Gran transmisión por streaming de “LA NARIZ” de
Shostakovich en el Metropolitan
UN IRÓNICO SENTIDO DEL
OLFATO
Martha CORA ELISEHT
Dentro de la gran gama de
transmisiones por streaming que
ofrece el Metropolitan Opera House de New York, la ópera moderna tuvo su
revancha el jueves 2 del corriente con “LA
NARIZ” (Nos) de Dmitri Shostakovich (1906-1975) en una producción realizada por William Kentridge en 2013 en
forma conjunta con el Festival de Aix- en- Provence y la ópera National de
Lyon, con vestuario de Greta Goiris, iluminación de Urs Schönebaum y proyección
en video de Catherine Meybourgh, dirección orquestal de Pavel Smelkov y
dirección coral de Donald Palumbo. La soprano Patricia Racette actuó como
presentadora.
El elenco estuvo compuesto por los
siguientes cantantes: Paulo Szot (Inspector
Kovalyov), Alexander Lewis (La
Nariz), Andrei Pppov (Inspector de
Policía), Sergei Skorodvov (Iván,
sirviente de Kovalyov), Gennady Bezubenrkov (Doctor), Barbara Dever (Madame
Polanova), Ying Fang (Pelagevya, su
hija), Vladimir Ognovenko (Iván
Yakoievich, el barbero), Adam Willen
(Yaritzkin, amigo de Kovalyov), Claudia Waite (Pratskoya, vendedora de pretzels), James Courtney (Redactor del diario), Stass Klassen (Viajero), Tatiana Zbirovskaya (Escorting Lady), Vadim Krol (Escorting Gentleman), María Gabrilova (Madre), Theodora Hanslowe (Matrona), Kathryn Day (Dama respetable) y un ensamble vocal
compuesto por los cantantes Brian Konfes, Joseph Barron, Jeffrey Behrens, Matt
Boehler, Kevin Bordette, Philip Corovkinos, Michael Forest, Brian Frutiger,
Kevin Glavin, Christopher Job, Ricardo Lugo, Michael Meyers, Grigory Solokov,
Tony Stevenson y Todd Wilander. Asimismo, paticipó también un ensamble
compuesto por los siguientes actores: Szmezlana Chernova, Frank Colardo,
Svetlana Kita, Stass Klassen, Vadim Krol, Eric Parillo, Dan Renkin, Dina Ross,
Sasha Serrin e Irma Yesllievskaya.
La primera ópera compuesta por
Shostakovich lleva el Op.15 de su
vastísima producción y se basa sobre la obra homónima del poeta ruso Nikolai
Gogol (1809-1852), donde un funcionario de San Petersburgo pierde su nariz y la
misma adquiere vida propia. El mismo compositor realizó el libreto en
colaboración con Yevgeni Zamyatin, Alexander Preis y Georgy Iolnin entre 1928 y
1929. El título original en ruso (“HOC”, o “NOS”) tiene su palíndromo: COH (“SON”), que significa “sueño”. No
es casual que por ser una sátira, el autor se refiera a la pérdida de la nariz
del protagonista como una pesadilla. Naturalmente, todo termina con un final
feliz: Kovalyov se pasea
despreocupado por San Petersburgo y vuelve a hacer de las suyas flirteando con
las chicas bonitas. Para componer la música, Shostakovich recurre a canciones y
melodías folklóricas rusas, atisbos de atonalidad y una serie de cánones y
cuartetos para ordenar el caos –recurso tomado del compositor austríaco Alban
Berg- , pero con su ironía y sarcasmo característicos. El resultado es una
auténtica obra maestra, caracterizada por su gran virtuosismo. Su estreno se produjo
en 1930 y las críticas fueron muy desfavorables. Sin embargo, el compositor
británico Gerard Mc Burney la definió como “una
de las mayores y mejores obras de Shostakovich. Un tour de force electrizante
de acrobacias vocales, colores instrumentales y absurdo teatral a través de una
mezcla desvastadora de risa y enojo. Y en manos irreverentes del compositor, es
sumamente entretenida y perfectamente adaptable al teatro”. Tras haberla visto y escuchado, es la
definición perfecta para esta obra, según opinión de quien escribe.
Debido a la cantidad de actores,
cantantes y figurantes en escena, se representa muy poco. Tras su estreno, no
volvió a representarse en la ex Unión Soviética hasta 1974, cuando el gran
músico y director de orquesta Gennady Roshdestvensky encontró una copia de la
partitura original en el Teatro Bolshoi de Moscú. Dicha reposición contó con la
presencia del compositor. El estreno argentino se produjo en 1994 en el Colón
bajo la dirección de Vladimir Agronsky, mientras que se representó por primera
vez en el Met en 2010. El estreno en Estados Unidos se produjo en la Ópera de
Boston en 2009.
