Nueva concepción escénica de “CAVALLERÍA RUSTICANA/
I PAGLIACCI” desde el Met
LA DUPLA EMBLEMÁTICA
DEL VERISMO ITALIANO
Martha CORA ELISEHT
Continuando con su ciclo de
transmisiones por streaming sobre
rivalidades épicas (Epic rivalities), el
Metropolitan Opera House de New York repuso el día 8 del corriente una
producción de CAVALLERÍA RUSTICANA/ I
PAGLIACCI que data del 2015 y que contó con puesta en escena de David Mc
Vicar, escenografía de Rae Smith, vestuario de Moritz Junge, iluminación de
Paule Constable y coreografía de Andrew George. La dirección orquestal estuvo a
cargo de Fabio Luisi, mientras que Donald Palumbo y Anthony Piccolo, la del
Coro Estable y el Coro de Niños de la institución respectivamente. La
mezzosoprano inglesa Susan Graham actuó como presentadora.
Si bien pueden representarse por
separado o conjuntamente con otras óperas de corta duración, ambas constituyen
la dupla emblemática del verismo italiano –corriente que comenzó a fines del
siglo XIX y que encontrará entre sus máximos exponentes a compositores de la
talla de Mascagni, Leoncavallo y Puccini, entre otros- y por lo general, suelen
representarse juntas. En este caso, David Mc Vicar las ambientó en Sicilia,
pero con 50 años de diferencia entre una y otra. Mientras CAVALLERÍA RUSTICANA se desarrolla a fines del siglo XIX, I PAGLIACCI lo hará hacia 1930, cuando
ya existían el automóvil, la electricidad y algunos otros inventos. Se
analizará cada una de las óperas por separado.
CAVALLERÍA RUSTICANA
Elenco: Eva- María Westbroek (Santuzza), Marcelo Álvarez (Turiddu), George Gadnidze (Alfio), Ginger Costa Jackson (Lola), Jane Bunnell (Mamma Lucía) y Andrea Coleman (Paisana).
La más popular y representada de las
óperas de Pietro Mascagni (1863-1945) fue compuesta en 1888 y estrenada en el
Teatro Constanzi de Roma en Mayo de 1890, tras haber ganado un concurso de
obras inéditas para compositores de ópera noveles organizado por el editor
Edoardo Sonzogno, con libreto de Guido Menasci y Giovanni Targioni Tozzetti
sobre la novela homónima de Giovanni Verga. Su éxito fue rotundo desde su
primera representación merced a los bellísimos pasajes orquestales –su célebre Intermezzo se ejecuta muy a menudo como
pieza orquestal tanto en recitales de ópera como conciertos- y a sus
principales arias, que forman parte del repertorio para tenor y soprano
dramática/ mezzosoprano.
La puesta en escena no pudo ser más
simple: un escenario rectangular, apenas iluminado, donde se resalta la figura
de Santuzza centrando la iluminación
en la protagonista, mientras el coro la rodea portando sillas que se colocan en
el perímetro del escenario y donde se sientan los coreutas, mientras ella
permanece –estoicamente- de pie, siendo rechazada y discriminada por su
condición de excomulgada, ya que fue seducida por Turiddu. Todos usan vestimentas oscuras y se encuentran
perfectamente caracterizados. La rivalidad entre Santuzza y Lola se
muestra desde el inicio, paseándose por todo el escenario y rechazándose en
forma simétrica. Asimismo, la vestimenta también denota la rivalidad entre
ambas. Si bien están vestidas de negro, Santuzza
luce un vestido sencillo, con chal al tono y escore cerrado, mientras que el
de Lola posee escote cuadrado para
seducir a Turiddu. La taberna de Mamma Lucía está representada por una
mesa, donde coreutas y figurantes depositan sus mercancías. La iglesia se
reemplaza por estatuas de la Virgen cubiertas de flores para la procesión del
Domingo de Pascua, que son portadas por los figurantes. Al final del célebre Intermezzo, los coreutas dejan puestas velas en los cuatro rincones
del escenario. La oscuridad predomina y la iluminación sólo se centra en los
protagonistas, el Coro y la procesión, mientras tres parejas de baile ejecutan
una danza de galanteo al compás de la bellísima “Gli aranci olezzano”.
