lunes, 30 de abril de 2018


REDESCUBRIR A SCARLATTI

Teatro Colón, Opera de Cámara, Temporada 2018: “Il Trionfo dell ‘onore”, Comedia Operística en Tres Actos, música de Alessandro Scarlatti y Libreto de Francesco Antonio Tullio (Versión realizada según manuscrito hallado en Loughton, Inglaterra en 1937, en revisión de Manuel de Olaso). Interpretes: Victoria Gaeta (Riccardo Albenori), Evelyn Ramírez (Leonora Dorini), Flavio Oliver (Erminio Alberoni), Sofía Di Benedetto (Doralice Rossetti), Pablo Urban (Flaminio Castravacca), Josué Miranda (Cornelia Buffacci), Cecila Pastawski (Rossina Caruccia), Mariano Gladic (Capitán Rodimarte Bombarda), Clara Hecker/Mateo de Urquiza (Figurantes). Ensamble Barroco (En el que se incluyeron Alumnos de Violín y Viola de la carrera de especialización en Música Antigua del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón). Escenografía: Carmen Auzmendi, Vestuario: Gonzalo Giacchino, Iluminación: Mauro Pujía, Dirección Musical: Iñaki Encina Oyón, Dirección Escénica: Violeta Zamudio.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Fue un inicio de excelencia. No cabe otro calificativo para un espectáculo que lo tuvo todo: Colorido visual, Ritmo escénico (Si la acción tuvo en algún momento de la segunda parte algún pequeño “bajón”, es consecuencia directa de la Partitura y no de la marcación escénica), muy buena realización de vestuario, una orquesta de instrumentos a la usanza de época (con el agregado de alumnos que están cursando la especialización en música antigua en el Instituto del Teatro) estupendamente conformada, con una dirección impecable y voces todas de excepción, en estilo, con sentido absoluto del canto y de la escena. Y si en algún momento, dada la esencia de la obra (el protagonista es un “Don Juán” que reside en Pisa), se encontró una sobrecarga en graficar situaciones de índole sexual, la segunda parte, hecha toda en época, compensa con  creces esa saturación. Inclusive, dos figurantes caracterizados como operarios de escenario, ayudan a los cambios de escena y le dan una mayor naturalidad al desarrollo del espectáculo.

  Como se dijo, la acción transcurre en Pisa, es una comedia, Riccardo Albenori es este “Don Juán”  que enamorado de una muchacha (Leonora Dorini), encuentra mayores atributos en otra (Doralice Rossetti), prometida a su vez de Erminio Alberoni (Hermano de Leonora).Siguiendo la línea argumental, se desarrolla otra historia paralela y es la del Capitán Rodimarte Bombarda, enamorado de Rossina Caruccia, a su vez pretendida por el “Viejo” Flaminio Castravacca (Tío de Riccardo, el Don Juán), al que no le importa haber dado palabra de hacer pareja a Cornelia Buffacci (Tía de Rossina). Como se verá dos enredos protagonizados por dos amigos (Rodimarte es el amigo y ladero de Riccardo, capaz de soportar hasta el “Bulliyng” al que su mejor amigo lo somete y del que recibe toda la ayuda para lograr enlamor de Rossina [Una Rossina entre un joven y un viejo. ¿Beaumarchais habrá husmeado por ahí para la saga “Fígaro”?]), apellidos de todos los personajes que traducidos del italiano refieren a situaciones de comedia ( “Cornelia Buffacci”, el paralelismo Albenori/Alberoni, “Rossina Caruccia”, “Doralice Rossetti”, “Leonora Dorini” “Flaminio Castravacca”,”Rodimarte Bombarda” [lindo nombre para un militar]).

