miércoles, 31 de julio de 2019


Magistral interpretación de la Orquesta Filarmónica de Israel junto a Zubin Mehta

EL ETERNO ROMANCE ENTRE EL ARTISTA Y SU PÚBLICO
Martha CORA ELISEHT

            A sus 83 años, Zubin Mehta sigue recorriendo el mundo y lo hace con su inmensa maestría y su gran carisma, conmoviendo al Universo con sus magníficas interpretaciones. Pese a su enfermedad de base –que lo obliga a caminar con bastón a esta altura de su vida- no perdió la oportunidad de realizar una gira de despedida con la Orquesta Filarmónica de Israel –organismo que dirige desde hace 50 años- en el marco del Ciclo de Abono de Grandes Intérpretes Internacionales en el Teatro Colón, con tres conciertos que se ofrecerán entre los días 27 al 30 del corriente. Lo acompañan dos músicos de lujo: la gran pianista Martha Argerich  y el flautista Guy Eshed.
            Esta cronista tuvo la oportunidad y el privilegio de asistir al concierto inaugural, que se ofreció el pasado sábado 27, donde se interpretaron las siguientes obras: Concertino para orquesta de cuerdas de Ödön Pártos (1907-1977), el Concierto en La menor para piano y orquesta Op. 54 de Robert Schumann, con Martha Argerich como solista y la Sinfonía n° 6 en Fa mayor, Op.68 (“Pastoral”) de Ludwig van Beethoven (1770-1827).
            El compositor húngaro Ödön Pártos fue violinista, violista y miembro de la Filarmónica de Israel. Además, se desempeñó posteriormente como director de la Academia de Música de Tel- Aviv. Su Concertino para orquesta de cuerdas data de 1952 y  es un arreglo de su  Cuarteto para cuerdas n° 1, compuesto en 1932. La obra se compuso a pedido del célebre director Férenc Fricksay y posee no sólo elementos del folklore húngaro, sino también reminiscencias de compositores como Béla Bártok y Sergei Prokofiev. Una también ha podido apreciar al escucharla elementos de síncopa, con ribetes de jazz y tango –a la manera de Astor Piazzola-. La Filarmónica de Israel ofreció una versión muy compacta, profunda, con toques de frescura, solemnidad y profundidad sonora, dentro de un marco de perfecto equilibrio.  Y pese a la limitación física de Zubin Mehta –dirigió sentado todas las obras-, su cerebro privilegiado le permite seguir dirigiendo en forma magistral. La obra fue muy bien recibida por el público –ante un Colón atiborrado de gente, con localidades agotadas y numeroso público de pie en Platea- y recibió numerosos vítores y aplausos.
            Posteriormente, el público estalló en una prolongada ovación cuando Martha Argerich hizo su presencia sobre el escenario que tantas veces la ha visto brillar. Y lo hizo con una obra tradicional de su repertorio: el célebre Concierto en La menor Op. 54 de Schumann, que domina a la perfección. Pero esta vez, Martha Argerich ofreció una versión que se destacó por su dulzura en los pasajes más románticos, su exquisita interpretación y fundamentalmente,  por cantar sobre el teclado. Hacía mucho tiempo que no se escuchaba una interpretación tan prístina y sublime de este concierto en el Colón –una recuerda el debut de Evgeny Kissin con la Filarmónica de Buenos Aires con esta pieza, que sorprendió a todos por su excelente interpretación en aquel entonces-. No sólo fue de una sublime exquisitez por parte de Argerich, sino también por el acompañamiento orquestal. Excelente el solo de oboe inicial a cargo de Dudu Carmel, al igual que el clarinetista Ron Selka, quienes brindaron un sonido redondo y puro en el primero de los tres movimientos de la obra (Allegro affetuoso). La gran pianista se destacó en los pasajes más íntimos del concierto en el 2° movimiento (Andante- Andantino grazioso) para luego desembocar en el fragor y el torbellino sonoro del Scherzo con el que se inicia el 3° movimiento (Allegro vivace), que supo estar perfectamente acompañado por la orquesta. Naturalmente, llegó la ovación de vítores y aplausos luego de haberse escuchado una versión tan excelsa, tras lo cual, Martha Argerich decidió ofrecer un bis típico de su repertorio: Escenas Infantiles de Schumann -obra con la que está familiarizada desde su niñez- , que interpretó de forma magistral y exquisita, con un tinte profundamente humano. Y, como no podía ser de otra manera, se retiró ovacionada.
            La Sinfonía n° 6 en Fa mayor Op. 68 (“Pastoral”) es una de las páginas más célebres y más bellas del genio beethoveniano, que posee cinco movimientos: Allegro ma non troppo (Despertar de sentimientos de alegría al llegar al  campo), Andante molto moto (Escena junto al arroyo), Allegro (Alegre reunión de campesinos), Allegro (La tempestad) y Allegretto (Canción de alegría pastoril después de la tormenta), de los cuales, los últimos tres se tocan attaca (es decir, sin interrupción). Fue estrenada en 1808 en Viena y es la más descriptiva de las sinfonías del genio de Bonn. El contacto con la naturaleza, la paz del campo, la serenidad del bosque, el baile de campesinos – maravillosa inserción de un Lándern típicamente alemán- , los nubarrones que preceden a la tormenta –maravillosamente introducidos por los contrabajos al unísono- , los relámpagos y la calma que prosigue a la tormenta son perfectamente perceptibles. Pero Zubin Mehta no sólo ofreció una versión de excelencia, sino que además, se destacó por su luminosidad y su majestuosidad. El fraseo de las maderas en el 2° movimiento fue estupendo, logrando los matices del canto de los pájaros y la calma junto al arroyo. Una versión sobresaliente, como pocas veces se ha escuchado en el Colón –baste recordar la memorable versión de Kurt Mazur al frente de la Gewandhaus de Leipzig en 1980, dentro del ciclo integral de las Sinfonías de Beethoven- y como la genial batuta del director indio sabe hacerlo. Al término de la obra, el Colón se vino abajo ante la ovación sostenida por parte del público.
            Lamentablemente, Zubin Mehta ya no puede volver a entrar y salir infinidad de veces sobre el escenario como en otros tiempos, debido a su limitación física. No obstante, decidió ofrecer un bis: una espléndida versión de la célebre Obertura de Las Bodas de Fígaro, de Wolfgang Amadeus Mozart, con su garra y maestría habituales. Una vez más, se retiró ovacionado por su público. Ese público con el que inició su romance en 1961, cuando vino por primera vez a la Argentina a dirigir en el ciclo de Conciertos de la Facultad de Derecho y que lo catapultó a la fama internacional. La magia con la cual cautiva a su público sigue intacta y es capaz de mantener – y sostener- ese eterno romance con el correr del tiempo.
           

martes, 30 de julio de 2019


EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

Teatro Colón, Temporada 2019, Función Extraordinaria. Concierto Sinfónico: Presentación de la Orquesta Filarmónica de Israel, Director: Zubin Mehta, Solistas: Christopher Bowman (Oboe), Daniel Mazaki (Fagot), David Radzinski (Violin), Emmanuele Silvestri (Violonchelo). Programa: Obras de Haydn y Mahler. 29 de Julio de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Para quienes como en mi caso tuvimos la fortuna de seguir la trayectoria de Zubin Mehta desde hace mas de 40 años, no podemos dejar de señalar la admiración que provoca el hecho de que a pesar de las dificultades físicas que tiene (fundamentalmente motrices), su empeño es tal que al subir al podio y sentarse en la silla elevada que allí se le colocó, se transforma y comienza a dirigir para que fluyan extraordinarias sonoridades. Al igual que su inolvidable colega y amigo Claudio Abbado, la música opera como un estímulo y un bálsamo en Mehta.  Y como sucede desde sus tres últimas visitas, ya no será el despliegue enérgico de antaño sinó que ahora se han abierto paso los gestos claros y precisos, las sonoridades irán apareciendo y las sutilezas harán de las suyas, para que cada sector de la Filarmónica de Israel pueda ser distinguido con pasmosa transparencia.

  Una grata sorpresa para este programa que hoy nos ocupa la constituyó la elección de la Sinfonía Concertante Op. 84, Hob I:105 en Si bemol mayor, para Fagot, Oboe, Violín y Violonchelo de Franz Joseph Haydn. Sabido es que desde siempre, el gran conductor Indio elige obras del período clasicista como parte central de sus conciertos. Cada visita a lo largo de tantos años nos ha ido mostrando el gran crecimiento interpretativo en este género. No puedo menos que recordar su gran interpretación de la Sinfonía Nº 40 Kv. 550 de Mozart, la misma noche en que de fondo descolló en la interpretación de la Quinta Sinfonía de Mahler, con esta misma Orquesta de Hoy. Allí fueron el señorío, el gesto distinguido y los exactos “tempi”. Aquí fueron la intimidad, la expresión reconcentrada y la precisión interpretativa, cualidades para secundar a un sólido cuarteto solista integrado por instrumentistas de la propia agrupación del Estado Hebreo. Fueron ellos: El Holandés Christopher Bowman en Oboe, dueño de un refinadísimo sonido. Daniel Mazaki en Fagot, con total dominio de su instrumento,. El Estadounidense David Radzynski en Violín, quien extrajo un sonido puro y delicado , muy apropiado para esta Obra  y el Italiano Emmanuele Silvestri en Violonchelo, con gran solvencia interpretativa. Los cuatro mantuvieron un ida y vuela permanente con la Orquesta y Mehta logró un perfecto empaste en la Concertación.

