Critica:
“Rigoletto-Opera
Intima” en el Museo Juan C. Castagnino de Mar del Plata.
CREATIVIDAD,
ESFUERZO Y SACRIFICIO: LAS CLAVES DEL TRIUNFO
Compañía “Lírica
Libre”, temporada 2020. Giuseppe Verdi: “Rigoletto (Opera Intima)” (Basada en
el original con libreto de Francesco María Piave a partir de “El Rey se
Divierte” de Victor Hugo): Protagonistas: Fernando Santiago (Rigoletto), María
José Dulín (Gilda), Ivan Maier (Duque de Mantua), Ramiro Montero (Sparafucile/
Marullo), Laura Pirruccio (Maddalena/Giovanna), Facundo Domínguez Manzano
(Monterone), Pablo González Aguilar (Ceprano/ Maestro Verdi [Rol Actuado]).
Grupo Instrumental. Vestuario: Mariela Daga, Mascaras , vestuario renacentista
y recreación ambiental: Sergio Pelacani, Caracterización: El Camarín-Tienda de
Arte, Iluminación: Pablo González Aguilar, Iván Maier y Elías Santiago, Sonido:
Alejandro Gravelloni, Fotografía: Adriana Gardenia Padra, Imágenes: Dalmiro Zantleifer
Ojeda. Dirección Musical: Horacio Soria. Dramaturgia y Puesta en Escena: Pablo
González Aguilar. Museo Municipal Juan Carlos Castagnino- Ciudad de Mar del
Plata, función del 10 de Enero de 2020.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO
Un año
después de la resonante puesta en escena en versión íntima y reducida de “La
Traviata”, Pablo González Aguilar engarzó para “Lírica Libre” la segunda gema
de la inmortal trilogía verdiana, en este caso “Rigoletto”, en el mismo ámbito que
el anterior trabajo, es decir, el “Museo Municipal Juan Carlos Castagnino” sito
en la Villa Ortiz Basualdo de la Ciudad de Mar del Plata, en plena subida (o
bajada según se mire) de la Av. Colón, entre las playas del Casino y la playa
Varese.
Si en
“La Traviata” el libreto que desarrolló Francesco María Piave para el original
de Alexandre Dumas (H) (“La Dama de las Camelias) permite su reducción al punto
que una versión condensada es absolutamente entendible y llevadera con solo ver
(y escuchar) las escenas del trío protagónico (Violetta-Alfredo-Giorgio), en “Rigoletto”
el desarrollo de Piave sobre el original de Víctor Hugo (“El Rey se Divierte”)
hace mucho más difícil la condensación. Las escenas de conjunto son decisivas,
el coro masculino es soporte fundamental. ¿Cómo superó estas vallas Pablo
González Aguilar?. Prescindiendo levemente de algunas escenas y/o personajes
(Borsa, la Condesa Ceprano [aun cuando una mujer caracterizada como tal y
convenientemente enmascarada acompañó al Duque en la danza]), enlazando con
audio de una muy buena versión los pasajes en que el coro efectúa
intervenciones decisivas (La efusiva parrticipación que acompaña la broma que
el bufo le gasta a Ceprano, la maldición de Monterone, la sigilosa acción para
el rapto de Gilda y la narración del mismo al Duque en el acto siguiente). Sabiendo
además de antemano que el espacio público en el que se desarrolla este
espectáculo tiene estrictas normativas (Funciona hasta las 21,30 hs. como museo
y la función empieza casi estricto a las 22 hs.), debió seleccionar
cuidadosamente los ambientes en donde la acción transcurrirá y afrontar la
imposibilidad de no poder utilizar el mobiliario ya que es patrimonio público.
