Impresionante producción de “LOS CUENTOS DE HOFFMANN” en
el Colón
UNA FIESTA PARA TODOS
LOS SENTIDOS
Martha CORA ELISEHT
Con motivo de cumplirse 200 años del
nacimiento de Jacques Offenbach (1819-1880), el Teatro Colón ha decidido
rendirle homenaje para cerrar la Temporada Lírica 2019 con su ópera más
conocida: LOS CUENTOS DE HOFFMANN, cuya
representación tendrá lugar en el escenario de nuestro mayor coliseo entre los
días 29 de Noviembre al 7 de Diciembre inclusive, con puesta en escena de
Eugenio Zanetti, vestuario del mismo Zanetti y de Sebastián Sabas, coreografía
de Irene Martens y video de Bruno Arantes, con iluminación a cargo de Eli
Sirlin y Martín Fernández Paponi. La dirección de la Orquesta Estable estará
bajo la batuta de Enrique Arturo Diemecke, mientras que Miguel Martínez tendrá
a su cargo la dirección del Coro Estable.
Esta cronista tuvo la oportunidad de
asistir a la función extraordinaria realizada el pasado sábado 30 de Noviembre,
con los siguientes intérpretes: Rafael Álvarez (Hoffmann), Adriana Mastrángelo (Nicklausse),
Oriana Favaro (Olympia), Paula
Almerares (Antonia), María Luisa
Merino Ronda (Giulietta/ Voz de la
Madre), María Eugenia Coronel Bugnon (Stella),
Homero Pérez Miranda (Lindorff/
Coppelius/ Doctor Miracle/ Dapertutto), Sergio Spina (André/ Frantz, Cochenille/ Pittichinacchio), Gustavo Gibert (Spalanzani), Sebastián Angulegui (Crespel), Mario De Salvo (Schlemil), Sergio Wamba (Luther), Gabriel Centeno (Nathanael) y Leandro Sosa (Hermann).
Como lo indica el título, Eugenio
Zanetti montó una escenografía y una régie
caracterizadas no sólo por la facilidad para realizar los cambios de
escena, sino también por su buen gusto y originalidad. La idea fue montar una proyección
cinematográfica sobre la vida del poeta E.T.A. Hoffmann –protagonista de la
obra-, motivo por el cual hubo numerosos
figurantes montados a un equipo de filmación, mientras que otros hicieron de
fotógrafos, captando al poeta y mostrándolo como una celebridad. Si a eso se le
suma un excelente vestuario y una colosal proyección de video, más la
formidable preparación vocal del coro, las voces de los protagonistas y de los
personajes secundarios y el gran desempeño de Diemecke en el podio, se logró una
combinación perfecta: una auténtica fiesta para todos los sentidos, donde
predominaron el buen gusto y la excelencia –tanto visual como vocal-,
respetando la concepción de la obra según la versión de Viena. Si bien existen
numerosas versiones y recopilaciones de esta obra, se descubrieron muchos
manuscritos y partituras inéditas entre 1992 y 1999, que permitieron dar forma
definitiva al acto de Giulietta. Recién
en 2010 se completó la edición para el libreto original de Offenbach de 1881.
Debido a que el compositor muere un año antes de ver estrenada su obra, faltaba
la orquestación para el 3° Acto. En la presente versión, aparece la figura de
la Musa inspiradora que redime al
poeta a cargo de Nicklausse en el
Epílogo, mientras que en el 2° Acto se narra la historia de amor entre Hoffmann y Antonia –en representaciones anteriores, el 2° Acto narra la
historia entre Hoffmann y Giulietta, mientras que en la actual,
este último personaje protagoniza el 3° Acto-. Por ende, acorde al axioma
matemático “el orden de los factores no
altera el producto”, el concepto de ópera
abierta se respetó magníficamente bien y fue realmente una sorpresa cambiar
el orden de los actos sin que se pierda la concepción fundamental de la obra.
Con excepción de Antonia, el uso del color rojo en el
vestuario de los principales protagonistas y la gente del Coro captó la
atención de esta cronista –detalle que se repitió en la iluminación de neón que
rodeó al foso de la Orquesta-. Y en cuanto a la puesta en escena, el hecho de
montar una orgía en los canales venecianos al ritmo de la celebérrima Barcarola –que marca la entrada de la
cortesana Giulietta y Nicklausse- estuvo totalmente de más. Al escuchar la
melodía, se sabe de antemano que es una noche de amor y lujuria y, por ende, no
hace falta mostrar absolutamente nada. Según opinión personal de quien escribe,
es el único detalle negativo de la presente régie.
