RENOVACION
SI, PERO EN TODO EL PROGRAMA
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Baldur
Brönnimann, Solista: Iñaki Alberdi (Acordeón). Programa: Obras de Gubaidulina,
Liadov y Lutoslawski. Teatro Colón (Concierto de Abono Nº 6), 28 de Junio de 2018.
NUESTRA
OPINION: MUY BUENO.
Queridos Lectores, Uds. ya conocen mis opiniones a lo
largo de mis columnas de once años a esta parte, primero en Operayre, la página
de la Opera del Buen Ayre que dirige su fundador, Eduardo Casullo, luego en la
del Opera Club, etapa inolvidable que junto a Mónica Rossi vivimos con el
increíble “Gordo” Roberto Blanco Villalba y ahora en este blog que gracias al
decisivo apoyo de Uds. va creciendo día a día. Bregué y brego por una necesaria renovación de
la programación de Conciertos, fundamentalmente en el Teatro Colón y mas
específicamente por parte de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires. Si debo hacer un diagnóstico mas “sesudo”, este es
que se ha marcado una involución de 15 años, el tiempo transcurrido de la partida
del ultimo “renovador” que tuvo el Colón para programar conciertos y ese se
llamó Gerardo Gandini, el que junto al inolvidable Franz Paul Decker y a la
larga gestión de Pedro Ignacio Calderón ( Quien fomentó innumerables estrenos
de Obras de Compositores Argentinos y Extranjeros, cosa que continuó al frente
de la Sinfónica Nacional, la que aun hoy en menor medida lo sigue haciendo y
queda exenta de este análisis), justamente se destacaron por ese criterio. Pues
bien, el hecho de que este año se compartan conciertos junto al ciclo “Colón
Contemporáneo”, uno de ellos dirigido por Enrique Arturo Diemecke, y que esta
sesión haya sido confiada a un especialista en obras contemporáneas como Baldur
Brönnimann, conductor en el Colón de títulos como “Erwantung”, “Hagith”, “La
Vendedora de Fósforos” y la espectacular “Die Soldaten” de Zimmermann, hacen
que se esté en un camino que esperemos perdure a futuro.
Con muy buen
criterio se programó “Fachwerk” de Sofía Gubaidulina para la primera parte.
Escrita para Bayán (Acordeón muy empleado en el Folcklore Ruso), Cuerdas y
Percusión, contó con el concurso del Vasco (Así se presenta en su “currículum”)
Iñaki Alberdi, y en verdad nos encontramos con un solista imponente. Para una
obra sin concesiones, en donde desarrolla un despliegue técnico y físico,
Alberdi superó el desafío con creces, acompañado por una Filarmónica
impecablemente preparada por Brönnimann. Atravesar todas las escalas, trabajar
todas las sonoridades, melodías que apoyan al solista en el desarrollo de la
idea musical. Sin concesiones. Y una maravillosa respuesta del público que con
el correr de la interpretación pasó de las toses que denotaban incomodidad al
silencio mas profundo y premiar con aplausos sostenidos y algunos bravos
estentóreos que saludaron la interpretación
y la labor de un solista extraordinario.
La obra de
cierre fue una nueva versión del Concierto para Orquesta de Witold Lutoslawski
a 120 hs. de la versión que ofrecieran Francísco Rettig y la Sinfónica Nacional
en la Usina del Arte. La gran satisfacción es decir que Ntras. Dos mejores
Orquestas Sinfónicas están a un mismo nivel en este repertorio. Pero en favor
de la Filarmónica le cabe el hecho de estar mas consolidada como agrupación,
mientras que la Sinfónica está atravesando un período de renovación de sus
integrantes. Entonces a las ganas y el voluntarismo de la Nacional, la
Filarmónica tiene en su haber asentamiento, refinamiento (Como se vió en el
segundo movimiento y en el Coral que inicia el tercero) y hasta momentos de canto
orquestal pleno que Brönnimann obtuvo y administró notablemente. Mas allá de
que algunos espectadores se retiraron en el intervalo, el Público permaneció
mayoritariamente en la sala y al igual que en la Obra de Gubaidulina, respondió
de la misma admirable manera, aplaudiendo de igual forma y también algunos
bravos muy sostenidos.
Fueron dos
obras, una de un consagrado de segunda mitad de Siglo Veinte y otra de una
actual creadora, tal vez la mujer con mayor proyección en el mundo de la
música. Ambas sin concesiones. Ambas con un desarrollo y calidad supremas. Por
lo que no se entiende la inclusión entre ambas de un trabajo tan mediocre de
Anatoli Liadov. “El Lago Encantado” es una obra tonal y pasatista, descriptiva
de un paisaje mágico y supuestamente trabajada para ballet. Rápidamente pasará
su interpretación al olvido. Quien la haya programado, no tuvo en cuenta la
pobreza de escritura y la falta de ideas. Personalmente me quedo con la de “Les
Luthiers” (o lo que es lo mismo decir, la de Johann Sebastian Mastropiero).
Donato Decina
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