Muy buena actuación de Giulio Biddau en el Festival CHOPINIANA
LA QUINTAESENCIA DEL ROMANTICISMO
Martha CORA ELISEHT
No es la primera vez que Giulio Biddau visita la Argentina. El pianista oriundo
de Cagliari (Cerdeña) es la cuarta vez que visita el país y durante su actual gira de
conciertos se presentó junto al violoncelista Benjamín Báez en el Instituto Italiano de
Cultura y en la Fundación CHOPINIANA, donde ofreció un recital el pasado miércoles
26 del corriente en el Salón Nicolás Levalle del Palacio Paz, integrado por las siguientes
obras:
- Variaciones sobre un tema de Schumann, op.9- Johannes BRAHMS
(1833-1897)
- Romanzas, Op.28- Robert SCHUMANN (1810-1856)
- Balada n°4, Op.52- Frederik CHOPIN (1810-1849)
- Sonata en Do menor, D.958- Franz SCHUBERT (1797-1828)
Tras la presentación a cargo del Secretario de Cultura del Círculo Militar -Coronel
Castiglione-, Giulio Biddau ofreció una majestuosa versión de las dieciséis Variaciones
sobre un tema de Schumann, que fueron compuestas por Brahms en 1854 y donde se lo
apreció muy seguro, preciso, con muy buena profundidad de sonido y perfecto dominio
de los tempi. Lo mismo sucedió con las tres mencionadas Romanzas de Schumann (Muy
marcado/ Simple/ muy marcado), que datan de 1839 y que, probablemente, la segunda
haya servido como fuente de inspiración a Antonin Dvořak para componer la melodía
del célebre Canto de la Luna de su ópera RUSALKA, ya que posee una secuencia de
notas sumamente parecidas. La tercera, en cambio, es muy similar al preámbulo de su
Carnaval, donde Biddau hizo gala de su potente pulsación y su gran digitación. La
primera parte del recital se completó con la Balada n°4 en Fa menor, op.52 de Chopin,
donde el pianista demostró un perfecto dominio técnico en la interpretación de arpegios,
tresillos, arabescos y cadencias en una sucesión de escalas ascendentes y descendentes,
logrando una versión sumamente romántica.
Para la segunda parte del concierto, Giulio Biddau eligió una de las bellas e
importantes composiciones para piano escritas por Schubert: su Sonata en Do menor,
D.958, compuesta en las postrimerías de su vida - otoño de 1828- y que recién se
publicó entre 1838 y 1839, diez años después de su muerte. Desgraciadamente, las
sonatas para piano de Schubert fueron olvidadas durante el siglo XIX y
afortunadamente, vueltas a poner en vigencia durante el siglo XX. Hoy en día se
consideran obras maestras, propias de la madurez del compositor. Consta de 4
movimientos (Allegro/ Adagio/ Menuetto: allegro- trio/ Allegro), que fueron ejecutados
con suma precisión. Se lo vio sumamente concentrado, con muy buen despliegue de
técnica y excelente sonido. Esto se apreció mejor en la tarantela del Allegro final y en
el cromatismo típico del músico vienés. Una versión soberbia, que se vio coronada por
numerosos aplausos, motivo por el cual ejecutó dos bises: el Estudio n°4, Op.10 y otra
pieza de Chopin -no anunciada-, donde una vez más, el pianista sardo volvió a lucirse,
retirándose sumamente aplaudido.
Era la tercera vez que este gran intérprete participó del mencionado Festival y lo
hizo con un recital íntegramente compuesto por obras de compositores románticos. Una
muy buena propuesta por parte de Martha Noguera de traer intérpretes de gran jerarquía
y, en este caso, a un digno representante de la isla infinita.
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