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sábado, 18 de agosto de 2018
Magistral interpretación de “El Poema del Éxtasis” a cargo de la Filarmónica en el Colón
DE ANTOLOGÍA
Martha CORA ELISEHT
Bajo la batuta de Alejo Pérez, el pasado jueves 9 del corriente tuvo lugar el 10° Concierto correspondiente al Ciclo de Abono de la Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, donde también participó el Coro Estable del mencionado organismo, bajo la dirección de Miguel Ángel Martínez y las cantantes Florencia Machado (mezzosoprano) y Carla Filipcic- Holm (soprano). El programa estuvo compuesto por las siguientes obras: La Damoiselle Élue (“La damisela elegida”), de Débussy; Rückert- Lieder, de Gustav Mahler; Cinco Piezas para orquesta, Op. 16, de Arnold Schönberg y la Sinfonía n° 4 (“Poema del Éxtasis”), Op. 54 de Alexander Scriabin.
Por empezar, la complejidad del repertorio elegido es un desafío para cualquier director. Son obras que no se ejecutan habitualmente en los programas de concierto convencionales: no sólo por su dificultad técnica, sino que también poseen matices múltiples, donde es muy fácil caer en excesos en los tutti y fortissimi y que, a la vez, deben sonar muy equilibradas en los pianissimi. Esto se dio durante todo este repertorio, donde la primera obra (La Damoiselle Élue, de Débussy) es un poema sinfónico de carácter religioso para coro femenino, soprano, mezzosoprano y orquesta, basado en la obra de Dante Gabriel Rosetti. Compuesto en 1893, es considerado la primera obra impresionista del gran compositor francés, donde se hace alusión a una dama rubia, de voz melodiosa, quien es la elegida para entrar en total comunión de amor por Dios. La exquisita melodía de Débussy -donde la orquesta pasa a un segundo plano respecto de las voces femeninas- dibuja inocencia e intimidad. Para ello, emplea una orquesta reducida, donde flauta, maderas y cuerdas logran ese efecto impresionista, acompañado de un hondo cromatismo en las escenas trágicas. Florencia Machado tuvo una destacada actuación (reemplazó a Elizabeth Canis en último momento), con buen color y timbre vocales. Carla Filipic Holm tuvo una destacada labor y una excelente interpretación, dentro del marco impuesto por el coro femenino, muy bien preparado por Miguel Ángel Martínez.
Los Rückert- Lieder fueron compuestos por Gustav Mahler en 1905 para mezzosoprano y orquesta sobre 5 poemas de Friedrich Rückert (1788- 1866), poeta predilecto del compositor. Comienza con Blicke mir nicht in die Lieder (No escuches mis canciones), melodía de carácter tempestuosa, que prosigue con una melodía que puede considerarse antecesora de La Canción de la Tierra. Prosigue con Ich athmet’ ein Linden Duft (Aspiro el aroma de tilo), muy armónica y suave. Continúa con Liebst du um Schönheit (Si amas la belleza), donde Carla Filipic Holm ha tenido una destacadísima actuación. Um Mitternacht (En medio de la noche) es una melodía pianissima y tranquila, que se contrapone con Ich bin der Welt abhanden gekommen (Me he retirado del mundo) que presenta una disonancia hacia el final. Al escucharla, da la sensación que la protagonista se ha muerto, pero no es así: se ha retirado del mundo. El equilibrio orquestal de Alejo Pérez fue excelente, respetando los planos sonoros y ajustándose estrictamente a la partitura.
Las Cinco piezas para orquesta Op.16 de Arnold Schönberg fueron compuestas en 1909 y, según su autor, representan una “melodía de timbres” (Klangsfarben). La primera de ellas (Premoniciones) se caracteriza por introducir un efecto sonoro desconocido hasta esa fecha: un trémolo en triple forte entre los trombones con sordina y la tuba, que aportó una innovación. En la segunda y quinta piezas (El pasado y El recitativo obligado, respectivamente), aparece una gran textura de polifonía, que contrasta con el cantábile de la melodía y el contrapunto camarístico. En cambio, la tercera pieza (Farben, Colores) comienza suavemente, con un acorde triple pianissimo que permite lograr el efecto de cambiar de color al pasar de un instrumento a otro. Alejo Pérez ofreció una versión muy bien lograda, respetando las indicaciones del compositor y resaltando los timbres de cada uno de los diferentes grupos de instrumentos, logrando un excelente equilibrio sonoro.
El Poema del Éxtasis (Sinfonía n° 4) Op. 54 de Alexander Scriabin fue compuesta entre 1905 y 1908 sobre un poema de 369 versos escrito por el mismo compositor, donde se refiere al éxtasis como “fuerza divina sin final, que permite la libertad en su máxima expresión”. En aquella época, Scriabin formaba parte de la Sociedad Teosófica de New York, cuyo objetivo era estudiar el espíritu humano. Por ende, recurre a la forma de sonata mediante diferentes secciones (Introducción/ Exposición/ 1°Desarrollo/ Reprise/ 2° Desarrollo/ Coda) que se tocan sin interrupción. Pero además, introduce algo novedoso: el método metrotécnico de Georges Camus, quien fuera su profesor en el Conservatorio de Moscú y que, a su vez, se basa en el doble TETRAKYS de la antigua escuela pitagórica, mediante el cual, la suma de los números pares (2+4+6+8) y de los impares (1+3+5+7) da igual a 36. No es casual que cada una de las diferentes partes en que se divide la obra son múltiplos de este número, lo que permite un arreglo simétrico, que representa la armonía universal. De esta manera, el espíritu creativo - caracterizado por la trompeta solista en Do mayor- , una vez despojado de todas sus ataduras, se entrega a sí mismo en éxtasis de amor. Fue estrenada en 1909 en New York, bajo la batuta de Modest Altschuler.
La obra abre con un solo de flauta, a la cual, se le acopla el oboe y el primer violín, con un crescendo ondulante que luego, es respondido por la entrada de la trompeta. Posteriormente, las diferentes secciones de la obra se van concatenando mediante alternancia de crescendi, diminuendi, pianissimi, fortissimi y tutti mediante coros de diferentes grupos de instrumentos. Excelentes actuaciones de los principales solistas- Gabriel De Simone (flauta), Gabriel La Rocca (fagot), Natalia Silipo (oboe), Pablo Saraví (violín), Fernando Chiappero (corno), Mariano Rey (clarinete), Víctor Gervini (trombón), y toda la percusión, que sonó magnífica- sin exagerar en los forti y los tutti- . Pero la principal estrella fue el trompetista Fernando Ciancio, quien ejecutó sus solos con una precisión absoluta. Desde ya, Alejo Pérez ofreció una versión que puede considerarse como de culto, porque respetó a rajatabla los detalles de la partitura original, dándole a la orquesta un equilibrio perfecto, sin caer en excesos en la monumental Coda que precede al cierre de la obra. Tras una breve pausa, la orquesta en su conjunto concluye la obra en un crescendo que aumenta de intensidad a medida que se acerca al final. Naturalmente, la sala estalló en aplausos.
De todos los conciertos del Ciclo de Abono de la Filarmónica en lo que va del corriente año, sin dudas, éste ha sido el mejor. Y no sólo por las obras que se ejecutaron, sino también por la calidad del director y por el brillo que le impuso a la orquesta. Una versión de antología, que no se escuchaba desde los tiempos de aquel grande que fue Yuri Simonov.
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