 El planteo estético hecho por Violeta Zamudio para la acción nos muestra a los protagonistas en ropas casi actuales en un marco visual que muestra el armado de una escenografía para el espectáculo en sí que se verá en la segunda parte. Allí se desarrollan las situaciones de connotación sexual, dadas por gestos, presencia de objetos que actúan como símbolos fálicos, los que actúan a modo de describir las ansias, los deseos y/o apetitos de los protagonistas masculinos y de ahí el mencionado “bulliyng” al que Ricardo somete a su amigo. Las mujeres actúan todas bajo el efecto de la seducción y notoria es la escena en la cual se advierte el “engaño amoroso” de Riccardo, en donde “Cornelia” actúa como contenedora y componedora, para luego a su vez descubrir la situación en la que se halla su sobrina ante la persecución a la que su prometido Flaminio la somete. Párrafo aparte, la conducta de Erminio al enterarse de la traición de su prometida. El es el hilo por el cual el honor (y el orden) debe ser restablecido, llevado a través de situaciones de corte hilarante también muy bien resueltas.

  La segunda parte tuvo a la obra en sí, en donde el espectador hallará todo donde debe estar, el vestuario es de época con el mérito de haber sido realizado en las mismas telas que vistieron en la primera parte a las protagonistas femeninas, y en los masculinos un excelente vestuario de época (con las pelucas correspondientes), dando un marco visual extraordinario, realzado por una magnífica iluminación. Una persecución de Erminio a Riccardo, dará con este último “rasguñado” ya que no se podrá decir que fue herido, lo hará recapacitar y volverá todo a su lugar, es decir cada pareja en su lugar, lo que llevará a que la segunda historia también tenga el mismo fin y rematar la acción con la consabida “moraleja” con la que los convencionalismos de entonces cerraban las obras.

  Otra de las novedades que este espectáculo nos trae es la de asignar a una soprano el rol de Riccardo y a un tenor de registro casi “Sopranísta” el rol de la tía Cornelia. Y aquí el total lucimiento de Victoria Gaeta en el protagónico, con su reconocida soltura escénica. Timbre fresco y grato, coloraturas de impecable factura y todos sus recursos actorales a pleno. Josué Miranda como la tía Cornelia fue otra grata revelación, magnífico en la comedia y voz muy adecuada. Evelyn Ramírez en el rol de la desdichada Leonora tuvo la responsabilidad de llevar adelante los fragmentos de mayor carga dramática de la obra y los hizo con autoridad y amplia solvencia. Flavio Oliver, el notable contratenor Español, volvió a reiterar un trabajo de excelencia entre nosotros, con formidables recursos vocales y una soltura escénica estupenda para dar vida a Erminio. Las partes asignadas a los roles de “frescura” femenina en escena fueron encaradas por Sofía  Di Benedetto como Doralice y Cecilia Pastawski como Rossina, marcando la felicidad de sentirse doblemente cortejada la primera y mostrando todos los atributos de una verdadera “Rossina” la segunda (Vuelvo a decir que me parece interesante el paralelismo que aquí se puede trazar con la Rossina del episodio de “El Barbero de Sevilla” de Rossini). Pablo Urban  (Flaminio) y Mariano Gladic (Rodimarte) trazaron el contrapunto humorístico y lo hicieron en magnífica forma. Muy buenas voces y excelentes actores. Y lo dicho, Clara Hecker y Mateo de Urquiza, actuaron como verdaderos “delegados” de la regista en escena y realizaron los cambios escénicos con total naturalidad.

  La realización musical de Iñaki Encina Oyón fue impecable de punta a punta. Al frente de un conjunto excelentemente conformado, concertó una versión viváz, plena de ritmo, energía y “canto” orquestal. Tuvo plena comunicación con el palco escénico.

  Lo dicho, no pudo haber un mejor comienzo, un merecido homenaje a Scarlatti a 300 años del estreno de esta obra (lo que significa un redescubrimiento) y si de Rossinas se trata, ¿Por qué no decir también que Rossini (a ciento cincuenta de su fallecimiento) también estuvo presente)?

Donato Decina

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