La impecable dirección de Fabio
Luisi y la excelente preparación del Coro por parte de Donald Palumbo brindaron
el marco justo para compensar esta puesta en escena tan particular. Además de
la mencionada aria, el Coro se lució en el Regina
Coeli Lautare. Y en cuanto a los protagonistas principales, Marcelo Álvarez
brindó un excelente Turiddu desde su
aparición fuera de escena (“O, Lola,
ch’ai di latti la cammisa”), siguiendo en el célebre duetto con Santuzza (“Tu qui,
Santuzza?”) y descollando en el aria del vino (“Viva il vino spumeggiante”). Su impecable fraseo, su caudalosa
voz y sus dotes histriónicas fueron esenciales e insuperables para encarar su
aria final (“Mamma! Quel vino é
generoso”…). Una interpretación magistral que le valió la ovación del Met
al bajar el telón. Eva María Westbroek dio
vida a la sufrida Santuzza merced a sus dotes histriónicas
y a los matices de su voz, que le permitieron interpretar a la perfección un
rol caracterizado por su poderosa intensidad dramática. Su voz sobresalió en el
Regina Coeli Lautare junto al Coro (“Inneggiamo, il Signor non é morto”) al
igual que en el duetto con Turiddu
(“No, no, Turiddu, rimani, rimani ancora”) y con Mamma Lucía (“Voi lo sapete, mamma”). Sin embargo, le faltó temperamento a la hora de
maldecir a su amado (“Maledetta
Pascua!”). También sobresalió en el dúo con Alfio, que encontró en el barítono George Gadnidze a un muy buen
intérprete desde su primera aria (“Il caballo
scalpita…”) y en el duetto della vendetta
(“Ad essi non perdono, vendetta avró”). Posee una voz caudalosa y a la vez,
ruda –requisito fundamental para componer este tipo de personajes- .Por su
parte, Ginger Costa Jackson se lució como la seductora y provocativa Lola en su aria (“Fior di giaggolo”), al igual que Jane Bunnell como Mamma Lucía. Una muy buena versión
dentro de una puesta en escena simple que nos remonta a una sociedad pacata y
conservadora de fines del siglo XIX, que no perdonaba el adulterio ni permitía
que una joven que mantuviera relaciones sexuales fuera del matrimonio pudiera
rezar. Y que trata un tema tan actual como la discriminación y el sexismo.
I PAGLIACCI
Elenco: Marcelo Álvarez (Canio), Patricia Racette (Nedda),
Georges Gadnidze (Tonio), Lucas
Meachem (Silvio), Jeremy Little (Beppe) y los bailarines Marty Keiser,
Andy Sapora y Joshua Wynter (payasos y
acróbatas).
La primera de las óperas compuestas
por Ruggiero Leoncavallo (1857-1919) se basó en una historia de la vida real.
Su padre era comisario y le tocó arrestar a un hombre acusado de asesinar a su
mujer como consecuencia de un adulterio. Por
lo tanto, el compositor escribió el libreto recordando este hecho.Se estrenó en
el Teatro Dal Verme de Milán en 1892 y tuvo un suceso rotundo desde su inicio,
que llevó a representarla en los principales escenarios del mundo. Consta de un
Prólogo y dos actos, donde Tonio expone
a la audiencia que lo que va a ocurrir en la comedia sucede en la vida real.
Generalmente va precedida de CAVALLERÍA
RUSTICANA, pero existen excepciones a la regla (la última vez que se
representó en Buenos Aires se hizo conjuntamente con GIANNI SCHICCHI de Puccini en 2018 por Juventus Lyrica). También posee el aria más famosa de la historia
de la ópera (“Recitar… Vesti la giubba”,
más conocida como “Ridi, pagliaccio”), infaltable
en el repertorio de los más grandes tenores de todas las épocas.
En la presente versión, han pasado
casi 50 años desde CAVALLERÍA RUSTICANA y
las cosas han cambiado. La gente se viste informalmente con ropas de colores
vivaces, las faldas de las damas se han acortado y los caballeros andan en
camisas de mangas cortas o en musculosa. La electricidad llegó a Sicilia y el
tradicional carromato de los payasos ha sido reemplazado por una camioneta con tráiler, donde los integrantes de la troupe liderada por Canio guardan sus vestimentas, elementos de trabajo y que también
servirá como el escenario donde se representara la comedia. Un telón azul con
ribetes dorados brinda el marco donde se desarrolla el Prólogo a cargo de Tonio – quien
aparece con un saco de lentejuelas rojas con solapas doradas y pantalón negro,
munido de un micrófono- y donde Canio manifiesta
su dolor ante la traición de su esposa en la celebérrima aria ya mencionada.
Pero es un payaso y debe hacer que la gente se ría. El show debe continuar.
Cuando entra el tráiler de los payasos, Nedda aparece con un vestido floreado
blanco y negro de corte sencillo, portando una sombrilla amarilla y montada
sobre un caballo, mientras los tres bailarines danzan y realizan acrobacias.
