jueves, 17 de octubre de 2019




EMOCIONES AL POR MAYOR

Como conversáramos al aire  con Juan “Pollo” Raffo en ntro. último programa, la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” brindó un concierto en homenaje a los cincuenta años del lanzamiento del primer álbum de “Almendra”, la mítica formación comandada por Luís Alberto Spinetta junto a Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García. Decir cincuenta años del álbum es nombrar “Muchacha Ojos de Papel” y entonces razonar que si “La Balsa”, la mítica composición de “Tanguito” Iglesias y Lito Nebbia es el puntapié inicial, la composición con la memorable letra del “Flaco” no solo trascendió el álbum, sino que ese mismo año fue cortina de un aviso publicitario y  se convirtió en el “himno” del rock argentino. Coincide también con una serie de acontecimientos nacionales e internacionales, por supuesto desde la llegada del hombre a la luna, el festival de Woodstock con la irrupción de Joe Cocker y el “Con una ayudita de mis amigos”, las últimas invenciones de “Los Beatles”, la guerra de Vietnam que comenzaba a provocarle serios dolores de cabeza a Estados Unidos, pasando por el “Cordobazo” que marcó el inicio del fin de la “Dictablanda” hasta el asesinato de Augusto Timoteo Vandor, líder metalúrgico y propulsor del “Peronismo sin Perón”, proscripciones políticas, derechos cercenados  y una generación que saltaba a la palestra y comenzaba a hacerse oír, que chocaría con sus mayores y traería nuevas ideas que ya no podrían esconderse más bajo la alfombra. Mucho de eso lo trajo a nivel local el rock argentino.  Una música que comenzó a imponerse a la par del Folcklore muy en boga hasta esa época, que aceptaba a Piazzolla gracias a “Balada para un Loco” (que algunas bandas incipientes de entonces hasta se animaban a versionar), pero se llevaban mal con el resto del Tango  y le peleaba a los “nueva oleros” la preferencia y representación de la juventud de aquel entonces. Se puede decir que debieron pasar no menos de quince años para que los intérpretes populares argentinos comenzaran a mirarse y reconocerse unos a otros dejando de lado las diferencias generacionales.  Si tenemos que encontrar un momento “bisagra” podríamos situarlo en 1981, cuando en plena dictadura la convocatoria que el extinto locutor Miguel Angel Merellano (¿recuerdan “Generación Espontánea” por Radio Belgrano?) efectuó en el Estadio Obras para un “contrafestival” el mismo día en que Frank Sinatra desarrollaba uno de sus shows en Bs. As., con Horacio Salgan como mascarón de proa y un gran número de artistas de todos los géneros dando el presente y, a la par de ese festival,  el comienzo de la gira que León Gieco desarrolló de Ushuaia a La Quiaca, que diera ese nombre a su álbum (quien esto escribe estaba unos días antes del Festival en San Carlos de Bariloche justo cuando Gieco paso por ahí para presentarse. Parte de sus compañeros de escuela y las compañeras de viaje fueron a verlo al estadio). Y el dique se abrió y fue incontenible, tras el levantamiento de la prohibición para Mercedes Sosa al año siguiente, seguido del efecto “Malvinas” durante y después de la guerra. Ya luego no era raro ver a los próceres del rock compartir escenario con “La Negra”, ver a Andrés Calamaro juntarse a componer con Mariano Mores y como muchos artistas del rock se reconciliaban con Palito Ortega ante el gesto de ayuda de este para la recuperación de Charly García. Tal vez toda esta historia que hoy les refiero, motivó a que la concurrencia que desbordó el CCK fuese maravillosamente heterogénea. Abuelos, Padres y Nietos por igual para decirle presente a Almendra.  La Filiberto que confió la conducción del concierto a Mariano Chiacchiarini, uno de los directores jóvenes clásicos con mayor capacidad y talento con que cuenta la Argentina. Así junto a unos estupendos arreglos del “Pollo” Raffo  y el aporte vocal de Mariana Bianchini y Rubén Goldin recordamos “de atrás para adelante” en el orden del álbum a la querida banda y a la memoria del “Flaco” Spinetta. Los otros tres integrantes se sumaron en el resto de la noche. La gente reconoció y reverenció a Edelmiro Molinari y a Rodolfo García, pero justo es reconocer que la irrupción en el escenario y el carisma de Emilio del Guercio hicieron estallar al Auditorio Nacional. El sobrio aporte de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea con la guía de Margarita Fernández en muy adecuadas coreografías (al igual que en “El Pájaro de Fuego” días pasados) terminó por darle forma al espectáculo, el que alcanzó el momento más emotivo cuando Rubén Goldin le puso su voz al hit. Todos los intérpretes, Orquesta y Ballet se unieron para un “enganchado” de tres temas más (alguno “post-Album”) con “Tema de Pototo” encabezando y la reiteración de “Ana no Duerme” en el final. Justamente este último junto a “Muchacha…”, “Laura Va”, “Fermín”, ·Plegaria para un Niño Dormido”. Cuantos recuerdos y emociones y también cuantos que tuvieron la plena felicidad de poder compartirlo junto a todos los suyos.

Donato Decina

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