miércoles, 2 de agosto de 2017

VOCALMENTE, UN CAMPEONATO DEL BUEN GUSTO

Teatro Colón, Temporada 2017, Opera: “El Caballero de la Rosa”, Música de Richard Strauss y Libreto de Hugo Von Hofmannsthal. Interpretes: Jennifer Holloway (Octavian/Marandel), Manuela Uhl (La Mariscala), Oriana Favaro (Sophie), Kurt Rydl (Baron Ochs Von Lerchenau), John Hancock ( Von Faninal), Darío Schmunck (Tenor Italiano), Victoria Gaeta (Marianne), Sergio Spina (Valzacchi), María Luisa Merino Ronda (Annina), Mario de Salvo (Notario), Alejandro Meerapfel (Comisario), Duílio Smiriglia (Mayordomo de Faninal), Fernando Chalabe (Posadero), Reinaldo Samaniego (Mayordomo de la Mariscala), Eleonora Sancho-Vanesa Thomas-Laura Domínguez (Huerfanas),  Laura Pisani (Modísta), Sebastian Russo (Vendedorde Animales), Germán Polón-Ernesto Bauer-Marcelo Monzani-Juan Font (Lacayos de la Mariscala), Sebastian Russo-Mariano Fernández Bustinza-Norberto Marcos-Alejo Laclau (Camareros), Enzo Romano (Mozo)-Ernesto Bauer-Mario de Salvo-Juan Pablo Labourdette (Músicos), Ernesto Bauer-Norberto Marcos-Juan Font-Enzo Romano-Juan Pablo Labourdette-Mariano Crosio (Sirvientes del Barón) , Luís Asmat, Juan Font, Román Modzelewski, Leonardo Fontana (Cocheros), Orquesta Estable del Teatro Colón, Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Coro de Niños del Teatro Colón, Director. César Bustamante. Bailarines-Figurantes. Co-Producción entre la Metropolitan Opera House de New York, la Royal Opera House (Covent Garden) de Londres, Teatro Regio de Turín y el Teatro Colón de Buenos Aires. Escenografía: Paul Steinberg, Vestuario: Brigitte Reiffenstuel, Coreografía:  Philippe Giraudeau, Iluminaciión: Robert Carsen/Peter Van Praet, Puesta en Escena Original: Robert Carsen en Reposición de Bruno Ravella. Dirección Musical: Alejo Pérez. Función del 21 de Julio de 2017.

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

  Sín que aún se hallaran extinguidos los últimos compases de la Novena de Mahler que la Filarmónica interpretara la noche anterior, la sala volvió a abrirse para honrar al otro gran exponente del Post-Romanticismo: Richard Strauss, a través de la última integrante de la triada mas celebre de su producción: “El Caballero de la Rosa”, una comedia con todas las de la ley: enredos, situaciones embarazosas, confusiones, amoríos, propuestas sexuales, en la Viena Imperial de finales del siglo XVIII, aunque para esta oportunidad Robert Carsen, el célebre puestísta canadiense, haya preferido trasladar la acción a la Pre-Primera Guerra Mundial, es decir, a comienzos de 1914. Como sabiamente describió en algún album de música ese gran musicólogo Español, José Luís Perez de Arteaga: “la Viena de la prostitución de Rabo y Tapadiillo”, en los últimos tiempos del Emperador Franz-Joseph, de ahí que si bien escenográficamente se mantiene la opulencia del palacio del Mariscal de Campo, pese a que la alcoba en que su esposa (La Mariscala o Princesa Marie Theres) mantiene sus encuentros íntimos con su joven primo el Conde Octavian Rofrano está coronada por una gigantesca cama que sobrepasa al tamaño imperial y su ubicación en ángulo lateral como el resto del aposento, logra que el publico pierda la perspectiva de profundidad, la que en este caso se logra de modo parcial con puertas divisorias de ambientes desde la principal del aposento hacia el fondo, por lo que la insinuación de este corredor le sugiere al espectador la imponencia del palacio. Todo comienza a desmoronarse cuando ya en el segundo acto la casa del ascendente burgues Von Faninal nos muestre en su salón principal cajas de armamentos, granadas de mano y un cañon. Se sabe que Von Faninal era proveedor de armas del ejército imperial, y aquí se lo muestra casi como un traficante de armas listas para entregar casi como esperando la señal desde Sarajevo para que estalle la guerra, y punto culminante del derrumbe es el derrape mayor de situar en un Prostíbulo Vienes de la época en lugar de la intima posada como el lugar en donde se descubrirá la “Charada” que Rofrano le tiende al Barón Ochs. Si además completamos los cuadros con bailarines de Vals que reemplazarán a los sirvientes de Faninal al momento de la entrada de Rofrano portando la Rosa de Plata que Ochs envía como símbolo de su compromiso y en el tercero, nuevamente los bailarines saturarán la escena esta vez recreando “previas sexuales” entre las alternadoras y sus clientes y el Posadero sea travestido como una “Madama”, para que no haya cena entre Ochs y Octavian/Marandel y que sea este último el que le quite de la cabeza el peluquín que lleva, en lugar de ser el barón quien lo haga para hacerle perder el “miedo” a la mucamita. Y el remate no pudo ser de un disparate mayor, cuando Octavian y Sophie canten al borde de la Cama de la habitación del prostíbulo el dúo de amor y al finalizar, Mohammed el cradi Negro de la Mariscala (que aquí no es un niño sinó un joven) aparezca embriagado, los sirvientes de Faninal eleven al cielo las armas que estaban en el comedor y un disparo del cañon que allí estaba acabe con todos ellos (¿Accidente por culpa del alcohol?, ¿salva celebratoria?,¿ despedida de la alegría por una guerra que estalló?), solo Carsen sabe que quiso hacer y habrá que ver hasta que punto el repositor Ravella respetó la puesta original y no agregó cosas suyas, por lo que quienes hayan presenciado la transmisión del Met en el teatro El Nacional, tendrán mas elementos de juicio que podrán aportar a este comentario. En mi balance, este trabajo arranca en lo mas alto y se cae en forma libre, por lo que espero que en algún momento alguna contribución de los muy buenos trabajos de Ntros. Realizadores para el Teatro Colón puedan ser apreciados en el exterior como parte de estas co-producciones o intercambios para que el público del exterior y los Teatros a los que allí vayan estos trabajos vean que no somos indios de arco y flechas y sabemos hacer e interpretar. Mas allá de eso, el trabajo escenográfico de Paul Steinberg fue de muy buena realización, el Vestuario de Brigitte Reiffenstuel muy interesante, la iluminación del propio Carsen en Co-autoría con Peter Van Praet fue acertada porque ayudó a resaltar todas las situaciones que la puesta del primero de los nombrados propuso y absolutamente prescindibles las coreografías de Philippe Giraudeau, las que no agregaron absolutamente nada novedoso y por el contrario desnaturalizaron la marcación del libreto. En Cambio hubo por parte de Carsen una muy buena marcación actoral, resaltada por la experiencia e innegable oficio de los protagonistas que ayudaron mas a valorar las intervenciones vocales de cada uno de ellos.

