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viernes, 30 de marzo de 2018
UNA VERSION
DE EXCELENCIA EN EL INICIO DE UN NUEVO Y PROMETEDOR CICLO
Teatro Colón,
Temporada 2018, Primer Concierto del Ciclo Sinfónico-Coral. Orquesta y Coro
Estables del Teatro Colón, Director del Coro: Miguel Martínez, Director de
Orquesta: Silvio Viegas. Solistas: Montserrat Maldonado (Soprano), Adriana
Mastrángelo (Mezzo-soprano), Santiago Martínez (Tenor), Riccardo Zanellatto
(Bajo). Programa: Gioacchino Rossini: “Stabat Mater”, Himno Litúrgico para
Cuatro Voces Solistas, Coro y Orquesta. 28 de Marzo de 2018.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE
“El Colón se debía desde hace mucho tiempo un ciclo
donde el Coro Estable pudiera ofrecer toda su calidad artística, junto a los
Músicos del Teatro Colón, en los grandes frescos sonoros concebidos para Coro y
Orquesta, con solistas vocales”, así reza el zócalo informativo del programa
general de año 2018 que el Teatro nos entregara en ocasión de la presentación
de su temporada anual. Y evidentemente estas expresiones vertidas se hicieron
notoriamente realidad en este primero de los tres conciertos programados en la
sala principal (a los que se sumará en la Usina del Arte la Novena de Beethoven
bajo la dirección de Diemecke). Mas allá de que no se informaron los motivos
del reemplazo del Brasileño Luíz Fernando Malheiro y la convocatoria a su
compatriota Silvio Viegas para la concertación, lo cierto es que el producto
final vertido en el escenario fue de una suprema excelencia. En primer lugar,
por la disposición de la Orquesta de 50 músicos en el escenario, ideal para
Rossini, sin ninguna clase de sobredimensionamientos. En segundo lugar, la
presencia de un cuarteto solista que demostró estar al nivel de la obra y al
nivel de la propuesta sonora que el Concertador plasmó en el escenario. En tercer lugar por un Coro
Estable impecablemente preparado y ajustado, emitiendo como nunca con una
homogeneidad que hace mucho no le podíamos apreciar. Y finalmente la estupenda
concepción de Silvio Viegas con una concertación impecable, sin mácula alguna,
con una estable que respondió magníficamente, por lo que el empaste fue óptimo y este mensaje de
reflexión, homenaje y adoración a la figura de la sufrida Madre que acepta con
valentía la muerte de su hijo y acompañarlo hasta la última exhalación, llegó
pleno al espectador. Coronaron la labor, una estupenda Montserrat Maldonado con
timbre de insuperable frescura, impecable emisión y soberbias notas altas, la
sobriedad y el buen decir de Adriana Mastrángelo, la revelación de la estupenda
voz de Santiago Martínez, de quien ya nos había sorprendido su breve pero muy
eficiente aporte junto a Pablo Pollitzer en el dúo de oficiales de “Tres
Hermanas” de Eötvos tan solo dos semanas antes. Su “Cujus Animam” fue de una
imponente factura, estupendo timbre, muy buena emisión, gratísimo decir. Si
sabe manejar y administrar de manera inteligente sus recursos vocales,
estaremos en presencia de una figura a la que solo cabe augurarle un muy grato
porvenir. Y finalmente, la imponencia
en la voz y en la presencia en el escenario del muy apreciado internacionalmente
Riccardo Zanellatto, con un “Pro Peccatis” de notable factura, continuado con
un “Eja Mater” acompañado con el Coro de un permanente Ida y Vuelta, en donde
demostró el porque es tan requerido por importantísimos directores y muy
importantes casas de ópera en el mundo entero.
Ojalá
encontremos el mismo nivel en los restantes conciertos y que se pueda mantener
el extraordinario nivel de público presente que con sepulcral silencio acompañó
la interpretación, estallando en el final con una justiciera ovación que premió
una versión de superlativa excelencia.
Donato Decina
NOBLE PERSISTENCIA
Usina del Arte
de Buenos Aires, Sala Sinfónica: Presentación de los Solistas de la Academia
Bach de Buenos Aires: Soledad de la Rosa (Voz Solista), Pablo Saraví-Gabriel
Pinette (Violines), Marcela Magin (Viola), Gabriela Massun Sovic (Violonchelo),
Fernando Fieiras (Contrabajo), Andrés Spiller (Oboe), Fernando Ciancio
(Trompeta Piccolo), Mario Videla (Organo y Dirección). Programa: Cantatas BWV
12, BWV 199, BWV 156 y BWV 51. 28 de Marzo de 2018.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO
Incansable y persistente. Solo así cabe calificar a la
labor que Mario Videla viene realizando desde 1983 al frente de la Academia
Bach de Buenos Aires. Infinidad de conciertos
vespertinos en día Sábado en el Gran Templo de la Iglesia Metodista Central de
Buenos Aires en Almagro. Difusión radial a través de “La cantata del Domingo”,
en donde emisión tras emisión explica la Cantata Bachiana que se corresponde con el evangelio
de ese día. Los aportes realizados a las temporadas de los lamentablemente
desaparecidos “Festivales Musicales de Buenos Aires” (“Pasiones” de Bach
incluidas). Es un gran acierto por parte de las autoridades de la “Usina del
Arte”, el haber programado para esta Semana Santa este concierto al que se lo
tituló ”Cantatas Sacras para Celebrar”. Con
su natural espontaneidad, Videla explicó cada una de las obras elegidas, la
etapa histórica de la composición, el lugar, los encargos y hacia quienes iban
dirigidas y desde el vamos quiero dejar especificado un punto de partida. Si
bien es conocida mi posición desde el punto
de vista interpretativo de mi preferencia por las versiones realizadas con
instrumentos construidos a semejanza de la época del genero, con las
concepciones de esa época y con la limpieza de sonido y los “tempi” mas
aproximados posibles, se sabe bien de que Mario Videla lo hace de acuerdo a su
forma de verlo, con instrumentos de la Orquesta moderna, como lo han hecho
además sus grandes referentes: Michel Corboz y Hellmuth Rilling y mas allá de
que también inmensos interpretes del genero a través de los insrumentos a la
usanza de época como (entre otros) Jordi Savall y su conjunto y el “Café
Zimermann” vinieron a prestigiar la labor de “Festivales…”. Ahora bien, usted
amigo lector tiene todo el derecho a preguntarse que hacía Yo allí. Y bien, es
por la didáctica de Videla y por esta última etapa que viene realizando, en
donde desarrolla sus versiones con ”Tempi” casi a la uzansa de esa época, y
justamente es lo que encontré una vez mas en esta oportunidad en la “Usina”. La
primera parte incluyó la “Sinfonía” (U obertura) de la Cantata BWV 12, a la que se le enlazó la
Cantata BWV 199 “Mein herze Schwimmt in blut” (“Mi corazón está bañado en
sangre”), elección casi emblemática para estas fechas. Aquí en la “Sinfonía” de
la cantata BWV12 una muy importante labor de Andrés Spiller como Oboe solista
realzando ese tema inicial
dio paso de corrido a la cantata BWV 199 propiamente dicha y aquí
encontramos un perfecto ajuste del conjunto, la justeza de los tiempos
adoptados por Videla y a una estupenda Soledad de la Rosa, cada vez mas
consustanciada con este repertorio, con gratísimo tímbre y estupenda emisión.
