Una muy buena versión desde lo vocal y muy irregular desde lo visual de la trilogía
pucciniana
SAQUEN SUS PROPIAS CONCLUSIONES
Martha CORA ELISEHT
Dentro del universo de Giacomo Puccini (1858-1924), IL TRITTICO representa
algo más que una trilogía constituida por tres óperas breves (IL TABARRO, SUOR
ANGELICA y GIANNI SCHICCHI) que funcionan en forma conjunta. Cada una de ellas
es una auténtica joya en sí misma y posee un argumento independiente, pese a que la
idea original del genio de Lucca era escribir una trilogía basada en La Divina Comedia
de Dante Alighieri (1265-1321). Luego de haber asistido a una representación teatral del
drama La Houppelande (Il Tabarro) de Didier Gold en 1912, Puccini retomó la idea en
1913 y le confió el libreto a Fernando Martini. Al ver que no avanzaba, llamó a
Giuseppe Adami para que redactara el libreto y culminó la composición de IL
TABARRO en 1915. Mientras tanto, le encargó a Gabriele D’Annunzio la composición
del libreto para la segunda ópera, pero el proyecto no se concretó. La solución llegó de
la mano del dramaturgo florentino Giovacchino Forzano en 1916, quien bosquejó el
drama de SUOR ANGELICA para una compañía de teatro itinerante. Puccini quedó
encantado con la idea y visitó en numerosas oportunidades el convento de Vicopelago,
donde su hermana Iginia se desempeñaba como Madre Superiora. Finalmente, puso
manos a la obra en 1917 y SUOR ANGELICA se representó por primera vez en dicho
convento, interpretada por el mismo Puccini con su voz y al piano, siendo recibida con
gran aceptación. En cuanto a la tercera, el autor decidió que tenía que ser una comedia y
solicitó al mismo Forzano el argumento, basado en el Canto XXX del Infierno de Dante,
de donde se tomó el personaje de Gianni Schicchi -un estafador situado en el octavo
círculo del Infierno por haber cometido un fraude-. La tercera y última ópera fue
culminada en 1918 y el hecho de que fuera una comedia era un mensaje de esperanza
ante una Europa devastada por la Primera Guerra Mundial.
Luego de numerosas cavilaciones respecto del nombre, se eligió IL TRITTICO
por propuesta de Guido Marotti -amigo personal del compositor-, cuyo estreno tuvo
lugar en la Metropolitan Opera House de New York en 1918 como consecuencia del
final de la Primera Guerra Mundial, pese a que la idea original era que se estrenara en
Roma. El estreno italiano sucedió al año siguiente y, en ambos casos, el éxito rotundo
fue para GIANNI SCHICCHI, mientras que IL TABARRO y SUOR ANGELICA tuvieron
una aceptación dispar.
A casi seis meses de su estreno mundial, IL TRITTICO se estrenó en el Teatro
Colón en 1919 y luego de 14 años de ausencia, se representó entre los días 2 al 13 del
corriente con dos elencos, de los cuales, quien escribe asistió a la función del pasado
miércoles 7 del corriente, con dirección musical de Beatrice Venezi al frente de la
Orquesta Estable y el siguiente reparto:
IL TABARRO: Leonardo López Linares (Michele), Diego Bento (Luigi), Paulina
González (Giorgietta), Sergio Wamba (Talpa), Alejandra Malvino (La Frugola),
Marcelo Gómez (Tinca), Duilio Smiriglia (Vendedor de canciones), Camila Picccolo y
Pablo Truchljak (Amantes)
SUOR ANGELICA: María Belén Rivarola (Suor Angelica), Alejandra Malvino (La Zía
Principessa), Cecilia Díaz (Abadesa), Rocío Arbizu (Celadora), Verónica Cano
(Maestra de novicias), Virginia Guevara (Suor Genoveva), Pía Gray (Suor Osmina),
Tamara Pepe (Suor Dolcina), Marina Torres (Hermana Enfermera), Ana Sampedro
(Novicia), Pía Gray y Rosario Mesiano (Hermanas legas), Mailén Blanco y Trinidad
Goyeneche (Hermanas conversas)
GIANNI SCHICCHI: Omar Carrión (Gianni Schicchi), Florencia Burgardt (Lauretta),
Santiago Martínez (Rinuccio), Alejandra Malvino (Zita), Carlos Ullán (Gherardo),
Eugenia Coronel Bugnon (Nella), Agustín Albornoz (Betto di Signa), Sebastián
Barboza (Simone), Marcelo Iglesias Reynes (Marco), Mónica Nogales (La Ciesca),
Gustavo Gibert (Maestro Spineloccio), Juan Barrile (Amantio di Nicolao), Tiziano
Rodrigo González (Gherardino), Leonardo Fontana (Pinellino) y Augusto Nureña
(Guccio)
La presente producción contó con la siguiente ficha técnica: dirección escénica
de Pier Francesco Maestrini; escenografía y video de Nicolás Boni/ Matías Otálora
(Suor Angelica); vestuario de Stefanía Scaraggi; asistencia de vestuario de Pablo Vitale;
iluminación de Daniele Naldi y asistencia de dirección de escena de Michele Cosentino.
