REDESCUBRIR A SCARLATTI
Teatro Colón,
Opera de Cámara, Temporada 2018: “Il Trionfo dell ‘onore”, Comedia Operística
en Tres Actos, música de Alessandro Scarlatti y Libreto de Francesco Antonio
Tullio (Versión realizada según manuscrito hallado en Loughton, Inglaterra en
1937, en revisión de Manuel de Olaso). Interpretes: Victoria Gaeta (Riccardo
Albenori), Evelyn Ramírez (Leonora Dorini), Flavio Oliver (Erminio Alberoni),
Sofía Di Benedetto (Doralice Rossetti), Pablo Urban (Flaminio Castravacca), Josué
Miranda (Cornelia Buffacci), Cecila Pastawski (Rossina Caruccia), Mariano
Gladic (Capitán Rodimarte Bombarda), Clara Hecker/Mateo de Urquiza
(Figurantes). Ensamble Barroco (En el que se incluyeron Alumnos de Violín y
Viola de la carrera de especialización en Música Antigua del Instituto Superior
de Arte del Teatro Colón). Escenografía: Carmen Auzmendi, Vestuario: Gonzalo
Giacchino, Iluminación: Mauro Pujía, Dirección Musical: Iñaki Encina Oyón,
Dirección Escénica: Violeta Zamudio.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE.
Fue un inicio
de excelencia. No cabe otro calificativo para un espectáculo que lo tuvo todo:
Colorido visual, Ritmo escénico (Si la acción tuvo en algún momento de la
segunda parte algún pequeño “bajón”, es consecuencia directa de la Partitura y
no de la marcación escénica), muy buena realización de vestuario, una orquesta
de instrumentos a la usanza de época (con el agregado de alumnos que están
cursando la especialización en música antigua en el Instituto del Teatro)
estupendamente conformada, con una dirección impecable y voces todas de
excepción, en estilo, con sentido absoluto del canto y de la escena. Y si en
algún momento, dada la esencia de la obra (el protagonista es un “Don Juán” que
reside en Pisa), se encontró una sobrecarga en graficar situaciones de índole
sexual, la segunda parte, hecha toda en época, compensa con creces esa saturación. Inclusive, dos
figurantes caracterizados como operarios de escenario, ayudan a los cambios de
escena y le dan una mayor naturalidad al desarrollo del espectáculo.
Como se dijo,
la acción transcurre en Pisa, es una comedia, Riccardo Albenori es este “Don
Juán” que enamorado de una muchacha
(Leonora Dorini), encuentra mayores atributos en otra (Doralice Rossetti),
prometida a su vez de Erminio Alberoni (Hermano de Leonora).Siguiendo la línea
argumental, se desarrolla otra historia paralela y es la del Capitán Rodimarte
Bombarda, enamorado de Rossina Caruccia, a su vez pretendida por el “Viejo”
Flaminio Castravacca (Tío de Riccardo, el Don Juán), al que no le importa haber
dado palabra de hacer pareja a Cornelia Buffacci (Tía de Rossina). Como se verá
dos enredos protagonizados por dos amigos (Rodimarte es el amigo y ladero de
Riccardo, capaz de soportar hasta el “Bulliyng” al que su mejor amigo lo somete
y del que recibe toda la ayuda para lograr enlamor de Rossina [Una Rossina
entre un joven y un viejo. ¿Beaumarchais habrá husmeado por ahí para la saga
“Fígaro”?]), apellidos de todos los personajes que traducidos del italiano
refieren a situaciones de comedia ( “Cornelia Buffacci”, el paralelismo
Albenori/Alberoni, “Rossina Caruccia”, “Doralice Rossetti”, “Leonora Dorini”
“Flaminio Castravacca”,”Rodimarte Bombarda” [lindo nombre para un militar]).
El planteo
estético hecho por Violeta Zamudio para la acción nos muestra a los
protagonistas en ropas casi actuales en un marco visual que muestra el armado
de una escenografía para el espectáculo en sí que se verá en la segunda parte.
