Sinfónica en esperado retorno a Las Condes…
Por Jaime
Torres Gómez
Luego
de exitosas experiencias en diciembre y enero, la decana Sinfónica Nacional de Chile retornó
al Teatro
Municipal de Las Condes, dando continuidad a una virtuosa alianza de
expansión de sus actividades.
Ante
las continuas limitaciones de funcionamiento del Teatro de la Universidad de Chile -sede de la Sinfónica-, producto de las constantes manifestaciones políticas en
Plaza Italia (principalmente los días viernes), amén de una errada política de concentrar los
conciertos los días sábados a una
hora definitivamente inapropiada para
la mayoría de las personas (a las 13:15
hrs), la extensión hacia Las Condes
ha ayudado a compensar la mermada
cantidad de audiencia al teatro
universitario.
Y
este éxito ha obedecido al gravitante público
cautivo que suele llegar al Municipal
de dicha comuna, producto de su inmejorable
emplazamiento (a la puerta de la Estación
El Golf del Metro) como a una certera política de acceso a “bolsillos medios”. Adicionalmente, el perfil de los programas ha sido
inteligentemente adaptado a las preferencias del conservador público lascondino. Sin embargo, es
menester propender a una gradual innovación
de la oferta programática en este
espacio, con mayor audacia de repertorio…
Dirigida
por Rodolfo
Saglimbeni, su extraordinario maestro
titular, el programa consultó un trío de obras muy queridas por el público,
no obstante corriendo algunos riesgos
en dos de ellas frente a la coyuntura del conflicto
bélico ruso-ucraniano, en sí con totales méritos de ofrecerlas, en
contraposición a otras opciones antojadizas y brutales de boicot a todo vestigio de “cultura
rusa”…
Abrió
con una deslumbrante versión de la Obertura de la ópera “Ruslán
y Liudmila” del ruso Mikhail
Ivanov Glinka, pieza habitualmente ofrecida localmente. Con un enfoque
de ágiles (y peligrosas) velocidades, Saglimbeni
mantuvo en todo momento soberano control de pulso y claridad de discurso.
Excelente trabajo en dinámicas, matices y transparencias.
Del
noruego Edvard-Hagerup Grieg se ofreció su famoso Concierto para Piano Op.16,
también de frecuente programación local, y particularmente en la Sinfónica Nacional. Obra de cautivante
audición, se celebra su inclusión en este programa, máxime al contarse con el
extraordinario pianista letón
radicado en Chile Armands Abols. No es primera vez que se ve a Abols en el Grieg, siendo una obra de su completo dominio.
Con
acabada técnica y autorizada musicalidad, Abols
desarrolla un concepto de magnifico equilibrio entre brillo sonoro e inmanencia
discursiva, dejando discurrir, con total empatía, toda la vena poética y
vernácula noruega inspirante. Grandes
logros en calidad de toque, fraseos y carácter. El acompañamiento de Saglimbeni, en total consubstanciación
al enfoque del fabuloso solista, no
obstante ciertos ripios en parte de las cuerdas en el primer y segundo
movimientos (primera función). Como encore,
Abols, haciendo gala de su compromiso con la música chilena, ofreció una excelente exposición de una curiosa Danza de Enrique
Soro, de poliestilística estética.
Y
como colofón, una impactante entrega
de los “Cuadros de una Exposición” del ruso Modest Petróvich Músorgski, en la famosa (y más célebre)
orquestación de Maurice Ravel.
Como
parte del repertorio habitual de las orquestas profesionales, en Chile, al menos desde hace un par de
décadas, esta obra ha estado bien servida (salvo en dos puntuales y patéticas
ocasiones…). La profundidad de la lectura ofrecida por Saglimbeni traspasa todo umbral de lo imaginable en cuanto a
idiomatismo y análisis impreso a cada cuadro. Soberbio tratamiento de las
texturas y acabado sentido del color, este último sin rayar en exceso de
rutilancia ante la colorida orquestación
raveliana, en sí misma muy tentadora -a ratos- de desdibujar la esencia de
la obra, y mejor sintonizando con el ethos
musorgskiano. Un triunfo interpretativo inapelable…
En suma, un esperado regreso de la Sinfónica Nacional al Municipal de Las Condes, y con resultados de notables logros
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