por el

concertino Xavier Inchausti y Elías Gurevich. Pero el broche de oro fue una memorable

versión de Un americano en París, donde la Filarmónica sufrió una colosal

metamorfosis, transformándose y sonando como una auténtica orquesta estadounidense.

La perfecta dirección de Hernández Silva y el manejo de los tempi dieron como

resultado final una versión de fuste, con una enjundia formidable por parte de todos los

integrantes. Desde los solos de las maderas -Néstor Garrote en oboe, Paula Llán de

Rosos en corno inglés, Matías Tchicourel en clarinete, Gabriel La Rocca en fagot, Jorge

de la Vega en flauta -quien reemplazó a Claudio Barile- y Sebastián Tozzola en clarinete

bajo-, pasando por los músicos especialmente contratados para esta ocasión -María Noel

Luzardo, Emiliano Barri y Frido Ter Beek en saxofón, Guillermo Salgado en celesta-,

Xavier Inchausti en violín y Dennis Golovin, en viola, pasando por todos los

instrumentos de percusión hasta el monumental solo de trompeta de Fernando Ciancio

que abre la parte de síncopa y jazz y el solo de tuba de Pedro Pulzován, la Filarmónica

sonó como nunca y fue una versión de lujo. Hacía mucho tiempo que una no escuchaba

una versión tan perfecta de este clásico de Gershwin, compuesto en 1928 y que logró un

éxito rotundo desde su estreno a cargo de Walter Damrosch al frente de la Filarmónica

de New York. El Colón volvió a estallar en aplausos y los integrantes de la orquesta se

retiraron sumamente satisfechos por el éxito obtenido.

Pese a todas las dificultades y a la falta de llamado a concurso para cubrir cargos

vacantes, la Filarmónica está pasando por un momento de excepcional calidad artística.

Posee la capacidad de sonar tanto como una orquesta europea o norteamericana y lo

demuestra en cada una de sus presentaciones. Si a esto se le suman solistas de primer

nivel o auténticos virtuosos, da cátedra de calidad interpretativa. “Valoren y respeten a

los profesores que la integran” fueron las palabras finales de Hernández Silva tras el

concierto. Nada más representativo para poner punto final a esta crónica.

 Excepcional presentación del Trío MERIDIEN en la Facultad de Derecho


POR DERECHO PROPIO


Martha CORA ELISEHT


Fundado en 2021 como iniciativa de músicos, amigos y colegas, el Trío

MERIDIEN tiene como principales objetivos la difusión de la música de cámara

compuesta para violín, violoncello y piano y -muy especialmente- obras escritas para

este ensamble de instrumentos por compositores argentinos. Ganador del Premio de la

Asociación de Críticos Musicales 2022 como mejor grupo de cámara a nivel nacional, la

prestigiosa agrupación formada por Pablo Labanda (violín), Eduviges Picone (piano) y

Siro Bellisomi (cello) se presentó el pasado sábado 27 del corriente en el Auditorium de

la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires dentro del Ciclo de Grandes

Conciertos organizado por dicha casa de altos estudios para ofrecer el siguiente

programa:

- Trío en Do menor, Op.1, n°3- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)

- Trío en Si mayor, Op.8, n°1- Johannes BRAHMS (1833-1897)


Tras la presentación a cargo del coordinador del Ciclo -Juan Carlos Figueiras-, los

integrantes del trío tomaron sus puestos sobre el escenario para interpretar la primera de

las obras comprendidas en el programa. Fue compuesta por Beethoven en 1794 y está

dedicada no sólo a su maestro Joseph Haydn, sino también al príncipe Carl von

Lichnovsky, en cuya residencia se produjo el estreno en Viena entre 1794 a 1795, con la

participación del propio compositor en su ejecución. Consta de 4 movimientos (Allegro

con brío/ Andante cantábile con variazioni/ Minuetto: quasi allegro/ Finale:

