Excelente concierto de cámara a cargo del Cuarteto Soldi y músicos
invitados en el CCK
UNA SCHUBERTEADA
DE ALTO VUELO
Martha CORA ELISEHT
Franz Peter Schubert (1797-1825) fue un músico
excepcional y sumamente prolífico. Además de ser el máximo representante de la
canción de cámara alemana (lied), compuso
8 sinfonías, oberturas, un sinfín de obras de música de cámara y un ballet (Rosamunda, Princesa de Chipre), cuya
célebre obertura forma parte de los tradicionales programas de conciertos. Pese
a ser un compositor muy talentoso, su obra no gozó de gran popularidad en su
época. Tal es así, que sus obras se interpretaban en reuniones de amigos, que
pasaron a la historia como las schuberteadas.
Dentro de su habitual programación, el Centro Cultural Kirchner (CCK) decidió
organizar un concierto en homenaje al gran compositor vienés el pasado sábado
24 del corriente en la Sala Sinfónica –Auditorio Nacional- a cargo del Cuarteto
Soldi, integrado por Freddy Varela Montero y Tatiana Glava (violines), Gloria Pankaeva (cello) y Adrián Felizia (viola) más un ensamble instrumental
compuesto por los siguientes músicos: Oscar Carnero (contrabajo), Mariano Rey (clarinete),
Gabriel La Rocca (fagot) y Fernando
Chiappero (corno). El programa estuvo
compuesto por las siguientes obras:
-
Cuarteto para cuerdas en La menor, Op.13, D 804 (“Rosamunda”)
-
Octeto para cuerdas y vientos en Fa mayor, D 803
Como
ya es habitual desde el inicio de la pandemia, Freddy Varela Montero agradeció
la presencia del numeroso público que se dio cita en la Sala Sinfónica y dio
una breve reseña de las obras, comenzando por el mencionado Cuarteto en La menor –más conocido como “Rosamunda”, porque su segundo
movimiento es un extracto de la música incidental de dicho drama, inspirado en
la obra homónima de Helmina von Chézy-. Fue compuesto entre Febrero y Marzo de
1824 y está dedicado al violinista Ignaz Schuppanzigh, quien fuera integrante
del Cuarteto de cuerdas patrocinado por Ludwig van Beethoven y quien la estrenó
el 14 de Marzo de ese mismo año. Consta de 4 movimientos (Allegro ma non troppo/ Andante/ Menuetto: Allegretto- Trío/ Allegro
moderato) que poseen reminiscencias de otras obras del mismo autor.
Mientras que el Andante forma parte
de la música incidental que da su nombre al cuarteto, el Allegro ma non troppo hace referencia al lied “Gretchen am Spinnade” (Gretchen en la rueca) y el Menuetto, a Die Götter Griechenlandes (“Los dioses de Grecia”). Dentro de la
presente versión, el 1° movimiento se caracterizó por poseer un muy buen tinte
dramático, con gran profundidad sonora y un sonido perfecto en la cadencia por
parte de los violines, al igual que el excelente contrapunto ofrecido por
Gloria Pankaeva en cello. Por su parte, Adrián Felizia ejecutó de manera
impecable el solo de viola, brindando el sonido romántico característico de las
obras de Schubert. Lo mismo sucedió en el Andante,
donde el cuarteto logró una perfecta armonía en el crescendo, que se mantuvo en el Menuetto
–excelente labor de Adrián Felizia en diálogo con los violines- y donde una
vez más, Gloria Pankaeva ofreció un magnífico solo de cello. Por su parte,
Varela Montero sobresalió en la cadencia del movimiento final y demostró ser un excelente guía durante
los 30 minutos que dura la pieza. Naturalmente, el Auditorio Nacional respondió
con un cálido aplauso al finalizar la misma.
Seguidamente,
se realizó la presentación del resto de los músicos y se dio una breve reseña
del Octeto en Fa mayor para cuerdas y
vientos. Es la más extensa de las obras de cámara de Schubert y fue
compuesta por encargo del clarinetista y mecenas Ferdinand Troyer en 1824, quien
le sugirió que compusiera una partitura al estilo del Septiminio de Beethoven. El resultado fue una sinfonietta dividida en 6 movimientos (Adagio- Allegro- Piú allegro/ Adagio/ Allegro vivace- Trío- Allegro
vivace/ Andante- Variaciones- Un poco piú mosso- Piú lento/ Menuetto-
Allegretto- Trío- Menuetto- coda/ Andante molto- Allegro- Andante molto-
Allegro molto), donde cada uno de los instrumentos posee una variación en
cada uno de los movimientos. Y al igual que en otras obras de Schubert, el 1°
movimiento hace alusión al lied “Die
Wanderer”(El viajero), mientras que el tema con variaciones del 4°
movimiento está inspirado en la ópera “El
amigo de Salamanca”. Y al igual que en el Septiminio en Mi bemol mayor de Beethoven, el 1° y el último
movimientos comienzan con una introducción lenta para desembocar en el Allegro, donde el violín y el clarinete
ejercen un fantástico contrapunto, seguidos por el contrabajo y el corno. Este
diálogo entre instrumentos prosigue en el Adagio
y continúa en el Allegro vivace del
3° movimiento, donde los solistas de instrumentos de viento ejercieron una
magnífica labor en todas y cada una de sus interpretaciones. Fue muy destacable
la labor de Oscar Carnero en el solo de contrabajo y el contrapunto por parte
de Gabriel La Rocca en fagot. Por su parte, tanto Mariano Rey como Gloria
Pankaeva y Freddy Varela Montero se destacaron en los contrapuntos de sus
respectivos instrumentos, mientras que Adrián Felizia tuvo una impecable labor
de llevar la melodía –a cargo de la viola- en contraposición con el pizzicato por parte de los violines en
el 5° movimiento. Y en el último, el impresionante trémolo a cargo del cello brindó ese clima oscuro y sombrío previo
al brillante Allegro final en tono
mayor. La labor de los músicos fue espléndida y sonó auténticamente schubertiana hasta el final.
Pese
a la ovación de aplausos por parte del público, esta vez no hubo bises. Quizás se debió a la exagerada
longitud de las obras –fue un concierto que duró prácticamente más de dos
horas-, pero tampoco hicieron falta. Gracias a la pandemia se ha podido
disfrutar de una auténtica schuberteada de
alto vuelo, con obras que raramente se
representan y con intérpretes de gran jerarquía, reflejando el propósito del
compositor.
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