La segunda
parte ofreció la “Sinfonía” que inicia la cantata BWV 156, con el
reconocidísimo aporte de Spiller y la Celebérrima cantata BWV 51 “Jauchezet
Gott in allen landen” (Alabad a Dios en todas las naciones) que se inició
inmediatamente tras la “Sinfonía” y aquí descolló la labor del trompetista
Fernando Ciancio en Trompeta Piccolo que fue de una perfección absoluta, la voz
estupenda de de la Rosa, la interesante
labor solista de Marcela Magin en viola, mas el notable aporte de Gabriela
Massun Sovic con una estupenda intervención del Violonchelo y el magnífico
“tempi” de Videla, mas ágil aún que eln la parte inicial para redondear una
labor de muy buena factura.
El final tuvo
un simpático agregado como fue preparar junto al público que hizo de coro la
versión en castellano del “Coral Schübler”, una obra del siglo XV orquestada
por Bach , en la que todos aportamos voces a la música y redondeamos una
exquisita experiencia.
Donato Decina
UN
PRE-ANUNCIO DE LOGROS MAYORES
“Orquesta de
Cámara del Congreso de la Nación”, Director: Sebastiano de Filippi. Solistas:
Oriana Favaro (Soprano), Graciela Oddone (Soprano), Mariana Rewerski
(Mezzosoprano), Osvaldo Ledesma (Tenor), Gustavo Gibert (Barítono), María Inés
Natalucci (Organo), Ensamble Vocal Nubia, Ensamble Vocal Elí, Director de ambos
conjuntos: Pablo Zartmann. Programa: Obras de Gilardi, Palmeri y Häendel.
Palacio del Congreso Nacional (Salón de los Pasos Perdidos), 26 de Marzo de 2018.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO.
Iniciando su quinta temporada consecutiva de
conciertos en los diferentes salones del Edificio del Congreso Nacional, la
agrupación musical del Poder Legislativo se presentó con un interesantísimo
programa que marca una vez mas el compromiso con el público y el esfuerzo
permanente del Director y todos sus jóvenes integrantes por presentar un nivel
de excelencia en cada concierto.
En el inicio
mismo de la Semana Santa fueron ofrecidas obras de tres creadores, dos de ellos
argentinos y el otro un gigante universal, con el aditamento de que en la
mayoría de las presentaciones la creación argentina de cualquier época está
presente en los atriles. Sumado a ello, la participación de relevantes figuras
vocales de Ntro. Medio, algunas con amplísima experiencia en el repertorio
ofrecido, mas el aporte como Organista de una reconocidísima preparadora lírica
y dos ensambles manejados sabiamente por un muy buen Director Coral, aumentaron
mas el interés de una concurrencia que desbordó el Célebre “Salón de los Pasos
Perdidos” hasta ocupar los pasillos laterales con público de pie.
En el
comienzo, el Director De Filippi anunció que esta presentación marcaba la
despedida del guía de segundos violines Emilio Díaz Garat, quien tras catorce
años de desempeño en la agrupación se alejaba del conjunto tras ganar por
concurso un cargo titular en la Orquesta Sinfónica Municipal de General Pueyrredón
(Mar del Plata). Tras la consabida ovación al instrumentista y luego de un
breve silencio para superar las intensas emociones, la música nos deparó la
primera sorpresa del atardecer, “Mística” para cuerdas y órgano de Gilardo
Gilardi, el gran compositor de comienzos de siglo veinte, integrante de una
corriente renovadora de raigambre nacional. Se trata de una obra de inocultable
estilo post-romántico con un tratamiento melódico interesantísimo y de momentos
reflexivos y reconcentrados, breve, concisa
y muy efectiva. Prácticamente desconocida para la mayoría del público
actual, fue un acierto su programación.
Luego otra
obra Argentina de un creador actual, reconocido no solo en Ntro. Medio, sino en
importantes plazas del mundo: Martín Palmeri. Compositor, Director de Orquesta,
Director de Coro, su “Misa Tango” ha sido interpretada en Europa (Francia,
Austria) con notable éxito. Se trata de un “Ave María” de sencilla melodía y de
escritura para el lucimiento de la voz tenoril. Osvaldo Ledesma fue quien tuvo
a su cargo esa parte solista y salió airoso del desafío, exhibiendo grato
timbre, voz bien colocada y mucho oficio en el decir. La Orquesta y el órgano
brindaron un magnífico acompañamiento y el resultado fue de un impacto certero
para el público.
La primera
parte culminó con un Recitativo y Aria
de “El Mesías” de Häendel, “For Behold. The People That Walked in
Darkness"”(La gente que camina en la oscuridad). Y aquí el oficio y la
sabiduría en el decir de Gustavo Gibert se hicieron notorios para obtener una
versión digna del mayor encomio, poniéndole el clima justo al comienzo de esta,
la mayor semana para la cristiandad.
Tras un
brevísimo intervalo, que permitió acomodar a todas las fuerzas que
intervendrían en la obra de fondo, tuvimos la magnífica posibilidad de escuchar
el “Dixit Dominus” del catálogo HWV 232 para solistas, coro, órgano y orquesta
de un jovencísimo Häendel de ¡Veintiun años!, quien la compuso en Roma a pedido
de la celebérrima familia Colonna, mecenas importantísimos de la época. La
versión escuchada fue sencillamente estupenda a partir de la solidez del
conjunto orquestal, el firme sostén dado por María Inés Natalucci desde el
órgano, el aporte vocal coral de los
Ensambles “Vocal Nubia” y “Vocal Eli”, muy bien preparados por Pablo Zartmann,
quienes brindaron una emisión muy homogénea, ajustada, logrando un sonido magnífico.
Cinco solistas de excepción dieron marco vocal a las comprometidas partes
solistas, partiendo de la frescura en la voz y el gratísimo tímbre de Oriana
Favaro, quien se movió con absoluta comodidad en su tesitura, la inmensa
experiencia en este repertorio para Graciela Oddone y Mariana Rewerski,
verdaderas especialistas para esta obra, una vez mas la sapiencia de Gibert y
el grato timbre de Ledesma. De Filippi condujo a todas las fuerzas con pulso
firme, gran pericia y notable sentido del “tempi” interpretativo. Una vez mas
salimos del Congreso plenamente satisfechos, la música se impuso
defintivamente. La programación que se irá abordando abarcará momentos de sumo
interés. Se recomienda estar atentos y no dejar de concurrir.
