nte concierto de música del siglo XX a cargo de la Orquesta Sinfónica
Nacional
EN LA CRESTA DE LA VANGUARDIA
Martha CORA ELISEHT
El pasado viernes 10
del corriente tuvo lugar el Ciclo de Abono de la Orquesta Sinfónica Nacional en
el Centro Cultural Kirchner (CCK), bajo la dirección de Bernhard Wulff, donde
participaron los siguientes solistas: Amalia Pérez (flauta), Marcelo Balat
(piano) y Irene Amerio (celesta), en un programa que incluyó música de
compositores del siglo XX y que estuvo integrado por las siguientes obras: Pájaros
exóticos (Oiseaux Éxotiques) de Olivier Messaien; el Concierto para
flauta y orquesta de Carl Nielsen y la Música para cuerdas, percusión y
celesta de Béla Bartók.
Debe destacarse que se
trata de obras que prácticamente no se incluyen dentro de los tradicionales
programas de conciertos: por lo tanto, la Sinfónica Nacional ofreció un
concierto de vanguardia bajo la impecable dirección del alemán Bernhard Wulff,
quien -previamente al inicio del mismo- explicó someramente con ilustraciones
musicales la mencionada obra de Messaien. Compuesta entre los años 1955 a 1956,
se estrenó en París durante ese último año y está basada en en ritmos
folklóricos griegos y de la India, que representan a 48 especies diferentes de
aves de países europeos, americanos y asiáticos. Sólo dura 16 minutos y lleva
una orquesta reducida, compuesta por los siguientes instrumentos: piano, 1
flauta, 1 piccolo, 2 clarinetes, 1 oboe, 1 clarinete bajo, 1 fagot, 2 cornos, 1
trompeta más los siguientes instrumentos de percusión: xilofón, glockenspiel,
timbales, 1 gong y 3 cajas. Cada uno de los instrumentos representa un ave: por
ejemplo, el piano representa al cardenal rojo de cabeza negra y al zorzal; el
oboe y los clarinetes, a la calandria de California; el xilofón, al zorzal de
Baltimore; el piccolo, al vendré de
Malasia, mientras que el oboe -conjuntamente con la percusión-, a la alondra. Según
palabras textuales de Olivier Messaien:“Los pájaros son los mejores
compositores”. Y así lo demostraron los músicos, con excelentes
intervenciones en una explosión de sonidos, destacándose la excelente labor de
Marcelo Balat al piano como solista. La dirección de Wulff fue soberbia y recibió
numerosos aplausos.
A pesar de su gran
producción sinfónica y de música de cámara, Carl Nielsen sólo compuso tres
conciertos sinfónicos para los siguientes instrumentos: violín, flauta y
clarinete. Su Concierto para flauta y orquesta fue compuesto en 1926
para el flautista Holger Gilbert- Jespersen, quien fuera integrante del
Quinteto de Vientos de Copenhague y quien también lo estrenó durante el
transcurso de ese mismo año. Consta de dos movimientos: Allegro moderato y
Adagio ma non troppo/ Allegretto, donde aplica su característica
tonalidad expansiva (arranca en Re menor, pasando por la tonalidad de Mi bemol
menor para terminar con la flauta solista en Fa mayor, a fin del 1° movimiento)
y también posee tanto reminiscencias de su ópera “Maskarade” como de la
3° Sinfonía (“Espansiva”). En cambio, el 2° movimiento comienza con un Poco
allegretto a cargo de la flauta solista, en diálogo con oboes, clarinetes,
fagot y trombón bajo, para luego desembocar en un rubato y ostinato que
caracterizan el Adagio ma non troppo, con un magnífico cantabile a
cargo de la flauta solista. Amalia Pérez demostró ser una instrumentista
excepcional, con amplio dominio instrumental e interpretativo, donde realizó
muy buenos matices y estupendos diálogos no sólo con la orquesta, sino también con los solistas de
los diferentes instrumentos -Gustavo Massun en viola y Rubén Albornoz en oboe-.
Naturalmente, el público estalló en aplausos hasta tal punto, que se vio
obligada a ejecutar un bis: una Partita de Bach, tras la cual, se
retiró ovacionada.
Béla Bartók compuso su
Música para cuerdas, percusión y celesta en 1936 y al igual que Carl Nielsen,
emplea la tonalidad expansiva durante los 4 movimientos que integran su obra.
La misma comienza con un Andante tranquilo en La menor; prosigue con un Allegro
-donde se destaca el pizzicato que interpretan las cuerdas y que va in
crescendo, a medida que entra el piano en diálogo con las mismas-, continúa
con un Adagio -donde intervienen la celesta y el piano- para terminar
con un Allegro molto en Mi mayor, donde el compositor utiliza temas
folklóricos húngaros y elementos jazzísticos (síncopa). Esta versión contó con
una particularidad: el director dispuso que el piano y la celesta fueran al
centro del escenario, dividiendo a las cuerdas en dos hemiorquestas colocadas
en espejo (de un lado, los primeros violines encabezados por Xavier Inchausti,
y del otro, por Norberto García como
solista guía, de forma simétrica). Lo mismo sucedió con el resto de los
instrumentos de cuerda, mientras que la percusión se ubicó al fondo. Esto
permite brindar una mayor amplitud sonora y el lucimiento del piano y la celesta.
La labor de Bernhard Wulff fue notable, al igual que la de Marcelo Balat e
Irene Amerio como solistas de los instrumentos ya mencionados, respectivamente.
Se escuchó una armonía perfecta en los glissandi ejecutados en el 3°
movimiento en el trió compuesto por piano, celesta y arpa y la labor de la
percusión estuvo excelente en líneas generales, con una destacada actuación de
Gilberto Ayala en los timbales.
Valió la pena haber
podido apreciar a una orquesta de gran jerarquía en un repertorio contemporáneo,
lo que demuestra que -a pesar de las circunstancias adversas que le toca
enfrentar a menudo- la Sinfónica Nacional sigue siendo una de las mejores
orquestas de nuestro país y puede
abordar perfectamente este tipo de obras. Sería bueno poder escuchar este
tipo de repertorio más a menudo dentro de los Ciclos de Abono de las diferentes
orquestas del país, o cuando se presentan orquestas extranjeras. Hay mucho más
para escuchar y descubrir que el repertorio tradicional.
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