  Entrando entonces en el territorio de la música, Alejo Pérez realizó una muy prolija lectura de la partitura con momentos de sumo interés como en el estallido orquestal que sigue al final del trío del tercer acto, la pantomima de inicio del mismo acto y un muy buen comienzo. Mantuvo en todo momento la línea musical, logrando captar el interés del espectador. En cambio se escucharon algo livianos momentos fundamentales como la entrada de Octavian con la Rosa o el mismo remate final, un poco falto de “Chispa”. La Estable lució muy bien y la comunicación con el palco escénico fue de un ida y vuelta permanente. Correcta fue la intervención del Coro Estable, preparado por Miguel Martínez y simpática la intervención del Coro de Niños en el tercer acto, quienes recién entran en escena alrededor de las 24, por lo que bravo por el “aguante” para poder llegar al escenario.

  Y lo mejor de la noche: lo vocal. Jennifer Holloway fue un excelente Octavian y jugó muy bien el paso de comedia como Marandel, la mucama. Gratísimo timbre, voz excelentemente proyectada y estupenda actuación. Manuela Uhl fue una Mariscala con mayúsculas, con estupenda línea de canto, magnífico decir y actuación irreprochable. Su monólogo de cierre del primer acto tuvo la exacta dosis de melancolía que la partitura tiene y en el trío, un estupendo desempeño. Oriana Favaro hizo gala de todas sus condiciones. Una vez mas la frescura de su canto “inmaculado”, exquisita actriz y  una soltura escénica envidiable. Es  portadora del “Physique de Rol”, presentando a una adolescente Sophie que se revela ante la imposición de un novio impresentable, pelea por su amor y culminará convirtiéndose en mujer. Me pongo de Pie para saludar la intervención de Kurt Rydl con un Baron Ochs de monumental factura. Tal vez sea el último rancio exponente de la gran escuela de canto germana, el oficio sobra y su conocimiento de todos los detalles de la partitura abruma. Su versión del Vals del final del segundo acto fue de antología. Si tenemos en cuenta que hace 33 años atrás fue el Comisario de la inolvidable puesta y concertación de Von Karajan en Salzburgo, véase entonces que trayectoria y que escena. John Hancock fue un correctísimo Faninal mostrado como debe ser, esto es: alguien que desea pertenecer a la aristocracia no importando cuales sean los medios para lograrlo, aun a costa de la felicidad de su hija. Darío Schmunck derrochó calidad como el Tenor Italiano, su decir, su expresividad, su innegable “rodaje” en escenarios mundiales de importancia quedaron aquí puestos de manifiesto. Sergio Spina fue Valzacchi y punto, es reiterar los habituales elogios para este verdadero “bastonero” de la escena. Gratísima sorpresa para el desempeño de la Mezzosoprano Chilena María Luisa Merino Ronda con una actuación que va creciendo a lo largo de la función para acaparar la escena en el tercer acto en donde finge ser la legitima esposa de Ochs y sentirse abandonada y llena de hijos. Buen canto, garra y autoridad escénica. Victoria Gaeta fue una estupenda Marianne, siempre al lado de Sophie y siempre su confidente. Magnifica en canto y actuación. Alejandro Meerapfel fue un estupendo Comisario. Voz, presencia, gracia. Muy biena actuación. A Fernando Chalabe le tocó la peor parte que fue travestirse para el rol de posadero (o Madama). Afortunadamente su Voz y su actuación lo ayudaron a sobrellevar el trance. Y los dos Mayordomos: Reinaldo Samaniego (Mariscala) y Duílio Smiriglia (Faninal) tuvieron destacado lucimiento tanto en lo vocal como en lo actoral con “tics” muy bien marcados para demostrar desconfianza en una mucama a la que nunca vio, el primero, y mostrar el disgusto por el pretendiente y la servidumbre de este, el segundo. Para el resto de cantantes que abordaron roles co-primarios solo tengo palabras de elogio (algunos de ellos cubrieron mas de un rol), y en especial para los que cumplieron los roles de Sirvientes del Barón haciendolo con creces al tener que hacerlo “cuerpo a tierra” en una escena absolutamente innecesaria de graficar así.

  El Colón volvió a la tradición de honrar con lo mejor el repertorio alemán. Debe seguir en esa línea, eligiendo para ello Interpretes de ESTE NIVEL. Se puede (y no es slogan político).


Donato Decina

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