Magistral cierre
del ciclo MÚSICA EN PLURAL en la Fundación Rómulo Raggio
FINAL DE CICLO A PURO BRILLO
Martha CORA ELISEHT
Dentro del vastísimo repertorio de la música de cámara,
la combinación clarinete/ piano/ violoncello es una de las menos frecuentadas:
no sólo por la dificultad técnica de las obras, sino que también se debe contar
con intérpretes de altísima jerarquía para ejecutarlas. Precisamente, el Museo
de la Fundación Rómulo Raggio de Vicente López brindó el marco perfecto para el
cierre del Ciclo MÚSICA EN PLURAL, que tuvo lugar el pasado sábado 27
del corriente con la participación del trío conformado por los siguientes
intérpretes: Stanimir Todorov (violoncello), Carlos Céspedes (clarinete)
y Paula Peluso (piano), con un programa formado por las siguientes
obras.
-
Trío en Si
bemol mayor para clarinete, piano y violoncello, Op.11- Ludwig Van BEETHOVEN (1770-1827)
-
Trío en La
menor para clarinete, violoncello y piano, Op.114- Johannes BRAHMS (1833-1897)
El
prestigioso ciclo que llevan a cabo Haydée Seibert y Gustavo Mulé en diferentes
residencias y palacios de Buenos Aires llegó a su final, tras cuatro conciertos
ofrecidos durante el transcurso del corriente año en dicho lugar, con la
participación de intérpretes de gran jerarquía y un suceso de público y crítica,
con entrada libre y gratuita.
Tras
la presentación de Alejandra Raggio, los músicos hicieron su aparición para
ejecutar la mencionada obra de Beethoven, que fue compuesta entre los años 1797
y 1798 y dedicada a la condesa María Wilhemina von Thun. Originalmente fue
compuesto para violín, clarinete y piano, pero posteriormente, Beethoven
realizó una adaptación para violoncello, que es la que se conoce en la
actualidad. Consta de tres movimientos: Allegro con brío/ Adagio/ Tema con
variaciones (“Pría ch’io l’impegno”)- Allegretto, que poseen ciertas
reminiscencias del Septiminio -obra que lleva el Opus 20- en la parte
del clarinete. La labor de los músicos fue magistral merced al perfecto
ensamble entre los tres instrumentos (una pudo apreciar los gestos que se
hacían entre ellos, indicando entradas y guiños cómplices), logrando un sonido
compacto, puro, solemne y a la vez, fresco y juvenil. Esto se notó
principalmente en el Tema con variaciones, que desemboca en un jovial Allegretto
representativo del primer período del compositor. El auditorio ovacionó al
conjunto a sala llena.
El
Trío en La menor Op.114 fue compuesto en 1891 y es una de las cuatro
composiciones de cámara que Brahms creó para dicho instrumento. A diferencia de
su homónimo de Beethoven, corresponde al último período del compositor y
muestra el gusto de Brahms por las combinaciones poco habituales. También
existe una adaptación para viola en lugar del clarinete y consta de 4
movimientos: Allegro/Adagio/andantino grazioso/Allegro. El cello abre la
obra con un arpeggio en La menor, que marca las tres tonalidades de la
obra (La menor, Do mayor y Mi menor). Tras el ensamble y la fusión del
clarinete y el piano, el cello toca la inversión de la misma composición de
notas y anticipa el motivo de la capitulación final, a cargo del cello y el
clarinete. Tras un Adagio de gran expresividad donde el piano marca la
melodía, el 3º movimiento (Andantino grazioso) incluye un Ländern -danza
típica de las montañas de Austria y Alemania- en vez de un scherzo,
donde el clarinete brinda ese clima jocoso mediante una serie de matices
-excelente labor de Carlos Céspedes, quien ejecutó su parte con maestría e
inusual elegancia-. Por último, el impetuoso Allegro final toma el tema
en La menor del 1º movimiento, pero con una subdivisión de compases que oscila
entre el 2/4 al 9/8. La prodigalidad de Paula Peloso se combinó con la
jerarquía de Stanimir Todorov y el fuste de Céspedes en una conjunción perfecta
en materia de sonido respetando las tres características básicas de la música
de Brahms: solemne, marcial y romántica. El resultado fue una versión memorable
de la mencionada obra y el público estalló en aplausos al final de tan sublime
interpretación.
Tras
los numerosos aplausos y vítores, el trío decidió hacer un bis: una
bellísima transcripción del consabido Oblivion de Astor Piazzolla, donde
todos y cada uno de los integrantes volvieron a sobresalir con un sonido
prístino, coronado por otra intervención magistral de Céspedes en el registro
más agudo del clarinete. Un brillante final para un prestigioso ciclo dentro de
un marco sumamente propicio para el desarrollo de la música de cámara
-recientemente coronado con el Premio al Estímulo otorgado por la Asociación de
Críticos Musicales-. Vale la pena aunar esfuerzos para obtener excelentes
resultados.
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