Donato Decina
domingo, 25 de marzo de 2018
LA GRIETA
TAMBIEN LLEGO A LOS CONCIERTOS
Teatro Colón,
Temporada 2018, Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Tercer concierto de
abono, Director: Enrique Arturo Diemecke. Solista: Homero Francesch (Piano).
Programa: Obras de Johannes Brahms y Richard Strauss. 22 de Marzo de 2018.
NUESTRA OPINION: BUENO
La expresión acuñada hace unos años por Jorge Lanata,
respecto a la existencia de una amplia grieta entre los Argentinos donde a cada
lado se ubican quienes se sienten representados por una idea política que es
defendida hasta el fanatismo, existe desde hace muchísimos años (o décadas) en
el Teatro Colón. A ambos lados de ella se situarán los “Callistas” o
“Tebaldistas”, “Arrauístas” o “Rubisteinístas”,
partidarios de tal o cual instrumentista, cantante, regísta o Director
de Orquesta. Este Concierto no fue la excepción. En el centro se ubicó la
interpretación que el Pianista Uruguayo Homero Francesch realizó del Concierto
N 1, Op. 15 de Brahms, única obra de la primera parte del programa. Opiniones a
posteriori desde el “maravilloso” hasta “ aburrido” y por supuesto, imposible
establecer un punto de contacto entre ambos bandos como para lograr algo de
acuerdo. Voy entonces a desarrollar mi opinión.
Francesch es
un veterano solista que desde hace aproximadamente medio siglo reside en
Europa. Su semblanza inserta en el programa de mano reza que ha actuado tanto
en recitales como en conciertos con Orquestas de altísima importancia: Berliner
Philarmoniker, Wiener Philarmoniker, Concertgebouw de Amsterdam, Sinfónica de
Londres, New York Philarmonic, además de Cleveland, Filarmónica de Munich,
Nacional de Francia, entre otras tantas, es decir, el poker de ases de la
música sinfónica y algunas de las que le siguen en importancia en los circuitos
mundiales. Y si hablamos de Batutas acompañantes: Bernstein. Masur, Marriner,
Chailly, Mackerras, Dutoit, Frühbeck de Burgos, Gielen, Janowski, Bertini,
Blomstedt, Colin Davis. Como se ve, otro seleccionado de inmensos apellidos que
han honrado el podio. Y sin embargo, debo decir que en treinta y cinco años
acumulados de Teatro Colón, jamás tuve referencia de El o conocimiento de
noticias que provinieran desde la querida “Vecina Orilla”, como si se hace allí
con nombres como el Director de Orquesta José Serebrier, la pianista Raquel Boldorini o la Soprano
María José Siri, por lo que la inquietud y la curiosidad casi devenida en
intriga se impuso en mi. Para mi enfoque, la versión que solista, Director y
Orquesta ofrecieron de una obra tan inmensa estuvo muy lejos de ser la ideal.
No tuve la fortuna como dije de escucharlo anteriormente, pero el Francesch
actual acomete este concierto de Brahms con lenta digitación, procurando que se
escuchen exactas todas las notas y ello a mi criterio trae aparejado el que se
sacrifiquen agilidad, carga dramática y el énfasis de pasajes de bravura. Esto se percibió mas nítidamente en el
extenso primer movimiento, que aquí fue aun mas extenso de lo habitual, no
exento de algunas desprolijidades del conjunto orquestal, con una inicial
emisión muy “sucia”, la que se fue corrigiendo en el transcurso de la
interpretación. También se vió a Diemecke, resaltando entradas y hasta
dirigiendo al solista, imponiendo el “tempi” para que no decaiga la intensidad.
El segundo movimiento fue lo mas inspirado de la versión, ya que al ser un
lento, le permitió al solista crear esa atmosfera de intimidad que la página
contiene. Y si bien el tercer movimiento tuvo algo mas de dinámica, faltó mayor
vuelo y mayor garra interpretativa, por lo que el producto final puede
catalogarse de una “lavada” versión que quedó a mitad de camino de todo.
La segunda
parte nos deparó una nueva versión del conductor Azteca de “Muerte y
Transfiguración”, el magnífico Poema Sinfónico de Richard Strauss, el que mas allá de algunas
llamativas imprecisiones (¿será que al estar desarrollando tantas funciones a
la vez, no tiene quizás todo el tiempo suficiente para pulir mas los detalles y
expresar de manera mas manifiesta su concepción de la obra? [a mayor
abundamiento, me llamó la atención también la Séptima de Beethoven ofrecida en
Mar del Plata y venida aquí por la televisión, a un “tempi” mas lento de lo
habitual para Diemecke]), llegó a muy buen puerto y la esencia de la obra
siempre estuvo presente en el escenario.
El cierre le
cupo a una muy buena versión de la suite de “El Caballero de la Rosa” en donde
Diemecke hizo gala del canto orquestal tan presente en El, con rendimientos
excelentes en solistas y un conjunto
de sonido homogéneo. Lo mas redondo de
la noche, para dejar la grieta a un lado y disfrutar al máximo de la pureza de
la música.
Donato Decina
domingo, 18 de marzo de 2018
¿SERA EL
FINAL DE UNA TENDENCIA?
Teatro Colón,
temporada 2018. Opera: “Tres Hermanas”, Opera en tres secuencias Hasanagic
(Irina), Anna Lapkovskaja (Masha),
Jovita Vaskeviciute (Olga), Luciano Garay (Andrei), Marisu Pavón (Natasha),
Héctor Guedes (Vershinin), Víctor Castells (Anfisa), Walter Schuarz (Kuliguin),
Alejandro Spies (Tusenbach), Mario de Salvo (Solioni), Carlos Ullán (El
Doctor), Pablo Pollitzer (Fedotik), Santiago Martínez (Rodé). Escenografía y
Vestuario: Jorge Ferrari, Iluminación: Gonzalo Córdova, Orquesta Estable del Teatro
Colón, Director: Christian Schumann, Segundo Director: Santiago Santero.
Dirección Escénica: Rubén Szuchmacher. Función del Viernes 16 de Marzo de 2018.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE.
Finalmente “Tres Hermanas” vio la luz, luego de la no
explicada postergación de Setiembre del año pasado. Lo hace como apertura de la
temporada presente, con la opción para los abonados que pudieron solicitar el
reintegro de la localidad, descontada del presente abono, o bien mantener la
ubicación. En verdad, un criterio absolutamente discutible, ya que luego de
haberla visto y escuchado, es un trabajo de primera línea, el que tal vez no
era para abrir una temporada, pero que merecía ser visto por todos los
abonados. Podrá a estos gustarle o no,
pero entiendo que solo con la visión y audición se puede llegar a la
conclusión. El otro punto sustancial es que en las dos gestiones anteriores (Y
este título fue programado por la gestión inmediata anterior) siempre hubo
espectáculos sobre la base de títulos contemporáneos. Sabido es que a la actual
conducción artística no le atrae precisamente este tipo de obras y sín es Colón
como punta de lanza, el que junto al Argentino de La Plata son las únicas casas
que hoy pueden poner en cartelera estos títulos, y siendo la sala de la calle Libertad la única
que lo hace en ciclos de abono, la pregunta es inevitable: ¿Será acaso el
último título contemporáneo en un abono lírico en estos tiempos?. Y ante la
abrumadora respuesta positiva desde lo artístico que “Tres hermanas” brindó, no
estamos ante un interrogante menor. Las autoridades tendrán a futuro la
palabra.
