MARIANO
CHIACCHIARINI EN UNA ACTUACION
CONSAGRATORIA
Orquesta
Sinfónica Nacional, Temporada 2019, Director: Mariano Chiacchiarini Solistas:
Alexander Panizza (Piano), Alejandra Malvino (Mezzosoprano). Coro Polifónico
Nacional, Preparador Invitado: Fernando Tomé. Programa: Obras de Sprintz, Ravel
y Schnittke. CCK-Auditorio Nacional, 25 de Octubre de 2019.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE
Esta velada
sirvió para confirmar que estamos ante uno de los mayores talentos que ha dado
la Argentina en los últimos tiempos al que solo le cabe aguardar desafíos y
superaciones mayores. Mariano Chiacchiarini condujo a la Sinfónica Nacional en
un programa de envidiable exigencia. Extrajo
todo lo mejor del conjunto, contó con la participación de dos solistas de
excepción y obtuvo el concurso de una de las mejores agrupaciones corales del
país, el Polifónico Nacional, quien también deslumbró en otra de sus muestras
de versatilidad y valía.
Una vez más los delegados sindicales de la primera
orquesta de Ntro. país mencionaron al público las vicisitudes ampliamente
conocidas, recordando la distinción que le otorgó la Fundación Konex como Mejor
Orquesta Argentina de la Década y que en cuanto se los cite concurrirán al
diálogo para solucionar de la manera más perentoria posible el conflicto. Como
era de esperar el sostenido aplauso del público dejó implícito el aval de Este.
En todo momento se evitaron menciones de
tinte político, acorde con la veda electoral vigente. Estuvo sabiamente
expresado el planteo.
El concierto se inició con el estreno mundial
de “Toda Noche” del argentino Daniel Sprintz, residente en Badajoz (Extremadura,
España), quien es seguidor de la obra literaria de Hugo Mujica y que ha puesto música
a varios de los trabajos de este último. Basado en las estrofas del poema
homónimo del notable escritor, Sprintz se nos revela como hábil orquestador, da
a la orquesta un tratamiento diferente a través de efectos sonoros en el sector
de percusión, al igual que en los metales en donde los cornos soplan sin la
boquilla mientras la sección de contrabajos interpreta el inicio con sus arcos
muy por debajo de la boca de resonancia de los mismos. Gran parte de la
composición está en “pianissimo”, daría la impresión de abrevar en dos trabajos
de grandes compositores que de igual modo refirieron a la noche, el primero es Bruno
D’Astoli y su “Encantamiento de las Estrellas” de 1983, basada en Alan Watts y
el otro Gerado Gandini y su colosal “Eusebius”, la serie de cinco nocturnos
para Orquesta de 1985. Si así no fuese, le cabe por igual la inclusión. La obra
va virando progresivamente hasta llegar a un decisivo forte y retornar al tema
que la inicia. Es un muy interesante trabajo, muy bien interpretado por
Chiacchiarini quien preparó a la Nacional de modo estupendo y quisiéramos escuchar
alguna obra más de Sprintz para un mayor conocimiento.
Otro
motivo de interés lo concitó la presentación de Alexander Panizza para abordar
el Concierto para Piano y Orquesta en Re mayor "Para la mano izquierda” de
Maurice Ravel. Obra de exigencias notorias sumada a la complejidad de tener que
ser interpretada por una sola mano, ya que el dedicatario de la misma perdió la
diestra en acción de guerra durante la primera conflagración mundial, encontró
en Panizza a un notable interprete, desplegando talento y energía para alcanzar
el justo punto interpretativo y a un Chiacchiarini que no se limitó a
acompañar, sino que por el contrario le extrajo a la Sinfónica todos los
matices y detalles que la página contiene para redondear ambos una faena para
el recuerdo, el que se extenderá al notable Debussy que el intérprete rosarino ofreció a posteriori como “bis” en donde se
encontró en su salsa, logrando enfervorizar aún más al auditorio.
La parte final estuvo reservada al estreno
iberoamericano del Oratorio”Nagasaki” del compositor ruso-alemán Alfred
Schnittke, bien conocido aquí por su Opera “La Vida con un Idiota” que los
cuerpos rusos ofrecieran en los noventa en el Colón con Valery Gergiev al
frente en doble programa con “La Nariz” de Dimitri Shostakovich.