La dirección de Enrique Diemecke al frente de la Estable fue soberbia,
respetando los tempi y logrando una
comunión perfecta entre cantantes, coro y orquesta. No cayó en excesos, sino
todo lo contrario. Y se retiró ampliamente aplaudido al finalizar la función.
Lo mismo sucedió con el Coro Estable, que estuvo muy bien preparado y acompañó
perfectamente bien, como si fuera una sola voz y un protagonista más. El grupo
de danza también acompañó a la perfección las escenas de baile del 1° Acto en
casa de Spalanzani con motivo de la
presentación de Olympia en sociedad.
En cuanto a los roles principales,
el tenor mexicano Rafael Álvarez –quien reemplazó en último momento a Darío
Schmunck- resultó ser un muy buen
intérprete de Hoffmann, dando vida al
protagonista durante toda la obra. Posee una muy bella voz, voluminosa y rica
en matices e ideal para la interpretación de su personaje, además de una línea
de canto espléndida. Se destacó en el aria del 1° Acto (Canción de Kleinzach) y en los dúos de amor junto a Paula
Almerares y a María Luisa Merino Ronda. Y junto a Adriana Mastrángelo formó una
dupla imbatible entre Hoffmann y Nicklausse. Esta gran mezzosoprano
uruguaya es una de las mejores voces dentro de su cuerda en la actualidad y el
personaje de Nicklausse le sentó de
maravilla. Cuando decide ser la Musa inspiradora
del poeta en el epílogo, su transformación fue sensacional. Y también se retiró
ovacionada, al igual que Oriana Favaro, quien demostró su espléndida coloratura
y sus sobreagudos en la harto difícil aria de la muñeca Olympia –de suma exigencia para cualquier soprano ligera que se
precie como tal- , al igual que sus dotes actorales dando vida a la autómata
con una perfecta coordinación de movimientos. Fue la más aplaudida de todos los
roles femeninos. Y Paula Almerares volvió al ruedo con el personaje con el cual
debutó en el Colón en 1993 junto a Alfredo Kraus, encarnando una maravillosa y
frágil Antonia que se caracterizó por
su estupenda coloratura y su soberbia actuación. La soprano chilena María Luisa
Merino Rueda resultó otra revelación
desde el punto actoral y vocal. Dejó entrever sus bellas piernas para
interpretar a la cortesana Giulietta –magníficamente
enfundada en un vestido largo rojo y dorado, abierto hacia adelante- y lo hizo
magníficamente bien. Y Homero Pérez Miranda supo ser un eximio rival del
protagonista en el rol de Lindorf y
un espléndido villano al encarnar al Doctor
Coppelius, el Doctor Miracle y a Dapertutto en los Actos de Olympia, Antonia y Giulietta respectivamente. Lo mismo aconteció con Sergio Spina,
quien dio vida a los personajes secundarios de André (escena de la taberna), Cochenille,
Frantz y Pittichinacchio respectivamente.
Es un tenor ideal para este tipo de roles y su voz ha crecido ostensiblemente,
al igual que la de Sebastián Angulegui en el papel de Crespel (padre de Antonia). Cantó
perfectamente su rol y también tuvo una destacada actuación, al igual que Mario
De Salvo como Schlemil y Gustavo
Gibert como Spalanzani. Otra de las
sorpresas de la noche fue Sergio
Wamba como el tabernero Luther, que
sobresalió por la profundidad de su voz como bajo y su hermoso tono vocal. Por
su parte, tanto Gabriel Centeno (Nathanael)
como Leandro Sosa (Hermann) arrancaron
su parte un poco flojos al principio, pero fueron creciendo vocalmente y
afianzándose en sus respectivos personajes a medida que transcurría la
función.
Sin lugar a dudas, esta versión de LOS CUENTOS DE HOFFMANN será recordada
por mucho tiempo como uno de las mejores producciones de la presente Temporada
Lírica, que se caracterizó por tener numerosos altibajos. Una producción digna
del Teatro Colón en todos los aspectos, para deleite de los amantes de la ópera
y dar un cierre perfecto al final de la temporada, con todo el talento
latinoamericano.
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