La obra del
húngaro Peter Eötvös es una adaptación muy inteligente para la lírica del
clásico de Anton Chejov. Rescata toda la carga dramática y la transforma en un
prólogo y tres visiones para una misma situación desde la óptica de tres de sus
protagonistas: Irina, Andrei (El Hermano Varón) y Masha, mientras que Olga es
la que balancea en las historia de sus tres hermanos. Hay también un personaje
omnipresente y es Natasha (Cuñada de las tres y esposa de Andrei) la que
mantiene una relación clandestina con Protopopov, un personaje que nunca
aparece en escena, y un personaje travestido: Anfisa, una vieja criada, testigo de toda la vida familiar y a la que
Natasha quiere ver cuanto antes fuera de la casa porque su edad ( y tal vez de
las historias que ha presenciado) la hace (según su criterio) prescindible.
Siete hombres se integrarán al paisaje cotidiano: Vershinin (capitán de la
guarnición militar que será desmantelada y trasladada a Polonia), enamorado de
Masha, a su vez casada con Kuliguin, personaje atribulado que siente que su
esposa no les es fiel, pese al amor que el permanentemente le profesa. El Barón
Tusenbach, quien corteja a Irina, al igual que el oficial Solioni con un fatal
desenlace de la acción vista desde esta óptica ya que el segundo matará al
primero en un duelo. El Doctor Chebutykin,
siempre ebrio, el que en dos de las tres visiones romperá un reloj que
pertenecía a la madre de los dueños de casa mientras rememoraba justamente a
Esta, y dos soldados de la guarnición
que provienen de apagar un incendio en las cercanías de la casa nudo de la
acción y que se relacionan con los oficiales superiores que frecuentan la misma.
Desde aquí cada personaje desarrolla el relato de su historia, aún quienes son
secundarios en la trama. El resultado es un relato de fuerte carga dramática en
donde quedarán al desnudo, las ambiciones, los fracasos individuales, los
amores no correspondidos, el deseo de romper con ese ambiente opresivo y
oscuro. Aquí no solo los cuatro hermanos tienen su parte, sino que la esposa de
Andrei y cuñada de las tres digitará la
vida de la casa y en cada visión, los oficiales tienen asignados largos
monólogos en donde de manera simétrica on los protagonistas dejarán al desnudo
sus personalidades. La música es descriptiva de potente carga dramática, la que
precisa también de una orquesta reducida, que aquí fue colocada estratégicamente en un
entrepiso al fondo del escenario. Y vamos entonces a los dos primeros triunfadores
de la noche: Christian Schumann, Director de Orquesta Principal que mantuvo
todo el pulso de la concertación, la línea musical, que no contiene contrastes
violentos, sinó que subraya en cada momento la tensión creciente de la acción y
Santiago Santero en una faena brillante, desde el segundo y reducido grupo
musical, siguiendo desde un monitor televisivo las indicaciones de Schumann.
Luego de ello, la estupenda puesta escénica de Rubén Szuchmacher, la que
gracias al muy buen libreto que respeta a Chejov a rajatabla, le permitió
trazar los perfiles de cada uno de los personajes, extraer de cada interprete
vocal lo mejor de la veta actoral y lograr una perfecta visión del planteo de
Chejov. Se puede decir que acertó con creces ante la suspensión del espectáculo
al año pasado en la decisión de mantenerse en El y hacerlo en esta temporada.
No pudo haber un mejor traductor visual que El. Y la ayuda que brindaron al
servicio del espectáculo Jorge Ferrari en la escenografía de muros inclinados y
derruídos y un acertadísimo vestuario casi a la época en que Chejov concibió la
historia, y Gonzalo Córdova con una estupenda iluminación, redondeando un
magnífico trabajo de equipo. En lo vocal,
las tres protagonistas femeninas que trabajan de manera permanente con Eötvös
en esta Opera, estuvieron a la altura del desafío: Elvira Hasanagic, como la
tímida e indecisa Irina, que sufre como nadie la desesperación de que el Hombre
elegido por Ella caiga en el duelo. Anna Lapkovskaja, como la desesperada
Masha, que padece en carne propia la partida de su amado Vershenin y a la que
ya no le importa que su esposo Kuliguin se desespere ante su infidelidad, ya
que su última esperanza se ha desvanecido. Jovita Vaskeviciute como Olga es la
que de manera pendular se mueve entre sus hermanos y mantiene el equilibrio
familiar. Entrando ya de lleno en los interpretes vocales Argentinos, Luciano
Garay trazó un magnífico Andrei, atribulado como pocos, narrando sus
padecimientos, fracasos y su resignación ante su infiel esposa Natasha, dueña
de una personalidad dominante, la que fue expuesta magníficamente por Marisu
Pavón en una actuación consagratoria Vocal y actoralmente hablando. La visión
de la casa se completó con una magnífica actuación de Vítor Castells en su
personaje travestido de Anfisa, la vieja criada, dando vida a todo lo que esa
desvencijada criatura pide. Todos los personajes externos tuvieron brillante
lucimiento. Héctor Guedes como el oficial Vershinin con magnífica presencia
vocal y actoral, dando vida al infelíz hombre que busca en Masha al amor que se
le niega, pero que tardíamente puede expresar sus sentimientos. Alejandro Spies
como el Barón Tusenbach y Mario de Salvo como el Oficial Solioni, tuvieron
actuaciones consagratorias. Voces firmas, estupendas presencias, trazaron de
manera sobresaliente sus respectivas escenas y sus respectivos monólogos. Szuchmacher
acertó rotundamente en la marcación de Carlos Ullán como el siempre ebrio Doctor Chebutykin, a la que el interprete le
agregó su formidable intervención vocal. Otro tanto cabe para Walter Schuarz
como el atribulado y conscientemente engañado Kuliguin, el que con resignación
debe aceptar que Masha ya no lo quiere. Y simpáticas fueron las intervenciones
de Pablo Pollitzer y Santiago Martínez como los oficiales. Por todo lo que
anteriormente les expuse, ¿es correcto que no se incluyan también las
semblanzas de al menos Spies, de Salvo, Ullán y Schuarz?. Decididamente no. Pareciera
que a la hora de formular el programa de mano con las asignaciones de roles,
nadie se percató de que las intervenciones de Ellos no son para nada
secundarias. Con el trío de cierre, el
telón irá cayendo paulatinamnte y
quedarán las cuentas pendientes de la historia. ¿Comenzarán a quedar cuentas
pendientes en Opera Contemporánea?