Con todas estas prerrogativas entonces, decidió encarar el prólogo en la sala
de exposiciones posterior a la recepción de la Villa, la que se convierte en el
gran salón del “Palazzo Ducale” de los Gonzaga en Mantua (imposición de la
censura austríaca como es bien sabido). Allí el espectador se convierte en partícipe
de la acción, ya que al ser recibido se le ofrece la primera parte de la propuesta
gastronómica sobre la base de productos de una de las más reconocidas
elaboradoras de conservas de pescado de la ciudad realizada por una ecónoma,
familiar de los productores de las mismas, convenientemente regada con buen
vino espumante. Una vez más González Aguilar asumirá el rol de Verdi, desde el
que narrará a los espectadores el libreto y contará detalles de la acción. No
alcanzarán a retirarse los cubiertos empleados en la degustación cuando irrumpe
el audio con las dramáticas notas con las que se inicia el prólogo. El Duque
interpreta “Questa o Quella” rodeado por el público y las camareras (caracterizadas
también estas últimas), mientras que sorpresivamente
entre el público el “Giobbo” irrumpe en escena para gastar su broma a Ceprano.
Monterone ingresa con un espacio en penumbras y tras su maldición, con la
consecuente carga dramática, se cierra este momento. Verdi invita al púbico a
colocarse en derredor a la escalera que conduce a los ambientes superiores para
que se observe el “Pari Siammo” que tendrá lugar entre el oratorio de la
residencia y el hall de distribución, no sin antes advertirnos de que el
vestuario a emplearse sería distinto, y que se explicaría el porqué cuando en
el acto siguiente se retorne al “salón ducal”. Fui uno de los pocos privilegiados de apreciar
frente a mi ese dúo con Sparafucile. Impacta mucho y más como se lo actuó e interpretó.
En el mencionado Hall de distribución, un balcón con una abertura con vitrales
y baranda exquisitamente trabajada en madera será la simbólica representación
de la casa del bufón. Gilda y Giovanna salen al encuentro y ahí padre e hija
harán su escena, mientras que el Duque aparece descendiendo sigilosamente por otra
de las escaleras para sorprender a la joven. Mejor marco que el de ese balcón
imposible. Desde allí Gilda se entrega en éxtasis a la interpretación de “Caro
Nome” y allí los cortesanos apoyarán la escalera para el secuestro. Y al grito
de socorro que la joven profiere desde el interior sigue la desesperación del “Giobbo”
en pleno hall ante la tragedia
consumada.
Un muy interesante enfoque e intercambio de
ideas con los espectadores fue el que González Aguilar desarrolló caracterizado como el compositor. A partir
del tema de “la pérdida de la virginidad”
de Gilda y tres visiones distintas para
tratarla. La de la época de los Gonzaga en la que Piave sitúa la acción (y
porque no recordar el “derecho de pernada”), la época romántica en la que
Victor Hugo escribió la novela, luego adaptada por el libretista para que Verdi
la desarrolle en música, en la cual los convencionalismos
y la moralina de la época la convertían en drama, o la actual, en donde el asunto tiene cada vez menos
relevancia. Mientras se degustaba una exquisita copa helada, el Director Escénico
cedió la palabra a tres espectadores quienes opinaron. A esta altura había un
convencimiento generalizado de que primó
en la novela y el libreto el pensamiento de esa época a cuyo público iban
dirigidas (libro y opera), por lo cuál ese era el sentido del empleó de
vestuario de mediados de siglo diecinueve tanto en la acción frente a la casa
del bufo y en la vuelta al salón ducal. Párrafo parte lo constituyó la
resolución escénica del pasaje coral en la que los cortesanos le narran al
duque el rapto, sumado a la posterior
entrada de Rigoletto y el semblanteo que desemboca en el dramático pedido por
su hija al enterarse de que Esta se encuentra en la cámara de su amo junto a
Este. Con la proyección sobre telón de fondo del cuadro “La Seducción de Zeus a
Venus” del pintor Giulio Romano, coetáneo de la época en que está ambientada “Rigoletto”, el que sirviera a los Gonzaga, el Duque y los cortesanos se ubicaron tras él,
actuando tras las sombras el coro de la narración, para que luego sean el Noble
y Gilda quienes actúen la escena de
alcoba mientras Rigoletto entona el “Cortigianni…”.
