EMOCIONES AL POR
MAYOR
Como
conversáramos al aire con Juan “Pollo”
Raffo en ntro. último programa, la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan
de Dios Filiberto” brindó un concierto en homenaje a los cincuenta años del
lanzamiento del primer álbum de “Almendra”, la mítica formación comandada por
Luís Alberto Spinetta junto a Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo
García. Decir cincuenta años del álbum es nombrar “Muchacha Ojos de Papel” y
entonces razonar que si “La Balsa”, la mítica composición de “Tanguito”
Iglesias y Lito Nebbia es el puntapié inicial, la composición con la memorable
letra del “Flaco” no solo trascendió el álbum, sino que ese mismo año fue
cortina de un aviso publicitario y se
convirtió en el “himno” del rock argentino. Coincide también con una serie de
acontecimientos nacionales e internacionales, por supuesto desde la llegada del
hombre a la luna, el festival de Woodstock con la irrupción de Joe Cocker y el “Con
una ayudita de mis amigos”, las últimas invenciones de “Los Beatles”, la guerra
de Vietnam que comenzaba a provocarle serios dolores de cabeza a Estados
Unidos, pasando por el “Cordobazo” que marcó el inicio del fin de la “Dictablanda”
hasta el asesinato de Augusto Timoteo Vandor, líder metalúrgico y propulsor del
“Peronismo sin Perón”, proscripciones políticas, derechos cercenados y una generación que saltaba a la palestra y
comenzaba a hacerse oír, que chocaría con sus mayores y traería nuevas ideas que
ya no podrían esconderse más bajo la alfombra. Mucho de eso lo trajo a nivel
local el rock argentino. Una música que comenzó
a imponerse a la par del Folcklore muy en boga hasta esa época, que aceptaba a
Piazzolla gracias a “Balada para un Loco” (que algunas bandas incipientes de
entonces hasta se animaban a versionar), pero se llevaban mal con el resto del
Tango y le peleaba a los “nueva oleros”
la preferencia y representación de la juventud de aquel entonces. Se puede
decir que debieron pasar no menos de quince años para que los intérpretes
populares argentinos comenzaran a mirarse y reconocerse unos a otros dejando de
lado las diferencias generacionales. Si
tenemos que encontrar un momento “bisagra” podríamos situarlo en 1981, cuando
en plena dictadura la convocatoria que el extinto locutor Miguel Angel
Merellano (¿recuerdan “Generación Espontánea” por Radio Belgrano?) efectuó en
el Estadio Obras para un “contrafestival” el mismo día en que Frank Sinatra
desarrollaba uno de sus shows en Bs. As., con Horacio Salgan como mascarón de
proa y un gran número de artistas de todos los géneros dando el presente y, a
la par de ese festival, el comienzo de la
gira que León Gieco desarrolló de Ushuaia a La Quiaca, que diera ese nombre a
su álbum (quien esto escribe estaba unos días antes del Festival en San Carlos
de Bariloche justo cuando Gieco paso por ahí para presentarse. Parte de sus
compañeros de escuela y las compañeras de viaje fueron a verlo al estadio). Y
el dique se abrió y fue incontenible, tras el levantamiento de la prohibición
para Mercedes Sosa al año siguiente, seguido del efecto “Malvinas” durante y después
de la guerra. Ya luego no era raro ver a los próceres del rock compartir
escenario con “La Negra”, ver a Andrés Calamaro juntarse a componer con Mariano
Mores y como muchos artistas del rock se reconciliaban con Palito Ortega ante
el gesto de ayuda de este para la recuperación de Charly García. Tal vez toda
esta historia que hoy les refiero, motivó a que la concurrencia que desbordó el
CCK fuese maravillosamente heterogénea. Abuelos, Padres y Nietos por igual para
decirle presente a Almendra. La Filiberto
que confió la conducción del concierto a Mariano Chiacchiarini, uno de los
directores jóvenes clásicos con mayor capacidad y talento con que cuenta la
Argentina. Así junto a unos estupendos arreglos del “Pollo” Raffo y el aporte vocal de Mariana Bianchini y Rubén
Goldin recordamos “de atrás para adelante” en el orden del álbum a la querida
banda y a la memoria del “Flaco” Spinetta. Los otros tres integrantes se
sumaron en el resto de la noche. La gente reconoció y reverenció a Edelmiro
Molinari y a Rodolfo García, pero justo es reconocer que la irrupción en el
escenario y el carisma de Emilio del Guercio hicieron estallar al Auditorio
Nacional. El sobrio aporte de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea con
la guía de Margarita Fernández en muy adecuadas coreografías (al igual que en “El
Pájaro de Fuego” días pasados) terminó por darle forma al espectáculo, el que
alcanzó el momento más emotivo cuando Rubén Goldin le puso su voz al hit. Todos
los intérpretes, Orquesta y Ballet se unieron para un “enganchado” de tres
temas más (alguno “post-Album”) con “Tema de Pototo” encabezando y la
reiteración de “Ana no Duerme” en el final. Justamente este último junto a “Muchacha…”,
“Laura Va”, “Fermín”, ·Plegaria para un Niño Dormido”. Cuantos recuerdos y
emociones y también cuantos que tuvieron la plena felicidad de poder
compartirlo junto a todos los suyos.
Donato Decina
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