Donato Decina
DESLUMBRO
ELSCHENBROICH EN UN RARO PROGRAMA INGLES
Teatro Colón,
Temporada 2018: Segundo Concierto de Abono a cargo de la Orquesta Filarmónica
de Buenos Aires, Director: Neil Thomson. Solista: Leonard Elschenbroich
(Violonchelo). Programa: Obras de Bach/Elgar, Walton y Vaughan Williams. Teatro
Colón, 15 de Marzo de 2018.
NUESTRA
OPINION: MUY BUENO
En este extraño calendario que el Colón impuso para su
abono de conciertos sinfónicos, con tres de ellos en Marzo y de ahí pasar sin
escalas a Mayo, continuando luego en fechas salteadas, eso sí, siempre en días
Jueves hasta llegar a Noviembre, prescindiendo de esta manera de las
tradicionales temporadas de verano y las recordadas pre temporadas de otoño, para
dar paso en esta estación estival que esta finalizando a recitales populares
que dejaron como saldo a la vista la necesidad de restaurar algunas molduras
del sector de platea, deterioradas evidentemente en esos citados conciertos,
llegamos de este modo al segundo encuentro de Marzo. La excusa del sexagésimo
aniversario del fallecimiento de Ralph Vaughan Williams, al que se lo venera en
mayor modo que a Ntro. Juan Jose Castro, impulsor de la creación de los cuerpos
estables del Teatro, creador de tres notables óperas y un sinfín de obras
sinfónicas y solistas, al que solo se lo recordará en una sesión de cámara en
el Salón Dorado, provocó la programación de tres obras inglesas de diferentes
compositores de la primera mitad del siglo XX, ninguno de ellos enrolados en el
Dodecafonismo y ni siquiera en el atonalismo,
sino al igual que Rachmaninoff para los Rusos, integrantes de una corriente de
expresión que prolongó el Post-Romanticísmo. Y mas allá de que William Walton,
compositor abordado en segundo término, posea una línea melódica mas atrevida y
comprometida que los dos restantes, no pasan de ser las tres obras ejemplos
para grata audición del oyente, que lo que para el caso del público que
mayoritariamente se dio cita el Jueves pasado en la sala de la calle Libertad fue mas que evidente. Mucho turismo extranjero, que es bienvenido, pero
no el de neófitos que ni siquiera van a las salas de conciertos de sus propios
países en donde se ofrecen conciertos de categoría infinitamente superior a las
que aquí se les puede brindar. Resultado previslble: Aplausos fuera de lugar,
desconocimiento de lo que se escucha, toma de fotografías y/o filmaciones
durante el transcurso de las interpretaciones, lo que está absolutamente
prohibido. Deberá hacerse un profundo replanteo de esta temática. Es evidente
que así no se debe continuar.
La velada,
confiada al Director Ingles Neil Thomson, titular de la Orquesta Filarmónica de
Goias (Brasil), se inició con una orquestación de Sir Edward Elgar de la
“Fantasía y Fuga en Do menor para Organo” del número de catálogo BWV 537 de Johann
Sebastian Bach. En estos tiempos que corren, en donde las audiciones actuales
hechas con instrumentos construidos a la usanza de la época de Bach,
contribuyen a establecer las dinámicas, los tempi y las sonoridades que
terminan constituyendo redescubrir en si mismas a las obras, la orquestación
hecha por Elgar para instrumentos de la orquesta actual, resulta hoy
absolutamente ampulosa y desmesurada y hasta los tempi elegidos por Thomson
fueron desacertados. Habiendo tantos otros trabajos formidables del padre de la
música inglesa de fin de siglo XX, esta audición resultó francamente
descartable. Si en cambio tomamos la
otra obra “de punta” del programa, la Sinfonía Nº 2 en Sol mayor, “Londres” de
Ralph Vaughan Williams, encontraremos aquí un interesante trabajo de un
compositor que en ese tiempo se hallaba a la búsqueda de su definitiva identidad. Son evidentes y
trasuntan en la partitura, las referencias e influencias de Elgar, Holst y
hasta Dvorak que surgen desde allí, pero con un aire inconfundiblemente inglés
que hace totalmente llevadero a este trabajo, preámbulo de sinfonías mucho mas
logradas como la “Antartica” escuchada a fines del año pasado. Thomson aquí hizo gala de buen fraseo,
dominio de la Orquesta, de elección de tiempos justos para cada movimiento y
logró una muy buena respuesta del conjunto.
Lo que
constituyó el punto mas alto de la noche, fue la presentación del
Violonchelista Alemán Leonard Elschenbroich, para asumir la parte solista del
Concierto de William Walton. Aquí encontramos a un interprete de exquisita
técnica, refinadísimo sonido, magnífica sonoridad y máxima expresividad,
prolongando la tensión de cada frase hasta la extinción misma del acorde, con
un monumental dominio del instrumento. La Orquesta fue conducida por Thomson
con muchísima inteligencia, construyendo entre todos una versión para el mayor
recuerdo. Y por supuesto hubo un bis, un fragmento Bachiano que hizo el deleite
del público, el que despidió con una justiciera ovación a un interprete
perfecto.
Donato Decina
sábado, 17 de marzo de 2018
martes, 13 de marzo de 2018
LLAMATIVAMENTE
CONTENIDO
Teatro Colón,
Temporada 2018, Ciclo de Interpretes Internacionales: Presentación de la
Orquesta Filarmónica de Viena, Dirección: Gustavo Dudamel. Programa: Obras de
Brahms y Tchaickovsky. 10 de Marzo de 2018.
NUESTRA OPINION: BUENO.
