La Salzburg Chamber Soloists en acción en el escenario del Teatro Colón en esta imagen de la Sra. Liliana Morsia provista por Prensa del Mozarteum Argentino.
Gran actuación del Constanze Quartett y Salzburg Chamber Soloists en el Colón
ELLAS TOCAN Y SE DESTACAN JUNTO A LOS GRANDES
Martha CORA ELISEHT
Fundado en 2016, el Constanze Quartett -así denominado en honor a Constanze
Weber, esposa de Wolfgang A. Mozart- tiene su sede en Salzburgo y está
exclusivamente integrado por mujeres: Emeline Pierre Larsen y Sara Mayer (violines),
Hana Hubmer (viola) y Julia Ammerer- Simma (violoncello). Todas son egresadas del
Mozarteum de Salzburgo y se destacan no sólo por la calidad de sus interpretaciones,
sino también por dar a conocer obras de compositores de los siglos XVIII y XIX
prácticamente desconocidas en la actualidad. Por dicho motivo, el cuarteto es invitado
permanente a realizar giras por Europa y América. En este caso, la agrupación se
presentó por primera vez en Argentina junto a otro conjunto local de prestigio
internacional: The Salzburg Chamber Soloists bajo la dirección de su fundador -Lavard
Skou- Larsen-, hecho que tuvo lugar en el Teatro Colón el pasado lunes 27 del corriente
dentro del Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino, donde se interpretó el siguiente
programa:
- Concerto grosso- Vittorio GIANNINI (1903-1966)
- Quartettsatz, D.703 (Allegro assai)- Franz SCHUBERT (1797-1828)
- Introducción y Allegro para cuarteto y orquesta de cuerdas, Op. 47- Edward
ELGAR (1857-1934)
- Divertimento para orquesta de cuerdas, Sz.113- Bela BARTÓK (1881-1945)
El afamado director y violinista brasileño fundó el mencionado ensamble en 1991
inspirado en la labor de Sandor Végh -quien fuera uno de sus maestros- con el objetivo
de interpretar música de cámara orquestal al estilo de los grandes solistas. De esta
manera, se presentó junto a solistas de la talla de Mischa Maisky, Rodolfo Bonucci y
Boris Belkin, quien dirigió las giras sudamericanas del conjunto en 1993 y 1995. A
partir de allí, actuó en las principales salas de conciertos de todo el mundo, ente las
cuales se encuentra el Teatro Colón. Y comenzó con un Concerto groso compuesto por
Vittorio Giannini, que data de 1946 y está escrito a la usanza tradicional de dicho género
en 3 movimientos: Allegro/ Introducción. Moderato- aria- adagio/ allegro con brío. Su
apertura está a cargo del concertino, el 2° violín, la viola y el violoncello en di´logo con
el resto y posee un tinte moderno y clásico a la vez, con reminiscencias de compositores
argentinos como Drangosch y Piazzolla. En cambio, el movimiento central no sólo es el
más extenso, sino que posee un bellísimo canon a tres voces. Hubo una muy buena
marcación de tempi por parte del concertino y una excepcional labor de la cellista Julia
Ammerer- Simma, en el Allegro con brío final, al igual que los principales solistas de
cuerdas. La obra gustó mucho y fue sumamente aplaudida.
Seguidamente, Skou- Larsen dirigió desde el podio para ofrecer una gran versión del
Allegro assai del Quartettsatz (Cuarteto para cuerdas en Do menor), D.703 de
Schubert, compuesto en 1820 cuando tenía 23 años. Sin embargo, dejó en suspenso su
obra y nunca más la retomó. Posteriormente, Johannes Brahms adquirió el manuscrito
original de Schubert y lo estrenó de manera póstuma en 1867 en Viena. Es un Allegro de
sonata con dos temas llenos de efectos contrastantes, que marcaron un estilo diferente
de composición: el primero, vertiginoso e inquietante (fugato) y el segundo, apacible y
lírico. El conjunto brindó una versión brillante, con un gran desempeño de la solista
guía de primeros violines Eimi Wakui. Pero uno de los momentos más destacados de la
noche fue la magistral interpretación del Constanze Quartett en la Introducción y
Allegro para cuarteto y orquesta de cuerdas. Op.47 de Elgar, que sonó sumamente
preciso y con una muy buena profundidad desde los primeros compases. El primer tema
(introducción) se toca al unísono por el cuarteto al principio y luego, es replicado por la
orquesta. A diferencia de la obra de Giannini, Elgar se inspira en el concerto grosso
para desarrollar el contrapunto entre concertino y ripieno. Posteriormente, sigue un
tema mucho más romántico y lírico que se repite de varias maneras hasta transformarse
en una fuga exuberante del allegro, donde alcanza su clímax. Una versión sublime y de
gran jerarquía, que fue intensamente aplaudida por el público.
Tras el correspondiente intervalo, la orquesta eligió una obra emblemática del inicio
del exilio de Bela Bartók: su Divertimento para orquesta de cuerdas, Sz.113, compuesto
en 1939 en Basilea antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial por iniciativa del
director de orquesta suizo Paul Sacher, quien era amigo de Bartók y le solicitó escribir
una obra para su orquesta de cuerdas. Se estrenó en 1940 y consta de 3 movimientos:
Allegro non troppo/ Molto adagio/ Allegro assai, que sonaron sumamente precisas
desde los primeros compases merced a la calidad de los instrumentistas, que exploraron
al máximo los matices, texturas y contrapuntos en cuerdas, al igual que los giros
melódicos típicos del compositor húngaro. Se destacaron la primera viola y la solista
guía de segundos violines Emeline Pierre Larsen, al igual que la violoncelista Julia
Ammerer- Simma, mientras que el contrabajista Dalibor Zurinek brilló en el solo
correspondiente a su instrumento en el movimiento central. Por su parte, Lavard Skou-
Larsen brilló en sus solos en contrapunto con el resto de los solistas en el allegro assai
final. El público deliró tras tan excelsa interpretación y estalló en aplausos y vítores,
motivo por lo cual la orquesta ofreció dos bises: el Presto del célebre Divertimento para
cuerdas en Re mayor, K.136 de Mozart y la Melodía en La menor de Astor Piazzolla,
que sonaron sublimes. Tratándose de los Salzburg Chamber Soloists, no podía faltar la
música del gran Wolfgang Amadeus en el presente concierto y fue magnífica, al igual
que la Melodía en La menor de Astor Piazzolla. A su término, los músicos se
despidieron del público y se abrazaron luego del éxito obtenido.
Un cuarteto formado íntegramente por mujeres dentro del marco de una orquesta de
cámara – a su vez, integrantes del ensamble- de altísimo nivel hizo su debut en un
ámbito de nivel internacional como el Colón y sorprendió por su calidad. Cuatro
talentosísimas mujeres que debutaron a la par de los grandes con el sello distintivo de
excelencia del Mozarteum.
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