Ciro Mansilla y Ayelen Sanchez deslumbrando en el escenario del Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Carlos Villamayor.
Muy buena versión de “ONEGUIN” a cargo del Ballet Estable del Colón
CUANDO SE SUFRE REALMENTE POR AMOR
Martha CORA ELISEHT
Basado en la ópera homónima de Piotr I. Tchaikovsky (1840-1893) sobre la
novela de Alexander Pushkin (1799-1837), ONEGUIN es uno de los grandes clásicos
del ballet y representa un drama de la vida real: el enamorarse de la persona que sólo
piensa en sí misma, el rechazo y el sufrimiento por un amor no correspondido. Pero el
egoísmo y la arrogancia del protagonista pagan un precio muy alto: cargar con la eterna
culpa por el asesinato de su mejor amigo al retarlo a duelo, a lo cual, se suman el
rechazo y desprecio por parte de la mujer que realmente ama y a quien le pagó con la
misma moneda en su juventud. Ésta es la trama original de la novela de Pushkin -
EUGÈNE ONEGUIN-, escrita originalmente en verso entre 1823 y 1831. Tchaikovsky
compuso su ópera luego de la muerte del poeta en un duelo con el mariscal francés
George D’Anthés en 1837, con libreto de su hermano Modest y Konstantin Shilovski.
Muchos años después, el coreógrafo sudafricano John Cranko (1927-1973) decidió
crear este ballet con música de Tchaikovsky en 1965 mientras se desempeñaba como
director del Ballet de Stuttgart, pero con una particularidad: no utilizó ninguno de los
temas de la ópera, sino una serie de melodías del compositor seleccionadas y
orquestadas por Kurt Heinz- Stolze. Posteriormente, Cranko realizó una revisión de su
obra en 1967 y es la que se representa actualmente.
Dentro de los festejos correspondientes al centenario de los Cuerpos Estables del
Teatro Colón, el director del Ballet Estable -Julio Bocca- decidió incorporar este clásico
en la presente temporada, cuyas representaciones tendrán lugar entre los días 3 al 14 del
corriente con la siguiente ficha técnica: supervisión coreográfica de Reid Anderson-
Gräfe; reposición coreográfica de Agneta y Víctor Valcu; escenografía de Pier- Luigi
Samaritani; vestuario de Roberta Guidi Di Bagno, iluminación de Rubén Conde y
casting de Reid Anderson- Gräfe y Marcia Haydée. Participa la Orquesta Estable bajo la
dirección de Ermanno Florio.
Esta cronista tuvo la oportunidad de asistir a la función de Abono Nocturno
ofrecida el pasado viernes 3 del corriente, con el siguiente reparto: Ciro Mansilla
(Oneguin), Ayelén Sánchez (Tatiana), Stephanie Kessel (Olga), Facundo Luqui
(Lenski), Eliana Figueroa (Espejo), Julieta Lerda (Tatiana- libro), Maricel Di Mitri
(Nodriza), Natacha Bernabei (Madame Larina) y David Juárez Vizgarra (Príncipe
Gremin).
El estreno local de ONEGUIN se produjo sobre el escenario del Colón en 1979 a
cargo del Ballet de Stuttgart dirigido por Marcia Haydée, con la participación de
Richard Cragun y ella misma en los roles protagónicos, alternando junto con Birgit Keil
y Vladimir Klos. Posteriormente, el Ballet Estable del Colón lo incorpora a su repertorio
en 1994 interpretado por Silvia Bazilis y Raúl Candal en los roles protagónicos,
acompañados por Maricel Di Mitri como Olga e Iñaki Urlezaga como Lenski.
Precisamente, fue el ballet elegido para la despedida de Bazilis y Candal sobre el
escenario del Colón y luego, interpretado por estrellas de la talla de Alessandra Ferri,
Maximiliano Guerra, Marianela Núñez y tantos otros. La última representación sobre el
escenario del Colón fue en 2022, con la participación de Elisa Badenes y Martí Paixá -
primeros bailarines del Ballet de Stuttgart- bajo la dirección de Mario Galizzi y Tara
Simoncic al frente de la Filarmónica de Buenos Aires,
La escenografía de Pier- Luigi Samaritani y el imponente vestuario
diseñado por Guidi di Bagno para las escenas en la casa de campo de Madame Larina -
madre de Olga y Tatiana- y en el palacio del Príncipe Gremin brindaron el marco ideal
para el desarrollo de la trama. Mientras casi todos los personajes principales realizan
cambios de vestimenta, el único que permanece inalterable es el protagonista -ataviado
con traje negro desde el principio hasta el final, demostrando su carácter de aristócrata
arrogante, despectivo y hedonista-. Los cambios de escena se lograron mediante telones
negros y efectos de iluminación. El mayor logro radicó en los reflejos en el espejo del
1° acto, donde aparece la imagen de Tatiana antes de quedarse dormida soñando con el
hombre que ama (escena de la carta). Todo es brillo y luminosidad en las primeras
escenas de cada uno de los tres actos y oscuridad y penumbra en las segundas
(habitación y sueño de Tatiana, duelo entre Oneguin y Lenski y escena final), logrando
una perfecta puesta en escena.
