Nueva producción de “WOZZECK” de Alban Berg en el
Metropolitan de New York
UNA VIEJA HISTORIA
CANDENTE, ACTUAL Y RELEVANTE
Martha CORA ELISEHT
Tras el receso navideño, la
Temporada 2019-2020 de transmisiones HD del Metropolitan Opera House de New
York abrió sus puertas el pasado sábado 11 del corriente en el Teatro El
Nacional con WOZZECK (ópera en 3 actos y 15 cuadros) de Alban Berg (1885-1935),
con producción de William Kentridge (en coproducción con el Festival de
Salzburgo, Canadian Opera Company (Toronto) y Ópera de Australia), escenografía
de Sabine Theunissen, vestuario de Grete Gibris y proyección en video de
Catherine Meyburgh, con iluminación de Uris Schönebaum. La dirección musical
estuvo a cargo de Yannick Nézet- Séguin, con el siguiente reparto: Peter Mattei
(Wozzeck), Elza van der Heever (Marie), Tamara Munford (Margret), Christopher Ventris (Tambor Mayor), Gerhard Siegel (Capitán), Christian Van Horn (El Doctor) y Andrew Staples (Andres). Participaron tanto el Coro
Estable como así también el Coro de Niños de dicha institución.
La primera ópera de Alban Berg fue
compuesta entre los años 1914 y 1922, basada en una historia de la vida real (WOYZECK) escrita por Georg Büchner, que
narra las penurias que sufre el soldado Franz
Wozzeck por el hecho de ser un pobre ex combatiente durante la Primera
Guerra Mundial, que convive con Marie
–una prostituta, con quien tiene un hijo concebido fuera del matrimonio-. Para
aumentar sus magros ingresos y así poder sustentar a su familia, sirve como
asistente del Capitán del Ejército y
es usado como conejillo de Indias para los experimentos del Doctor. Sin embargo, Wozzeck
sufre discriminación no sólo por ser pobre, sino también por presentar
alucinaciones. Confiesa a su camarada Andres
que algo malo y ruin va a suceder, ya que ve al sol teñido de sangre.
Mientras tanto, Marie muestra
admiración por el Tambor Mayor de la
banda militar, quien finalmente la seduce y le regala un par de aretes de oro. Wozzeck desconfía de la infidelidad de
su mujer, pero ella le dice que los encontró por la calle. Incomprendido por
sus alucinaciones y visiones, engañado por la madre de su propio hijo, usado
como animal de experimentación y recibiendo burlas de parte de quienes lo
rodean, la ópera prima de Alban Berg plantea un tema de candente actualidad: la
discriminación hacia los pobres, los enfermos mentales –como consecuencia de la
guerra-, el adulterio y la indiferencia por parte de quienes dicen querer
ayudarlo. Todas estas circunstancias llevan indefectiblemente a la locura del
protagonista, quien termina asesinando a su mujer a la orilla de un estanque.
Posteriormente, arroja el cuchillo al mismo para ocultar la prueba del delito.
Sin embargo, sigue preso de sus alucinaciones y ve una luna teñida de sangre como
testigo de su crimen. Al querer recuperar el arma, cae al estanque y se ahoga.
Cuando le avisan al hijo de Wozzeck y
Marie que sus padres han muerto, el
pequeño sigue jugando, ya que no comprende que ha quedado huérfano.
Desde el punto de vista musical,
evita las arias y los estereotipos característicos de la ópera. Se representa
sin intervalos y sólo dura una hora y 52 minutos, pero con una trama que atrapa
y cautiva al oyente. Si bien el dodecafonismo vienés es un estilo de
composición difícil de comprender y que incorpora la atonalidad para incorporar
y expresar la intensa carga dramática que esta obra posee, no resulta
desagradable a los oídos del público. Además, representa el punto de partida
para que otros compositores se nutran del mismo (Luciano Berio, Carl Orff, Gyorgi
Ligetti, Luigi Nono, Christian Alois Zimmermann, etc.) e incorpora otros
elementos para controlar las notas en el fluir armónico. (Ej: el tritono Si natural/ Fa natural, que representa a Wozzeck
y Marie y el permanente conflicto
entre ambos, o la combinación Si bemol/
Re bemol, que representa la relación entre Marie y el niño). De esta manera, se establece una continuidad y
una estructura. A la poderosa orquesta sinfónica se le suma una banda militar,
una banda típica alemana y un pequeño grupo de cámara (Escena de la taberna, en
el 2° Acto), que encontraron en Yannick Nézet- Séguin a un intérprete integral,
logrando un poderoso e intenso sonido merced a numerosas horas de ensayo y
preparación, ya que es una obra tremendamente compleja y difícil de preparar.
Lo mismo sucedió con los coros, y muy especialmente, con la participación del
coro de niños en la escena final.
Si bien todos los protagonistas se
destacaron vocal y actoralmente, es una ópera donde se centra la atención en la
pareja protagónica como hilo conductor del drama. Y el barítono sueco Peter
Mattei encarnó a un impagable y extraordinario Wozzeck: vocalmente perfecto y soberbio actoralmente. La soprano
sudafricana Elza Van der Heever dio vida a una excelente Marie mediante sus perfectas inflexiones vocales, los matices de su
voz en las escenas de mayor dramatismo y su estupenda capacidad histriónica. La
mezzosoprano estadounidense Tamara Mulford protagonizó una excelente Margret, mientras el tenor Christopher
Ventris interpretó un Tambor Mayor que
se destacó por su jerarquía vocal. Lo mismo sucedió con los tenores Andrew
Staples (Andres) y Gerhard Stieger (Capitán) y el bajo Christian Van Horn (Doctor), creando una perfecta
combinación y conjunción de voces en los dúos correspondientes.
Naturalmente, nada de esto hubiera
sido posible sin la sencilla –pero sumamente efectiva- escenografía de Sabine
Theunissen, quien sólo con pocos recursos (un pasillo descendente, un gabinete,
una escalera con baranda y unos desniveles) supo recrear todos los ambientes en
los cuales transcurre la acción (la casa de Wozzeck,
la taberna, el gabinete del Doctor, las
barracas y el estanque), merced a la
excelente proyección de video creada por Catherine Meyburgh, que permitía
automáticamente pasar de una escena a la otra, manteniendo el hilo conductor de
la trama. La iluminación de Urs Schönebaum hizo el resto para que esta nueva
coproducción pudiera llevarse a cabo con la excelencia que caracteriza a las
producciones del Metropolitan Opera House –que asimismo, ha sido elegida para
abrir en Julio del corriente año el Centenario del Festival de Salzburgo-.
A casi 100 años de su estreno
(1925), esta obra posee una vigencia
sumamente actual. No sólo representa un poderoso alegato acerca de los horrores
de la guerra y las secuelas que la misma deja sobre los seres humanos (pobreza,
miseria, locura y discriminación), sino que también los muestra con absoluta
crudeza.
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