Excelente versión de las Sinfonías de Schumann por
la Estable del Colón en la Usina del
Arte
LAS SEGUNDAS PARTES FUERON AÚN
MEJORES
Martha CORA ELISEHT
El pasado sábado 16 del corriente
tuvo lugar en la Usina del Arte la segunda parte del Ciclo Integral de las
Sinfonías de Robert Schumann (1810-1856), a cargo de la Orquesta Estable del
Teatro Colón, dirigida por Roberto Saglimberti. Se interpretaron la Sinfonía n° 2 en Do mayor, Op. 61 y la Sinfonía n° 4 en Re menor, Op. 120.
De todas las sinfonías del gran
compositor alemán, la Segunda Sinfonía en
Do mayor es, quizás, la menos conocida y la menos interpretada en los
programas de conciertos. Fue compuesta en 1845, luego de un período difícil en
la vida del compositor, como consecuencia de un colapso mental por su patología
de base (esquizofrenia). Sin embargo, posee una gran belleza armónica y un
sinnúmero de contrastes: sombras al inicio del 1° movimiento (Sostenuto assai- Un poco piú vivace- Allegro
ma non troppo) a cargo de las cuerdas y los metales, que se transforman en luz mediante una melodía basada en cánones de Johann Bach en el
2° movimiento (Scherzo- Trio I, Trio II y coda: Alegro vivace)- , donde el
violín, la viola y las maderas interpretan un trío, y luego, los segundos
violines, los cellos y las maderas replican el otro, en las siguiente
tonalidad: Si- La- Do- Fa sostenido (B-A-C-H, en nomenclatura sajona,
formando un acróstico con las notas
que forman el apellido del compositor). Este
estilo de composición se traduce en una melodía luminosa, romántica, pero que a
su vez, se diferencia de otros compositores del mismo período (Beethoven,
Weber), donde Schumann pone su sello personal. El 3° movimiento (Adagio espressivo) es nada más ni nada
menos que una transfiguración hacia el final (Allegro molto vivace), donde la Orquesta Estable logró un
equilibrio sonoro y unos matices perfectamente bien logrados, bajo la
espléndida dirección de Saglimbeni.
De todas las sinfonías de Schumann,
la 4° Sinfonía en Re menor es la más
conocida y la más ejecutada en los habituales programas de conciertos.
Compuesta en 1841, fue dedicada a su esposa – Clara Wieck- para su cumpleaños.
Lamentablemente, fue mal recibida y permaneció en el ostracismo hasta 1851,
cuando Schumann decide revisar la partitura, armar una orquestación distinta y
numerarla como 4° Sinfonía (cuando,
en realidad, era la Segunda). Sus cuatro movimientos se representan en forma
continua (Ziemlich langsam- Romanze-
Scherzo & Trio- Langsam/Schneller/Presto) y están ligados mediante una
sucesión de temas recurrentes, que aparecen bajo diferentes aspectos. En este caso, Saglimberti ofreció una
excelente versión, haciendo hincapié en los diferentes matices a los cuales
alude la partitura. Fueron muy destacadas las intervenciones de los
instrumentos solistas y el público respondió positivamente.
Discípulo del Maestro José Abreu, el
venezolano Rodolfo Saglimbeni es Director titular de la Orquesta Sinfónica de
la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza) y es uno de los directores más
solicitados en América Latina. Dentro de sus numerosos méritos y antecedentes,
es especialista en desarrollo y entrenamiento de orquestas (fue Miembro
fundador del Sistema del Orquestas Sinfónicas Juveniles de Venezuela) y reside
en la Argentina desde 2013. Hubiera sido ideal que dirigiera las cuatro
sinfonías del presente Ciclo, pero no ha sido posible por diferentes motivos.
Le correspondió dirigir la segunda parte de este Ciclo Integral y ha sido
excelente. Hasta tal punto, que vale la pena desterrar ese consabido dogma que
dice:“las segundas partes nunca fueron
buenas” y redoblar la apuesta. En este caso, fue exactamente a la inversa: las
segundas partes han sido mejores.
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