viernes, 12 de julio de 2024

 Emotiva versión del Réquiem de Verdi


          Por Jaime Torres Gómez

Continuando con las presentaciones de abono de la Sinfónica Nacional, en el

marco del 79 Aniversario del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, se

ofreció la Misa de Réquiem de Giuseppe Verdi.  

Importante ha sido la trayectoria de este coro -actualmente el segundo más

antiguo de Chile-, donde ha abarcado una importante cantidad de obras sinfónico-

corales, desde el Barroco a la música actual. Históricamente ha sido el soporte

coral de la Sinfónica Nacional, manteniendo su buen nivel. Fundamental ha sido

por décadas el apoyo de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, conjunto

profesional cuyos integrantes están vinculados al Coro Sinfónico, oficiando de

instructores de cuerda y ayudando al buen nivel del mismo.  

Luego de seis años, del todo acertado haber incluido esta Messa da Requiem

verdiana en la actual temporada de la Sinfónica, al tratarse de una magnífica obra

y de amplia popularidad, reflejado en una gran llegada de público al Teatro de la

Universidad de Chile, sede de la Sinfónica.    

De gran orgánico coral e instrumental, sigue la estructura de la misa de difuntos

católica (Requiem, Dies Irae (subdividido en nueves partes; Ofertorio, Sanctus,

Agus Dei, Lux Aeterna y Libera me), teniendo su origen en un homenaje de varios

compositores a la muerte de Gioachino Rossini (1868), adquiriendo más tarde su

actual estructura al morir el escritor Alessandro Manzoni (1873), a él dedicado. Y

sin duda, al tratarse de un Verdi maduro, plasma completo oficio composicional

con un manejo magistral en la continuidad global, más completa autoridad en

elementos estructurales como el manejo de la polifonía y del contrapunto, como un

soberbio tratamiento de timbres y colores instrumentales. En definitiva, una obra

magistral…

Su abordaje interpretativo permite amplias miradas, al ser Verdi principalmente un

compositor de ópera, aun cuando aquí se percibe una genuina (y personal) mirada

contemplativa, a pesar de su agnosticismo, aflorando, de alguna manera, su

formación inicial en la Fe, y subsecuentemente su inconsciente adhesión… A la

vez, ineludible su dimensión teatral, especialmente en todo el Dies Irae como en el

desgarrador Liberame final, planteando la interrogante de poder adquirir una

dimensión litúrgica propiamente tal. Aun así, se trata de una composición religiosa

en su más amplia significación, trascendiendo cualquier exégesis interesada…

Formidablemente dirigida por Rodolfo Saglimbeni, titular de la Sinfónica, su

lectura balanceó inteligentemente cierto carácter litúrgico sin perder de vista la

omnipresencia de un creador esencialmente de ópera, dejando fluir honda

expresividad en secciones tan interpelantes (y emotivas) como el Rex tremendae

majestatis-Recordare, del Dies Irae, como grandes logros en recogidos momentos

de contemplación como en el Agnus Dei y en el Lux Aeterna.


De los resultados, hubo atenta respuesta de los sinfónicos a las autorizadas

indicaciones de la batuta titular, con buen esmalte sonoro, balances y calibrado

ensamble general. A la vez, deslumbrante desempeño del Coro, considerando que

el Réquiem verdiano históricamente le ha sido afín, aunque en esta ocasión,

irredargüiblemente, se trató de su mejor preparación desde 1980, año que se le

viera por primera vez, y luego presenciado ininterrumpidamente con esta

agrupación. Notables resultados en brillo sonoro, diáfanas transparencias y

celebrado ajuste.

Respecto los solistas, no es fácil encontrar las voces ideales ante exigencias muy

particulares de la producción verdiana en cuanto timbres, espesores y colores. De

hecho, casi siempre ha debido recurrirse a algún cantante extranjero ante la falta

de alguna vocalidad local. De hecho, son escasos en Chile los tenores lírico-spinto

requeridos, lo mismo en el caso de las soprano, que hoy en día definitivamente

casi no se conocen localmente sopranos-spinto propias para el Réquiem de Verdi.

No obstante lo anterior, en esta oportunidad el equipo de solistas, ciento por ciento

nacional, cumplió en general satisfactoriamente. Muy buena elección del bajo-

barítono Cristián Lorca, de amplio rango y debidamente empoderado, obtuvo

formidables resultados interpretativos. Lo mismo la mezzo Evelyn Ramírez, con

pareja linealidad de canto y adecuado espesor, asimismo con mayor maduración

interpretativa respecto a su última presentación en la misma obra (2018). Notable

su “decir”, especialmente en Recordare, Lacrymosa y Agnus Dei. El tenor Patricio

Saxton, con buena proyección y garra, se vio excelente en el Ingemisco, aunque

algo inestable en el Domine Jesu del Offertorio. Y la soprano Javiera Saavedra,

de buenos medios vocales, pero inadecuada por su registro de soprano lírica,

siendo inoportuna (e irresponsable) su exposición al no poseer la vocalidad

requerida, y consecuentemente, al forzar en exceso, perdió homogeneidad de

timbre más, en momentos, con problemas de afinación. Igualmente, al tratarse de

una voz de buen material, amerita seguirle su derrotero profesional.

En suma, una versión de jerarquía y de gran emotividad del Réquiem verdiano…

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