jueves, 16 de mayo de 2019


Estupendo concierto de la Orquesta de Cámara de Munich en el Colón
LA GRANDEZA RADICA EN LA SIMPLICIDAD
Martha CORA ELISEHT
            El pasado lunes 13 del corriente tuvo lugar en el Teatro Colón el segundo concierto del 1° Ciclo del Mozarteum Argentino, con la presentación de la Orquesta de Cámara de Munich, dirigida por su concertino –Daniel Giglberger-, con la participación de la pianista francesa Lise de la Salle como solista. El repertorio comprendió las siguientes obras: Serenata para orquesta de cuerdas, Op. 20 de Sir Edward Elgar (1857-1934), el Concierto n° 9 para piano y orquesta en Mi bemol mayor, K.271 “Jenamy” de Wolfgang A. Mozart (1756-1791), Company, para orquesta de cuerdas de Philip Glass (1937) y la Sinfonía n°29 en La mayor, K.201 de Mozart.
            No es la primera vez que esta prestigiosa agrupación visita nuestro país, destacándose por la pureza de su sonido y la creatividad de sus programas. Fue convocada en reemplazo de la Orquesta Sinfónica de Beijing –cuya presentación se canceló y tuvo que ser reemplazada por la Orquesta Sinfónica de Armenia, que también canceló su presentación durante el transcurso del corriente año- y está compuesta por 24 músicos. Muchos de ellos utilizan instrumentos de época para dar una mayor y mejor calidad de interpretación (prueba de ello fue la interpretación de la mencionada Sinfonía de Mozart con los cornos). Y Lise de la Salle resultó una intérprete espléndida, con personalidad escénica, que supo dar al Concierto n° 9 de Mozart un sonido cristalino y transparente, haciendo hincapié en su interpretación. Posee una técnica perfecta, una pulsación y una digitación excelentes y, además, logró un ensamble compacto y preciso con el resto de los músicos, ofreciendo una versión luminosa de la mencionada obra. Tal es así, que se vio obligada a interpretar un bis: La fille des chéveux longues de Débussy. Fue muy aplaudida por el público, al igual que el conjunto instrumental. Pese a su juventud, ha sido ganadora del Diapason d’Or y el Gramophone’s Editor’s Choice, además de concretar una prestigiosísima carrera internacional.
            El mencionado Concierto n° 9 de Mozart fue compuesto en 1777 y dedicado a una pianista francesa de apellido Jeunehomme, que fuera incorrectamente escrito e interpretado por el compositor. Posteriormente, Mozart se lo dedica a la hija de uno de sus amigos –Jean- Georges Noverre-, casada con un francés de apellido Jenamy y notable pianista, del cual, el concierto toma su nombre. Consta de tres movimientos (Allegro/Andantino/ Rondó- Presto)  y presenta una abundancia de líneas melódicas en el Allegro, independientes de los temas anunciados por la orquesta.  Por ende, posee un fraseo y dificultades técnicas que deben ser interpretados por un pianista con madurez expresiva. Precisamente, Lise de la Salle lo logró mediante una interpretación magistral.
            Previamente, la orquesta ofreció la Serenata para orquesta de cuerdas, Op. 20 de Sir Edward Elgar, ofreciendo una versión muy buena, que sonó dulcemente, pero que también se notó cierto grado de solemnidad en su interpretación. Hubo un balance característico desde el primer movimiento (Piacevole), con reminiscencias de Dvorák, con pasajes sutiles desde las violas y cellos. Muy buena labor del director y violín solista Daniel Giglberger en el Larghetto y de la orquesta – en general- en el Allegretto, que culmina con una recapitulación del 1° movimiento. Lo mismo sucedió con Company de Philip Glass, que es una obra que se destaca por su simpleza, sobre una base de continuo ondulante y una expresión minimalista. En sus orígenes, fue compuesta como música de escena para la obra homónima de Samuel Beckett y estrenada en el Public Theatre de New York en 1983. Sus cuatro movimientos intentan plasmar el espacio cerrado y mínimo en el que se encuentra el protagonista de la obra. Posteriormente, Glass la publicó como Cuarteto para cuerdas n°2 en 1986 y, finalmente, en la presente versión para orquesta de cuerdas. La interpretación fue muy buena, con perfecto equilibrio sonoro entre los cuatro grupos de instrumentos de cuerdas.
            Por último, la orquesta ofreció una excelente versión de la Sinfonía n° 29 en La mayor, K. 201 de Mozart, que es una de las obras más tempranas del genio salzburgués. Mozart tenía sólo 18 años cuando la compuso y es la obra que marca su madurez como compositor. Consta de cuatro movimientos (Allegro moderato/ Andante/ Menuetto- Allegretto y Allegro con spirito) y se desarrollan dos temas muy bien definidos y diferenciados desde el comienzo de la Sinfonía. El 1° movimiento se desarrolla en forma de sonata, caracterizado por ser muy dinámico y permitir el intercambio de cuerdas y vientos. El 2° movimiento, en cambio, es mucho más melódico y se caracteriza por un acompañamiento de cuerdas con sordina. Fue muy destacada la labor del conjunto y el empleo de instrumentos de época le brindó un toque muy particular. Además, el hecho de ser un grupo reducido permitió aún más apreciar las sutilezas y detalles de esta obra. Actualmente, existe una tendencia a interpretar las obras de Mozart con menor cantidad de músicos –no mayor de 25- que con una orquesta sinfónica. Y el resultado es óptimo, tal como sucedió en este caso. Las intervenciones de todos los instrumentistas fueron brillantes, logrando un sonido diáfano y siguiendo los lineamientos originales del compositor. Esto se notó más aún en el vigoroso Minuetto del 3° movimiento, donde el diálogo entre cuerdas y vientos es más fluido, y en el impetuoso Allegro con spirito que cierra la obra. Asimismo, era admirable apreciar los gestos del director al marcar el ritmo con sus pies, lo que contagiaba alegría al resto del conjunto. Tras los aplausos, la orquesta ofreció dos bises: el movimiento final de la Sinfonía n° 44 de Joseph Haydn y una obra de Max Reger (Ansfintebleico), que no fueron anunciadas, pero que sonaron magistralmente. Una muy buena propuesta del Mozarteum y, a su vez, un excelente reemplazo, donde todos los presentes se retiraron muy conformes por haber elegido un repertorio que no es el más conocido entre las obras para música de cámara, pero que ha sido sencillo y simple, con una orquesta caracterizada por su gran musicalidad y su enorme talento.
             


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