Allí se desarrollan las situaciones de connotación sexual, dadas por gestos,
presencia de objetos que actúan como símbolos fálicos, los que actúan a modo de
describir las ansias, los deseos y/o apetitos de los protagonistas masculinos y
de ahí el mencionado “bulliyng” al que Ricardo somete a su amigo. Las mujeres
actúan todas bajo el efecto de la seducción y notoria es la escena en la cual
se advierte el “engaño amoroso” de Riccardo, en donde “Cornelia” actúa como
contenedora y componedora, para luego a su vez descubrir la situación en la que
se halla su sobrina ante la persecución a la que su prometido Flaminio la
somete. Párrafo aparte, la conducta de Erminio al enterarse de la traición de
su prometida. El es el hilo por el cual el honor (y el orden) debe ser
restablecido, llevado a través de situaciones de corte hilarante también muy
bien resueltas.
La segunda
parte tuvo a la obra en sí, en donde el espectador hallará todo donde debe
estar, el vestuario es de época con el mérito de haber sido realizado en las
mismas telas que vistieron en la primera parte a las protagonistas femeninas, y
en los masculinos un excelente vestuario de época (con las pelucas
correspondientes), dando un marco visual extraordinario, realzado por una
magnífica iluminación. Una persecución de Erminio a Riccardo, dará con este
último “rasguñado” ya que no se podrá decir que fue herido, lo hará recapacitar
y volverá todo a su lugar, es decir cada pareja en su lugar, lo que llevará a
que la segunda historia también tenga el mismo fin y rematar la acción con la
consabida “moraleja” con la que los convencionalismos de entonces cerraban las
obras.
Otra de las
novedades que este espectáculo nos trae es la de asignar a una soprano el rol
de Riccardo y a un tenor de registro casi “Sopranísta” el rol de la tía
Cornelia. Y aquí el total lucimiento de Victoria Gaeta en el protagónico, con
su reconocida soltura escénica. Timbre fresco y grato, coloraturas de impecable
factura y todos sus recursos actorales a pleno. Josué Miranda como la tía
Cornelia fue otra grata revelación, magnífico en la comedia y voz muy adecuada.
Evelyn Ramírez en el rol de la desdichada Leonora tuvo la responsabilidad de
llevar adelante los fragmentos de mayor carga dramática de la obra y los hizo
con autoridad y amplia solvencia. Flavio Oliver, el notable contratenor
Español, volvió a reiterar un trabajo de excelencia entre nosotros, con
formidables recursos vocales y una soltura escénica estupenda para dar vida a
Erminio. Las partes asignadas a los roles de “frescura” femenina en escena
fueron encaradas por Sofía Di Benedetto
como Doralice y Cecilia Pastawski como Rossina, marcando la felicidad de
sentirse doblemente cortejada la primera y mostrando todos los atributos de una
verdadera “Rossina” la segunda (Vuelvo a decir que me parece interesante el
paralelismo que aquí se puede trazar con la Rossina del episodio de “El Barbero
de Sevilla” de Rossini). Pablo Urban
(Flaminio) y Mariano Gladic (Rodimarte) trazaron el contrapunto
humorístico y lo hicieron en magnífica forma. Muy buenas voces y excelentes
actores. Y lo dicho, Clara Hecker y Mateo de Urquiza, actuaron como verdaderos
“delegados” de la regista en escena y realizaron los cambios escénicos con
total naturalidad.
La realización
musical de Iñaki Encina Oyón fue impecable de punta a punta. Al frente de un
conjunto excelentemente conformado, concertó una versión viváz, plena de ritmo,
energía y “canto” orquestal. Tuvo plena comunicación con el palco escénico.
Lo dicho, no
pudo haber un mejor comienzo, un merecido homenaje a Scarlatti a 300 años del
estreno de esta obra (lo que significa un redescubrimiento) y si de Rossinas se
trata, ¿Por qué no decir también que Rossini (a ciento cincuenta de su
fallecimiento) también estuvo presente)?
Donato Decina
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