  La segunda parte nos trajo una nueva versión de la Sinfonía Nº 1 en Re mayor  “El Titán” de Gustav Mahler , verdadero “Capolavoro” del querido Maestro. Es increíble ver la evolución interpretativa que hay en Mehta frente a cada versión ofrecida en la Argentina. Claro, hay una friolera de 51 años ininterrumpidos de mutuo vínculo con la agrupación y han pasado infinidad de músicos por sus atriles, y frente a esto Mehta ha logrado perfeccionar al conjunto en paralelo con su crecimiento como interprete. Y entonces nos encontramos con un “Titan” que no es exultante, no es brillante, pero es sutil, transparente, preciso. Con un envidiable refinamiento. Con la inclusión de “Blumine”, movimiento que Mahler descartara, Benjamin Britten rescatara como pieza independiente de Concierto, Franz Paul Decker estrenándolo de la misma manera entre Nosotros, el mismo Mehta con la Filarmónica de Munich haciéndolo ya dentro de la Sinfonía, Diemecke haciéndolo de igual forma, para llegar a la mejor versión aquí, con un discurso interpretativo increíble y dándole al fragmento un sentido y una coherencia con el resto de la  sinfonía que dudo que vuelva a repetirse una versión al menos similar. Y el final nos mostró el “brillo Mehta” con un justo remate y con una distinción de sectores de instrumentos verdaderamente estremecedora.

  No quiso dejar de brindar un “Bis” y los de Mehta no son trillados. Fue una “Polka” de Josef Hellmsberger, Compositor, Director de Orquesta y Director del Conservatorio de Viena en tiempos en que Mahler era estudiante allí y Anton Bruckner titular de Cátedra. Chispeante y Vital. La voluntad de Mehta todo lo puede.

Donato Decina

sábado, 27 de julio de 2019

Muy buena reposición de “LA FLAUTA MÁGICA” por Juventus Lyrica en el Avenida

IMBUIDOS DE LA MANO Y DEL ESPÍRITU MOZARTIANO
Martha CORA ELISEHT

            Dentro de la gran oferta en materia de espectáculos de música clásica y ópera que ofrece Buenos Aires en estas vacaciones de invierno, el pasado viernes 26 del corriente se llevó a cabo el segundo título de la 20° Temporada de Juventus Lyrica en el teatro Avenida: “LA FLAUTA MÁGICA” de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), en coproducción con la compañía de ópera holandesa OPERA2DAY, bajo la dirección musical de Hernán Schvartzmann y la dirección artística de María Jaunarena, quien también diseñó el vestuario. La iluminación y la escenografía estuvieron a cargo de Gonzalo Córdova y la dirección de escena, de Matías Fernández, con el siguiente elenco: Nazareth Aufé (Tamino), Jaquelina Livieri (Pamina), Gabriel Carasso (Papageno), Ana Sampedro (Papagena), Oriana Favaro (Reina de la Noche), Walter Schwarz (Sarastro), Patricio Olivera (Monostatos), Laura Penchi (Primera Dama), Verónica Canaves (Segunda Dama), Rocío Arbizu (Tercera Dama), Felipe Cudina Begovic (Spracher y Sacerdote), Rodrigo Olmedo (Sacerdote y Hombre de Armas) y los niños Sol Sánchez Arteaga, Micaela Sánchez Arteaga y Abril Roitman (Los tres Ñiños Sabios), mientras que Francisca D’Alessandro, Tomás Podzun y Gretel Tomas dieron vida a la prole de Papageno y Papagena en el cuadro final. Participó también el Coro de la entidad, dirigido por Hernán Sánchez Arteaga, que se destacó por la excelente preparación de sus voces y por brindar un perfecto acompañamiento en las escenas de conjunto.
            De todas las óperas de Mozart, LA FLAUTA MÁGICA es la predilecta de esta cronista, quien tuvo la oportunidad de verla en numerosas oportunidades; inclusive, en el Teatro de Marionetas de Salzburgo, donde los titiriteros animan a sus marionetas con excelentes versiones –de la talla de directores como Herbert von Karajan o Karl Böhm y de voces espléndidas como las de Wilma Lipp, Roberta Peters, Dietrich Fischer- Dieskau, Hermann Prey o Fritz Wunderlich-, pasando por las ofrecidas en 2013 y 2016 por el Metropolitan de New York, caracterizadas por su gran despliegue escenotécnico y sus magníficas puestas en escena. En este caso, la presente versión se caracterizó por estar muy bien interpretada –tanto desde el punto de vista vocal como actoral- y por un magnífico vestuario, donde contrastaban el blanco del vestido de Pamina (que representa pureza y la luminosidad del reino de Sarastro, donde reinan la sabiduría y la paz) con el negro usado por la Reina de la Noche y sus tres Damas (oscuridad, sombra y tinieblas, en contraposición con lo anterior). Por otra parte, la alegría y la comicidad de Papageno se vieron reflejadas en un traje de vívidos rojo, naranja y azul, que fueron los mismos para confeccionar el traje de Papagena. Pero además, todas las faldas largas estaban armadas como alas de murciélago, que permitían ocultar o proteger- acorde a las escenas- al ser desplegadas. Por ejemplo: en el caso de las Damas de la Reina de la Noche, de su interior salieron tanto la flauta mágica de Tamino como las campanillas de Papageno, además del candado que sella la boca  de este simpático personaje por haber mentido. Lo mismo sucede cuando Pamina intenta proteger a su amado cuando atraviesan juntos el reino de las sombras al compás de la flauta, o cuando la Reina de la Noche decide vengarse de Sarastro. Pese a ser sencilla, la escenografía permite dar paso a las numerosas escenas en las que se divide la ópera, con un excelente juego de luces para ilustrar los momentos donde los personajes pasan de la oscuridad a la luz; de la transición de las tinieblas donde habita la Reina de la Noche hacia la luminosidad  que caracteriza el reino de Sarastro.
            Hernán Schvartzmann demostró ser un magnífico director de orquesta, logrando muy buenos matices y algunos efectos sonoros usando instrumentos desde fuera de escena (ej: tabla metálica, bombo, platillos) como también, desde el escenario (ramas de papel, cascos) más los silbatos para emular el canto de los pájaros en el aria de Papageno. Además de ser un gran cantante, Gabriel Carasso se llevó los laureles por ser un gran actor cómico, que dio vida al célebre e inquieto cazador de pájaros. Inclusive, se dio el lujo de improvisar junto a Hernán Schwartzmann una escena cómica ofreciéndole vino e invitándolo a beber, donde hizo desafinar la orquesta a propósito. Fue muy bien celebrado por el numeroso público presente y muy aplaudido. Además, él mismo tocaba la flauta de pan con la que Papageno emula el canto de las aves. Y junto a Ana Sampedro como Papagena, formaron un dúo inolvidable. Además de una buena cantante, la mencionada soprano se manifestó como una comediante estupenda, haciendo de las suyas sobre el escenario.  Obviamente, fueron los más aplaudidos hacia el final junto con su prole de Papagenitos. Nazareth Aufé brindó un excelente Tamino, con muy buenos matices vocales y una interpretación soberbia de su rol. También fue muy destacada la actuación del bajo Walter Schwarz, quien ofreció una estupenda interpretación de Sarastro, alcanzando perfectamente las notas más graves. Felipe Cudina Begovic también se lució como el Spracher que aconseja a Tamino cómo comportarse para entrar al reino de la sabiduría, al igual que el sacerdote que guía a los forasteros al rito de iniciación. El trío formado por Laura Penchi, Verónica Canaves y Rocío Arbizu fue espléndido, ya que las Tres Damas funcionan prácticamente como una sola voz, con diferentes matices. Todas hicieron gala de sus dotes histriónicas y fueron  muy aplaudidas.
            Enfundada en un bellísimo vestido negro con falda de alas de murciélago, Oriana Favaro hizo su presentación en escena como la Reina de la Noche presentando a Tamino el retrato de Pamina. Lamentablemente, en la célebre cavatina de la primera de las arias del personaje, sufrió una indisposición que la dejó sin voz, motivo por el cual se cerró el telón y se produjo un breve lapsus que fue solucionado rápidamente. Hernán Schvartzmann retomó desde donde había dejado pendiente y Favaro no sólo cantó nuevamente la difícil aria de exigente coloratura, sino que además, lo hizo con maestría y dio perfectamente las notas –un tanto ajustada-, motivo por el cual recibió un cálido aplauso por parte del público. Por suerte, estuvo en franca mejoría para interpretar la célebre aria de su personaje en el 2° Acto y siguió sin problemas hasta el final. Y Jaquelina Livieri tuvo a su cargo una brillante interpretación  de Pamina desde el principio hasta el final. Por su parte, Patricio Olivera también brilló como el odioso  Monostatos, mientras que los Tres Niños Sabios lograron una bella versión, con voces que sonaron angelicales.
Las producciones de Juventus Lyrica son de alta calidad sonora e interpretativa, y en este caso, LA FLAUTA MÁGICA lo confirma. Un excelente trabajo de preparación vocal y actoral junto a un vestuario espléndido, de muy buen gusto, una escenografía sencilla –pero muy efectiva- junto a un brillante director de orquesta forma la combinación perfecta para gozar de un espectáculo apto para todas las edades, donde el bien triunfa sobre el mal y la luz brilla sobre la oscuridad. Y, por sobre todas las cosas, de la mano del genio de Salzburgo, cuya fama perdura a través de los tiempos y cuya música es una caricia para el alma, imbuida de su espíritu

