Otra histórica transmisión por streaming del
Metropolitan de “L’ELISIR D’AMORE”
MAESTRÍA EN GRACIA Y
BEL CANTO
Martha CORA ELISEHT
Lo
bueno que tienen los programas de
transmisiones por streaming es
que alternan versiones históricas con producciones más recientes. Y dentro de
la amplísima gama de posibilidades que ofrece el Metropolitan Opera House de
New York, en el día de ayer le tocó el turno a una versión histórica de “L’ELISIR D’AMORE” de Gaetano Donizetti
(1797-1848) que se representó en dicho escenario en 1991, con puesta en escena
de John Copley, escenografía y vestuario de Beni Montresor e iluminación de Gil
Wechsler. La dirección de orquesta estuvo a cargo de James Levine y la del
Coro, de Raymond Hughes, con un elenco formado por los siguientes intérpretes:
Katheleen Battle (Adina), Luciano
Pavarotti (Nemorino), Enzo Dara (Dulcamara), Juan Pons (Sargento Belcore) y Korliss Uecker (Gianetta).
Siempre es un placer volver a
escuchar los clásicos italianos y en este caso, una transmisión histórica del
Met, cuyo material fílmico se conserva en perfecto estado. Pero a diferencia de
otras versiones, esta transmisión careció de un buen volumen de sonido.
Probablemente se deba a que la grabación del videotape se hizo a muy bajo
volumen en su momento y, por lo tanto, haya costado un poco más poder
escucharlo bien. No obstante, la puesta en escena a tres niveles –que permite
no sólo cambios rápidos de una escena a la otra, sino también el traslado del
coro y los cantantes- fue muy linda, al
igual que el magnífico vestuario diseñado por Beni Montresor para esta ocasión,
donde los aldeanos lucieron vestimentas típicas y coloridas, mientras que los
soldados, pantalón blanco con listón rojo y chaquetas del mismo color. Todo
ello dentro del marco que anuncia la llegada de la primavera y el amor, donde
el campesino Nemorino no se ve
correspondido por el amor que siente por la bella y culta Adina. Por lo tanto, es el motivo principal por el cual el astuto Doctor Dulcamara aparece ofreciendo su
mágico elixir, capaz de hacer auténticos milagros, pero que en realidad, sólo
es un licor (Lo que en Medicina se
denomina “efecto placebo” y cura por sugestión o convencimiento por parte de
quien lo ingiere, sin efecto terapéutico alguno). Así es como Nemorino se alista en el Ejército con
tal de conseguirlo, mientras Adina anuncia
su compromiso con el Sargento Belcore para
causarle celos. Sin embargo, la bella protagonista se da cuenta que ha ido
demasiado lejos y, cuando pretende recuperar el amor del campesino, éste la
rechaza. Finalmente, el amor triunfa, Dulcamara
se retira convencido de que su elixir es el mejor –aunque sólo se trate de
un placebo- y Belcore se compromete
con Gianetta. Una obra maestra, donde los enredos se
resuelven con un final feliz.
El mítico director estadounidense
demostró ser un profundo conocedor de la partitura de esta ópera, brindando
frescura y espontaneidad a la orquesta, pero con mucha precisión en los tempi y en los fragmentos más líricos. Y
llegó al summum en el solo de fagot
que abre la celebérrima Una furtiva
lacrima – el aria más conocida de esta ópera y una de las más mentadas de
toda la lírica-, donde el gran Luciano Pavarotti se lució vocal y actoralmente
en cuanto a su interpretación. Y como no podía ser de otra manera, el Met cayó
rendido tras su intervención y estalló en aplausos. El gran tenor italiano hizo
gala de los insuperables matices de su voz desde la primer aria (“Questo é bella, questa é cara”),
siguiendo con “O fatale! O caro!” a
fines del 1° Acto y prosiguió con la mencionada aria, además de lucirse de cabo
a rabo en todos los dúos con Adina,
Belcore y Dulcamara. Con respecto
de este último personaje, bien puede decirse que Enzo Dara representa quizás el
último exponente de una generación de bajos buffos
que –hoy en día- es un registro muy difícil de encontrar. Quien escribe
tuvo la oportunidad de verlo encarnar roles de este tipo en el Colón, junto a
otros grandes exponentes de esta categoría como Sesto Bruscantini, Wladimiro
Ganzarolli y Enzo Sordello. Su impecable técnica, sus matices vocales y sus
dotes histriónicas le permitieron dar vida a este pícaro y simpático personaje,
destacándose en las cavatinas y arias
de coloratura, al igual que en la célebre “Audite!
Audite!”, donde presenta su mágico elixir a los campesinos, abriendo una
capa multicolor llena de botellas . Lo mismo sucedió en el dúo con Adina y el trío final del 1° Acto junto
a Belcore, al igual que el célebre
dúo junto a Adina en el 2° Acto, o
cuando se ve rodeado por el Coro femenino (“O
elisire mágico”) creyendo que su producto es el mejor. Por su parte,
Katheleen Battle encarnó una espléndida Adina,
que sobresalió por su maravillosa e inconfundible voz, su gran coloratura y
por la gracia con la cual dio vida al rol protagónico femenino. La musicalidad
de su melodiosa voz hizo que el Met estallara en aplausos al final de las arias
y dúos principales. La más sobresaliente fue “O grand’amore” en el 2° Acto, antes de iniciar el diálogo con Dulcamara. Y luego de implorar el amor
de Nemorino suplicándole que no se
aliste en el Ejército, el Metropolitan
se vino abajo al finalizar tan excelsa interpretación. Juan Pons se lució vocal
y actoralmente como el Sargento Belcore desde
la primer aria (“Non a bella que resista
alla gala del’uniforme”). Sus cavatinas fueron excelentes, al igual que su
desempeño en los dúos y tríos.
Una ha visto infinidad de veces esta
obra y con muy buenos cantantes, pero siempre vale la pena volver a ver las
versiones históricas de este gran clásico de Donizetti. En este caso
particular, se trató de una auténtica maestría en gracia, buen gusto y bel canto ofrecida por intérpretes de
excelsa jerarquía.
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