Impresionante versión por streaming de “FAUST” de
Gounod en el Metropolitan
LAS CONSECUENCIAS DE
PACTAR CON EL DIABLO
Martha CORA ELISEHT
Siguiendo con las excelentes
transmisiones por streaming que
ofrece el Metropolitan Opera House de New York, el pasado domingo 24 del
corriente se ofreció “FAUST” de
Charles Gounod (1818-1893) con el siguiente elenco: Jonas Kaufmann (Faust), Marina Poplavskaya (Marguérite), René Pape (Mefistófeles), Rusell Braun (Valentin), Michèle Loisier (Siebel), Jonathan Beyer (Wagner, compañero de Valentin) y Wendy
White (Marthe, vecina de Marguérite). La
dirección orquestal estuvo a cargo de Yannick Nézet- Ségium y la dirección
coral, de Donald Palumbo. La producción general estuvo a cargo de Des Mc Anuff,
con escenografía de Robert Brill, vestuario de Paul Tazewell, iluminación de
Peter Mumford y coreografía de Kelly Devine. En esta ocasión, la presentación
estuvo a cargo de Joyce Di Donato.
Esta producción del Met data de 2011
y está ambientada en 1945, poco antes de la finalización de la Segunda Guerra
Mundial. En el laboratorio del Doctor
Faust se desarrolla una máquina –en clara alusión a la bomba atómica- que
puede ocasionar un daño muy grave si la manejan manos inexpertas. Para recrear
el ámbito desde el mismo Prólogo, Robert
Brill creó una escenografía muy sencilla: dos escaleras hacia ambos lados del
escenario, donde van a tener lugar todas las escenas de los 5 actos de esta grand opéra y se deja un espacio central
al fondo para proyección de video del retrato de Marguérite, del jardín de la protagonista, del altar de la Iglesia
y del descenso a los infiernos.. Todo
esto se complementa con efectos de iluminación en claroscuro y diferentes
colores (rojo para las rosas del jardín de Marguérite,
haciendo alusión a la pasión de Faust
y verde y negro para la Noche de
Walpurgis). Con respecto al vestuario, los ayudantes del Doctor Faust entran en el Prólogo con guardapolvos grises,
mientras que el protagonista lo hace con un traje a saco de corte inglés en
color gris oscuro, con capa que cubre el saco y bombín. Al principio, aparece
canoso, pensativo y con gesto adusto, en contraste con la juventud de Marguérite (“Rien à faire! En vain j’ai intetrogué”), mientras que Mefistófeles aparece íntegramente
vestido de blanco, con un moño rojo y una flor del mismo color en la solapa del
saco. Entra como un auténtico caballero, con sombrero y bastón –que utilizará
para hacer sus pases mágicos y hechizos- (“Me
voici”).Cuando el protagonista reclama la juventud (“Je veux la jeunesse”), luego de firmar el pacto con el Diablo, la
copa de veneno con la que quería poner fin a sus días se transforma en un
elixir de juventud y aparece vestido con un traje a saco clásico color gris
perla, con chaleco blanco. En ese momento, los científicos que trabajan en su
laboratorio lucen guardapolvos blancos. Para la escena de la Taberna, los
soldados, Wagner y Valentin lucen
uniformes tradicionales, mientras que Marguérite
aparece ataviada con un vestido celeste de corte clásico, sin mangas y
falda amplia –sinónimo de pureza, virtud y criatura angelical-, con su cabello
largo y rubio recogido con una cinta al tono. Por su parte, Siebel luce un traje común con
pantalones cortos y corbatín rojo en tono claro, mientras que Marthe usa un típico traje de aldeana,
con mantilla blanca y delantal. Para la escena del jardín y la posterior
seducción de la protagonista, tanto Faust
como Mefistófeles usan el clásico
smoking negro, vestimenta que se va a mantener hasta la última escena. La única
excepción es que Mefistófeles conserva
su rosa roja en la solapa, mientras que la de Faust es blanca. Ese detalle se mantendrá hasta el final de la
obra.
Como consecuencia de la seducción
del protagonista, Marguérite ha
quedado embarazada y se la observa con su cabello atado con una trenza, una
camisa blanca, falda azul larga y saquito gris frente a su máquina de coser,
siendo despreciada por todos por haber perdido su virtud y añorando a su amado (“Il ne revient pas”). Sólo Siebel y Marthe permanecen a su lado. Luego de la maldición de su hermano antes de morir (“Marguérite, soi maudite!”)
y tras haber matado a su hijo, aparece en la escena de la prisión con un
vestido celeste oscuro típico de reclusa, con mangas largas y cabello corto
–presentándose como la sombra de lo que fue-. Mientras Faust es arrastrado a las profundidades del infierno, ella logra
redimirse ante Dios merced a su fe y asciende al Cielo mediante una escalera
íntegramente iluminada de blanco. Y en la escena final, Faust aparece igual que al principio, donde muere luego de beber la
copa de veneno. Todas las alegorías están perfectamente manejadas mediante
efectos de iluminación y recursos sencillos.