Es un trabajo de gran aliento para una
orquesta de grandes dimensiones más voz solista, coro y órgano. Fue compuesta
por Schnittke a sus 24 años como tesis final en el Conservatorio de Moscú en
1958 y estrenada al año siguiente por la hoy Orquesta Tchaickovsky de Moscú (Ex
Sinfónica de la Radio Televisión Rusa). Su guía de tesis, Evgueny Golubev, le sugirió este trabajo empleando
para ello textos de Anatoli Sofronov. Viendo el carácter de los mismos y
teniendo en cuenta que en ese momento se hallaba en pleno desarrollo la llamada
“Guerra Fría”, no es de extrañar que se trató de insertar estos textos en una
obra de alto impacto, máxime que su contenido encierra una fuerte crítica a los
ejecutores del ataque y poseedores de tan letal arma: Estados Unidos, por lo
que no es de extrañar que la inclusión de dos pomas de autores nipones en su
sección central hayan obedecido al deseo del compositor de mostrar el lado más
humano de quienes padecieron tan terrible agresión. Y lo logra alcanzando los
picos más emotivos del trabajo colocando las más justas melodías a los sabios
poemas de Shimazaki Toson (2da. Parte) y Eisaku Shoneda (4 ta. Parte), tal vez este
el más profundo de los dos, reservado para voz de mezzosoprano sola. La
construcción deja entrever las influencias de Prokofieff en cuanto a estructura
(Similar a “Alexander Nevsky”) y del Dimitri Shostakovich de más frondosa
orquestación (Sinfonías 11 [1905] y 12 [1917]) pero también del más reflexivo
(Sinfonía Nº 13 “Babi Yar”), recordando que este último aún estaba vivo y en
plena etapa de creación de estos trabajos mencionados. Los jurados obligaron al
compositor a rehacer el pasaje central en donde la orquesta describe al ataque.
A su estreno, la composición fue atacada por “formalista”, cayó en el olvido
hasta que el manuscrito original fue hallado y finalmente estrenado en su forma
original en 2006 (ocho años después de la muerte del compositor) por la
Filarmónica de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Vaya paradoja, también en un país
que sufrió en demasía pero por suerte efectuado en tiempos de libertad, ganada de
la mano de su hijo más notable, Nelson Mandela.
Chiacchiarini realizó aquí un trabajo de
orfebrería. A la numerosa orquesta, Schnittke le integra una inmensa batería de
percusión: Glockenspiel, Xilofón, Marimba, Tam-Tam, Timbal, Redoblantes,
Platillos, Bombo, Campanas. Sumado a ello la imponente presencia del órgano (aquí
en manos del notable Sebastián Achembach) el que marca desde el comienzo mismo
la magnitud de la tragedia a evocarse. Piano, Celesta, Cornos por 6, trompetas
por 4, vientos por 4, dos tubas, más la cuerda usual. Un gran Coro lleva
adelante el relato, mientras que a la mezzosoprano le está reservado el momento
más reflexivo y emotivo de la obra (como ocurre en “Alexander Nevsky” en el
fragmento del “Campo de los Caídos”). La Sinfónica tomó como propio el desafío
y entre ambos construyeron una versión colosal que pasó de la fuerte carga
dramática a la esperanza con la que cierra este trabajo. Alejandra Malvino (que
también interpretó “Nevsky”) fue la voz que interpretó el pasaje más
desgarrador con sabiduría en el decir y el más profundo registro. El
Polifónico, confiado aquí al joven preparador Fernando Tomé, respondió de modo
magnífico con emisión homogénea y totalmente consustanciado con este tipo de
repertorio.
Es un acierto por parte de Ciro Ciliberto
(programador de la Sinfónica Nacional) la convocatoria a ntros. mejores jóvenes
directores, los que han abordado programas no convencionales. Entre ellos,
Mariano Chiacchiarini supo aprovechar con creces sus dos convocatorias. Sus
versiones de la Sexta de Mahler y este estreno de Nagasaki son la prueba más
elocuente. Capacidad y talento le sobran. Ojalá que Argentina y el Mundo sepan
aprovecharlo y disfrutarlo.
Donato Decina
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