Memorable concierto ofrecido por la Filarmónica en
el Centro Cultural Kirchner
TRADICIÓN ROMÁNTICA Y EXCELENCIA
INTERPRETATIVA
Dentro del Ciclo de Conciertos fuera
de sede de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, la mencionada agrupación
hizo su presentación el pasado viernes
18 del corriente en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK) bajo
la dirección de su titular- Enrique Arturo Diemecke- con entrada libre y gratuita.
En esta ocasión, actuó como solista
el organista Matías Hernán Sagreras, quien se desempeña como organista de la
Basílica del Santísimo Sacramento de Buenos Aires, para interpretar dos obras que
incluyen a dicho instrumento como parte de la orquesta: el poema sinfónico Vitrales de Iglesia, de Ottorino
Respighi, y la Sinfonía n° 3 en Do menor,
Op. 78 (“Sinfonía del Órgano”), de Camille Saint- Saëns.
Ambas obras se representan en muy
pocas ocasiones. En este caso, el hecho de poder contar con el órgano Klais dentro del majestuoso marco y la
imponente acústica de la Ballena Azul brindó
la oportunidad perfecta para la ejecución de este programa, que ha sido de una
calidad sonora increíble y una interpretación magistral – tanto por parte de la
orquesta como del instrumento solista-.
Ottorino Respighi compuso su poema
sinfónico Vetrate di Chiesa (Vitrales de
Iglesia) en 1926. Está basado en los Tre
Preludi sopra melodie gregoriane
(composición para piano del mismo autor, 1919) y que relatan las impresiones
del autor sobre diferentes imágenes religiosas de los vitrales de las iglesias
de Buseto. Consta de 4 movimientos (La
Huida a Egipto, San Miguel Arcángel, Los Maitines de Santa Clara y San Gregorio Magno) que se representan
sin interrupción, donde el órgano se ensambla con la orquesta en una armonía
perfecta, brindando color local, pero sin opacar al resto. Es una obra de
difícil ejecución, que requiere de un equilibrio delicado en los tutti orquestales y en los acordes fortissimo (en algunos pasajes, la
percusión puede ocultar al resto de los instrumentos), pero que supo ser interpretada
con seguridad y maestría. (En el caso particular de esta cronista, era su
primera audición en vivo).
Saint- Saëns compuso su Sinfonía n° 3 en Do menor (“Del Órgano”) en
1886, en forma casi simultánea con su Concierto
n°4 para piano y orquesta. Pero en vez de usar el órgano como instrumento
solista en diálogo con la orquesta, el compositor prefirió emplearlo como
sonido de fondo para brindar color y resaltar ciertos pasajes orquestales. Sobre
todo, se pone de manifiesto en el 4° movimiento de esta obra, donde un poderoso
e imponente acorde del órgano -en Do mayor-
anuncia el comienzo del final. Si bien esta obra posee los 4 movimientos
típicos, se agrupan en dos partes: la primera, que comprende – luego de un preludio
lento- un Allegro moderato y un Adagio, mientras que la segunda abre con
un Scherzo y concluye con el Finale (marcado por la entrada del
órgano, anteriormente descripta). El preludio
comienza en forma oscura, para dar juego de luces y sombras en el Allegro moderato inmediatamente posterior
al mismo, donde por momentos, hay elementos de calma y momentos de clímax,
interpretados magistralmente por el ostinato
de las cuerdas. Posteriormente, Saint- Saëns realiza una maravillosa
transición hacia el Adagio –en Re
bemol mayor-, donde por primera vez, el órgano proporciona color local a la
atmósfera brindada por las cuerdas y las maderas (muy buena la definición del
Maestro Diemecke: “en tono de plegaria”, al brindar la explicación previa a la
ejecución de la Sinfonía). Y fue una auténtica plegaria en todos los aspectos,
donde la orquesta sonó magistralmente, en perfecta armonía con el instrumento
solista. El Scherzo que abre la
segunda parte de la Sinfonía sonó compacto y triunfal, con un excelente
desempeño de las cuerdas y precisión en los golpes de timbal. Por último,
Matías Sagreras ejecutó el acorde del órgano de forma potente y majestuosa en
el Maestoso que abre el último
movimiento de la obra, que culmina en un Allegro
caracterizado por la fuga en Do mayor, para cerrar con un crescendo en forma de himno, dentro de
la misma tonalidad. Fue una excelente conjunción entre órgano y orquesta, que
recibió un aplauso vigoroso y vítores en forma unánime por parte del público
presente.
Cuando se ofrece un programa de alta
calidad, dentro de una sala que posee todos los recursos técnicos y acústicos
como para hacerlo y además, se cuenta con excelentes intérpretes, el público
responde positivamente. En este caso, la Ballena
Azul ofreció el marco perfecto para que se produjera una magnífica conjunción
entre calidad interpretativa y tradición romántica. Y una vez más, la
Filarmónica demostró que posee las dotes como para poder hacerlo. Fue una
versión magnífica, que quedará resonando en los oídos de quienes se dieron cita
aquella noche por mucho tiempo.
Martha
CORA ELISEHT
No hay comentarios:
Publicar un comentario