La dirección orquestal a cargo del
canadiense Yannick Nézet- Séguin fue magistral, dando todos los matices que
requiere la poderosa orquestación de esta obra. Esto se notó más en las arias y
los fragmentos más célebres (invocación de Valentin:
“Avant de quitter ces lieux…”, la provocativa aria de Mefistófeles
sobre el becerro de oro (“Le veau
d’or est toujours débout”), el celebérrimo Vals del 2° Acto (“Ainsi que
la brise legère…”), el aria del Rey de Thule y el preámbulo entre cellos y
contrabajos del 4° Acto, que indican que algo grave e inevitable va a suceder).
El solo de violín que acompaña el aria más conocida de la ópera (“Salut, démeure chaste et pure”) fue
excelente, al igual que la intervención de la orquesta en los momentos de mayor
dramatismo. También fueron soberbios los solos de órgano que marcan el
arrepentimiento de Marguérite pidiendo
su salvación en la Iglesia y su posterior ascensión al Cielo. El coro también
tuvo una destacadísima actuación en las arias principales donde el mismo
interviene (escena de la taberna, vals del 2° Acto, el Coro de los Soldados (“Gloire
inmortslle de nos aïeux”) y la escena final (“Sauvée! Chris test resucité”) y la coreografía de Kelly Devine
fue muy efectiva para el número de la Noche
de Walpurgis.
En cuanto a los principales intérpretes,
Jonas Kaufmann encarnó un estupendo Faust,
atormentado por la falta de juventud y su irrefrenable deseo de amar a la
bella y joven Marguérite. Descolló en
las principales arias y se destacó en los dúos con Marguérite (“Laissez moi régarder ton visage” y “Heuresse nuit
d’amour”) y Méfistófeles. Sus
insuperables pianissimi y su perfecto
dominio de las notas agudas hicieron vibrar al Met, recibiendo numerosas
ovaciones al respecto. También fue sublime la interpretación de René Pape como Mefistófeles, tanto desde el punto de
vista vocal como actoral. Además de la mencionada aria del becerro de oro, su
actuación fue magistral en la invocación a la noche (“O nuit! Étends sûr eux ton ombre…”), la socarrona serenata de
alusión al amante en el 4° Acto (“Vous, qui faites l’endormie”) y el
descenso a los infiernos (“Une, deux et
trois”). Y la soprano rusa Marina Poplavskaya resultó ser la intérprete ideal para encarnar a una angelical,
pura y dolida Marguérite. Su
participación en la mencionada aria (“Il
était une fois un Roi de Thule”) se vio coronada posteriormente no sólo por
su magistral interpretación de los dúos de amor, sino también por el aria de
las joyas (Ah! Je ris de me voir si belle
en ce mirroir”), cuando se siente abandonada (“Il ne revient pas”) y cuando invoca su salvación a los ángeles (“Anges purs, anges radieux”). Sus
excelentes pianissimi contribuyeron a
que su melodiosa voz luciera aún más angelical, pero también supo componer muy
bien los momentos de mayor intensidad dramática por ser despreciada y sentirse
víctima de una traición. Por su parte, la soprano francesa Michèle Loisir
encarnó un locamente enamorado y entusiasta Siebel,
preocupado porque las flores que le deja siempre a Marguérite no se marchiten por el hechizo de Mefistófeles (“Faites-lui mes aveux”), mientras que Rusell Braun
tuvo a su cargo una magnífica interpretación de Vaelntin desde su primera intervención, cuando su hermana le dona
su medallón antes de partir a combate (“Sainte
medalle!”) y cuando se da cuenta que Faust
la ha deshonrado, se bate con él a duelo y éste le da la estocada final.
Antes de morir, llama a su hermana en un aria de gran intensidad dramática (“Écoutez-moi, Marguérite!”) y la
maldice “Marguérite, soi maudite”). Demostró
ser un barítono de raza y un excelente intérprete. La mezzosoprano Wendy White
dio vida a una muy buena Marthe y se
lució junto a los protagonistas principales en el cuarteto del 3° Acto,
mientras que el barítono Jonathan Beyer interpretó un correcto Wagner.
Merced a la tecnología, se pueden
volver a transmitir y apreciar estas excelentes versiones, con intérpretes de
jerarquía excelsa que tratan un tema tan atemporal como la eterna lucha entre
el Bien y el Mal. Y que tampoco puede salir nada bueno si se hace un pacto con
el Diablo –encarnación del Mal- o si se busca ser eternamente joven. Cada edad
tiene su encanto y hay que darle la bienvenida a la vejez con filosofía, sin
querer reeditar las locuras que uno cometió cuando tenía 20 años. Es la gran lección que nos
deja esta gran ópera.
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