Como viene
ocurriendo desde 1965, la Filarmónica de Viena regresa a la Argentina con un
frecuencia de promedio de alrededor de 16 años entre cada presentación. La
primera (1965) de la mano del legendario Dr. Karl Böhm y las posteriores (1985
y 1999), con otro legendario, Lorin Maazel, en su podio. Programas con obras
que por muy conocidas adquieren en proyección sumo compromiso: Quinta de
Beethoven, Primera de Brahms, Suite de “El Pájaro de Fuego” (versión de 1919)
de Stravinsky, Suite de “El Caballero de la Rosa”, “Así Hablaba Zarathustra” y
“Don Juan” de Richard Strauss, Octava
sinfonía “Inconclusa” de Schubert, Primera Sinfonía “El Titán” de Mahler, mas
la consabida y bienvenida secuencia de bises conformados por valses, polcas y/o
gallops de la Familia Strauss u obras como la “Leonora Nº 3” de Beethoven. Por
eso y a sabiendas de que la Orquesta comenzó la presente gira con sus “Tournee”
habituales en Estados Unidos (Carnegie Hall y Naples [Florida]) y en México
(D.F.), con obras de Berlioz, Mahler, Ives, Mozart y Tchaickovsky, sorprendió y
mucho que en la continuidad de la misma (Bogotá, Santiago de Chile y Buenos
Aires) la programación se haya circunscripto a Tchaickovsky y a Brahms y solo
para un concierto en cada una de ellas (Para Chile, únicamente Brahms). Impactó negativamente la decisión de la
programación, a la que deberíamos calificarla de decepcionante ya que Brahms
estuvo representada por la “Obertura para un Festival Académico”, Op. 80 y las
“Variaciones sobre un Tema del Coral de San Antonio de Haydn” del Op. 56, las
que si bien son un desafío en sí mismo para todo Director que se precie de
serlo, parecen trabajos de un carácter menor para una única presentación en una
sala a la que han honrado en cada visita con programación de altísima
exigencia. En cambio la Cuarta Sinfonía en Fa menor, Op. 36 de Tchaickovsky es
un reconocido “Caballito de Batalla” del repertorio del gran Director
Venezolano que la acometió en la sala del Colón
con tan solo 19 años y de memoria al frente de la Simón Bolivar
casualmente al año siguiente de la ultima visita de la “Philarmoniker”. Si
tenemos en cuenta perfomances memorables de la dupla Dudamel-Sinfónica Simón
Bolívar cuyo pico máximo lo marcó la inolvidable versión del 2011 de la Séptima
de Mahler (“Canción de la Noche”), mayor es entonces la decepción experimentada
con obras que pueden conformar un Concierto de los que se ofrecen a nuevos
públicos en la “Usina del Arte”, pero no para el altar mayor de la música de
América Latina. Un programa de una duración total de música de una hora quince
minutos aproximadamente suena hasta a amarrete.
Las dos obras de Brahms encaradas en la primera parte
tuvieron ajuste, el característico e inalterable sonido de la “Wiener
Philarmoniker” con una tersura y un sonido mate incomparables, pero lució de
manera incompresible la contenida
gesticulación y marcación de Dudamel, acrecentada en los pasajes en donde el
colorido de las páginas exige justamente toda la extroversión que a el se le
reconoce, por lo que el resultado fue de versiones prolijas, de muy buena
sonoridad, pero carentes de mayor emotividad y expresividad.
Otro tanto le
cabe a los dos primeros movimientos de la Cuarta de Tchaickovsky y aquí sí, la
sorpresa es aún mayor ya que le reconozco a Dudamel, sabiduría y pericia a la
hora de acometerlos. Solo en el tercer movimiento con un extraordinario e
inolvidable “Pizzicato” y en el decisivo cuarto pudimos escuchar verdaderamente
la Cuarta. Demasiado poco.
Y los bises
estuvieron en la misma línea. Sabemos que es un “año Bernstein”. Que además de
buen compositor, como Director de Orquesta forjó con la Wiener Philarmoniker
una asociación formidable por mas de treinta años de mutua colaboración . Pero
que la obra elegida como “encore” sea un movimiento del “Divertimento para
Orquesta de Cuerdas” suena a poco y finalmente una “Polca” de los Strauss en
donde por fín ahí sí escuchamos a la Filarmónica de Viena en su esplendor y
tocando virtualmente por si sola. Demasiado poco y muy contenido para tanta
expectativa.
Donato Decina
domingo, 11 de marzo de 2018
miércoles, 7 de marzo de 2018
AL MAESTRO, CON CARIÑO
Homenaje a Leonard Bernstein a 100 años de su nacimiento en la apertura del Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón
No es usual ni frecuente que se ejecuten obras que están fuera del repertorio convencional
en la apertura de un Ciclo de Abono de Conciertos, pero el maestro Enrique
Arturo Diemecke lo logró, en su carácter de Director de la Orquesta Filarmónica
de Buenos Aires y de Director Artístico del Teatro Colón. Rindió un merecido
homenaje a uno de los músicos y compositores más brillantes y prolíficos que
los Estados Unidos brindaron a la humanidad: Leonard Bernstein (1918-1990),
durante el concierto de apertura del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de
Buenos Aires, que tuvo lugar en el Colón el pasado jueves 1° del corriente.
Bajo la presencia de Diemecke en el podio, el concierto
se abrió con la Sinfonía n° 2 del mencionado compositor, subtitulada “La Edad de la Ansiedad” y basada sobre
textos del poema homónimo de Wystan Hugh Auden, donde la fe es la
característica común a los cuatro personajes (tres hombres y una mujer)
aludidos en el poema. Actuó como solista la pianista Claire Huangci, de
destacada actuación desde el inicio hasta el final de la obra.
La Sinfonía consta de 3 partes: un prólogo (Lento moderato, pianissimo) y 2
movimientos, compuestos por 14 variaciones. El 1° (Las siete eras) comprende las variaciones 1 a 7, y el 2° (Las siete etapas), las 8 a 14. Tras el pianissimo de la introducción (a cargo
de un diálogo introducido por el clarinete y el clarinete bajo (clarón)), el
tema es tomado por un solo de flauta, seguido por las cuerdas hasta la
intervención del piano solista, que marca la entrada al 1° movimiento. En esta
primera parte, los solistas Mariano Rey (clarinete), Claudio Barile (flauta) y
Sebastián Tozzola (clarón) tuvieron una interpretación excelente de sus
respectivos instrumentos, mientras que Claire Huangci demostró poseer un fraseo
excelente, al igual que finura y delicadeza en su interpretación.
El 2° movimiento de la obra arranca con un solo de piano
en la variación n° 8 (Molto moderato, ma
movendo), tras el cual, luego de un breve silencio, se le une la orquesta
mediante un contrapunto entre las maderas (corno inglés, contrafagot y clarón)
y metales (cornos). Posteriormente, el piccolo y el piano retoman la melodía
previamente al contrapunto interpretado por los contrabajos en tono grave sobre
la melodía principal (piú mosso), a
lo que le sigue un Cantabile
interpretado por el piano y el resto de las cuerdas.
Seguidamente, en la
variación n° 11 (L’istesso tempo) se
escucha un tema netamente jazzístico por parte del piano, manteniendo un
equilibrio bien logrado en la síncopa
conjuntamente con la percusión.
Si bien el desempeño de los solistas fue excelente
durante toda la obra, esto se hizo más notorio en la variación n° 13 (L’istesso tempo), caracterizada por una
melodía de neto corte impresionista, con un sonido limpio y un recitativo muy
armónico por parte de maderas, metales y percusión antes del solo de piano que
antecede a la variación n° 14 (Poco piú
vivace), que culmina con el mismo tema con el cual se inicia la obra.
Durante toda la obra, la labor del piano solista fue de
excelencia interpretativa, destacándose las siguientes cualidades: muy buen
equilibrio, buena pulsación, excelente digitación y sonido limpio. Ante la
acalorada recepción del público, Claire Huangci debió interpretar un bis (que
no fue anunciado y que se trató de la
Danza Española n° 5, de Granados), donde una vez más puso de manifiesto su
calidad interpretativa.