miércoles, 24 de julio de 2019


SIEMPRE SORPRENDENTE

CCK, Temporada 2019: Festival Barenboim: Concierto de Apertura. Solista: Daniel Barenboim (Piano). Programa: Sonatas Nº 5 en Do menor N 1 Op. 10, Nº 11 en Si bemol mayor, Op.22; 19 en Sol menor ,Nº 1, Op.  49; Nº 20, Nº 2  en Sol mayor Op.49 y Nº 23 en Fa menor, Op. 57 “Appassionata”.  Auditorio Nacional, 23 de Julio de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Comencemos por el final. En medio de las ovaciones con la que fue recibida la interpretación que Daniel Barenboim efectuara de la sonata “Appasionata”, el gran Músico Argentino retornó al escenario en Compañía de Hernán Lombardi, Titular del Sistema Nacional de Medios y Contenidos Públicos para que Este anuncie al Público que ante una sugerencia del Maestro Barenboim,  se había decidido denominar “Auditorio Nacional” a la hasta ahora Sala Sinfónica, originalmente llamada “La Ballena Azul”. Algunos silbidos se produjeron a la entrada de Lombardi, pero el anuncio, sumado a que junto al Maestro descubrieran la Placa que será colocada en el ingreso a la platea, logró acallar por un instante las disidencias y que un cerrado y sostenido aplauso coronara el momento. Al menos en este concierto, las grietas quedaron en la anécdota.

      Como siempre la elección del programa, todo Barenboim. Su sello personal. Una progresión cronológica de cinco Sonatas de Beethoven para que en igual dirección vaya el nivel del concierto. Ante todo es admirable e increíble ver a Barenboim con tanto ímpetu, de manera tal que fue sentarse en el taburete y atacar de inmediato con cada sonata. Es tal la seguridad, la claridad de conceptos y la interpretación que logra,  que es evidente que el enfoque ya lo tiene en su mente. Cada tempi, cada silencio, cada pausa, todo está allí.

   La Sonata Nº 5 obrará como una introducción para que desde allí en un espectacular “Crescendo”, cada obra sea un peldaño que se irá asciendiendo. Un Beethoven aún joven que está en camino a su definitiva identidad. Barenboim nos va mostrando el camino y nos revela  los detalles con los que Beethoven ya va definiendo su personalidad. Sonído límpido y claro, firmeza, pedal bien aplicado.  La Nº 11 ya muestra a un  compositor que va consolidándose técnicamente y Barenboim lo muestra en ese modo. Comienzan a vislumbrarse momentos de gran calidad. Un Adagio de una absoluta expresividad, con manejos de climas  pausas y silencios verdaderamente admirable. Un “Minuetto” expresado de la manera más delicada posible y un “Allegretto” final con momentos de encomiable energía que llevan a la primera gran ovación de la noche.

  Ya en la segunda parte,  dos sonatas muy breves y enlazadas entre sí las Nºs. 19 y 20 que conforman el Op. 49, siguieron en la programación Sentidas versiones de los movmientos iniciales, tanto del “Andante” de la 19, como del “Allegro ma non troppo” de la 20, Y dos remates contundentes de ambas en el Rondó de la 19 y el célebre “Minuetto”, a veces tan bastardeado en arreglos populares, pero que aquí luce resplandeciente.

  El remate de la noche vino de la mano de la descomunal versión de la “Appassionata”. Berenboim a pleno, con una imponente administración de recursos, haciendo gala de todas las cualidades anteriormente expuestas, logrando del auditorio momentos de un silencio “sepulcral” y un final de envidiable energía y contundente remate, para que de modo automático el público estallara en una ovación de las más grandes que el Auditorio registre en sus 4 años de historia.

  No pudo existir un mejor comienzo. Y lo mejor todavía está por venir.   

Donato Decina

lunes, 22 de julio de 2019


Gran concierto a cargo de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación y el Polifónico Nacional en el CCK

DISTINCIÓN SONORA Y ELEGANCIA INTERPRETATIVA
Martha CORA ELISEHT

            El pasado jueves 18 del corriente se llevó a cabo en el Centro Cultural Kirchner (CCK) una presentación de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación en forma conjunta con el Coro Polifónico Nacional, bajo la dirección de José María Sciutto, donde se interpretaron las siguientes obras: la Serenata para cuerdas en Sol mayor “Una pequeña música nocturna” (Eine kleine Nachtmusik), K. 525 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y la Misa para orquesta, coro y solistas “Theresienmesse” n°12 (Hob.XXII/12) de Joseph Haydn (1732-1809), con la participación de los siguientes cantantes: Silvina Petryna (soprano), Griselda Adano (contralto), Gonzalo Llanes Mena (tenor) y Alejandro Spies (bajo).
            En bien conocida la labor de Sciutto como Director Estable del Coro Polifónico Nacional y, en esta oportunidad, también dirigió la orquesta. Hay que recordar que Sciutto comenzó sus estudios como director de orquesta en la Universidad Nacional de La Plata y posee una amplia experiencia como tal tanto en el país como en el exterior. Y como director coral, previamente a su designación como Director del Polifónico, ejerció funciones en el Teatro Lírico Ventidio Basso de Ascoli y como Director del Laboratorio Corale de la Academia Santa Cecilia de Roma. Por ende, se lo pudo apreciar en ambas funciones. Ofreció una interpretación vibrante, cristalina y chispeante de la celebérrima obra de Mozart, con un equilibrio sonoro perfecto por parte del prestigioso organismo que dirige Sebastiano De Filippi. Eine kleine Nachtmusik (Una pequeña música nocturna) es la obra más conocida y más representada de Mozart en todo el mundo y forma parte del habitual repertorio de música de cámara. Sus cuatro movimientos (Allegro/ Romance: Andante/ Minuetto: Allegretto y Rondo: Allegro) fueron ejecutados con maestría y un sonido puro y delicado.
            Para la segunda parte del concierto, se incorporaron músicos de organismos sinfónicos oficiales: los clarinetistas Gonzalo Morales Sánchez y Marianela Figlioli y el trompetista Ezequiel Oreste (Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”); el timbalista Martín Diez Olea y el trompetista Gerardo Delle Ville (Orquesta Sinfónica Nacional), mientras que Daniel Santoro se desempeñó en órgano para interpretar la Misa para solistas, coro y orquesta n° 12 en Si bemol mayor de Haydn. Fue compuesta en 1799 y dedicada a la emperatriz María Teresa de Austria –de ahí el nombre de “Theresienmesse”- y se encuentra dentro del grupo XXII del catálogo de Anthony van Hoboken, que agrupa toda la obra del eminente músico austríaco por categorías, y no por orden cronológico en el cual fueron compuestas las obras. Haydn compuso 14 misas, de las cuales, 5 de ellas (9 a 14) fueron por encargo de la familia Esterházy, y entre las cuales se halla la Theresienmesse. Como todas las misas, se divide en las siguientes secciones: Kyrie (Adagio/Allegro), Gloria (Allegro), Credo (Allegro), Sanctus (Andante), Benedictus (Moderato) y Agnus Dei (Adagio/Allegro). A su vez, y con excepción del Kyrie, cada una de las secciones se subdivide en diferentes fragmentos: por ejemplo, el Gloria posee tres fragmentos: Gloria in excelsis Deo, Gratias agimus tibi y Quoniam tu solus Sanctus, donde deben cantar los 4 solistas principales en canon para dos grupos de voces - soprano/ contralto y tenor/bajo-. A su vez, el Credo se divide en 4 secciones: Credo en unum Deum, Et incarnatus est, Et resurrexit y Et vitam venturi saeculi (Vida por los siglos de los siglos). En esta versión, se logró no sólo un equilibrio perfecto entre orquesta, solistas principales y coro, sino que se logró una versión que sobresalió por la exquisitez y elegancia interpretativa de los cantantes. Con excepción de Alejandro Spies –integrante desde hace muchos años del Coro Polifónico Nacional-, el resto de los solistas también son integrantes del Polifónico, pero que ingresaron durante este último año. Por ende, era la primera vez que los periodistas especializados pudieron apreciar la labor desempeñada por Silvina Petryna y Gonzalo Llanes Mena. Esta joven soprano lírica posee una bellísima voz y una excelente coloratura, que le permitió ejecutar los pasajes más arduos sin dificultad. Lo mismo sucedió con el tenor, donde logró una perfecta combinación vocal junto al bajo. Griselda Adano es una talentosa contralto, que una apreció en roles de ópera y que puso su espléndida y melodiosa voz al servicio de esta bellísima misa, que, desgraciadamente, se ejecuta muy rara vez en los programas de conciertos. Naturalmente, la perfecta acústica de La Ballena Azul y el Coro fueron el marco perfecto para lograr una versión sublime y exquisita, bajo la magnífica dirección –por partida doble- del Maestro Sciutto. El numeroso público que se dio cita esa noche en el CCK estalló en aplausos hacia el final del concierto.
            Luego de la aparición del Coro y previamente a la ejecución de la obra de Haydn, los delegados del Polifónico Nacional –Enrique Folger y Soledad de la Rosa- mencionaron la crítica situación que está atravesando el Teatro Municipal de Santiago de Chile como consecuencia de las políticas de ajuste, con el despido y suspensión de 43 integrantes de los cuerpos estables del mencionado Teatro. Por lo tanto, los integrantes del Coro exhibieron sus carpetas  mostrando la frase “SOLIDARIDAD CON EL TEATRO MUNICIPAL DE SANTIAGO DE CHILE”, gesto que fue muy aplaudido por el público. Una espera que las consecuencias de “la política de la tijera” no se repiquen por estas pampas para poder seguir disfrutando de estos conciertos que son auténticas joyas sonoras, interpretados por artistas locales de alto nivel y gran jerarquía.

