ARIADNA EN NAXOS – 02/08/2019
A 26 años de su última representación,
vuelve a subir a escena en el Teatro Colon, la opera Ariadna en Naxos, de
Richard Strauss, en una aceptable versión musical y una polémica puesta.
La concertación del Maestro Alejo Perez fue
correcta, pero de poca profundidad. Supo mantener en equilibrio entre el
escenario y el foso, permitiendo trabajar con comodidad a los cantantes, pero
sin explotar toda la riqueza musical de la obra.
Estupendo trabajo de Carla Filipcic Holm,
como Ariadna. Bella voz, entrega al personaje, registro parejo, son las
condiciones que hacen de esta artista una de las grandes figuras de nuestro
medio.
Del mismo modo, Gustavo Lopez Manzitti, en
el rol de Baco, cumplió sobradamente con este difícil personaje, mostrando su
excelente material vocal y la seguridad de un cantante consumado.
La cantante Jennifer Holloway, de registro
vocal indefinido, cumplió escénicamente con su parte del/la compositor/a. En lo
vocal, esa indefinición de registro, opacó un tanto su trabajo. Aunque,
pensándolo de otro modo, la indefinición del género del personaje no se
contradice con la de su registro vocal.
Correcta, sin mayor lucimiento, la soprano
Ekaterina Lekhina encarnó el rol de Zerbinetta. Sólida en lo vocal, pero
carente de carisma actoral, pareció cumplir al pie de la letra con la marcación
escénica sin poner algo propio y natural a su personaje.
Efectivo, como siempre Hernán Iturralde,
tuvo a su cargo el rol de Maestro de música. Bien y equilibrado el resto del
elenco.
Cuando “El compositor” es “compositora”; cuando el
Danubio parece un mar; cuando el Mayordomo dice que su Señor está cansado de
ver durante tres días armado en su casa el escenario de una playa desierta, y
vemos que este escenario es armado a último momento; cuando Zerbinetta parece
Madonna, y sus amigos a otras figuras del rock o del pop; es evidente que no
estamos ante una “puesta tradicional”. Se puede estar de acuerdo, o no, con la
estética y la concepción que Marcelo Lombardero tiene sobre la opera, pero lo
que no se puede negar es su creatividad. En definitiva, aún con sus
contradicciones entre acción y texto, traslados de época y situaciones que la
trama argumental no pide, Lombardero siempre cuenta la historia con fidelidad,
aunque de manera absolutamente distinta a la que originalmente concibieron sus
verdaderos autores. A los “puristas”, no les gusta, a otros con “mente
abierta”, les encanta. Pero distraer con gags la escena final de Ariadna, que
hace reir a parte del público, distrayéndolo de lo verdaderamente importante,
que es la maravillosa música que Strauss compuso para ese momento, es como
bajarle el precio a la obra y los verdaderos autores de esta opera, que son
Strauss y Hoffmannsthal.
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