La escenografía creada por Kentridge
para esta ocasión es sumamente sencilla, ya que se coloca todo el énfasis en la
proyección de video. Esto no sólo permite realizar llos cambios de escena de
manera rápida y efectiva, sino también dar vida a la nariz. Naturalmente, la
misma aparece posteriormente en escena de color blanco con pantalones negros,
mientras que se invierten los colores en la pantalla. Asimismo, también se
proyectan en el video textos en ruso y en inglés –además de la traducción
simultánea- para que la gente pueda comprender de qué se trata. En cambio, el
vestuario del Coro y de los actores contrasta por su intenso colorido. También
ha sido excelente la caracterización de los personajes. La duración total de la
obra es de 1 hora 45 minutos, dividida en 3 actos. Por ende, resulta sumamente
entretenida, interesante y por sobre todas las cosas, divertida. La nariz no
sólo baila, sino que camina, corre, trepa escaleras y se sube a un caballo.
Además, el video alterna la proyección de la nariz con películas documentales
rusas de aquella época. Y culmina con la
palabra “END” (Fin) escrita en
cirílico.
El director ruso Pavel Smelkov tuvo
la difícil tarea de recrear la partitura haciendo uso de la ironía y loa
acordes tan ácidos –y tan característicos- del compositor, brindando una
perfecta cátedra de dirección orquestal. Y el Coro contó con la magistral
dirección de Donald Palumbo para recrear muchos momentos: en la Catedral de
Kazán, la estación de trenes, las multitudes tratando de buscar a la nariz,
donde se reúnen todo tipo de personajes. Los cantantes alternan con parlamentos
–dados por el ensamble actoral- en las principales escenas donde el Coro actúa
como una voz más: sobre todo, cuando leen los periódicos en el 3° Acto, que
narran la historia de Kovalyov y la
pérdida de su nariz. Y previamente al final, son los actores los que anticipan
el mismo con un parlamento irónico, diciendo
que “este tipo de cosas no suceden muy a
menudo”.
El barítono Paulo Szot tuvo a su
cargo el rol protagónico, demostrando ser un excelente actor, que se deprime
tanto por haber perdido su nariz como por no poder pegársela una vez que la ha
recuperado. Y cuando lo hace, se encuentra sumamente feliz, mientras que la
nariz –proyectada en el video- se encuentra triste y abatida. Su voz posee unos
invovcreíbles matices, ideales para las acrobacias vocales impuestas por el
compositor. Y el tenor ligero Andrei Popov tiene una voz estupenda, con unos
impresionantes agudos para interpretar el ultra difícil rol del Inspector de Policía. Y si bien la
intervención vocal de la auténtica protagonista de esta historia es pequeña
–cuando los policías intentan abusar de la vendedora Pratskoya- magníficamente caracterizada por una serie de anillos
concéntricos sobre su busto y cintura, promocionando los pretzels- , la Nariz la defiende. Una espléndida actuación del
tenor Alexander Lewis, cuya voz posee matices agudos e hiperagudos. Lo mismo
sucede con el tenor Adam Willen, quien dio vida a Yaritzhin (el amigo de Kovalyov),
al igual que su sirviente Iván, magníficamente
interpretado por el tenor Sergei Skorodvov. Pero quien realmente se lució fue
el bajo Vladimir Ognovenko como el barbero Iván
Yakoievitch –responsable de haber afeitado al protagonista y de haber encontrado
la nariz en su pan. Cuando intenta deshacerse de ella, la Policía lo atrapa. Su
voz no sólo posee una coloratura bellísima, sino que es un soberbio actor, al
igual que el barítono Gennady Bezubenkov como el Doctor. De las voces femeninas, las más sobresalientes fueron
Claudia Waite (la vendedora Prastkoya), la mezzosoprano Barbara Dever (Madame
Polanova) y la soprano ligera Ying Fang, quien dio vida a su hija (Pelageyva) y se destacó por su
espléndido dominio de las notas agudas en la escena de las cartas –para romper
la maldición, ya que Kovalyov no
quiere casarse con ella- .Asimismo, Kathryn Day tuvo una gran actuación como la
Dama Respetable.
Ha sido una lástima que una haya
descubierto esta obra tan tarde, ya que no estaba preparada para la correcta
interpretación y discernimiento de la ópera moderna cuando se produjo su
estreno local en el Colón. Gracias al streaming,
una la ha podido disfrutar y apreciar. Es raro que dentro de una ópera haya
ironía y sarcasmo como en este caso; por lo tanto, bien vale la pena vencer los
prejuicios y descubrir un irónico sentido del olfato con la brillante música de
Shostakovich. La combinación perfecta de una auténtica obra maestra.
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