sábado, 3 de julio de 2021

 

 

 

UN MAHLER MUY INTIMO

(Gracias A Schömberg)

 

Teatro Colón (Temporada 2021): Apertura del ciclo de abono de conciertos a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Temporada del 75º Aniversario), Director: Enrique Arturo Diemecke. Solistas: Guadalupe Barrientos (mezzosoprano), Gustavo López Manzitti (Tenor). Programa: Gustav Mahler: “La Canción de la Tierra” (Una sinfonía para orquesta y voces solistas) en versión de cámara de Arnold Schömberg y Rainer Riehn completada en 1931. 02 de julio de 2021.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

 Si bien el cierre actual no fue tal extenso como el largo silencio de un año y cuatro meses anterior, la nueva vuelta del Colón tuvo una expectativa que superó lo musical, al punto que una televisora que no es “del palo” del actual oficialismo de la Ciudad destacó  un móvil de exteriores en la puerta de la sala para cubrir el ingreso de la concurrencia, más  el de autoridades del gobierno capitalino.  Me sorprendió muy gratamente una vez más el comportamiento del personal de sala y de seguridad, a tono con la circunstancia que se vivía, tanto como el formidable trato de la gente de prensa una vez más, lo que ya es una constante en todo este traumático periplo.

 

  El arreglo de Arnold Schömberg y Rainer Riehn de “La Canción de la Tierra” de Gustav Mahler estaba pautado para la malograda temporada 2020, es decir,  antes de la pandemia.  Reprogramada para fin de Marzo pasado, debió una vez más posponerse, pero afortunadamente ahora se la incluyó para esta reapertura. Si tenemos en cuenta que el pasado 18 de Mayo se cumplieron 110 años de la desaparición física de este gran compositor, el contexto de pandemia con sus trágicas consecuencias para Ntro. País y en el mundo entero, y que coincida con la vuelta del Colón tras el forzado segundo silencio, no pudo ser más oportuna su inclusión  tanto como hacerla en este arreglo y como única obra de programa, cumpliendo además con todos los protocolos sanitarios que la situación impone, tanto por duración del concierto como por haber el teatro mantenido las mismas disposiciones de índole sanitario que rigieron durante Marzo pasado. Y en verdad,  obró también como el mejor homenaje posible a las víctimas, a quienes dieron también su vida por combatir al virus y a quienes batallan incansablemente día a día contra esta terrible enfermedad. La fuerza de la música y las palabras, potenciadas por este arreglo formidable, lograron imponer el mensaje de despedida, primero de los tres que Mahler dejó para la posteridad durante la progresión de su enfermedad y el paulatino deterioro de su salud.

 

  La obra original dispone de una gran concentración de fuerza orquestal, aunque empleada en gran parte por sectores de instrumentos, con lo cual para la versión que se empleó, pudo facilitar el arreglo sin alterar y en algunos casos como ya dije  hasta potenciar muchos pasajes. Mahler recibió de un amigo personal un libro de poetas chinos en traducción al alemán hecha en finales de la década de 1860 (Paradojas del destino, la década en la que el compositor nació). En un contexto de situaciones difíciles (Renuncia a la Opera de Viena, fallecimiento de una de sus hijas , descubrimiento de la endocarditis bacteriana que acabó finalmente con su vida, la cual, además, tampoco  fue nada fácil en New York hacia donde viajó para hacerse cargo de la Dirección Musical del “Met” por tres temporadas y otras dos al frente de la hoy New York Philarmonic), estos poemas actuaron como disparador para esta nueva composición denominada una sinfonía para voces solistas y orquesta (tal vez para superar la valla del número 9 en  sinfonías en la que solo alguno de los grandes de la música que pudieron llegar al mismo se detuvieron) . Escuchada la obra podemos decir que  las dos mejores definiciones serían o una “cantata”(la menos probable), o un ciclo de canciones con orquesta  (la más ajustada). En todas ellas hay momentos asignados a un registro en particular. El de Tenor en los poemas impares (canto que llama a disfrutar de los pequeños placeres de la vida, productores, estos de las mayores gratificaciones personales) y el de mezzosoprano (o también barítono) para las pares, que son aquellas que transmiten, dolor, melancolía y hasta una despedida tal vez abierta en la que perderse eternamente en senderos, montañas y disfrutar del brillo de los días y la soledad de los paisajes devuelven la calma y, porque no, abren la posibilidad de un reencuentro allí.

 

    Schönberg y Reihn delinearon esta adaptación en épocas en que se hacía muy difícil costear conciertos de grandes agrupaciones orquestales en ámbitos privados (fin de la Primera Guerra Mundial y Crac de 1929), utilizaron un conjunto que según la decisión de quien conduzca puede admitir hasta no más de 24 instrumentos, manteniendo en todo momento la esencia de la obra. Diemecke empleó 17. El resultado fue ampliamente convincente.

 

  Yendo a la parte estrictamente musical, haremos ante todo honor a los integrantes de la Filarmónica  que intervinieron en esta versión: Xavier Inchausti (Primer Violín con extraordinarias intervenciones solistas), Nelly Guevara (Segundo Violín), Denis Golovin (Viola), Benjamín Báez (Violonchelo), Javier Dragun (Contrabajo), Claudio Barile (Flauta, también con soberbias intervenciones), Néstor Garrote (Oboe), Paula Llan de Rosos (Corno Ingles), Matías Tchicourel (Clarinete), Alfonso Calvo (Clarinete Requinto), Sebastián Tozzola (Clarinete Bajo), Gabriel Larocca (Fagot), Fernando Chiappero (Corno), Christian Frette y Federico del Castillo (Percusión), Marcelo Ayub (Piano) y Felipe Delsart (Organo). Todos fueron sostenes fundamentales de la excelencia en la interpretación.  En cuanto a las voces solistas, Gustavo López Manzitti demostró con creces que está atravesando el mejor momento de su carrera.  Exhibió timbre robusto, capacidad de matizar, dar el sentido justo al texto expresando como pocas veces vi a un cantante en esta obra. Éxito Rotundo. Guadalupe Barrientos enfrentó un desafío que trascendió lo operístico, como ha sido esta vez internarse en el arte del lied, faceta en la que yo jamás la había escuchado. Emergió airosa del severo compromiso, cumpliendo con absoluta corrección las dos primeras intervenciones, pero compenetrándose fundamentalmente en la parte final de “Despedida”(acaso la canción más larga de la historia con su casi media hora de duración según  la versión), fragmento este que deja a la interprete expuesta en escena más allá del enlace instrumental entre los dos poemas que la conforman. Supo conmover al decir y logró de ese modo conquistar al soberano.

 

  Enrique Arturo Diemecke, retornó por sus fueros. Dio la impresión de que este parate forzado le hizo mucho bien para avocarse al interprete por sobre el gestor y el directivo. Ratificó las cualidades que le conocemos como interprete Mahleriano. El conjunto virtualmente “cantó”, le respondió y logró plasmar un final introspectivo pocas veces escuchado, poniendo en foco las virtudes de este arreglo que necesitaba manifestarse de ese modo. Aprovechó las mejores condiciones (boca de escenario cerrada, distancia óptima entre instrumentistas ubicados sobre el sobre-escenario y le extrajo todo el jugo a la partitura y el arreglo. Visiblemente conmovido en todo momento, envió al final su gesto de saludo a la Directora General, tanto como midió sus palabras a la concurrencia al inicio del concierto. Fue una noche digna del Colón.

 

Donato Decina

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