sábado, 20 de julio de 2019


LANO + SINFONICA NACIONAL = QUIMICA PERFECTA

Orquesta Sinfónica Nacional, Temporada 2019, Director Invitado: Stefan Lano. Solista: Eiko Senda (Soprano). Programa: Obras de Lano y Shostakovich. 19 de Julio de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Desde el primer concierto hace unos años, en donde impactó en el público de manera muy fuerte la versión de la Sinfonía N 11 de Dimitri Shostakovich, cada encuentro entre Stefan Lano y Ntra. Orquesta Sinfónica Nacional  no deja de sorprender ya que los niveles de excelencia que alcanzan estas sesiones son absolutos y se superan concierto a concierto. Evidentemente hay mutua simpatía entre el Director y la Orquesta, lo que se plasma en cada final en donde el Conductor Norteamericano culmina exhibiendo una ancha sonrisa en su rostro, consecuencia del nivel alcanzado. Esta vez la programación para nada convencional tenía exigencia severa. La Nacional no solo la afrontó, sino que brindó la mejor sesión de música de la presente temporada a cargo de una Orquesta Sinfónica Argentina.

  Como ocurre desde hace un tiempo, antes de cada comienzo los delegados sindicales de la Nacional se dirigen al público para comentarle los pormenores de sus tratativas con la Secretaría de Estado de Cultura sobre los temas no solo salariales, sino de carrera, jerarquización, titularización a los ganadores de concursos para cubrir cargos vacantes pendientes y aseguramiento de giras al interior para de ese modo cumplir con el carácter Federal del organismo. Se sabe desde hace unas  semanas del proyecto que impulsó el Diputado del Frente para la Victoria Daniel Filmus haciéndose eco de esas demandas, suscripto además por, entre otros, los Diputados Donda y, Yasky, por citar a los más conocidos, el que está ahora a la espera de tratamiento parlamentario. Desgraciadamente la grieta se coló una vez más y las silbatinas por parte de los simpatizantes de las dos expresiones políticas mayoritarias atronaron de manera tal que la palabra del Mtro. Cosattini (quien estaba utilizando micrófono) quedó absolutamente inaudible. Esperemos que en las próximas oportunidades se deje hablar y al final se lo reciba con el debido respeto y se de paso a la música. Como lo exprese en la crónica de la Presentación del Argentino de La Plata en la Usina del Arte, la petición y la Expresión son fundamentales y debemos todos hacernos cargo de ello.

  El concierto se inició con el Estreno Absoluto entre Nosotros de las Siete Canciones sobre Poemas de Rainer María Rilke del propio Lano. Primera obra que se tuvo la oportunidad de escuchar de una producción que se sabe numerosa. Los textos seleccionados son:”Quítame la Mirada” en primer lugar, “Cuando es Otra Vez” en segundo, “Te Encontré” en Tercero, “Oh, lo nuevo Amigo” en cuarto, “Ahora estoy vigilado como un Niño” en quinto, “La Oscuridad era como la Riqueza en la Habitación” en sexto, para cerrar con” No Estás tan Cerca de un Dios”. Todos los fragmentos fueron cantados en su idioma original.   Lano muestra en este trabajo un estilo con clara influencia de Mahler, Richard Strauss, Schoemberg y la Escuela de Viena, es decir, todo el repertorio que bien le conocemos,  del que es Cultor y que lo interpreta como pocos. Aflora aquí también el Lano preparador, que sabe disponer a la Orquesta en el escenario y a la que le extrae al máximo las sonoridades. Hay canciones que tienen puntos de contacto con el Mahler de ”La Canción de la Tierra”, el Schoemberg de “Noche Transfigurada” o el Richard Strauss de “Las Cuatro Ultimas Canciones”, rica en instrumentación en donde el Piano tiene mucha más preponderancia que como un instrumento dentro de la Orquesta. Es aquí un amplio soporte. Hay claroscuros, profundidad de sonido, detales tímbricos y exigencias para la voz solista. Eiko Senda, fue una exquisita interprete de este trabajo. Voz potente, amplio registro que ofrece generosamente. Supo expresar y convencer. Es una obra que merece repetirse.

  La segunda parte nos mostró al gran preparador y concertador que ofreció la mejor versión de la Octava Sinfonía de Dimitri Shostakovich que este cronista recuerde. Obra de 1944, opera como una fuerte catarsis tras la superación del Sitio de Leningrado y el posterior contraataque Ruso, el que a esa altura de la contienda ya se encontraba en una imparable y demoledora marcha hacia Berlín. Ya desde El Adagio inicial que desemboca en un Allegro en donde el conocido discurso musical que Shostakovich emplea en la mayoría de sus sinfonías, lleva a sectores de la Orquesta a una permanente intervención. Sigue un Allegretto muy chispeante en el que aparecen momentos que son continuación de la anterior sinfonía (“Leningrado”) De ahí en más, Los tres movimientos siguientes se interpretan de modo “Attaca”, es decir, sin solución de continuidad. Son un “Alegro non Troppo” (descripción de pasaje desolador y dramático), Un “Largo” (Sumamente expresivo) y un “Allegretto” final, que cierra de modo austero y  se va extinguiendo hasta transformarse casi en un Adagio como el que cierra la Novena Sinfonía de Mahler, mucho mas que otra obra que haya obrado como influencia. No son finales gloriosos, por el contrario, es la base sobre la que desembocará el “Cuarteto Nº 8” de comienzos de los 60 del pasado siglo al que Rudolf Barshai transformará en la Sinfonía de Cámara Op. 110 A. Obra sobrecogedora, de mucha fuerza interpretativa y de exigencias para el desempeño individual de instrumentistas como el Flautín Piccolo, el Corno Inglés, el Clarinete, el Corno Francés, la Trompeta, el Violonchelo o el Violin. Lano transformó a la Sinfónica Nacional en una Orquesta Virtuosa. Supo aprovechar la base que quedó de trabajos de Directores anteriores como las Sinfonías Ns. 1 y 6 de Mahler o la 1ª de Beethoven para extraer lo mejor de cada instrumentista, potenciarlo y darle una amalgama de conjunto tal, que el espectador pudo deleitarse, con los contrastes, las sutilezas, la labor sin fisuras de los primeros atriles del conjunto , los “Pianissimi” los “Tutti” o también los pasajes en “Forte” en donde la potencia fue estremecedora. El cierre pesante y reflexivo, llevó al público a un silencio final, al que Lano le puso justo punto de quiebre para que estallara una ovación tal que pronto hizo olvidar el accidentado inicio.

Donato Decina

lunes, 15 de julio de 2019


CON MUCHO FUTURO

Teatro Argentino de La Plata, Temporada 2019, Ciclo “Los Solistas de La Orquesta” a cargo de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata, Director: Ezequiel Fautario. Solista: Carlos Arias (Fagot). Programa: Obras de Mendelsohn, Hummel, Faure y de Falla. Sala Astor Piazzolla, 14 de Julio de 2019.

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

  Un programa atrayente fue el que abordó la Estable del Primer Coliseo Bonaerense en la Sala Piazzolla. Llamativamente al ingresar a la misma observé que Esta se hallaba cubierta por algo más que la mitad de su capacidad. Las entradas (todas para comodidades sentados) estaban en un valor de $250.-. ¿Razones?. ¿Tal vez aun así son onerosas para el común del público?. ¿Falta de mayor difusión?.No pareciera ser que las 18,30 de un Domingo sea impedimento. Lo cierto es que una sala con capacidad para 300 espectadores solo se hallaba cubierta en un 60 %. Algo habrá que hacer.

  La razón de este cíclo es mostrar al público la capacidad de los Solistas de instrumentos que conforman la Estable Platense. Por esa razón (Como podrán apreciar a posteriori en esta crónica), hubieron dos obras, una que lleva Coro (Se empleó la versión solo Orquesta) y otra Mezzosoprano (Se utilizó en este caso la Suite meramente instrumental), que deberían haberse hecho en versiones completas ya que en nada desmerecerían al trabajo del Solista principal.

   Para la Dirección del Concierto fue convocado Ezequiel Fautario, quien nos visitara en Ntro. Programa de Streaming Semanal semanas atrás. En esta ocasión quisimos corroborar su desempeño como Director de Conciertos Sinfónicos El solista fue el Fagotista Carlos Arias, suplente de solista de su Instrumento en la Orquesta. Oriundo de Venezuela es un genuino producto de “El Sistema”, la creación del inolvidable Maestro José Antonio Abreu. Posee estudios no solo en su País , sinó que también cuenta con perfeccionamientos en Estados Unidos. Ha ocupado cargos docentes y de instrucción de las Orquestas Infanto-Juveniles del “Sistema”, integró Orquestas en el País del Norte y ha ganado por concurso su cargo en La Plata.