Prestissimo), que, a diferencia de los otros dos incluidos en la misma serie, posee una

vehemencia explosiva y una belleza lírica oscura, además de ser el único que no

reemplaza al minuetto por un scherzo. Posteriormente, Beethoven revisa la obra y la

transforma en su Quinteto para cuerdas, Op.104. Escrito en forma sonata, el Allegro

con brio inicial está escrito en Do menor en ¾ con apertura al unísono y,

posteriormente, el piano ejecuta una serie de cadencias, escalas y arpegios hasta que el

violoncello y el violín toman la melodía, de carácter lirico y que marca el estilo

característico del compositor: intenso, heroico y tormentoso, lo que permitió el

lucimiento de los intérpretes -sobre todo, de Siro Bellisomi hacia el final, donde el cello

toma la iniciativa-. El 2° movimiento (Andante cantábile con variazioni) está escrito en

Mi bemol mayor en 2/4 que permite el lucimiento de los solistas en las variaciones -

sobre todo, el cello y el violín-, mientras que el 3° vuelve a la tonalidad original en ¾,

con un perfecto fraseo por parte de las cuerdas y los contrastes explosivos

característicos del compositor. Por último, el Prestissimo en 2/2 toma la melodía inicial,

donde el piano ejecuta una serie de acordes cuya melodía es muy similar a la sonata

Waldstein, donde Beethoven yuxtapone violencia y agitación con un tema lírico y

tierno. Una extensa coda en pianissimo permite el lucimiento de los tres instrumentos


para desembocar en una resolución mínima, que fue perfectamente ejecutada de manera

majestuosa por los integrantes del MERIDIEN desde los primeros compases hasta el

final y que le valiera numerosos aplausos.

A continuación, los músicos interpretaron por primera vez una de las composiciones

más bellas de Brahms para este ensamble: el Trío en Si mayor, Op.8, n°3, compuesto en

1854 y estrenado en 1855: primero, en New York y, posteriormente, en Breslau. Es la

única obra de Brahms que posee dos versiones, ya que su autor revisó posteriormente la

misma en 1891 y la publicó como “nueva versión”, pero con el mismo número de opus.

Esta última es la que se representó y consta de 4 movimientos: Allegro con brío (Si

mayor, 4/4) / Scherzo- Allegro molto (Si menor, ¾, con culminación en Si mayor)

/Adagio (4/4, Si mayor) y Allegro (Si menor, ¾). Por lo tanto, es homotonal, con dos

movimientos en Si mayor y los otros dos, en Si menor. Escrito en forma de sonata, el 1°

movimiento comienza con una amplia introducción en cello y piano que aumenta

paulatinamente de intensidad hasta que los 3 instrumentos se acoplan en sostenuto. El

scherzo con el que comienza el 2° movimiento posee pasajes de suma dificultad técnica,

que van desde una filigrana hasta auténticas explosiones sonoras. La sección central en

Si mayor se caracteriza por una cadencia de Picardía que permite desembocar en una

coda en la tonalidad mayor inicial, que fue resuelta con gran maestría y calidad

interpretativa por los integrantes del trío, merced a la digitación y fraseo de Pablo

Labanda y Siro Bellisomi y a la pulsación y digitación por parte de Eduviges Picone

al piano. El bellísimo Adagio se inicia con una extensa cadencia a cargo del piano,

resuelta posteriormente por el cello y el violín con pasajes de intenso cromatismo para

desembocar en el Allegro final, altamente cromático y con ritmo agitado con numerosos

arpegios a cargo del piano para desembocar en el tema inicial en Si mayor, seguido de

un final turbulento en tono menor. El MERIDIEN brindó una auténtica cátedra de

interpretación, logrando una versión de excelencia.

No hubo bises, porque tampoco fueron necesarios. Una decisión muy inteligente por

parte del trío, que se retiró sumamente aplaudido ante una sala prácticamente colmada

de público. Como dijera Donato Decina en el último programa, era para la sala grande o

el Aula Magna de dicha Facultad. Al fin y al cabo, se lo ganaron por derecho propio.