Un pianista provocador…
Por Jaime Torres Gómez
La historia pianística en Chile ha tenido un importante desarrollo desde el siglo XX
hasta ahora, siendo Claudio Arrau el referente indiscutible. Empero, ineludible
destacar a glorias como Rosita Renard, Arnaldo Tapia Caballero, Flora
Guerra, Herminia Racagni, Alfonso Montecino, Elvira Savi, Elma Miranda, Óscar
Gacitúa, Ena Bronstein, Elisa Alsina, Cirilo Vila y María Iris Radrigan, y de los que
más se han visto en los últimos años, Edith Fischer, Frida Cohn, Roberto
Bravo, Luis Alberto Latorre, Alfredo Perl, Mahani Teave y Danor Quinteros.
De las más jóvenes generaciones, destacado es el caso de Gustavo Miranda-
Bernales, de 32 años, a quien últimamente se le vio en el Ciclo de Piano de
la Fundación Cultural de Providencia, actualmente el único con ese perfil.
Radicado por 16 años en Nueva York, actualmente vive en Chile, proyectando su
carrera desde su país natal. Y desde hace más de un año, luego del receso
pandémico, ha vuelto a visibilizarse a través de una nutrida agenda de recitales en
Santiago y regiones, asimismo como solista junto a las Orquestas de Cámara de
Chile y Cámara del Teatro Municipal de Santiago.
El programa de Providencia, realizado en el emblemático Teatro Oriente comunal,
contempló obras de alto tonelaje..., con los exigentes 4 Scherzos de Frédéric
Chopin y la catedrálica Sonata en si menor de Franz Liszt.
Con una especial personalidad artística, Miranda-Bernales no conoce de rutinas,
saliéndose de muchos moldes interpretativos, llegando al umbral de
producir cierta incomodidad en algunos segmentos puristas… De deslumbrante
técnica, sus enfoques suelen servirse con calibrada musicalidad, administrando,
con celebrado criterio musical, los riesgos propios de los espacios de libertad
incurridos.
Formidable, aunque a ratos con cierta peligrosidad, el enfoque de los scherzos
chopinianos, equilibrando inteligentemente los contrastes insertos.
Con provocador vigor y alejado de almibarados enfoques…, Miranda-
Bernales capta la médula del pathos interno de cada pieza…
En el primer scherzo, si bien a ratos lindó en aparentes destemples,
empero transita con naturalidad hacia lo íntimo con admirable cantabilidad de
las frases. En el segundo -ora el más famoso, ora muy desafiante (con
demandantes emplazamientos existenciales)-, hubo magistral unidad, no
obstante las frenéticas velocidades adoptadas… Y en la misma línea los dos
últimos, con absoluta claridad expositiva, deslumbrante
técnica y completas coherencias.
La segunda parte con la Sonata en si menor de Liszt -obra cumbre del pianismo-
, Miranda-Bernales llegó a cimas incalculables y al borde del paroxismo…
Cabe señalar que esta obra (de ascético carácter) se le puede asociar a un reflejo
del Fausto goetheniano (con las figuras de Fausto, Gretchen y Mefistófeles), así
como otras exégesis discurren por el lado de Adán, Eva y la Serpiente, más la
sección más grandiosa (un verdadero coral) sería la Cruz Redentora. Con un
tratamiento formal más bien asociado a lo rapsódico -con entremezclamientos
temáticos-, a la postre, en clave dialéctica, la obra es una constante lucha entre el
Bien y el Mal, ante lo cual la atmósfera que debe proveerse en cada sección debe
tener cabal comprensión interpretativa, y especialmente las transiciones temáticas
que reflejen las evolutividades insertas.
Miranda-Bernales comprendió a fondo todos estos elementos, plasmando con
notable claridad conceptual cada cuadro. Con hermoso toucher, se obtuvo
grandes logros en el manejo de las dinámicas, maravillosos fraseos y contrastes
(notable reflejo de lo demoniaco como al espíritu Redentor del Bien), prístinas
transparencias, certeros matices y gran belleza de sonido general. Una versión
definitivamente triunfal.
En suma, una presentación de un pianista de provocadoras e inteligentes
interpretaciones, y que cada vez da más que hablar…
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