Esta producción realizada en forma conjunta con el Teatro Comunale di Bologna
se caracterizó por dos motivos: una espectacular proyección de video y una escenografía
con exceso de figurantes, muy abierta -que jugó en contra de los cantantes-, pero que no
condice con lo estipulado en la partitura pucciniana. El genio de Lucca era muy
meticuloso con los detalles en cuanto al desempeño de los personajes sobre el escenario
y, precisamente, fue de lo cual careció la régie de Maestrini, que se inspiró en La Divina
Comedia y representó a la barcaza de Michele como la nave de Caronte en IL
TABARRO -concebida como el Infierno-. En el caso particular de SUOR ANGELICA, lo
que menos parecía la escenografía era la de un convento de monjas de clausura. Luego
de la salida de la Zía Principessa tras anunciar a Angelica la muerte de su hijo -
acompañada por una figurante que lo único que hizo fue sostener el pergamino para que
la protagonista lo firmase, cosa que estuvo totalmente de más según apreciación
personal de quien escribe-, Suor Angelica mira al cielo antes de entonar su célebre aria
(“Senza mamma”) y brilla una estrella más que las demás -representando a su hijo-. Eso
fue lo mejor logrado de la proyección de video, al igual que la apertura del cielo donde
la Virgen María perdona a la protagonista antes de morir. Lo que no se entendió fue por
qué Angelica tenía que transformarse en árbol luego de envenenarse -en alusión al
Purgatorio- mientras se proyectaba el video con almas similares atrapadas en troncos de
árboles clamando perdón. (Algo más similar al susto de Blancanieves cuando se interna
en la espesura del bosque creyendo que los árboles son fantasmas, según el film de Walt
Disney). Y en cuanto a Gianni Schicchi, el hecho de desollar la piel de Buoso Donati
para leer el testamento y de hacer pasar a los parientes como zombies girando alrededor
de su lecho de muerte fue de pésimo gusto y sumamente desagradable. Tampoco
condecían la pila de cadáveres sobre la cual se situaba la cama ni la proyección de
video, donde parecía más el Etna que la geografía de Firenze. En resumen: sin ton ni
son.
En cuanto a lo estrictamente musical, Beatrice Venezi tuvo numerosos altibajos
respecto de la partitura pucciniana. Por momentos, la orquesta sonó demasiado fuerte -
lo cual perjudicó a los cantantes y no permitió su lucimiento, al igual que la puesta en
escena excesivamente abierta- mientras que, en otros, faltaron matices. Un desempeño
correcto, pero nada más. El Coro Estable se destacó en todos los pasajes donde
intervino en las tres óperas merced a la excelente dirección de Miguel Martínez, que se
consolida como uno de los mejores directores de coros del país.
Todos los cantantes que tuvieron a su cargo los roles coprimarios en IL
TABARRO tuvieron un muy buen desempeño, destacándose Sergio Wamba como Talpa,
Marcelo Gómez como Tinca y Duilio Smiriglia como el vendedor de canciones.
Leonardo López Linares desempeñó cabalmente el rol protagónico merced a sus dotes
histriónicas y vocales, muy bien secundado por la soprano chilena Paulina González
como Giorgietta. Posee una voz joven, bien timbrada, de color y tonalidad agradables,
aunque todavía algo justa para una sala de las dimensiones del Colón. Probablemente, lo
expresado en el párrafo anterior pudo haberle jugado en contra. Quien se destacó y fue
una revelación fue el tenor Diego Bento, quien ofreció una muy buena versión del rol de
Luigi y fue el más aplaudido junto con López Linares al final de la obra.
Las cantantes que tuvieron a su cargo los roles coprimarios en SUOR
ANGELICA también tuvieron un muy buen desempeño, destacándose las sopranos
Virginia Guevara como Suor Genoveva y Marina Torres como la Hermana Enfermera.
Alejandra Malvino dio vida a la Zía Principessa con la justa dosis de dramatismo y
recursos vocales. Ha interpretado este rol en numerosas oportunidades y demostró su
oficio sobre el escenario del Colón. Debido a un problema de salud en último momento,
no se la pudo apreciar a María Belén Rivarola tal como se la escucha habitualmente en
las notas graves del rol protagónico, pero sí tuvo un perfecto dominio de las notas
agudas y los recursos histriónicos necesarios para interpretar las dos arias de su rol
(“Senza mamma” y “Amici Fiori”), motivo por lo cual fue sumamente aplaudida al
final.
En GIANNI SCHICCHI, el mejor en todos los aspectos fue Santiago Martínez,
quien encarnó a un excelente Rinuccio. Su voz corrió sin inconveniente alguno sobre el
escenario del Colón, al igual que Florencia Burgardt como Lauretta, quien fue muy
aplaudida luego del aria más famosa de la ópera (“O mio babbino caro”). Por su parte,
Omar Carrión demostró su maestría, dotes histriónicas y vocales para interpretar al rol
protagónico como se debe, acorde a las especificaciones de la partitura. Los cantantes
que interpretaron a los parientes de Buoso Donati estuvieron todos muy bien, sin que
ninguno sobresaliera por sobre el otro, al igual que los que tuvieron a su cargo los roles
secundarios. Todos fueron muy aplaudidos al final de la obra.
Así transcurrió la presente versión de la trilogía de Puccini, que ha sido muy
buena desde el punto de vista vocal y completamente inapropiada desde el punto de
vista del régissseur, ya que no condice para nada con las especificaciones de su autor.
Cuando quien está a cargo de la puesta de escena explica su punto de vista en el
programa de mano, una ya teme por el resultado. Una cosa es interpretar a Puccini y
otra muy distinta, valerse de su música para realizar una versión inspirada en La Divina
Comedia no siéndolo. Que los lectores de esta crónica saquen sus propias conclusiones
al respecto.
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