En la segunda parte del concierto se interpretaron dos de
las obras más conocidas de Bernstein: On
the Town (más conocida como Un día en
New York, sobre la cual, se filmó la película homónima en 1949) y las
celebérrimas Danzas Sinfónicas de West Side Story, una versión neoyorquina
de Romeo y Julieta ambientada en el
Upper West Side, donde se intercalan melodías de jazz y blues con ritmos
latinos (cha- cha- cha y mambo).
La
primera posee tres números (The Great
Lover, Lonely Town- Pas de Deux y Times Square 1944) que remedan los
antiguos musicales de la década del ’40, a los cuales el compositor era tan
afecto, con elementos de jazz y blues. La versión fue muy buena y equilibrada,
con un excelente trabajo de trompetas, trombones, clarón, saxo tenor y
requinto.
Si
bien la orquesta sonó bien afinada y equilibrada desde el inicio, no sucedió lo
mismo con el solo de apertura por parte de la batería del célebre Mambo, donde, por momentos, la percusión
opacó al resto de las cuerdas y maderas. Con excepción de esta parte, Diemecke
contagió su característico frenesí a los músicos a su cargo, que se notó muy
especialmente en este número. También tuvieron una actuación destacada los
solistas Pablo Saraví (violín) y Kristine Bara (viola) en los dúos de las
escenas de amor.
La
noche tuvo su momento emotivo cuando el maestro Diemecke tomó el micrófono para
anunciar la despedida del cellista Marcelo Bru, tras 35 años de labor ininterrumpida
en la Filarmónica.
Cuando
las obras son muy famosas y universalmente conocidas, es fácil caer en excesos
que pueden opacar las mismas, tal como sucedió en este caso. Pero también es
meritorio aggiornar los programas de
temporada de conciertos, incluyendo obras que se ejecutan en escasas ocasiones.
Fue un justo homenaje a Bernstein al cumplirse 100 años de su nacimiento.
Martha CORA ELISEHT
UN CONCIERTO DE ALTO VUELO
El 25 de Febrero próximo pasado tuvo
lugar la inauguración del Ciclo de Conciertos de la Orquesta Estable del Teatro
Argentino de La Plata, a cargo del Director estable de dicho organismo- Pablo
Drucker- en el podio, quien eligió dos obras de difícil ejecución e
interpretación, tales como la Sexta Sinfonía en Re menor, Op. 104 de Jan
Sibelius y el célebre Concierto para Orquesta de Béla Bartok, que,
habitualmente, no se ejecutan con frecuencia en las principales salas de
conciertos del país.
Debido a las reformas que se están
llevando a cabo en dicha entidad, sus organismos estables están realizando una
temporada itinerante por diferentes salas de conciertos y coliseos. En este
caso particular, el concierto tuvo lugar en la sala sinfónica de la Usina del
Arte, cuya acústica es ideal para este tipo de conciertos.
Desde el inicio, la Orquesta demostró una afinación
perfecta, un sonido sólido, un equilibrio muy bien logrado y gran
profesionalismo, tanto por parte del director como de sus músicos.
La Sexta Sinfonía
de Sibelius se estrenó en Helsinski en 1923. Cecil Gray (biógrafo del compositor) se
refería a ella como “sentido de serenidad
y pureza, donde se evitan los extremos”. En efecto, su colorido no es
opulento ni ascético, ni brillante ni sombrío. Los temas no son ni
extremadamente rápidos ni muy lentos, y se dan en tonos intermedios. Esto se
aprecia desde el inicio del 1° movimiento (Allegro
molto moderato), donde las cuerdas arrancan con un sonido suspendido, que
remeda la polifonía del Renacimiento. Posteriormente, recobra su energía con
fuerza y finaliza bruscamente con un tutti
orquestal, antes de dar lugar al 2° movimiento (Allegretto moderato), que evoca la atmósfera brumosa del paisaje
nórdico bajo la tibia luz del inicio de la primavera. El autor se refería a
ella como “la más representativa de la
esencia del pueblo finlandés”. El scherzo
del 3° movimiento estuvo absolutamente bien logrado por parte de la
agrupación, para luego finalizar con un vibrante Allegro molto, donde se retoma el tema inicial de la obra hasta
desembocar en un final a cargo de las cuerdas. La concertino Ana Cristina
Tartza tuvo una destacadísima actuación, al igual que Pablo Rubino (solista
principal de los segundos violines).
Compuesto en 1942, el Concierto para Orquesta de Béla Bartok consta de cinco movimientos, siguiendo el siguiente esquema: Vivo- Moderado- Lento- Moderado- Vivo.
Según el propio compositor, “se produce
una transición gradual de la austeridad del primer movimiento hasta la afirmación
vital del último”. En efecto, la grandilocuencia y vitalidad
característicos de esta obra representan el triunfo de la mente sobre el cuerpo
(hay que recordar que Bartok estaba gravemente enfermo de leucemia cunado lo
compuso). En la presente versión, el acorde inicial del 1° movimiento (Mi-
La-Re- Sol) sonó muy compacto por parte de violoncellos y contrabajos, que
luego es retomado por las maderas. Lo mismo sucedió con el Allegretto scherzando del 2° movimiento, interpretado
magistralmente por el dúo de fagots y continuado por el resto de la Orquesta.
Luego de la trágica Elegía del 3°
movimiento, Drucker y los músicos a su cargo tuvieron un magnífico desempeño en
los pasajes más brillantes y más conocidos de la obra Allegretto y Finale: pesante- presto, con un equilibrio
perfecto entre los tutti y el
contrapunto.
Cuando una orquesta está bien afinada, bien afiatada y ofrece un sonido seguro y
sólido desde el primer momento, es una señal que impresiona bien de entrada y
una garantía de calidad. Y eso fue exactamente lo que sucedió: la Orquesta
Estable del Teatro Argentino de La Plata sonó como una orquesta europea,
magistralmente dirigida por un músico de alto nivel y sólida formación como
Pablo Drucker, quien contagió su energía, demostró su profesionalismo y ofreció
un concierto memorable. Y que quedará resonando en nuestros oídos por mucho
tiempo.
Martha CORA ELISEHT
UN CIERRE DE
AÑO QUE FUE SIN ESCALAS DEL RESPLANDOR AL CLAROSCURO
Teatro Colón: Temporada 2017,
Ballet: “El Cascanueces” Música de Piotr Illich Tchaickovsky. Coreografía:
Rudolf Nureyev en reposición de Aleth Francillion. Protagonistas: Macarena
Gimenez (Clara), Maximiliano Iglesias (Drosselmeyer/Mago/Príncipe), Edgardo
Trabalón (Fritz/Danza Española), Emilia Peredo Aguirre (Luisa/Danza Española),
Norma Molina (Abuela/Danza Arabe), Julian Galván (Abuelo/Danza Arabe), Marta
Desperés (Madre/Danza Rusa), Sergio Hochbaun (Padre/Danza Rusa), Facundo Luqui
(Cascanueces), Guillermo Pérez (Rey de los Ratones), Paula Cassano-Alejo Cano
Maldonado (Solistas Danza Arabe), Martín Vedia-Emiliano Falcone-Jiva Velázquez
(Danza China), Ludmila Galaverna-Eliana Figueroa-Facundo Luqui (La Pastoral).