El Ballet Estable tuvo una muy buena coordinación, plasticidad y elegancia de
movimientos en las principales escenas de conjunto (gopak del 1° Acto, vals y mazurka
del 2° y la polonesa del 3°). Eliana Figueroa brindó una excelente imagen en espejo de
Tatiana junto a Ayelén Sánchez, mientras que Maricel Di Mitri y Natacha Bernabei
encarnaron correctamente a la nodriza y Madame Larina respectivamente (Una muy
buena oportunidad y un acierto por parte de Julio Bocca de ofrecer este tipo de roles a
grandes estrellas que supieron brillar sobre el escenario del Colón). Por su parte, David
Juárez Bizgarra se destacó como el Príncipe Gremin con seguridad y firmeza en las
escenas de conjunto del 2° Acto y en el pas de deux junto a Ayelén Sánchez en el 3°.
Independientemente de la pareja protagónica, la dupla formada por Stephanie Kessel y
Facundo Luqui tuvo una destacadísima actuación. Ella brilló como Olga: fresca,
espontánea, coqueta y despreocupada en los pas de deux junto a su novio Lenski en el 1°
acto y junto a Oneguin en el 2°. Independientemente de su impecable técnica, se destacó
como bailarina- actriz en las escenas dramáticas, llorando desesperadamente la muerte
de su amado tras haberse batido a duelo. Y él se destacó desde su presentación,
logrando elegancia y plasticidad de movimientos en sus solos. A pesar de un ligero
traspié en el solo previo a la escena del duelo, fue subsanado inmediatamente y tuvo un
gran despliegue de movimientos, luciéndose en los giros y piruetas.
Con respecto de la pareja protagónica, ha sido un acierto convocar al argentino
Ciro Mansilla- primer bailarín del Ballet de Stuttgart- para encarnar el rol protagónico.
Posee el physique du rôle ideal para interpretar este personaje, pero, además, una
notoria plasticidad, técnica y expresividad. Puso de manifiesto sus dotes histriónicas al
servicio del personaje y lo demostró con creces sobre el escenario del Colón; sobre
todo, en la escena de la carta y sueño de Tatiana, donde aparece Oneguin tras el espejo
y le declara su amor. Sus sisonées, developées y fouettes fueron ejecutadas con
impecable técnica. Esta coordinación de movimientos es similar en la escena final
(escena del boudoir), donde un arrepentido Oneguin suplica e implora
desconsoladamente por el amor de Tatiana, pero ella lo rechaza, dada su condición de
mujer casada. Ayelén Sánchez se consolidó una vez más como étoile asumiendo este
fascinante rol, luciéndose en los developées, sostenues y fouettes y experimentando la
metamorfosis de su personaje desde el punto de vista histriónico, De ser una joven
campesina ingenua y romántica despechada, pasó a ser una mujer amada y poderosa,
quien posee la fortaleza suficiente para rechazar al hombre que ama. Al terminar la
función, el público los ovacionó junto al resto del elenco y tuvieron que salir varias
veces a saludar. Ermanno Florio demostró su maestría al frente de la Orquesta Estable,
logrando un muy buen sonido y desempeño acorde a los tiempos de los bailarines.
A pesar de que los programas de mano del Colón poseen muchos más datos
sobre la producción, curriculum vitae de las principales figuras invitadas e historia de
las representaciones, siguen adoleciendo del reparto -reducido simplemente a un código
QR- pero en esta ocasión, sucedió algo mucho más grave: omitieron colocar el
argumento de la obra. Algo totalmente incomprensible para quien asiste por primera vez
a ver un espectáculo coreográfico a menos que haya alguien que conozca la obra y le
explique de qué se trata, lo que representa una total falta de respeto hacia el público. A
diferencia de la ópera, el ballet es expresión corporal y carece de subtitulado electrónico
como para poder seguirlo. Dicho sea de paso, ¿cuánto hace que EUGÈNE ONEGUIN
no se representa sobre el escenario del Colón?... Desde 1997, para ser más exactos.
Sería muy bueno poder volver a apreciar este gran clásico emblemático de la ópera rusa
sobre el escenario de un teatro lírico por definición.
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