Tanto Tonio como Beppe usan camisa y pantalón con tiradores, mientras Canio lo hace con un traje celeste con bombín. Al hacer su aparición en escena se produce una lluvia de papeles
de colores para dar la bienvenida al clown (“Viva
Pagliaccio!”). Cuando el Coro va hacia la iglesia se ubica de un lado del
camión, mientras que los payasos se sitúan del otro lado. Cuando Silvio aparece, viste musculosa y
pantalón, sobre la cual luce una camisa de mangas cortas. Para la Commedia, Beppe –quien representa a Arlecchino- porta un típico traje
brillante a rombos rojos, dorados y verdes, mientras que Tonio –Taddeo- usa un traje a saco lavanda con chaleco dorado. Nedda aparece caracterizada como un
payaso con peluca rubia, pantalón a cuadros y saco verde, bajo el cual usa un body violeta con encaje negro, sumamente
sexy para representar a Colombina, mientras
que Canio –Pagliaccio- lo hace con
saco negro con una rosa roja en la solapa, pantalón gris, la típica nariz roja
de payaso, moño al tono y bombín negro. Sólo Silvio conserva su vestimenta durante toda la obra.
La impecable dirección orquestal de Fabio Luisi
estuvo presente desde los primeros compases, haciendo hincapié en los pasajes
más románticos, más dramáticos y contagió a los músicos su temperamento. La
orquesta tuvo un brillo especial y un sonido prístino como pocas veces se la ha
escuchado, tanto en el Prólogo como
en el Intermezzo. Por su parte, tanto
el Coro como el Coro de Niños sonaron perfectamente bien desde su aparición en
escena (“Son quá?...Son quá! Ritornano!”…
Viva Pagliaccio!”) hasta la bellísima “Din,
don, Din don”. El trío de bailarines y acróbatas formado por Marty Kaiser,
Andy Sapora y Joshua Wynter tuvo una destacadísima actuación, ya que también
intervinieron como figurantes junto a Nedda
en la Commedia. Con respecto del
rol femenino, Patricia Racette fue una auténtica revelación. Es una consabida
soprano lírica que supo brindar roles tan diversos como Cio Cio San, Ellen Orford o Mimí
sobre el escenario del Met, pero Nedda le sentó a la perfección merced a
sus impecables fraseo y coloratura. Le puso el alma al personaje y se lució en
su aria principal (“Qual fiamma avea nel
guardo… Stridono lassú”), en los dúos
con Tonio y Silvio (“Sei lá! Credea che te ne fossi andato” y “Silvio! A quest’ora che imprudenza!”,
respectivamente) y como la pizcueta y sensual Colombina (“Pagliaccio, mio marito”) hasta su trágico final,
negando el nombre de su amante (“No, per
mia madre! Indegna esser poss’ió”). Al caer el telón, se retiró ovacionada,
al igual que Marcelo Álvarez. El tenor argentino brindó un excelente Canio desde su aparición en escena (“Un tal gioco, credetemi… Il teatro e la
vita non son la stessa cosa”). La musicalidad, el caudal y el dramatismo de
su voz se lucieron en la consabida “Vesti
la giubba” y en la monumental “Non,
Pagliaccio non só”, donde deja de representar su personaje para mostrar al
hombre herido por la traición de su esposa. El Met cayó rendido a sus pies al
finalizar la obra. Jeremy Little dio vida a un muy buen y correcto Beppe, quien se destacó como el
simpático Arlecchino (“Ah, Colombina, il tenero”). En cuanto
a los barítonos, Lucas Meachem tuvo un muy buen desempeño desde el punto de
vista actoral como Silvio, aunque le
faltó un poco de sutileza vocal al inicio del dúo de amor con Nedda. No obstante, mejoró hacia el
final (“E allor perché, di, tu m’ai
streggato”). En cambio, Georges Gadnidze se lució como el deforme e
intrigante Tonio desde el consabido Prólogo (“Si puó?... Si puó”), pasando
por su dúo con Nedda y mostrando a Canio la traición de su esposa (“Cammina adagio e li sorprenderai”) hasta
el final (“La commedia é finita”).
Adulterio, celos, discriminación, traición seguida
de muerte, feminicidio…. Temas que se suceden en la ópera de manera
ininterrumpida a lo largo de los siglos. El primero es el común denominador que
desata el nudo en ambos dramas que conservan su esencia, pese a estar
ambientados en diferentes épocas y que gozan de una candente actualidad.
Precisamente, ésa fue la concepción de David Mc Vicar sobre esta dupla
emblemática del verismo italiano, tan
atemporal y tan vigente como hace más de un siglo atrás.
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