Extraordinario recital a cargo de John Elliot
Gardiner en el Colón
OTRO FINAL BRILLANTE
PARA UN GRAN ABONO
Martha CORA ELISEHT
El Ciclo de Abono de Grandes
Intérpretes Internacionales 2019 organizado por el Teatro Colón se caracterizó
por la excelencia de sus funciones y la eximia jerarquía de los artistas que
han actuado durante el transcurso del mismo. Desde su inicio, con la monumental
actuación de la London Symphony Orchestra bajo la soberbia batuta de Sir Simon
Rattle, siguiendo con la Filarmónica de Israel bajo la dirección del legendario
Zubin Mehta, acompañado por artistas de la talla de Martha Argerich,
Anne-Sophie Mutter, Elina Garanca, Aída Garifullina, Thomas Hampson y Luca
Pisaroni. Y cerró con una figura emblemática: Sir John Elliot Gardiner, quien
dirigió la English Baroque Orchestra acompañado por el Coro Monteverdi
(Monteverdi Choir) el pasado miércoles 13 del corriente, con un programa
compuesto por las siguientes obras: Jehová,
quam multi sunt hostes, 2.135 y Hear
my prayer, O Lord, 2.15 de Henry Purcell (1659-1695); la Messa a 4 voci da cappella, SV 190 de
Claudio Monteverdi (1567-1643), el oratorio Jephté
de Giacomo Carissimi (1605-1674) y el Stabat Mater en Do menor de Domenico
Scarlatti (1685-1757).
Es la primera vez que este eminente
artista británico visita la Argentina y lo hizo con un ensamble (The English
Baroque Soloists) fundado por sí mismo en 1978 y representa uno de los
conjuntos instrumentales de época más importantes del mundo. Está formado por los siguientes músicos: Valerie
Botwright (contrabajo), Kinga
Gáborjäni (cello da gamba), Gwyneth
Wentink (arpa barroca), James
Johnstone (órgano y clave) y Thomas
Dunford (tiorba). Por su parte,
Gardiner también fundó The Monteverdi Choir en la década del ’60 y desde ese
entonces se presenta con regularidad en los más importantes escenarios del
mundo. No sólo abarca el repertorio eminentemente barroco, sino también algunas
óperas (Los Troyanos de Héctor
Berlioz y Der Freischütz (El Cazador
furtivo) de Carl María von Weber). Asimismo, se destaca por la calidad de
todos y cada uno de sus integrantes, que actúan en conjunto y en calidad de
solistas. En el presente concierto, como coro sonó muy compacto, con voces muy
bien trabajadas, potentes y que sonaban angelicales tanto en los cánones como en las arias de narradores
y solistas merced a una impecable línea de canto y un soberbio trabajo de
ensayo y repertorio.
La primera de las dos obras de
Purcell (Jehová, quam multi sunt hostes) es
uno de los pocos motetes que este gran compositor inglés ha escrito en latín,
tomado del Salmo 3 del Antiguo
Testamento. Está escrito para 5 voces (dos sopranos, contralto, tenor y bajo)
más continuo. Independientemente de su bellísima línea melódica, sonó de forma
magistral gracias a la perfecta armonía entre voces e instrumentos, con una muy
buena actuación individual del tenor y el bajo. En la mencionada Messa a 4 voci de Monteverdi, en cambio,
se canta sólo mediante el acompañamiento del cello. En este caso, puede decirse
que el instrumento solista actuó como una voz más –a diferencia de la
concepción wagneriana, donde la voz actúa como un instrumento más-. Estupenda
labor de Kinga Gáborjäni y del coro, ya que Gardiner permitió que todas las
voces se lucieran. Hubo un excelente juego ondulante de voces en el Kyrie y una magnífica actuación del
tenor en Gloria, al igual que en el canon de sopranos y contraltos en Sanctus y el de tenores y bajos en Resurrexit. Pero sin lugar a dudas, lo
mejor de la noche fue el oratorio Jephté,
basado sobre el Libro de Amos en el Antiguo Testamento. Es una obra que se
representa en muy escasas oportunidades y la versión ofrecida por el ensamble
instrumental y el coro fue maravillosa. Hubo una gran labor del contratenor y
el bajo solista como los narradores, mientras que el barítono interpretó al rey que debe ofrecer a la
primera persona que aparezca festejando el triunfo en batalla contra los hijos
de Amón a Dios en holocausto. Lamentablemente, se trata de su única hija
(excelente labor de la soprano, con una soberbia línea melódica y una voz dulce
y profunda). Debido a que no puede faltar a su palabra, el rey Jephté manifiesta su profunda angustia
mientras que su hija se retira a las
montañas para morir virgen. Para lograr el efecto del eco, salen dos sopranos
fuera de escena cantando en pianissimo –estupendo,
por cierto- , mientras que la soprano cierra la obra con el número final (Plorate, filii Israel/ Llorad, hijos de
Israel). La versión fue de una exquisitez suprema y una delicadeza de
sonido, con una maravillosa actuación del solista Thomas Dunford en tiorba. Al
término de la misma, el público estalló en un aplauso sostenido con numerosos
vítores.
La segunda parte del concierto
comenzó con una obra instrumental de Purcell (Hear my prayer, O Lord/ Escucha mi oración, Señor), donde todos se
lucieron. Y mientras se esperaba la entrada del coro para el Stabat Mater de Scarlatti, Dunford se
animó a improvisar acordes de tango con su tiorba entre el final del madrigal
de Purcell y previamente a la entrada del coro. Una humorada con un instrumento
antiguo que fue muy bien tomada por parte del público y se llevó todos los
aplausos –además de sonar como los dioses-. Y la versión de la mencionada obra
del gran compositor napolitano –desgraciadamente, tan ausente también de los repertorios
de conciertos- fue bellísima, con una gran labor de la contralto y la soprano
solistas. Quizás, el mayor mérito de Sir John Elliot Gardiner ha sido que todas
las voces del coro se luzcan, rotando los roles solistas. Es una pena no haber
podido individualizar a los mismos en cada una de las obras, a fines de poder
brindar los créditos correspondientes a cada uno de los intérpretes y enriquecer
la nota periodística.
Ante el aplauso tan cálido,
sostenido y cordial por parte del público, Gardiner formó de manera diferente
al coro y al ensamble instrumental para brindar un bis – que tampoco fue anunciado y que sonó magistral y
exquisitamente perfecto-, brindando muestra de su enorme generosidad y talento.
Otro final brillante a cargo de uno de los mejores músicos expertos en el tema,
que cerró un deslumbrante y monumental Ciclo de Abono.
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