    El concierto se inició con la célebre Obertura “Las Hébridas” o también llamada “La Gruta de Fingal” de Mendelsohn. Obra surgida de la visita a Escocia del gran compositor Alemán (de la cual tuvo como consecuencia también la Sinfonía Nº 3 “Escocesa”), la que narra musicalmente la impresión que en El tuvo conocer dichas Islas y la gruta en Sí. Cuenta con una introducción que desemboca en un primer tema, un  momento vibrante que lleva al segundo tema, una sección central y una recapitulación que desemboca en un final lento con cuerdas en “Pizzicato”en la misma forma en que Beethoven cierra su Obertura “Coriolano”. La versión tuvo un inicio un tanto “desacoplado”, pero luego del primer “Tutti” enérgico, Fautario extrajo lo mejor de conjunto, con muchos matices y plena sonoridad. Cabe destacar que la dimensión del escenario es propio de una sala de cámara, Aún así el sonido de la Orquesta se oye pleno y sin saturaciones, culminando en muy buena forma la interpretación.

  La obra central con la quese cerró la primera parte del programa abordado fue el Concierto para Fagot y Orquesta en Fa mayor Wo 023, S.63 de Johann Nepomuk Hummel, célebre creador Austro-Húngaro cuya producción se sitúa contemporánea de Haydn y Mozart (de quienes fue discípulo como también lo fue de Muzio Clementi) en sus comienzos para culminar ya en tiempos de Beethoven. Célebre es su Concierto para Trompeta y Orquesta del que hoy en día el mismísimo Wynton Marsalis lo interpreta, como también obras oara Piano las que ahora no son escuchadas con asiduidad. La página es de inequívoco estilo Mozartiano, con exposición de los temas principales y cadencias para el Solista al final de cada movimiento, además de requerirle en los pasajes de conjunto un despliegue técnico muy exigente.  Carlos Arias estuvo a la altura de la Obra. Posee gratísimo sonido, muy buen toque, técnica precísa y muy buenas dotes interpretativas. Su  entendimiento con Fautario y el conjunto fue pleno. Y podemos decir que el Director acompañó atento a cada detalle que surgiese. Un pequeño accidente con e instrumento a pocos compases del final no desmerece de ninguna manera al trabajo. Fue una muy buena sorpresa.

  La segunda parte se inició con la versión Orquestal de “Pavane” del Op. 50 de Gabriel Faure, entiendo que a modo de homenaje a un nuevo aniversario de la Toma de la Bastilla,  Fiesta Nacional Francesa. Con muy buenas intervenciones de todos los sectores que van interpretando el tema principal y un tutti orquestal en donde muy bien guiado por Fautario, el conjunto tuvo pleno lucimiento.

  El cierre de este interesante concierto tuvo lugar con la Suite Orquestal de “El Amor Brujo” de Don Manuel de Falla. Aquí Fautario ofreció una muy buena versión, plena de colorido, momentos de sutileza, como también de plena intensidad. Tuvo “sabor” Español y toda la intención que Falla plasmó en el pentagrama, Los mayores logros vinieron durante el inicio con “En La Cueva”,  “El Aparecido” ,Obviamente en la “Danza Ritual del Fuego”, la “Danza del Juego del Amor” y el Cierre en l”Las Campanas del Amanecer”. Fautario se reveló como un muy buen conductor sinfónico y la Estable Platense expresó de esta manera sus ganas de estar en permanente contácto con el público.

Donato Decina

viernes, 12 de julio de 2019


n concierto con obras inéditas a cargo de la Filarmónica en el Colón

QUEDAN TODAVÍA MUCHOS MATICES POR DESCUBRIR
Martha CORA ELISEHT y Donato DECINA

            Generalmente, los programas de los Ciclos de conciertos ofrecen una alternancia de obras clásicas con otras contemporáneas, donde –con excepción de los estrenos- el repertorio  es más o menos conocido. Sin embargo, siempre hay una honrosa excepción que confirma la regla: el 9° concierto del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires ofrecido el pasado jueves 11 del corriente en el Teatro Colón, donde la mayoría de las obras que comprendieron el programa eran inéditas para el público habitué. Enrique Arturo Diemecke estuvo a cargo de la dirección, con la participación del trompetista venezolano Pacho Flores interpretando dos instrumentos: la trompeta (en tres variantes) y el corno da caccia (instrumento que no posee válvulas, de sonido similar a la trompeta barroca).
            El programa comprendió las siguientes obras: la Sinfonía n° 5 para cuerdas de Carlos Chávez (1899-1978), el Concierto para corno da caccia en Mi bemol mayor de Johann Baptist Georg Neruda (ca.1707- ca.1780), la Metamorfosis (estudio para 23 instrumentos de cuerda) de Richard Strauss (1864-1948) y el Concierto n° 1 para trompeta y orquesta de Arturo Sandoval (1949), con arreglos del mismo Pacho Flores.
            La Sinfonía n° 5 para cuerdas de Carlos Chávez fue compuesta en 1953 por encargo de la Fundación Koussevitsky y estrenada durante ese mismo año por la Orquesta de Cámara de Los Ángeles con el compositor en el podio. Consta de tres movimientos (Allegro molto moderato/ Molto lento/ Allegro con brio), donde se pueden apreciar cierto grado de atonalidad desde el inicio del 1° movimiento (Allegro molto maestoso), con ribetes ginasterianos. Su estructura es la de un canon iniciado por los primeros violines, al cual responden posteriormente los cellos y contrabajos. Posteriormente, se desarrolla una pasacaglia sobre temas mexicanos, donde un tema iniciado por cellos y contrabajos repica en un canon a 3 voces por parte de las violas en primer lugar, a las cuales se les suman posteriormente los segundos violines y, por último, los primeros violines. En el 2° movimiento (Molto lento) ocurre al revés: el ritmo está marcado al principio por la segunda hilera de primeros violines, a los cuales se les agrega el resto de primeros violines, segundos violines y violas respectivamente, mientras los cellos y contrabajos desarrollan un contrapunto en cadencia ascendente. Diemecke logró una versión muy compacta y sólida, con un muy buen equilibrio sonoro y un matiz excelente logrado por los contrabajos al unísono, con posterior réplica del resto de las cuerdas. Es una obra que posee reminiscencias de Rachmaninov y Shostakovich, pero hacia el final del mismo –luego de un ascenso en 6 notas que remedan las cuerdas de la guitarra (Mi, La, Re, Sol, Si, Mi)-, se produce un acorde lento en lo más agudo de las cuerdas, que remeda al final del  movimiento  Venus de “Los Planetas”, de Gustav Holst. El 3° movimiento (Allegro con brio) recapitula el tema de la pasacaglia del 1° movimiento pero en compás de 6/8, con reminiscencias que recuerdan a Ginastera y Prokofiev. Hubo un  excelente contrapunto por parte de los diferentes instrumentos de cuerdas in crescendo –cellos y contrabajos- para luego desembocar en una fuga magistral hacia el final de la obra. El público acompañó con numerosos aplausos.
            Poco se conoce de la obra del compositor bohemio Johann Baptist Georg Neruda, ya que su obra ha sido prácticamente olvidada. De no haber sido por los trompetistas, el Concierto en Mi bemol mayor para corno da caccia se hubiera perdido. Es una obra de cámara típica del barroco, escrita en 3 movimientos (Allegro/ Largo/ Vivace) para orquesta de cuerdas reducida y clavicordio, que actúa como continuo. Los dos últimos movimientos se ejecutan de modo attaca (sin interrupción) y presenta numerosas síncopas en el instrumento solista. Pero a diferencia de su homónimo actual, el corno da caccia no posee válvulas. Por ende, muchas de las notas se obtienen  introduciendo la mano en el pabellón a medida que el solista regula la cantidad de aire necesaria para producir el sonido, lo que lo convierte en un instrumento de difícil ejecución. Sin embargo, no pareció serlo para Pacho Flores, quien no sólo lo ejecutó de memoria, sino también, con una pureza de sonido y un fraseo que fueron magistrales. Su interpretación fue excelsa y se retiró ovacionado por el público al finalizar el concierto. La orquesta supo estar a la altura de las circunstancias brindando un perfecto acompañamiento.

             En la segunda parte hubo un notable contraste ya que al dramatismo bien conocido de “Metamorfosis” penúltima página creada por Richard Strauss, se le contrapuso el Estreno Mundial del Concierto Nº 1 para Trompeta y Orquesta del bien conocido Arturo Sandoval, el intérprete Cubano radicado desde hace muchísimo tiempo en Estados Unidos, que contó con arreglos para esta ocasión del propio solista. Y es que este Orden de programación nos deja pensando, ya que la intensa carga dramática de la página Straussiana, compuesta como una catarsis a los horrores de la guerra y a la actuación del Nazismo, no deja mucho margen para continuar escuchando música a posteriori. Tal vez podría haberse alterado el orden de interpretación y que “Metamorfosis” cerrase la primera parte, arrancando en primer lugar con el Concierto de Neruda. Con el tiempo de intervalo podría haberse generado la necesaria pausa entre el final de la primera parte y reiniciar con la Sinfonía Nº 5 de Chávez, para luego si acometer con el estreno del Concierto de Sandoval. Observaciones al margen, la intensidad y el drama que grafica esta obra para 23 instrumentos de cuerda fue surgiendo gradualmente con el correr de la interpretación, hasta culminar en un perfecto gran silencio, el que ¡por fín! fue respetado a rajatabla por el público. Hubo mucho espíritu de Strauss en la versión y se notó.