Tras un conveniente café, la parte final nos
encontró de vuelta en el hall superior, ahora convertido en la sórdida hostería
en la que Sparafucile cumple con los encargos que recibe y por los que cobra.
Maddalena seduce y coquetea con el Duque en el balcón del que una y otra vez
partirá “La Donna e’mobile”, pero es en la puerta a nivel de piso en donde se
consumará el drama y Gilda será apuñalada . Es mucho mayor aún la tensión al
estar los espectadores junto a Rigoletto cuando ocurre su mayor desgracia.
Como apreciarán aquí la opera se presentó prácticamente
completa. Es un gran mérito de González Aguilar el mantener en tensión al público
de principio a fin. Supo mover muy bien escénicamente a los intérpretes y les
extrajo todo lo mejor en la faz actoral. Se rodeó de muy buenos colaboradores
comenzando por el vestuario seleccionado y aportado con gusto y oficio por Mariela
Daga, las máscaras y la asesoría de la estética de la época de los Gonzaga
desplegada por otro gran artista, Sergio Pelacani, las caracterizaciones que
realizaron con los interpretes la gente de “El Taller”, el muy buen y
equilibrado sonido que no desentonó con la música en vivo que desarrolló
Santiago Gravelloni , coronando todo este despliegue los muy efectivos diseños
lumínicos que el propio Director Escénico diseñó con la ayuda del mismísimo
Iván Maier y el ya adolescente Elías Santiago, quien se ha involucrado en el ambiente
teatral por propia decisión siguiendo las huellas de sus padres.
Tras la experiencia acumulada en “La Traviata”,
Horacio Soria decidió redoblar la apuesta y tras el dúo de violín y piano de
aquella se ensambla ahora un conjunto de cinco instrumentos conformados por violonchelo,
flauta y clarinete quienes se suman a los dos primeros. Sonó muy equilibrado,
con plena conexión, buen empaste y atento a todo lo que ocurría tanto a nivel
como en la parte superior a la que se acompañó desde abajo de manera perfecta
por lo que ha sido un triunfo rotundo para el quinteto y su conductor.
Tres muy buenas voces marplatenses se
revelaron a Ntros. oidos: Laura Pirruccio quien hizo gala de muy buen registro
y plena soltura escénica tanto como Giovanna como para Maddalena. Ramiro
Montero, un muy buen barítono quién dio vida tanto a Marullo como al duro
Sparafucile, en el que logró hacer valer su potente voz desde las notas más bajas con clarísima
emisión y un muy desenvuelto Facundo Martínez Marzano como el desesperado conde
Monterone. Junto a ellos, Pablo González Aguilar despuntó el vicio tras su Dr.
Grenvil del año anterior, ahora como el Conde Ceprano y lo hizo muy bien.
En cuanto al trío protagónico, no pudo haber mejor debut del
rol del Duque para Iván Maier. Registro firme y sin fisuras, musicalidad, muy
buena actuación, supo expresar. Después de las históricas funciones del Centenario
del Teatro Roma de Avellaneda, pude reencontrarme con la Gilda de María José
Dulín. La interpreta desde la maduración de su voz y lo hace con inteligencia.
Transmite los sentimientos como pocas voces lo hace una cantante y es muy buena
actriz. La magia está plenamente vigente. Y Fernando Santiago trazó un
estupendo Rigoletto. Ladero del Duque, cancerbero de su hija, se va transformando
con el correr de la función para clamar venganza ante la deshonra y se
desmorona de modo desesperante ante la tragedia. Todos sentimos junto a El.
Supo cantarlo, le dio todos los matices y logró meterse de lleno en el rol. Fue
su triunfo.
“Lírica libre” entregó otro producto con su
característico sello de calidad. No cabe duda de que el éxito de las restantes
funciones está garantizado y solo resta desearles que se repita el “Estrella de
Mar” como el año anterior y que el 2021 venga de la mano de “Il Trovattore” en
el ámbito de Mar del Plata que juzguen adecuado.
Donato Decina