Muy buena reposición por streaming de “CAPRICCIO”
desde el Metropolitan
UNA ÓPERA HECHA A
PARTIR DE UNA PREGUNTA RETÓRICA
Martha CORA ELISEHT
Siguiendo con las transmisiones por streaming en medio de la pandemia de COVID-19, el pasado jueves 7
del corriente tuvo lugar “CAPRICCIO”
de Richard Strauss (1864-1949) desde el Metropolitan Opera House de New York,
con producción integral de John Cox, escenografía de Mauro Pagano, vestuario de
Robert Perdziola e iluminación de Duane Scheler. Sir Andrew Davis dirigió la
Orquesta Estable de la institución, mientras que la coreografía correspondiente
al ballet estuvo a cargo de Val Caniparoli.
Esta reposición data de 2011 y el
elenco estuvo compuesto por los siguientes cantantes: Renée Flemming (Condesa Madeleine), Morton Frank Larsen
(El Conde, su hermano), Sarah
Connolly (Clairon), Russell Braun (Olivier), Joseph Kaiser (Flammand), Peter Rose (La Roche), Barry Banks y Olga Makarina (Cantantes italianos), Michael Devlin (Mayordomo), Bernard Fitch (Monsieur Taupe) y la pareja de baile
formada por Laura Feig y Erik Otto. El Coro de Sirvientes estuvo integrado por
4 tenores y 4 bajos y la presentación estuvo a cargo de Joyce Di Donato.
CAPRICCIO
es la última ópera compuesta por Richard Strauss en 1942 y lleva el Opus 85 del catálogo de sus obras. El
libreto estuvo a cargo del mismo compositor y del director de orquesta Clemens
Kraus –quien dirigió su estreno en Munich durante ese mismo año- sobre el tema Una conversación sobre música. A partir
de una pregunta retórica “¿Qué es lo
primero? ¿La música o la poesía?” se construye esta obra en un único acto,
donde tanto el compositor Flamand como
el poeta Olivier disputan por el amor
de la Condesa, mientras que su
hermano mantiene un romance con la actriz Clairon.
Sin embargo, el empresario teatral La Roche necesita de ambos para componer una ópera
sobre la reunión transcurrida esa misma tarde en casa de la Condesa, donde se representa un aria
cantada por dos italianos y una función de ballet. Cuando todos se retiran, el
coro de sirvientes hace su aparición junto al apuntador (Monsieur Taupe), quien se considera el personaje más importante
del teatro y al que –desgraciadamente- nadie lo tiene en cuenta.
Posteriormente, Madeleine queda sola
y reflexiona con quién de los dos se quedará. Se da cuenta que no puede
prescindir tanto de uno como del otro en la célebre aria –la más representada de
esta ópera en infinidad de recitales- y deja que la misma concluya con un final
abierto. Tiene muchas similitudes con dos óperas del mismo compositor: Ariadna en Naxos y El Caballero de la Rosa. Con Ariadna
comparte no sólo el argumento –el estreno de una ópera, la frustración del
compositor por la inserción de actores de la Comedia dell’Arte italiana- , sino también la orquestación. El Preludio abre con un trío de violín,
viola y violoncello, seguido de la orquesta de cuerdas. Posteriormente, Richard
Strauss ofrece su policromía y magistral orquestación con sus típicos matices a
partir del diálogo de amor entre Olivier y
la Condesa. Y con El Caballero de la Rosa, en vez de una
rosa de plata como ofrenda de amor, la poesía de Olivier, cuya métrica y rima se ve arruinada por el músico Flammand, quien logra una conjunción
perfecta entre ambas artes como ofrenda de su amor por la Condesa. Además, participa un tenor italiano, que tiene a su cargo
una de las arias más hermosas compuestas para esa cuerda.
La dirección musical de Sir Andrew
Davis fue magistral, logrando una muy buena recreación del clima straussiano.
El trío formado por David Chan (concertino),
Rafael Figueroa (violoncello) y
Vincent Liotti (viola) sonó
espléndidamente desde los primeros compases, caracterizados por su dulzura y a
la vez, por su profundidad sonora. El fraseo de los músicos solistas fue
soberbio, al igual que la posterior incorporación de las cuerdas hasta
desembocar –lenta y paulatinamente- en la orquestación característica de este
compositor.
Con respecto de los principales
cantantes, Renée Flemming fue la gran intérprete de las obras de Richard
Strauss hasta tal punto, que eligió el rol de la Mariscala en El Caballero
de la Rosa para despedirse de la ópera en el escenario del Met en 2017. Su
magistral técnica y los exquisitos matices de su voz dieron vida a la
caprichosa Madeleine con su maestría
habitual. Inclusive, ella fue quien popularizó el aria final de la Condesa en infinidad de recitales bajo
las más grandes batutas del mundo. Y la mezzosoprano Sarah Connoly interpretó
una memorable Clairon. Quien ha tenido la oportunidad de apreciarla en las
transmisiones HD del Met en otros roles sabe que posee una voz caudalosa, rica
en matices y de gran color tonal, que son las dotes que se necesitan para
interpretar este personaje. Tanto el barítono Russell Braun como el tenor
Joseph Kaiser dieron vida al poeta Olivier
y al músico Flammand respectivamente,
formando una muy buena pareja de rivales pero a la vez, complementándose
perfectamente. Ambos descollaron en sus respectivos diálogos con la Condesa y con el empresario La Roche. Con respecto de este último
personaje, Peter Rose ha sido el intérprete ideal. Posee no sólo una voz
caudalosa, sino también un espectro muy amplio en la zona de los graves, que le
permite sortear las dificultades técnicas y el fraseo sin dificultad. Sus dotes
histriónicas son estupendas para interpretar el rol más cómico de la obra.
También ha sido excelente el desempeño del bajo barítono Morton Frank Larsen
como el Conde, cuyos diálogos con su hermana
han sido excelentes, al igual que con la talentosa Clairon. La pareja de cantantes italianos compuesta por Barry Banks
y Olga Makarina fue estupenda, al igual que la pareja de baile integrada por
Laura Feig –quien interpretó a una bailarina principiante y por ende, cometía
errores a propósito- y Erik Otto. Muy bien preparados los 4 tenores y 4 bajos
que integraron el Coro de Sirvientes, al
igual que el apuntador Taupe- interpretado
por Bernard Finch- y Michael Devlin –otro histórico del Metropolitan- como el Mayordomo.
Por parte de
quien escribe, era la primera vez que una pudo apreciar esta auténtica joya,
que es muy poco representada en su totalidad y que –lejos de los dramas típicos
de este gran compositor- es una ópera buffa
de gran calidad, que sorprende por su melodía exquisita y por la
comparación con otras óperas del mismo autor –narradas ya en el párrafo
anterior- . Y cuando se lo hace con intérpretes de gran calidad y jerarquía,
resulta un placer para los oídos en este tiempo de aislamiento social.
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