            Yendo entonces al Concierto de Arturo Sandoval, el propio Pacho Flores efectuó un comentario complementario al del programa de mano, una vez más excelentemente vertido por Diego Fischerman. Se trató del Estreno Mundial del mismo, con Sandoval frente al “Streaming” observándolo desde su residencia en California. Una composición en tres movimientos de los cuales el segundo fue el primero que compuso, ya que conformó un tratado de interpretación que Sandoval escribiera en 1994. Por sugerencia de su esposa, lo transformó en concierto y en largos años pudo añadirle los dos movimientos “de Punta”, por lo cual la conformación definitiva quedó en 1º) Andante: Con un tema inicial y tres secundarios, con mucho de Jazz (Al decir de Flores, casi un homenaje a Dizzy Gillespie con quien Sandoval tocó). El tema inicial regresa luego de los tres temas secundarios a modo de recapitulación y coda. Un movimiento central (“Andante Cantábile”) de corte romántico, dedicado a un compositor Armenio (el que no es Khatchaturian), con muchos detalles en las filigranas de trompeta. Tres tipos de  diferentes del instrumento son los que debió abordar Flores, haciéndolo con todos con refinado y exquisito sonido  y estupendo alarde de técnica. Esto quedó aún mayormente evidenciado en el “Allegro con Brío” que cierra la composición, la que recurre al tema con el que la obra se inicia para cerrar la composición, dedicando Este momento a un trompetista ruso amigo del compositor.  La Obra fue recibida con simpatía, dejando margen para que Flores dedique a la distancia a Sandoval un Joropo con variaciones propias, cerrando la interpretación con dos “soplidos” que llevaron a la risa contagiosa a la concurrencia. Magnífico cierre para un solista de excepción.

            Ha sido un acierto incorporar este tipo de obras dentro del Ciclo de Abono de la Filarmónica para que el público que asiste habitualmente a los conciertos pueda apreciar estas auténticas joyas sonoras. Todavía quedan muchos matices por descubrir y muchas obras más para incluir en los programas y, de esta manera, poder apreciarlas en todo su esplendor. 

lunes, 8 de julio de 2019


DE ESCUCHAR SE TRATA

Teatro Argentino de La Plata, Temporada 2019: Opera: “Un Re in Ascolto” (Estreno Americano), Música de Luciano Berio con Libreto en Italiano de Italo Calvino, Wystan Hugh Auden y Friederich Gotter Basada en “La Tempestad” de William Shakespeare, “El Acto de Escuchar” de Roland Barthes y “El Mar y El Espejo” de Wystan Hugh Auden. Intérpretes: Victor Torres (Prospero), Carlos Natale (Director) Hernán Iturralde (Viernes), Patricia Deleo (Protagonista), Marisu Pavón (Soprano I), Fabiola Masino (Soprano II), Verónica Canaves (Mezzosoprano), Miguel Angel Lescano (Cantante I), Alfredo Martínez (Cantante II), Víctor Castells (Cantante III), Ximena Ibarrolaza (Enfermera), María Inés Franco (Esposa), Maximilano Agatiello (Doctor), Walter Schwarz (Abogado), Lucía Zapata (Intervención al Piano). Coro Estable del Teatro Argentino de La Plata, Director: Hernán Sánchez Arteaga, Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata. Diseño de Espacio Escénico: María José Besozzi y Oscar Vázquez, Vestuario: Gonzalo Giacchino, Iluminación: Matías Sendón, Dirección Escénica: Martín Bauer, Dirección Musical: Pablo Druker. Usina del Arte de Buenos Aires, Sala Auditorio. 07 de Julio de 2019.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE

  Antes del comienzo, mientras la Orquesta Estable del Primer Coliseo Bonaerense ajustaba los detalles de afinación, un integrante del Coro Estable leyó un comunicado que cuenta con el apoyo de los Cuerpos Artísticos Estables del Teatro Argentino (Orquesta, Coro, Ballet) y secciones técnicas, por el que se informó a los espectadores que por nota elevada por Mesa de Entradas de la Gobernación Bonaerense, se solicitó a la Gobernadora María Eugenia Vidal y al Ministro de Gestión Cultural Provincial, Alejánro “Topo” Gómez la inmediata destitución del Director General y Artístico del Teatro, Martín Bauer (Responsable también de la Dirección Escénica del espectáculo próximo a comenzar). En los principales fundamentos que se enumeraron se estableció: La Escasa actividad que se regístra, el abandono edilicio del Edificio del Teatro (Desde hace dos años cerrado por trabajos de restauración sín que por ahora se sepa a ciencia cierta cuando culminarán dichos trabajos), la falta de proyecto claro que defienda el modelo de propia producción con el que el Coliseo Platense se ha movido hasta el presente, la falta de pago de las becas a los instrumentistas integrantes de la Camerata Académica del Teatro (Serían según el comunicado 7 meses acumulados), la falta de titularización de cargos adjudicados por concurso (Caso denunciado por  la Asociación de Críticos Musicales de Argentina como hecho negativo del año 2018 en la ceremonia de premiación del 27 de Mayo pasado) y, según las palabras empleadas en este comunicado, la conversión de la programación del Teatro como de Experimentación, en desmedro de obras y títulos consagrados la que insumiría fuertes erogaciones al Teatro..

  Es cierto que en materia de temas que tratan de Cuerpos Estables, Estado Edilicio y Atrasos en pagos, corresponde el legitimo derecho de peticionar, y aún más en este caso, cuando sín la presencia de los delegados sindicales que representan  a los Trabajadores que suscriben el comunicado, entendiendo por ello que cabría utilizarse este reclamo como una movida política en un año electoral, se potencia con mayor fuerza el reclamo al punto que provocó una reacción positiva en el público que aplaudió la lectura del documento. En cuanto al repertorio, quisiera detenerme a considerar que es privativo de quien conduce los destinos de la casa de opera  seleccionar la programación. No en vano se hicieron cambios,  como por ejemplo en la titularidad de la Orquesta Estable en la que se colocó allí a Pablo Druker, el que ha evidenciado un total conocimiento del repertorio de Siglo XX y Contemporáneo y se ha armado un equipo que, efectivamente, lleva adelante los destinos del Centro de Experimentación y Creación. Pero ahora bién, no puede circunscribirse solo a ese tipo de repertorio la programación. Hubo algún aspecto sumamente rescatable como por ejemplo la puesta de “Candide” de Leonard Bernstein en la pasada temporada (También nominada por la Asociación de Críticos el año pasado a mejor presentación escénica de Teatros Oficiales Argentinos y a Mejor Estreno Extranjero) y la renovación  del repertorio de Ballet con la convocatoria a Oscar Aráiz, tan elogiada en los círculos de Danza. Pero claro, un Teatro no puede circunscribirse solo a esa programación, implica un equilibrio tal que debe contener a todas las manifestaciones representativas del género, desde la música antigua a la actualidad, pasando por el Barroco, el Clasicismo, el Romanticismo, el “Bel Canto”, el Post-Romanticisimo y las posteriores derivaciones (Dodecafonismo, Impresionismo, Neo-Clasicismo y atonalidad). El Argentino, por muchos años, fue un Organismo con programación de Repertorio. Una insinuación de apertura ocurrió durante le gestión del Tandem José Meliá- Mario Perusso, con las presentaciones de “Turandot” con el final real de Franco Alfano y “Francesca da Rimini” de Zandonai, hechas en épocas en donde el Argentino carecía de sede propia por la postergadisima (22 años) construcción del hoy edificio a restaurarse. Inaugurado este, hubo un serio proyecto de inserción internacional de la mano de Pedro Pablo García Caffi, con Stefan Lano como Director Musical , Javier Logioia Orbe como titular de la Orquesta y Vittorio Sicuri al frente del Coro, en donde se llegó a viajar a Sao Paulo (Brasil) para la Presentación de la Segunda Sinfonía de Mahler y, con la apertura del nuevo edificio, traenos Operas como “Tosca”, Turandot y “Stiffelio”, pero corría 2001 y la crisis que desembocaría en las partidas de Fernando de la Rúa de la Presidencia de la Nación  y del Gobernador Ruckauf a la Cancillería de la gestión Duhalde,  llevaron a la cancelación del resto de la temporada, tras lo cuál el público debió esperar a la posterior gestión de Daniel Suarez Marzal para resarcirse económicamente del perjuicio que provocó la caída de ese resto de programación. Luego hubieron dos gestiones, la de Reinaldo Censabella como Director Artístico con la incorporación de títulos como “Salomé” y la presencia de un creador de la talla de Roberto Oswald, la venida de Dante Anzolini para acrecentar el repertorio Sinfónico y colocarse de esta manera a Dialogar de Igual a Igual con el Colón, por entonces cerrado. La segunda gestión sín dudas fue la del Tandem Roberto Iglesias-Marcelo Lombardero, en donde se  vió la expansión del modelo de producción propia como creo que nunca ocurrió en la historia del Argentino, teniendo  en su haber la presentación del “Don Carlos” de Verdi en Francés, “Lady Macbeth de Mtensk” de Shostakovich, “Tristan e Isolda” “El Buque Fantásma” y “El Oro del Rhin” de Wagner, “Werther” de Massenet, “Giulio Cesare” de Haendel, “Lucia di Lammermoor” o “Il Viagio a Reims” de Rossini entre otras, como para demostrar que no solo de Traviatas y Bohemes se integra una programación. La Presencia de Alejo Pérez al frente de la Estable y Miguel Martínez al frente del Coro, con la increíble realización de la Octava Sinfonía de Mahler, la consagración en esa etapa de un joven valor venido de Ayacucho  que se proyectó al plano internacional como Fabián Veloz,  la Creación de la Escuela de Artes y Oficios y el T.A.C.E.C. (a lo que Martín Bauer no es ajeno), Una Camerata Académica afianzada con el trabajo de Bernardo Teruggi a su frente y la exportación de Puestas al exterior, marcan una etapa en donde a futuro se sabrá a ciencia cierta si marcará la “era Dorada” en materia de realizaciones. Por supuesto no puedo olvidarme del Trabajo posterior de Carlos Vieu al frente de la Orquesta, afianzándola en el repertorio no solo operístico sinó también sinfónico. Lo que ocurre tras esta reseña que hice es que sacando las gos gestiones centrales (Censabella-Lombardero), solo una extra-Argentino, cubrió a mi entender todos los requisitos de temporadas completas, y fue la de Sergio Renán en el Colón. Hago votos para que haya entendimiento y entre todos los sectores involucrados, se saque adelante al segundo Teatro Lírico del País, la Argentina toda lo necesita de pié.

