Excepcional actuación del cellista Narek Hakhnazaryan junto a la Filarmónica
UNA AUTÉNTICA DEMOSTRACIÓN DE VIRTUOSISMO
Martha CORA ELISEHT
El ciclo DIVINA ITALIA -que cuenta con el patrocinio de la Embajada de dicho
país y el Instituto Italiano di Cultura en Buenos Aires- ha llegado a su final en materia
de repertorio sinfónico. Coincidiendo con la conmemoración del centenario del
fallecimiento de Giacomo Puccini, el pasado sábado 20 del corriente se llevó a cabo un
concierto en homenaje a este gran compositor dentro del Ciclo de Abono de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) bajo la dirección de Marco Alibrando, con la
participación del violonchelista Narek Hakhnazaryan en calidad de solista.
El programa estuvo integrado por las siguientes obras:
- Crisantemi (versión para orquesta de cuerdas)
- Preludio sinfónico- Giacomo PUCCINI (1858-1924)
- Nocturno en Re menor, Op.19, n°4
- Variaciones sobre un tema rococó, Op.33- Piotr I. TCHAIKOVSKY (1840-
1893)
- Fontane di Roma- Ottorino RESPIGHI (1879-1936)
Con una formación reducida de orquesta para cuerdas a cargo del concertino
Nicolás Favero -contratado especialmente para este concierto, según declaraciones
efectuadas a esta cronista-, Marco Alibrando tomó posición sobre el escenario para
ejecutar la primera de las obras. Puccini compuso Crisantemi (Crisantemos) en 1890
tras la muerte de Amadeo di Savoia – duque de Aosta y amigo personal del compositor-
para cuarteto de arcos. Posteriormente, se realizó una versión para orquesta de cuerdas,
que es la que se presentó en este concierto. Es un lamento melancólico e íntimo, que
debe sonar como tal y donde las cuerdas tienen que llorar. Si bien la versión ofrecida fue
muy correcta, faltó profundidad, vuelo y ese clima melancólico que se debe escuchar.
Por el contrario, y, tras la incorporación del orgánico principal de la Filarmónica, la
versión del Preludio sinfónico fue brillante, con una muy buena amalgama sonora.
Escrito en un solo movimiento (Andante mosso), es una fantasía de 167 compases y tan
solo 9 minutos de duración, que consta de dos temas principales: uno cromático y un
cantábile en 6/4. Posteriormente, se inserta una melodía apasionada en ritmo de vals
para desembocar en un refuerzo del primer tema. Fue compuesta en 1882 y es una obra
de juventud, que permaneció sin ejecutarse durante muchos años y rescatada en la
década del ’70 para formar parte del repertorio no operístico del genio de Lucca.
A continuación, Narek Hakhnazaryan hizo su presentación junto a Alibrando para
cerrar la primera parte del concierto con el Nocturno en Re menor, Op.19, n°4. Se trata
de una transcripción para cello y orquesta reducida de las Seis piezas para piano, Op.19
realizada por el cellista alemán Wilhelm Fitzenhagen (1848-1890), quien también fuera
el cellista presente en el estreno de sus tres Cuartetos para cuerdas y las Variaciones
sobre un tema rococó, Op.33, cuyo orden se mantiene hasta el día de la fecha.
Tchaikovsky las compuso en homenaje a Mozart en 1876 -presumiblemente- por
encargo de Fitzenhagen, quien fuera profesor en el Conservatorio de Moscú en aquel
entonces. Forman parte del repertorio de cualquier cellista de fama internacional y son
las siguientes: Moderato quasi Andante. Tema. Moderato semplice/ Tempo del Tema/
Tempo del Tema/ Andante/ Allegro vivo/ Andante grazioso/ Andante/ Andante sostenuto/
Coda: Allegro moderato con ánima. El tema principal es expuesto por el cello tras una
breve introducción orquestal y luego, se desarrolla en 7 variaciones separadas por
breves cadenzas del solista e intervalos instrumentales, donde el intérprete debe
alcanzar cierto grado de virtuosismo. Ganador del Concurso Tchaikovsky en Moscú en
2011, Hakhnazaryan es un virtuoso del instrumento y lo demostró con creces sobre el
escenario del Colón. No sólo posee una técnica refinada, una digitación magistral y un
fraseo impecable, sino que es un auténtico exponente de la escuela rusa del violoncello.
Independientemente de su prodigiosa memoria, su interpretación de ambas obras fue
colosal y dio la impresión de estar sonando como si se escuchara un CD en vivo. Hacía
rato que una no escuchaba una versión tan perfecta de esta celebérrima obra y, como no
podía ser de otra manera, el Colón volvió a rugir tras tan excelsa interpretación.
Posteriormente, el músico dedicó un bis - en un perfecto castellano- a los descendientes
de armenios en Argentina con motivo de cumplirse un nuevo aniversario del genocidio
armenio en estos días: Lamentatio, de Giovanni Solima, donde además de tocar,
Hakhnazaryan puso su voz para entonar el lamento inicial. Una obra donde volvió a
lucirse como virtuoso y una ovación de aplausos tras su interpretación.
Por último, Marco Alibrando ofreció una contundente y exquisita versión de Las
Fuentes de Roma (Fontane di Roma) de Ottorino Respighi. Compuesto en 1916, este
poema sinfónico forma parte de la denominada Trilogía Romana de este gran sinfonista
italiano junto con Los Pinos de Roma y Fiestas romanas. Sus cuatro movimientos (La
fontana del Valle Giulia al amanecer/ La fontana del Tritón por la mañana/ La fontana
di Trevi al mediodía/ La fontana de Villa Médici al anochecer) se ejecutan en forma
attacca (sin interrupción) y describen mediante una colosal paleta orquestal las escenas
y el movimiento de las fuentes como si fueran cuadros. Es una obra maestra del
impresionismo musical italiano que sonó como tal y que permitió el lucimiento de la
Filarmónica en todo su esplendor.
Dos músicos muy jóvenes, de fama internacional y con una formación sólida a cargo
de grandes maestros hicieron posible este repertorio. Un placer para los oídos y un
cierre de la parte sinfónica de DIVINA ITALIA digno del escenario del Colón, además de
una auténtica demostración de virtuosismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario