Vibrante concierto de la Orquesta
Nacional de Música Argentina en el CCK
MÚSICA
PARA PENSAR Y REFLEXIONAR
Martha
CORA ELISEHT
Tras
haber ganado el Premio otorgado por la Asociación de Críticos Musicales de la
Argentina correspondiente a 2022 en materia de difusión, rescate y estreno de
obras de compositores nacionales, la Orquesta Nacional de Música Argentina
“Juan de Dios Filiberto” sigue acumulando méritos y se consolida como uno de
los principales organismos sinfónicos del país. Esta vez, tuvo a su cargo el
estreno mundial de la cantata “LA TIERRA Y EL HOMBRE” de Víctor Simón Oche,
hecho que tuvo lugar en un concierto organizado el pasado miércoles 11 del
corriente en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK), con la
participación del Coro Nacional de Música Argentina y los cantantes María Paula
Alberdi (soprano) y Martín Diez (tenor). La dirección musical
estuvo a cargo de Gustavo Fontana y la coral, de Guillermo Tesone.
La
mencionada cantata sinfónico coral está compuesta de 14 números:
1)
Obertura: suelo y cielo
2)
El Hombre solo
3)
La Tierra sola
4)
En el monte infinito
5)
Llegó y no estaba
6)
La quemazón
7)
¿Dónde está el oro?
8)
Lo que lleva el viento
9)
El Tiempo
10 Roca
herida
11 La
fiebre que sube
12 Semilla
en la caja
13 El
camino
14 Final
Nacido
en Santiago del Estero, Víctor Simón es un afamado compositor, folklorista y
arreglador musical. Alumno de Humberto Carfi e hijo de uno de los integrantes
del conjunto folklórico “los Hermanos Simón”, residió durante muchos años en
Canadá, donde fundó el Ensemble “Montreal Tango” y compuso numerosas obras no
sólo dentro de este género, sino también, un concierto para piano y orquesta.
De regreso al país en 2014, trabaja en el Departamento de Folklore de la
Universidad Nacional de las Artes como director y arreglador de orquesta
folklórica, cosa que se apreció desde los primeros compases de esta hermosa
obra, cuya orquestación se basa -precisamente- en ritmos del folklore argentino
y latinoamericano. Está escrita para una formación de orquesta de cámara
clásica (2 cornos, 2 trompetas, maderas por 2, cuerdas, timbal, piano,
guitarra, 3 bandoneones, bombo, batería y otros instrumentos de percusión como
las claves y el güiro), coro a cuatro voces, tenor y soprano solista. La obertura
se inicia con un allegro in tempo di malambo a cargo de la orquesta
hasta la entrada del coro en tiempo de zamba, cuya letra evoca el cuidado del
medio ambiente y qué podría llegar a pasar si se contaminan el suelo y el aire.
El Hombre solo es un andante a cargo del tenor, con un tema de
carácter romántico, donde narra su historia y cómo transformó a la Tierra,
acompañado por un solo de bandoneón. Mediante un ostinato in crescendo se
logra un clima muy especial, donde se lo culpa de los males que le ha causado
al planeta. La Tierra sola está a cargo de la soprano luego de la
introducción de un trémolo en cuerdas y un solo de piano en ritmo de
zamba, donde narra junto al coro el daño que el hombre le ha causado. María
Paula Alberdi posee muy buena voz: caudalosa, con buenos matices y, si bien la
música sólo permite un registro central, hubo pasajes donde demostró muy buenos
agudos, al igual que Martín Diez. Lo único malo es que cantaron con amplificación
por micrófono, ya que hubiera sido mejor poder apreciar sus voces sin este
recurso. En el curto número (En el monte infinito:¡ay, semillita!), los
barítonos y bajos entran sostenidos solamente por la percusión en ritmo de
baguala hasta la entrada de maderas y cuerdas, acompañando a las sopranos y
mezzosopranos, respectivamente. Hubo una muy buena coordinación entre la
soprano y el coro en “¡Ay, semillita!”, al igual que el tenor, formando
un canon entre los cantantes y el coro a 4 voces. En Llegó y no
estaba, el coro canta a cappella y todas las voces participan de un
recitado donde narra la escasez del agua y sus consecuencias: los animales y
las plantas mueren por la sequía. La quemazón – a cargo de la soprano
solista- está escrita en ritmo de guarania, con una muy buena labor de las
cuerdas, piano, maderas y bandoneones. Posteriormente, el tenor canta la
segunda estrofa, donde cuenta la desolación causada por los incendios -haciendo
alusión, principalmente, a los intencionales-, donde hubo un muy buen solo de
corno solista en contrapunto con el piano y el bandoneón.