  Escuchar, como el protagonista de “Un Re in Ascolto” (Un Rey que Escucha), pero no es alguien que luego cede a los consejos. Por el contrario, es un empresario teatral lírico que se mimetiza con Prospero, el protagonista de “La Tempestad” de Shakespeare sobre la cuál nacerá una ópera a la que el definirá como una ensoñación y de la que buscará que sea perfecta, aun cuando el Director de la Obra se esfuerce por bajarlo a la realidad y lograr claridad de conceptos. Esa es la trama base sobre la que Italo Calvino desarrollará la línea argumental central, para la que Luciano Berio le incorporó su música. Línea a la que Calvino incorporó ideas provenientes de Roland Barthes y de Auden para que desde ese punto sin un texto a la usanza de la opera tradicional, Berio nos proponga su música, sin ataduras ni esquemas. Acordes base, alguna melodía para graficar situaciones, nunca forzando al máximo a los cantantes, si en cambio llevando al máximo los efectos ( bocinas, percusión) y una orquesta que apoya, para que el cantante entone y diga. Próspero (el empresario) escuchará, se mimetizará y llegará a una locura que lo llevará a la muerte. La línea que separa cordura de extravío fue muy bien resuelta por Martín Bauer desde lo escénico, con grandes actuaciones del conjunto de cantantes convocados. Realzaron la propuesta visual, el aporte del vestuario de Gonzalo Giacchino, los pocos pero efectivos trastos de escena compilados por María José Besozzi y Oscar Vázquez, sumados a la utilización de las Plateas Laterales y del fondo de sala, en donde el coro se expresó como en el Teatro Griego. Y de vital importancia fue el aporte de la Iluminación concebida de manera magnífica por Matías Sendon con todos los fondos de Color y la ubicación de los seguidores para los interpretes en los momentos justos. Por lo que la escena se dividió en Interpretes Secundarios en los laterales, Coro al Fondo, Orquesta y Protagonista principal al centro de la Sala  y la Protagonista de la Obra ingresando por una de las escalinatas principales de la sala, hasta quedar definitivamente ubicada sobre el lateral Izquierdo.

 Fue muy parejo el desempeño de todos quienes realizaron los papeles de menor participación, consignado entonces a Marisú Pavón como la Primera Soprano, una estupenda Fabiola Masino como la Segunda Soprano, Verónica Canaves como la Mezzo-Soprano, Miguel Angel Lascano como el Primer Cantante, Alfredo Martínez como el Segundo Cantante, un muy potente Víctor Castells, como el Tercer cantante, Ximena Ibarrolaza como la Enfermera, María Inés Franco como la Esposa del infortunado Próspero, Maximiliano Agatiello como el Doctor y Walter Schuarz como el Abogado. Una muy correcta intervención tuvo Lucía Zapata desde el Piano.

  Sobresaliente fue la actuación del principal cuarteto vocal, integrado por Patricia Deleo como la Protagonista de la Opera, con magnífica voz, muy buena actuación y estupenda expresividad. Hay una especie de contrafigura que va a “machacar” en cada acción del Empresario, y es Venerdi (Viernes), un deforme, aquí magníficamente encarnado por Hernán Iturralde, si bien en un rol más declamado y actuado que cantado, pero en donde hizo gala de todos sus recursos vocales y actorales y un magnífico manejo de la lengua Italiana, logrando una actuación formidable. Carlos Natale, como el Director e la Obra, trazó una composición estupenda del Personaje y tuvo una magnífica actuación vocal. Expresa como pocos, tiene un registro entero, sabe moverse en escena. Colón, ¿Para Cuándo?. Víctor Torres, en una actuación consagratoria como Prospero, dijo, expresó, cantó y actuó de manera extraordinaria. Fue el protagonista perfecto y en lo actoral su monologo de cierre fue de excelencia.

  Magnífica actuación le cupo al Coro Estable, preparado por Hernán Sánchez Arteaga, con estupendas intervenciones y entradas claras y precisas.

  La concertación de Pablo Druker fue de estupenda de punta a punta. Un trabajo verdaderamente de orfebrería, con un rendimiento superlativo del conjunto instrumental y plena conexión con los Intérpretes y el Coro.

  Me corresponde resaltar, en virtud de lo que previamente expuse, la actitud de los Cuerpos Estables, los que aún en el disenso respecto a la obra que debieron abordar pusieron el mayor empeño y la mayor profesionalidad por sobre todas las cosas, para que la función llegara a la excelencia con la que se lo presentó.

  El final trajo además, el homenaje del Coro Estable y su Director a uno de sus colaboradores, quien se acababa de jubilar. Pidiendo para El, el debido reconocimiento. Justamente, reconocer, escuchar y sumar. Tal vez esa sea la salida.

Donato Decina

Un final brillante en la última representación de “TURANDOT” en el Colón

LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS
Martha CORA ELISEHT

            Tras haber ofrecido 9 representaciones de la obra póstuma de Giacomo Puccini con diferentes elencos, el pasado domingo 7 del corriente se ofreció la última representación de “TURANDOT” en el Teatro Colón, con el siguiente reparto: Nina Warren (Turandot), Arnold Rawls (Calaf), Jaquelina Livieri (Liú), Lucas Debevec Mayer (Timur), Gabriel Renaud (Emperador Altoun), Juan Font (Mandarín), Sebastián Angulegui (Ping), Iván Maier (Pang), Sergio Spina (Pong), Gabriel Centeno (El Príncipe de Persia), Analía Sánchez y Cintia Velázquez (Dos doncellas). La dirección musical estuvo a cargo de Christian  Badea- quien ya dirigió a la Orquesta Estable en varias oportunidades- y con reposición de la puesta en escena de Roberto Oswald (1933-2013) llevada a cabo por Cristian Prego y Matías Cambiasso, bajo la dirección escénica y vestuario de Aníbal Lápiz e iluminación de Rubén Conde.
            Sin lugar a dudas, la reposición de la magnífica puesta en escena anteriormente mencionada fue el marco perfecto para el desarrollo de la obra póstuma de Puccini en la China imperial, acorde al cuento de Carlo Gozzi sobre el cual se basa el compositor de Lucca para componer su ópera, con libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni. Desgraciadamente, Puccini muere antes de concluirla en 1924, motivo por el cual Franco Alfano termina la orquestación y el final sobre temas propios del compositor. La perfecta iluminación de Rubén Conde y el imponente vestuario de Aníbal Lápiz completan una combinación magistral de lujo y buen gusto. Inclusive, se tiene en cuenta el significado de los colores en la tradición china: Turandot es fría y déspota y gobierna en un reino donde cunde la muerte- representada por el blanco, color de luto- , mientras que en el último acto, al caer rendida por el beso de Calaf, se le coloca un manto rojo –símbolo de alegría y fiesta-. Por eso, el Príncipe de Persia aparece vestido de blanco ante su inminente muerte, mientras que el dorado es símbolo de vida y justicia impartidas por el Emperador Altoun. Un efecto muy bien desarrollado, con un sinnúmero de figurantes en escena ayudaron a completar una puesta en escena digna de los mejores teatros de ópera del mundo. En este aspecto, cabe recordar que el Colón no es una excepción a la regla.
            En cuanto al desempeño de la orquesta y el coro, tanto el Coro Estable como el Coro de Niños del Colón –dirigidos por Miguel ángel Martínez y César Bustamante, respectivamente- tuvieron una excelente preparación y brindaron una perfecta composición sonora, actuando como si fueran un protagonista más –acorde a la concepción pucciniana-. Christian Badea demostró sus dotes de director de ópera brindando una versión correcta, con un sello personal un tanto sui géneris, pero que no por eso dejó de ser brillante. Respetó los momentos de mayor dramatismo en las arias principales y brindó el clima de misterio en el preludio del 3° Acto de la obra- previo al célebre Nessun Dorma- . También supo marcar perfectamente las entradas de los personajes principales y la diabólica escena del verdugo Pu Tin Pao (Gira la cota, gira, gira!) en el 1° Acto. Y ofreció un final a toda orquesta en la escena de la boda de Turandot y Calaf. Personalmente, una cree que se reivindicó luego de haber obtenido críticas iniciales un tanto adversas.  
            Acorde al título de esta nota, los roles principales a cargo del segundo elenco también supieron hacer justicia a la música de Puccini –al igual que la versión ofrecida por el elenco nacional que, desgraciadamente, una no pudo apreciar- y su correspondiente reivindicación con respecto del primer elenco. Nina Warren fue una Turandot espléndida, con muy buenos matices e inflexiones de la voz en las arias principales (In questa reggia y en el Aria de los Enigmas del 2° Acto, al igual que en el dúo del 3° Acto). Posee una coloratura y una tesitura dramática soberbia, al igual que sus excelentes dotes histriónicas, que se conjugaron para brindar una magnífica interpretación del personaje. El tenor Arnold Rawls posee una voz muy bella, con buenos matices y color tonal –por momentos, imitando el estilo de Pavarotti, tal como Rolando Villazón a Plácido Domingo-. Si bien el caudal de voz sonó muy justo en el 1° Acto, su fraseo y su línea de canto fueron impecables. Su personaje fue creciendo vocalmente en intensidad a medida que avanzaba la obra –un  tanto justo en “Non piangere, Liú!”  y perfecto en las respuestas del Aria de los Enigmas, para llegar a la apoteosis en el Nessun Dorma (donde el público comenzó a aplaudir y vitorear antes de la culminación del aria)- y en el último cuadro (“Principessa de morte” ) logró su consagración total. Jaquelina Livieri brindó una muy digna interpretación de Liú, que descolló por el aspecto emocional –a más de un oyente se le cayeron las lágrimas en el “Signore, ascolta!” y en “Tu, che de gel sei cinta”- . Y en la escena de la tortura, en vez de gritar –también acorde a la concepción puccianiana- dio un grito ahogado junto a la expresión de dolor en su rostro. Actoralmente y vocalmente perfecta, también recibió la ovación del público ni bien terminadas sus arias. Pero el plato fuerte de la función fue Lucas Debevec Mayer, quien brindó un Timur de antología: vocalmente perfecto, con una voz de caudal y potencia  arrolladoras y perfectas dotes histriónicas para interpretar a un viejo emperador ciego y destronado. También fue soberbio el trío de máscaras compuesto por Sebastián Angulegui, Iván Maier y Sergio Spina, donde actuaron en conjunto como si fueran una sola voz, pese a que cada uno tiene sus matices y, en el caso particular de Ping, la única aria que canta este personaje (“Ho una casa nell’ Honan”). Se destacaron por la simpatía con la cual encararon a sus respectivos personajes y el buen nivel de canto. Juan Font cantó muy bien su parte como el Mandarín –maravillosamente caracterizado- y Gabriel Centeno  hizo su aparición en escena como el Príncipe de Persia –que no canta- con solemnidad, enfrentándose a su muerte. Y Gabriel Renaud ofreció un  correcto Altoun.
            La última representación ha sido una función brillante para cerrar esta nueva versión del clásico póstumo de Puccini, que estuvo ausente de las Temporadas del Colón durante 13 años y que debe ser interpretada por excelentes cantantes. Y acorde al título de la nota, los últimos elencos fueron los primeros en excelencia vocal  para recrear con su bello canto lírico todo el lujo y el esplendor de la China Imperial

