Magnífica
interpretación de Beethoven a cargo de Bruno Gelber en el CCK
EL ROMANCE ENTRE UN ARTISTA Y SU PÚBLICO
Martha CORA ELISEHT
A
lo largo de la historia de la música hubo artistas extraordinarios, que pasaron
a formar parte de la misma por su virtuosismo, sus dotes excepcionales, su
técnica o la calidad de sus interpretaciones. Sin embargo, existen casos
particulares donde un determinado artista es capaz de establecer y desarrollar
una conexión y un vínculo especiales con su público, que perduran a través del
tiempo. Tal es el caso de Bruno Gelber, quien se presentó en el día de la fecha
en la Sala Sinfónica -Auditorio Nacional- del Centro Cultural Kirchner (CCK)
junto a la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata dirigida por
Diego Censabella en un programa compuesto íntegramente por las siguientes obras
de Ludwig van Beethoven (1770-1827):
-
Sinfonía nº 3
en Mi bemol mayor, Op.55 “Heroica”
-
Concierto nº 3
para piano y orquesta en Do menor, op.37
Previamente
al inicio del concierto, llamó la atención que la mencionada y celebérrima obra
del genio de Bonn se ejecutara en primer lugar, cuando habitualmente se ejecuta como obra de fondo hacia el final del concierto. En este
caso, el orgánico estuvo compuesto por la formación habitual (violines, violas,
violoncellos, contrabajos, timbal, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagots,
2 trompetas y 3 cornos) para ejecutar los 4 movimientos que integran la misma (Allegro
con brio/ Marcha fúnebre: Adagio assai/ Scherzo: Allegro vivace/ Finale:
Allegro molto). Es la obra bisagra que marca la evolución de Beethoven como
compositor sinfónico y posee numerosos contrastes, que deben ser ejecutados con
sus correspondientes matices. En el caso particular de esta versión, puede
decirse que la misma fue muy correcta, pero -por momentos- sonó algo monótona y
con bastante estridencia en el Allegro con brio inicial. No obstante, la
labor de las cuerdas sonó perfectamente solemne en los graves de la Marcha
fúnebre del 2º movimiento -sobre todo, en cellos y contrabajos-, al igual
que las maderas, cuyos solistas principales tuvieron una destacadísima
actuación durante toda la sinfonía. Puede decirse que la interpretación fue de
menor a mayor a medida que transcurría la música, con una muy buena labor de
cuerdas, vientos y el trío de cornos en el Scherzo del 3º movimiento hasta
llegar a la passacaglia con variaciones del movimiento final, que sonó
auténticamente beethoveniana merced al particular énfasis con el cual se
ejecutó la misma. Y pese a algunas
imperfecciones -apenas perceptibles-, los músicos desarrollaron una muy buena
labor.
Luego
de un breve receso, el público colmó las tres bandejas del Auditorio Nacional
antes de dar inicio a la segunda parte del concierto, donde se bajaron
automáticamente las tarimas mecánicas a fines de nivelar el piso para trasladar
el piano y facilitar el ingreso de Bruno Gelber, quien lo hizo en silla de
ruedas y acompañado por su asistente personal. Al entrar en el escenario, el
público lo ovacionó de pie mientras se acomodaba para ocupar su lugar. Una vez
sentado frente a su instrumento, brindó una electrizante versión del mencionado
concierto desde el Allegro con brío inicial. La orquesta supo
acompañarlo perfectamente, logrando un mejor equilibrio sonoro -en comparación
con la Heroica- y una muy buena correspondencia desde el inicio del tema
principal en tríada de Do menor, pasando por la cadencia y la
extraordinaria coda características de este concierto. Gelber lo
interpretó con pasión, dulzura y solemnidad merced a su técnica y su
digitación, que hicieron que sonara auténticamente romántico. Lo mismo sucedió
en el extenso Largo en Mi mayor -el movimiento lento más desarrollado y
extenso de todos los conciertos del genio de Bonn-, caracterizado por la rica
ornamentación del tema principal mediante arabescos, trinos, arpegios y
otros elementos de técnica pianística y que finaliza con un acorde en Mi mayor,
que posteriormente pasa al La bemol antes del famoso Rondó final en Mi
menor, que permite el lucimiento del solista. Tras una versión que se
caracterizó por su sutileza y exquisitez interpretativa, el público estalló en
vítores y aplausos elogiando al solista y la agrupación musical. La mayoría se
puso de pie para aprobar lo actuado hasta ese momento.
Posteriormente
y tras los tradicionales ramos de flores, el Ministro de Cultura de la Nación
-Tristán Bauer- se acercó al escenario para entregar a Bruno Gelber una
plaqueta conmemorativa por su contribución a la cultura nacional y en mérito a
su trayectoria, lo que produjo una nueva ovación al artista, quien se retiró
sumamente agradecido en silla de ruedas y en compañía de su asistente. Mientras
tanto, los músicos permanecieron en sus lugares en homenaje al pianista hasta
esperar indicación de su director para poder retirarse. Un gesto que muestra
respeto y admiración hacia una figura de trayectoria internacional, que sigue
manteniendo un romance con su público desde los inicios de su brillante carrera
hasta la actualidad.
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