Monumental transmisión por streaming de “FEDORA”
desde el Metropolitan
UNA TRAGEDIA CON VALOR
AGREGADO
Martha CORA ELISEHT
Durante el transcurso de esta
semana, las transmisiones por streaming desde
el Metropolitan Opera House de New York están dedicadas al verismo italiano. Y dentro de esta magnífica corriente operística
tuvo lugar una representación de FEDORA, de
Umberto Giordano (1867-1948) el día 12 del corriente con puesta en escena de
Beppe De Tomasi, escenografía de Ferruccio Vilagrosi, vestuario de Pier Luciano
Cavalotti e iluminación de Wayne Howard, dirección
coral de Raymond Hughes y dirección orquestal de
Roberto Abbado.
La presente versión data de 1997 y fue
una coproducción conjunta con el Grand Teatro del Liceu de Barcelona, que contó
con un elenco de notables encabezado por Mirella Freni (Fedora Romazov), Plácido Domingo (Loris Ipanov), Ainhoa Arteta (Condesa
Olga Sukierev), Dwayne Croft (De
Siriex), Stephrn West Comisario
Grecht), Charly Anthony (Desiré), Rebeka
Mavrovtis (Dmitri), Yanni Yannissis (Cirilo), Eduardo Valdes (Barón Rouvet), James Courtney (Doctor Borov), Vernon Hartman (Losek), Denis Sedon (Nicola), Bernard Fitch (Sergio), John Russell (Michele) y Benjamin Deskant (Paisano). Además, contó con la
participación del pianista Jean- Yves Thibaudet como Lasinski.
Por su excepcional calidad sonora y
artística, esta versión ha sido llevada al DVD y contó con un valor agregado:
cuando el entonces alcalde de New York Rudolph Giuliani le entregó a Mirella
Freni la llave de la ciudad en el intervalo, declarándola Ciudadana Ilustre de
New York por haber actuado en el Metropolitan en numerosas oportunidades,
llevándolo a su apogeo.
Giordano compuso esta magnífica joya
del verismo entre 1897 y 1898 con
libreto de Antonio Colauti, quien a su vez se basó en el drama homónimo de
Vincent Sardou. Se estrenó en 1898 en el Teatro Lírico de Milano y fue muy
representada en sus comienzos, pero cayó en el olvido hasta que resurgió tras
un largo silencio después de la Segunda Guerra Mundial. Constituye una de las
óperas menos representadas de su autor y posee todos los ingredientes que debe
tener un buen drama verista: intrigas, traición, venganza, amor, dolor y
además, muestra las consecuencias funestas que puede acarrear una acción
despiadada. Fedora desea vengar la
muerte de su prometido seduciendo a Loris,
pero al mismo tiempo manda a
capturar al hermano de este último, quien termina ahogado en una prisión
cercana al río Neva en San Petersburgo. Como consecuencia de ello, la madre de Loris muere de pena. Al enterarse éste
que justamente la mujer que ama fue la que ha urdido semejante plan, la
aborrece y la desprecia. A Fedora no
le queda otra opción que la muerte ante semejante humillación.
Pese a su brevedad, cada uno de los
tres Actos en los cuales se divide la obra se desarrolla en diferentes lugares
(Rusia, París y Suiza). Por ende, requiere numerosos cambios de escenografía y
vestuario. Se utilizó una puesta en escena muy lujosa, con un suntuoso
vestuario de época para recrear el clima de la Rusia imperial de fines del
siglo XIX Los nobles usan lujosas
vestimentas, mientras que los campesinos –mujik-,
sus ropas tradicionales. En el 1° Acto, la protagonista luce un magnífico
vestido azul, que pasa a blanco en el 2° Acto para la recepción en su palacio
de París. Por su parte, su sobrina Olga lo
hace en celeste, mientras que los caballeros y el pianista usan frac y las
damas, vestidos largos de colores vívidos. Dada su condición de diplomático, De Siriex porta una chaqueta de
terciopelo negro con bordados dorados. Durante el 3° Acto, Fedora utiliza un vestido de gasa color beige y Loris, chaqueta gris y pantalón beige. De Siriex lo hace con un traje color
castaño claro, mientras que Olga se
encuentra vestida con falda beige y chaqueta verde. El paisano luce un típico traje tirolés. Para pasar de un palacio al
otro se emplean paneles, y de una escena a la otra, mediante cambios de
iluminación. Esto se acentúa más hacia el final, con la muerte de la
protagonista.
La dirección musical de Roberto
Abbado fue magistral en todos los aspectos para ilustrar esta obra maestra del verismo, poniendo énfasis en los
momentos de mayor intensidad dramática. Por su parte, Jean- Yves Thibaudet se
lució en el bellísimo solo de piano del 2° Acto. Si bien no es una ópera con
gran participación del Coro, éste se lució cuando tuvo que brindar el marco
necesario para la recreación de la Corte en París, al igual que cantando fuera
de escena en las montañas suizas. En cambio, cuenta con numerosos roles
secundarios, donde se destacaron la mezzosoprano Rebeka Mavrovtis como el
criado Dmitri, rl bajo Yanni
Yannissis como el cochero Cirilo y el
bajo Stephen West como el inspector Grecht.
Fueron lo más sobresaliente de la constelación de roles secundarios.
Respecto de los roles principales,
Ainhoa Arteta sorprendió como la pizcueta y coqueta Olga, derrochando gracia y frescura en su interpretación y
destacándose como soprano ligera de coloratura en sus dos arias principales (“Ió presenta Lasinski” y “Lúomo francese é comme il vino”). También
se destacó en sus coqueteos con De Siriex
en el 3° Acto. El barítono Dwayne Croft es un histórico del Met y se
destacó en sus arias principales (“Ecco é
la vera donna rusa”y “Il maestro polaco sucesore de Chopin”)
ofreciendo una actuación de gran calidad. Naturalmente, un tenor de los
quilates de Plácido Domingo brindó un Loris
Ipanov de antología desde su primer aria (“Amor, ti vieta”), siguiendo con los duettos junto a la protagonista y recibiendo la ovación del Met al
final del aria que cierra el 2° Acto (“Comme
ió piango”). Lo mismo sucedió con el momento de mayor intensidad dramática
de la obra (Aria del telegrama). Y
Mirella Freni dio vida a una excelente Fedora
desde el principio hasta el final. Antes de comenzar a cantar, el Met la
ovacionó prolongadamente. Luego de su primer aria (“Questo é il suo soriso”), el Met cayó rendido a sus pies merced a
su exquisita interpretación y a sus insuperables agudos hasta el final del 1°
Acto (“Vladimiro, mio amado”). Posteriormente, se destacó acompañada por el
piano en “Prov’ ancor la tua innocenza” y
fue creciendo hasta llegar al paroxismo en los duettos de amor junto a Plácido Domingo y en la bellísima “O, Dío de giustizia” del 3° Acto. A
medida que la intensidad dramática en el 3° Acto fue creciendo, el final no
pudo ser más antológico (“É Tarde!”), caracterizado
por un pianissimo monumental que
marca el final de su vida, mientras el paisano
canta fuera de escena.
Cuando se brinda este tipo de obras
con elencos estelares, una magistral dirección de orquesta y una soberbia
puesta en escena, es difícil poder sintetizar algo tan perfecto. Si a eso se le
suma que se trató de una función histórica con valor agregado, mejor aún. Vale
totalmente la pena volver a mirar una joya tan poco representada –pero no por
ello menos bella- del verismo italiano.
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