Otra excelente  interpretación de Manuel Hernández Silva al frente de la Filarmónica

OTRO FINAL BRILLANTE
Martha CORA ELISEHT

            El pasado jueves 4 del corriente se llevó a cabo el 8° concierto del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, bajo la dirección del venezolano Manuel Hernández Silva –quien a último momento debió reemplazar a Lionel Bringuier-, con la participación de la mezzosoprano irlandesa Tara Erraught como solista.
            El programa comprendió las siguientes obras: Ma Mère l’oye (Mi madre la Oca) de Marice Ravel (1875-1937), Les Niuts d’été (Las noches de verano) de Héctor Berlioz (1803-1869) y la Sinfonía n° 2 en Do mayor, Op. 61 de Robert Schumann (1810-1856).
            La obra de Maurice Ravel consiste en una suite orquestal formada por una serie de números tomados de cuentos de hadas (Pavanne de la Bélle du bois dormant(Pavana de la Bella Durmiente del Bosque), Petit Poucet (Pulgarcito), Laideronnette, impératrice des pagodes (La niña fea, Emperatriz de las pagodas), Les éntretiens de la Bélle et la bête ((los diálogos de la Bella y la Bestia) y Le Jardin Féerique (El Jardín de las Hadas). Fue compuesta originalmente para piano a cuatro manos en 1908 para los hijos del compositor Jean Godebski (Mimí y Jean), íntimo amigo de Ravel. Posteriormente, hizo una versión orquestal en 1910 –que es la que se conoce actualmente y la ofrecida en la presente versión- y un ballet con el mismo motivo, en 1912. Los exquisitos temas compuestos por Ravel remontan al mundo mágico de los cuentos de hadas mediante los recursos de escalas diatónicas -.características del impresionismo francés- y cromatismo. En el caso particular de Laideronnette, se utilizan escalas pentatónicas para simular las melodías orientales a cargo del xilofón, las maderas y la celesta. Muy buena actuación de Ana Rosa Rodríguez en flautín y de las maderas en general, destacándose el oboe –a cargo de Néstor Garrote- y el corno inglés –a cargo de Michelle Wong-. También tuvieron una destacada actuación los solistas Mariano Rey (clarinete) y Daniel La Rocca (contrafagot) en el vals de los Diálogos entre la Bella y la Bestia. Manuel Hernández Silva supo imprimir un equilibrio sonoro perfecto y una versión exquisita de las miniaturas ravelianas.
            En homenaje a los festejos por el  sesquicentenario del fallecimiento de Héctor Berlioz, la Filarmónica incluyó Les Nuits d’Été, ciclo de canciones para mezzosoprano y piano compuestas entre 1840 y 1843, sobre poemas de Théofile Gauthier. Posteriormente –con excepción de Absénce- Berlioz realiza la orquestación de la presente versión en 1843, mientras que la mencionada pieza se incorpora en 1856. El ciclo comienza con la alegría que representa la llegada de la primavera (Villaneile) y prosigue con “Le Spectre de la rose” (El espectro de la rosa), que narra la historia de un ramillete de rosas marchito que alguna vez lució sobre el pecho de una jovencita en su primer baile. Representa el corazón  del ciclo y está escrito en una melodía suntuosa, que termina en un recitativo. Prosigue con el motivo del desamor en “Sur les lagunes” y el poeta ruega el retorno de su amada en “Absence” (Ausencia), en una plegaria que refleja la frustración del amante. Continúa con una visión sobrenatural en “Au cimitière” (En el Cementerio), donde Berlioz imprime un tono misterioso a la melodía –que el cantante debe interpretar de dicha forma, pero también, de manera íntima-.Finalmente, “L’Île inconnue” (La isla desconocida) representa el lugar donde el amor durará eternamente. Si bien la orquesta brindó una muy buena interpretación desde el punto de vista musical, no puede decirse lo mismo de la solista Tara Ennaught, quien comenzó muy floja la primera de las canciones y que a medida que la obra se iba desarrollando, tuvo un mejor desempeño, pero tampoco es una voz sobresaliente (que, precisamente, es lo que se necesita para interpretar este tipo de obras). Entre los músicos de la orquesta, se destacaron las cuerdas con sordina –para brindar el efecto del claro de luna-, con un notable contrapunto de flauta y clarinete –Gabriel de Simone y Mariano Rey, respectivamente-.
            De todas las sinfonías del gran compositor alemán, la Segunda Sinfonía en Do mayor es, quizás, la menos conocida y la menos interpretada en los programas de conciertos. Fue compuesta en 1845, luego de un período difícil en la vida del compositor, como consecuencia de un colapso mental por su patología de base (esquizofrenia). Sin embargo, posee una gran belleza armónica y un sinnúmero de contrastes: sombras al inicio del 1° movimiento (Sostenuto assai- Un poco piú vivace- Allegro ma non troppo) a cargo de las cuerdas y los metales,  que se transforman en luz mediante una  melodía basada en cánones de Johann Bach en el 2° movimiento (Scherzo- Trio I, Trio  II y coda: Alegro vivace)- , donde el violín, la viola y las maderas interpretan un trío, y luego, los segundos violines, los cellos y las maderas replican el otro, en las siguiente tonalidad: Si- La- Do- Fa sostenido (B-A-C-H, en nomenclatura sajona, formando un acróstico con las notas que forman el apellido del compositor).  Este estilo de composición se traduce en una melodía luminosa, romántica, pero que a su vez, se diferencia de otros compositores del mismo período (Beethoven, Weber), donde Schumann pone su sello personal. El 3° movimiento (Adagio espressivo) es nada más ni nada menos que una transfiguración hacia el final (Allegro molto vivace), donde la Filarmónica ofreció una versión más académica que la escuchada recientemente por la Irish Chamber Orchestra dirigida por Jörg Widmann, que sonó más marcial y solemne –la de Widmann fue más romántica-. No obstante, Manuel Hernández Silva se destacó por brindar una versión muy compacta y sólida (sin dejar de ser romántica), donde marcó muy bien las entradas de los diferentes instrumentos y contagió su temperamento a los músicos. El contrapunto entre el oboe y el fagot en el Adagio del 3° movimiento fue magnífico  –a cargo de Néstor Garrote y Gertrud Stauber, respectivamente- y hubo una muy buena marcación de tempi en el Scuerzando y sostenuto del 2° movimiento. El final fue monumental, con un excelente equilibrio sonoro.
            Una vez más, quien escribe no puede dejar de manifestar su opinión al respecto: ¿no sería lógico convocar a una cantante nacional de categoría para interpretar la obra de Berlioz, en vez de una mediocre cantante internacional?... Hay gente en el país de la talla de Alejandra Malvino o Florencia Machado –sin ir más lejos- que son especialistas en este tipo de repertorio y que lo hubieran interpretado a la perfección. Y que -al igual que Hernández Silva, reemplazando a una batuta de los quilates de Lionel Bringuier- hubieran ofrecido otro final brillante.