Impecable concierto de cámara a cargo del Trío del Este en el Salón Dorado del Colón
CÓMO ENCARAR UN REPERTORIO NO CONVENCIONAL Y DE
BUEN GUSTO
Martha CORA ELISEHT
Dentro del vastísimo campo de la música de cámara, la combinación entre violín,
piano y clarinete es una de las menos frecuentadas dentro de los programas habituales
de conciertos, ya que no se han escrito muchas obras para dicho trío de instrumentos.
Sin embargo, existe una agrupación que planteó el desafío de brindar un repertorio para
este ensamble integrado exclusivamente por compositores del siglo XX: el Trío del
Este, que se presentó el pasado sábado 23 del corriente dentro del Ciclo de Cámara del
Salón Dorado del Teatro Colón para encarar el siguiente programa:
- Suite para violín, clarinete y piano- Alexander ARIUTUNIAN (1920-2012)
- Pieza sinfónica para violín, clarinete y piano- Juan José CASTRO (1895-1968)
(Estreno mundial)
- Paráfrasis sobre la música incidental de “L’Invitation au Chateau” para violín, clarinete y piano-
FrancisPOULENC (1899-1963)
La agrupación de cámara integrada por Sebastián Masci (violín), Matías Tchicourel
(clarinete) y Alicia Belleville (piano) se formó en 2019 con el objetivo de abordar obras
muy poco frecuentadas y no convencionales para esta formación. Lamentablemente, la
pandemia de COVID- 19 modificó los planes de estos notables músicos y, por lo tanto,
tuvieron que esperar hasta el corriente año para poder concretar su anhelo.
Ante un Salón Dorado prácticamente colmado de público y, como consecuencia de
la falta de programas de mano, Sebastián Masci hizo la presentación de la agrupación y
un breve comentario sobre las obras comprendidas en el programa provisto de un
micrófono. La primera pertenece al compositor armenio Alexander Ariutunian, cuya
obra es prácticamente desconocida por estas latitudes, pese a haber escrito obras muy
importantes para instrumentos de viento y haber ganado el Premio Stalin en 1949 por su
cantata Tierra Madre (Motherland), entre numerosos galardones. La mencionada suite
data de 1992 y está dedicada al Trío Vernier. Posee 4 movimientos: Lento/ Allegretto
giocoso/ Lento/ Sincopado, donde los movimientos lentos se caracterizan por una
inmensa profundidad sonora, mientras que los rápidos se basan en temas folklóricos
armenios. La interpretación se caracterizó por tener entradas muy precisas, con perfecta
ejecución de los glissandi y trinos por parte del clarinete y del piano, mientras que el
violín se caracterizó por pasajes de un fraseo impecable. El 1° movimiento se inicia
desde las notas graves del piano, seguido por el violín, que toma la melodía. El
glissando inicial a cargo del clarinete es de carácter oriental, con mucha influencia de la
música rusa de fines del siglo XIX -principalmente, Rachmaninov e Ippolitov- Ivanov-.
La melodía del 2° movimiento es muy alegre y ricamente elaborada, mientras que en el
3° (Lento), el violín y el clarinete ejercen un excelente contrapunto, que desemboca en
la síncopa a cargo del piano que marca el inicio del 4° movimiento. Dicha melodía
también es de corte netamente oriental y es tomada por el violín y el clarinete.
Posteriormente, se vuelve al tema del Lento inicial para culminar en una recapitulación
de la mencionada síncopa. Una obra hermosa, con muy buena línea melódica, que tuvo
una gran aceptación por parte del público y que recibió numerosos aplausos.
Con motivo de recaudar fondos para su perfeccionamiento en la Schola Cantorum
(entidad que era rival del Conservatorio de París a fines del siglo XIX y principios de
XX, de la cual han salido numerosos compositores de fama mundial), Juan José Castro
compuso en 1916 su Pieza sinfónica para violín, clarinete y piano como parte de un
concierto autobiográfico, ya que la partida de dinero destinada a su beca de
perfeccionamiento en París no llegaba a tiempo. El emblemático compositor nacional
tenía toda la intención de componer una pieza para orquesta sinfónica (de ahí su
nombre), pero finalmente, sólo quedó para dicho trío de instrumentos. Su estreno tuvo
lugar en 1919 y, posteriormente, cayó en el olvido y nunca más se volvió a interpretar.
Merced a un impecable trabajo de reconstrucción, copia y digitalización del manuscrito
original -que estaba completamente ilegible-, Matías Tchicourel la rescató de su
prolongado letargo y se incluyó en el programa. Escrita en forma sonata, es una obra de
neto corte impresionista con reminiscencias de Ravel, Debussy y Dukas -por momentos,
muy similar a La Péri- cuya apertura está a cargo del violín, seguido por el piano y el
clarinete en contrapunto. La interpretación fue magistral, con un muy buen glissandi a
cargo de Alicia Belleville y un soberbio fraseo por parte de Sebastián Masci. Por su
parte, Tchicourel ejecutó de manera brillante el glissando del clarinete. Pese a su corta
duración, es una joya del repertorio de cámara y el público la recibió muy
favorablemente, coronando su interpretación con un aplauso unánime.
L’Invitation au Chateau lleva el n°138 de la producción de Francis Poulenc y fue
compuesta en 1947 como música incidental para la comedia homónima de Jean Anouhil
donde se mezclan el humor, el drama y la reflexión sobre las realidades y las apariencias
de sus personajes y que representa una crítica irónica y sutil a la sociedad burguesa.
Pertenece a la última etapa de su obra y es de carácter tonal, con influencias de
compositores clásicos franceses como César Franck y Gabriel Fauré. De ella se ofreció una Paráfrasis sobre los temas principales. Tras una breve y rápida introducción, se sucede una compilación de melodías románticas, valses,canciones populares y ritmos como el can- can hilvanados de manera magistral. El piano y el clarinete ejecutan numerosas cadencias y trinos -muy bien logrados por
Belleville y Tchicourel, respectivamente-, mientras que el violín posee fraseo y pasajes
en cascada más algunos pizzicati, que fueron perfectamente ejecutados de la mano de
Sebastián Masci. La obra culmina con un vivace y un galop que fueron ejecutados por el
trío de manera magistral. Otra ovación por parte del público -que se puso unánimemente
de pie al finalizar el concierto- que motivó un bis: una transcripción para violín,
clarinete y piano del Preludio de las Cinco piezas para piano de Dmitri Shostakovich.
Otra interpretación excelente, donde el trío se retiró sumamente aplaudido y cuyos
integrantes se vieron muy satisfechos por su labor.
Es un gran logro contar con este tipo de agrupaciones de cámara dentro del país que,
además, están dispuestas a difundir este tipo de repertorio, prácticamente desconocido
por parte del público. La interpretación de todas las obras comprendidas en el presente
concierto no sólo ha sido de suma jerarquía, sino también de muy buen gusto
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