Ballet Estable del Teatro Colón, Directora: Paloma Herrera. Alumnos de la
Carrera de Danza del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, Coro de Niños
del Teatro Colón, Director: Cesar Bustamante. Orquesta Filarmónica de Buenos
Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke. Escenografía y Vestuario: Nicholas
Georgiadis. Iluminación: Rubén Conde. Función del 28 de Diciembre de 2017.
NUESTRA OPINION: REGULAR
Y llegamos a la última
función del Colón para este año de la mano de “El Cascanueces”, la joya con
música de Tchaickovsky que marca la
vuelta de la Coreografía de Rudolf Nureyev en reposición de Aleth Francillon
(Integrante de la Fundación que lleva el nombre del Gigante Ruso de la Danza),
luego del lamentable entredicho que la repositora tuviera con la entonces
Directora del Ballet Estable, Lidia Segni y con el también por entonces
Director General del Teatro, Pedro Pablo García Caffi. Esperemos que sea desde
ahora el comienzo de un mutuo reencuentro que concluya en un beneficio para
todos. Sin embargo, al sentarme en mi ubicación y comenzar a leer mi programa
de mano, mi vecino de butaca me advirtió que no se hallaban las semblanzas de
la pareja protagónica. Fui a esa zona de la publicación y efectivamente veo que
se hallaban impresas las trayectorias de otros dos integrantes del Ballet
Estable, en lugar de las correspondientes a quienes bailarían en esta función,
a pesar de que ya desde hace quince días atrás contábamos con la información
que proporciona la oficina de prensa en el sentido de que Macarena Giménez y
Maximiliano Iglesias serían la pareja protagónica. Es de esperar que este
lamentable suceso no vuelva a ocurrir.
La versión de Nureyev (Obviamente que pensada en primer lugar para
si mismo), le otorga al protagonista
masculino tres roles a saber: Drosselmeyer (Padrino de Clara), el Mago que
anima la fiesta de Nochebuena y el Príncipe en que muta el Cascanueces (el que
como tal en su apariencia “viva” está a cargo de otro Bailarín). En el Sueño de
Clara, Los hermanos se transforman en los bailarines de la Danza Española, los
Abuelos dirigen la Danza Arabe, los Padres son la pareja principal de la Danza
Rusa y hasta los pequeños amigos se transforman en Ratones y Soldados al mando del
Cascanueces. Por ello hay una cierta
coherencia en la narración de la fantasía con la transformación de los seres
queridos de Clara en protagonistas del sueño.
En la función presenciada, se vio un muy buen primer acto, con un buen
comienzo de Macarena Giménez en el protagónico, una soberbia presencia de
Maximiliano Iglesias en los tres roles, y fundamentalmente un estupendo Fritz
de Edgardo Trabalón, bien secundado por
Emilia Peredo Aguirre como Luísa. Tambien se vió a Facundo Luqui luciéndose
como el “Cascanueces” de forma humana, de la misma forma que a Guillermo Pérez
en la encarnación del “Rey de los Ratones” Muy buena faena les cupo a los
alumnos de la Carrera de Danza del Instituto Superior de Arte del Teatro con un
formidable ensamble en los momentos de conjunto. Y el Ballet Estale mostrando
un accionar muy ajustado tal como se lo viera en “La Bella Durmiente del
Bosque” que tanto elogié en esta misma página.
En el segundo acto pudimos apreciar una estupenda Danza Española con
Trabalón y Peredo Aguirre mostrando impecables desplazamientos y desplegando
una fomidable técnica. Un muy simpático cuadro para la Danza Arabe con Julián
Galván transformado de Abuelo en Dueño del Harem y Norma Molina transformada de
Abuela a Esposa Principal, mientras observaban la cuidada actuación y las
estupendas figuras desarrolladas por Paula Cassano y Alejo Cano Maldonado. Muy
simpáticos Marta Desperés y Sergio Hochbaun en la mutación que los llevó de
Padres de Clara a Comandar la Danza Rusa que contiene hasta una cierta
acrobacia muy bien resuelta. La Danza China tuvo la destacadísima
interpretación de Martín Vedia, Emiliano Falcone y Jiva Velázquez, mientras que
con mucha gracia y lucimiento Ludmila Galaverna, Eliana Figueroa y Facundo
Luqui animaron “La Pastoral”. En el cuadro del célebre “Vals de las Flores”
observé un cuidado desplazamiento del cuerpo de baile, sin embargo, algún
desencuentro con el foso provocó que algunos bailarines quedaran desacoplados
con el restó tardando bastantes compases en recomponer la coreografía.
Precisamente, Enrique Arturo Diemecke concertó con mucha pericia la función,
llegando a picos notables como ocurre con su conducción de los Conciertos de la
Filarmónica y una vez mas el aporte muy cuidado
del Coro de Niños preparado por su titular, Cesar Bustamante, lo que
ocurre es que a veces el reconocido temperamento que aflora en la
interpretación del Conductor Mexicano hace que el conjunto lo siga como en el
escenario y es allí donde en algunos pequeños momentos algunos bailarines se
perdían dada la alteración del ritmo con el que venían haciéndolo desde los
ensayos. Huelgan los elogios para la escenografía y el magnífico vestuario de
Nicholas Georgiadis, sumado al impecable marco lumínico desarrollado por Rubén
Conde.
Y entonces entremos de lleno en el fondo: Los Protagonístas. Maximiliano
Iglesias mantuvo la impecable línea que se le vió a lo largo de todo el primer
acto. Tiene presencia, técnica muy solvente, gracia y expresividad. Muy buen
“Partenaire” de Clara, acompañando perfectamente en los “Pas” y formidables
intervenciones solistas. En cambio a Macarena Giménez se la vio algo tensa, muy
preocupada por que salga todo bien y esa preocupación derivó en algunas
pronunciadas imprecisiones que afectaron
su desempeño, fundamentalmente en el “Pas de deux” y en su solo, y sin
una Clara a pleno, la función no termina de cerrar. Si bien el público recibió
con agrado el producto final, la sensación que quedó en los habitués de la
danza y a mi mismo es que no nos terminó de convencer esta versión. Y el
contraste se evidenció con los
Bailarines muy contentos recibiendo el aplauso, Diemecke exultante y
extrovertido como siempre y una gran ausente: Paloma Herrera, que no salió a
saludar. Evidentemente también percibió todo esto.
Donato Decina