En
el número siguiente (¿Dónde está el oro?), la cantata llegó a su
expresión plena hasta ese momento. Escrita en ritmo de carnavalito, se inicia
con la participación del coro a cappella, acompañado en contrapunto con
el güiro y los platillos. Mientras el tenor (Hombre) hace referencia
preguntando si el oro se encuentra en los bienes materiales, la soprano (Tierra)
le responde que se encuentra en los recursos naturales. Fue sumamente
aplaudida al final por el mensaje que deja a la humanidad. La orquesta se luce
en el siguiente número (Lo que lleva el viento), donde la viola, el
violín y el violoncello solistas se lucen en bellísimos solos en canon compuesto
por estos tres instrumentos. Es un adagio de bellísima línea melódica,
donde se lucen tanto los solistas de cuerdas como el piano. Todos los
principales solistas de los diferentes grupos de instrumentos pudieron lucirse
en todos los números de esta cantata. A continuación, El Tiempo se
inicia con un solo de piano en ritmo de zamba, apoyado por el bombo hasta la
entrada del coro, que alude al alivio causado por la lluvia, donde las plantas
vuelven a reverdecer. Aquí también se establece la contraposición Hombre
(bienes materiales) / Tierra (mujer, recursos naturales) a cargo del tenor
y la soprano, donde se ejecutó un magnífico solo de viola a cargo de Elizabeth Ridolfi.
El siguiente número (Roca herida) es una chacarera trunca donde el coro muestra
el daño que sufre la roca cuando se la destruye con dinamita y cómo se
contaminan los torrentes. Posteriormente, se unen el tenor y la soprano en el
estribillo. La Fiebre que sube es una baguala que se inicia con golpes
de timbal y bombo en contrapunto con los violoncellos y contrabajos antes de la
entrada del fagot, el resto de las maderas y el coro. Tras un arabesco orquestal
(Andante ondulante) con varias disonancias, entran el tenor y la soprano
para narrar la devastación causada por el cambio climático y el aumento de la
temperatura del planeta.
En
el antepenúltimo número (Semilla en la caja) fue donde se produjo el
segundo clímax de la cantata y llegó a su máxima expresión. Abre con un solo de
batería apoyado por las trompetas, cornos y cuerdas en ritmo de samba
brasileño, sumamente alegre, donde el coro alude a la protección que ofrecen
los árboles (el árbol amigo/ que te cobijó). El tenor y la soprano
también se unen en el estribillo y culmina con un final brillante a cargo de
toda la orquesta, con lucimiento de los solistas instrumentales. Fue el número
más aplaudido y el que más gustó, ya que la versión fue vibrante. El penúltimo (El
camino) es un allegro vivace que se inicia con un trémolo en
cuerdas hasta la entrada del tenor y la soprano, quienes marcan el camino que
se debe seguir: la protección del medio ambiente y los recursos naturales en
una monumental fuga al estilo de Piazzolla, en ritmo de milonga. La
Tierra le dice al Hombre que debe seguir el sentido de la vida, siguiendo el camino
juntos, tomados de la mano, mientras el coro cierra al final del número. El
movimiento final cierra con la misma melodía inicial, donde el coro alaba a la
Tierra como nuestro hogar, a la que se debe cuidar y respetar.
La magnífica marcación y dirección de
Gustavo Fontana al frente de la orquesta y la excelente preparación del coro a
cargo de Guillermo Tesone lograron que el público estallara en un ferviente aplauso,
numerosos vítores y sucedió algo que se observa muy pocas veces: el Auditorio
Nacional se puso de pie de manera unánime. Tanto gustó, que hubo que bisar el
antepenúltimo movimiento, que también se ejecutó de manera brillante.
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