Pandemial celebración
sinfónica…
Por Jaime Torres Gómez
La
reciente celebración de los 81 años de la Sinfónica Nacional obliga repasar lo
que ha significado la rearticulación de todo el ámbito de las artes escénicas
en pandemia, y consecuentemente las dinámicas de los organismos artísticos como
las respectivas adaptaciones logísticas para el público presencial.
La
gradual apertura de las salas de
teatro y conciertos a partir de agosto
ha trazado un derrotero respecto al perfil de la oferta disponible, las que
inevitablemente están en función de los aforos permitidos para artistas y
público, amén de las dimensiones y características propias de las salas.
En
el caso de las orquestas, los
orgánicos no han superado en promedio los 65 músicos, asimismo no se han
previsto presentaciones corales con
significativa cantidad de coreutas,
no permitiendo ofrecer repertorios fundamentales como las sinfonías de Bruckner, los grandes poemas sinfónicos
de R. Strauss más grandes obras sinfónicos-corales,
entre mucho por retomar…
Después
de dos años, la Sinfónica Nacional pudo celebrar su concierto aniversario,
siendo muy significativo ante la imposibilidad de hacerlo para sus 80 años. Felizmente, pudo realizarse en
un formato de orquesta grande, considerando la favorable coyuntura para amplios
aforos.
Aprovechando
el festivo hito, significativa fue la simbólica
apertura a la comunidad del Teatro de
la Universidad de Chile, por cuanto las presentaciones de la Sinfónica han sido con público limitado
y sin compra de entradas, ante un período de marcha blanca en la operatividad
de la orquesta y del teatro, esperándose los futuros conciertos tengan mayor acceso
de público.
Dirigida
por su actual titular, el solvente
maestro venezolano Rodolfo Saglimbeni, el programa contempló el entrañable y
romántico Andante Appasionato del compositor chileno Enrique Soro, más la Sinfonía
N° 8 de Antonin Dvorak, obra de cautivante belleza y siempre
bienvenida.
Al
tratarse del aniversario de la decana sinfónica
nacional, se alaba la inclusión de una obra
chilena, en este caso el juvenil Andante Appasionato de Soro
(compuesto a los 15 años). Original para piano y luego adaptado para diversos
orgánicos instrumentales, la versión de orquesta -de habitual programación-
refleja la habilidad en el manejo de la paleta orquestal del compositor. Acertado
enfoque de Saglimbeni, de pleno
idiomatismo, y atenta respuesta, no obstante algunos ripios iniciales en los
vientos, no afectando mayormente el ajuste global.
Finalizando
con la Octava de Dvorak (deseable haber incluido una obra adicional,
al no exceder un total de 50 minutos de música la presentación...), se dio
cuenta de las fortalezas y ciertas debilidades, tanto de la versión como en la
respuesta de los músicos. Con un acertado enfoque global, Saglimbeni logró imprimir una enjundiosa exposición de la vena melódica
más logrados balances, acertada
adopción de tempi y ductilidad sonora. Sin embargo, no
convenció la resolución del accelerando
de la transición hacia el tema principal en el inicio del último movimiento, restándole cierta unidad. La respuesta de los sinfónicos, en general atenta y con
logros especialmente en la fila de cellos,
seguidos de la cuerda media y alta, aunque en deuda parte de los vientos,
conforme a recientes logros.
En suma, una celebración que permitió nuevamente
constatar el apreciable nivel de la Sinfónica
y su maestro titular, y a la vez reflexionar sobre la actual coyuntura de la actividad
artística presencial, demandando un mayor desafío por diversificar repertorios
y coberturas dentro de lo posible por hacer en pandemia…