Sublime interpretación de Beethoven a cargo de la
Estable del Colón
MARCA SU NIVEL
Martha CORA ELISEHT
Considerada uno de los mejores
organismos sinfónicos del país y próxima a cumplir sus 100 años, la Orquesta
Estable del Teatro Colón inició su Ciclo de Abono de cuatro conciertos en el
día de la fecha –y el 4° concierto del presente año- con un programa íntegramente
compuesto por obras de Ludwig van Beethoven (1770-1827) bajo la dirección de
Javier Logioia Orbe, con la participación de Oleg Pishenin como solista.
El repertorio comprendió las
siguientes obras:
-
Concierto en Re mayor para violín y
orquesta, Op.61
-
Sinfonía n° 4 en Si bemol mayor, Op.60
Tras los habituales anuncios de bienvenida y
cumplimiento de las disposiciones sanitarias vigentes, la concertino Natalia Pishenina hizo su aparición sobre el escenario
para la tradicional afinación de instrumentos antes del inicio del concierto.
Tras una larga ausencia, Logioia Orbe entró acompañado de Oleg Pishenin, quien
ejecutó de memoria el mencionado Concierto
de Beethoven –el único que el genio de Bonn compuso para dicho instrumento,
estrenado en el Theater an der Wien en
1806-. Consta de 3 movimientos: Allegro
ma non troppo (en Re mayor), Larghetto
(en Sol mayor) y Rondó/ Allegro (en
Re mayor) y dura aproximadamente 45 minutos, donde el solista tiene pasajes de
difícil ejecución -cadencias, arpegios
y trinos en los registros más agudos-
a lo largo de toda la obra. El violinista ruso ofreció una ejecución magistral
donde hizo gala de su técnica, destreza e interpretación. Por su parte, la
Estable brilló con un sonido absolutamente beethoveniano, donde el diálogo
entre la orquesta y el solista estuvo sumamente equilibrado. Tal así fue, que
el público estalló en aplausos luego de la interpretación.
La Sinfonía n°
4 en Si bemol mayor es una de las más bellas que Beethoven compuso entre
1806 y 1807. Su estreno se produjo en Marzo de ese último año en un concierto
privado en casa del príncipe Franz von Lobkowitz, junto con el Concierto n° 4 para piano y orquesta y
la Obertura Coriolano. A diferencia
de las sinfonías que llevan números impares, ésta se caracteriza por su
imponente fuerza expresiva, que se desarrolla en los cuatro movimientos en los
cuales se divide (Adagio- Allegro vivace/
Adagio/ Allegro vivace- Trío- Un poco meno allegro/ Allegro ma non troppo). Tras
un breve adagio de aproximadamente
dos minutos de duración –algo sombrío y misterioso-, el Allegro vivace del 1° movimiento está escrito en forma de sonata en
Si bemol mayor, de carácter alegre y luminoso. Seguidamente, el Adagio –también escrito en forma de
sonata- posee una melodía muy bella,
tranquila y de mucho lirismo, ejecutada por los primeros violines y
posteriormente, se desarrolla un contrapunto con dos soberbios solos de
clarinete. La labor desempeñada por Javier Logioia Orbe fue espléndida,
logrando una sublime y exquisita interpretación. Puede decirse que la Estable
tuvo un brillo y una profundidad sonora pocas veces escuchada en la
interpretación de esta sinfonía. Lo mismo sucedió en el Scherzo que caracteriza al 3° movimiento, con un sonido auténticamente
genuino. Por último, el Allegro ma non
troppo del 4° movimiento también está escrito en forma de sonata, con una
exaltación del tema alegre hasta la coda final.
La labor de la orquesta en su conjunto fue estupenda y el público agradeció con
numerosos aplausos y vítores.
Hacía mucho tiempo que esta cronista no escuchaba
una interpretación de semejante calidad de esta sinfonía sobre el escenario del
Colón –opinión compartida por algunos de los periodistas especializados que se
dieron cita en el día de la fecha-. A juicio de quien escribe, la 4° Sinfonía representa un excelente
antidepresivo musical, capaz de levantar el ánimo de aquellos que se encuentran
tristes o que están atravesando un momento difícil. Así lo interpretó la
Orquesta Estable y como tal sonó, imbuida del espíritu de Beethoven con un
altísimo nivel de gran jerarquía.
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