Maravilloso concierto de la Sinfónica Nacional en el
Centro Cultural Kirchner
LA MEJOR ORQUESTA MARCA
SU NIVEL
Martha CORA ELISEHT
Sin lugar a dudas, la Orquesta
Sinfónica Nacional es la mejor del país. No sólo por su consabida excelencia
sonora y artística, sino además por el repertorio que abarca y por la jerarquía
en la interpretación de las obras. Por algo resultó ser la flamante ganadora
del Premio Konex de Platino a la mejor orquesta sinfónica del país. Y prueba de
ello ha sido el concierto ofrecido en el Auditorio Nacional del Centro Cultural
Kirchner (CCK) el pasado viernes 25 del corriente, bajo la dirección de Mariano
Chiacchiarini, quien brindó el siguiente repertorio: Triste Noche de Daniel Sprintz (estreno mundial), el Concierto para piano y orquesta en Re menor
(para la mano izquierda) de Maurice Ravel (1875-1937), con la participación
de Alexander Panizza como solista y el estreno latinoamericano del oratorio Nagasaki para mezzosoprano, coro y
orquesta del compositor ruso- alemán
Alfred Schnittke (1934-1998), con la participación de Alejandra Malvino
como solista y el Coro Polifónico Nacional, dirigido por José María Sciutto y
preparado por Fernando Tomé. Además, en la presente función se contó por
primera vez con traducción simultánea del ruso al castellano. .
Daniel Sprintz es un compositor
argentino radicado en España y su obra Triste
Noche está basada sobre el poema homónimo del uruguayo Hugo Mujica. Lleva
una orquestación profusa (piano, celesta, dos arpas, percusión, glockenspiel, vibrafón, 3 cornos, 3
trombones, tuba y 3 trompetas) y consta de tres temas concatenados entre sí
–acorde al número de estrofas del poema-. Inicia con una melodía ondulante en
tono grave con caña percutida, contrabajos y trombón bajo, al cual se le suman
un glissandi en xilofón y contrafagot
–dando el clima de la noche- , con una combinación de tiempo y ritmo que
incluye múltiples efectos sonoros no convencionales (caricia al parche del
bombo, arcos frotados bajo el puente de los contrabajos, rasgueo de guitarra
por parte de los seis primeros violines). Para lograr una mayor profundidad
sonora, el flautín se halla intercalado entre las dos flautas, mientras que el
piano y los instrumentos de percusión (celesta, vibrafón, glockenspiel) se ubican junto con las arpas hacia el fondo. El
contrapunto efectuado por estos instrumentos logra la atmósfera nocturna que
hace honor al título de la obra. Y luego de numerosos tutti y fortissimi,
cierra con la melodía inicial en pianissimo,
con el solo de caña percutida que inicia la misma. La dirección y marcación
de Chiacchiarini fueron soberbias y recibió un aplauso prolongado al igual que
el compositor, quien estaba presente en el estreno mundial de su obra y subió
al escenario.
Seguidamente, la dupla formada por
Mariano Chiacchiarini y Alexander Panizza brindó una estupenda versión del
mencionado Concierto para la mano
izquierda de Ravel. Fue compuesto especialmente para el pianista austríaco
Paul Wittgenstein (1887-1961), quien perdió su brazo derecho en batalla durante
la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, continuó tocando el piano con su única
mano y muchos compositores de la época (Prokofiev, Hindemith, Korngold, Britten
y Richard Strauss) compusieron obras especialmente para él. Si bien Ravel no
estuvo presente durante el estreno de su obra en Viena en 1931, no estuvo
conforme con la interpretación de Wittgenstein y creyó que había alterado su
partitura. Tras un desagradable altercado, finalmente, ambos se pusieron de acuerdo
y la obra se ejecutó en París con el compositor en el podio y Wittgenstein al
piano en 1933. Consta de un solo movimiento, dentro del cual se presentan dos
temas opuestos (Lento/ Allegro) que
alternan constantemente. Comienza con una atmósfera lúgubre con los cellos,
contrabajos y contrafagot, mientras la orquesta toca un breve pianissimo que da paso a un inmenso fortissimo. Luego del mismo, el piano
entra con un poderoso virtuosismo en forte,
tras el cual, mediante una serie de cadencias en crescendo y descrescendo finaliza en un glissando que da lugar a la aparición de la orquesta con temas
alternantes (fortissimo/mezzopiano). Todo
esto se repite en forma alternada sin abandonar la tónica en Re mayor, mediante
una serie de escalas disonantes. Prosigue con los arpegios y glissandi del
piano, mientras la orquesta toca en sforzatto.
Finalmente, el piano acaba en forte
sforzatto. Si bien al comienzo Alexander Panizza pudo haber hecho un uso
exagerado del pedal, ofreció –no obstante- una versión soberbia, caracterizada
por la pureza del sonido en un perfecto diálogo con la orquesta. En el scherzo se destacaron los
instrumentistas Ernesto Imsand y Florencia Fogliatti (fagot) y los cornistas
Lucio Maestro, Melina Ramírez y Silvia Lanzón, mientras que Diego Armengol lo
hizo en contrafagot. Hacia el final de la obra, el público presente estalló en
un merecido y prolongado aplauso, que obligó a Alexander Panizza –ahora, con
las dos manos (SIC)- a bisar un fragmento de En blanc et noir (En blanco y negro) de Debussy. El público
aplaudió acaloradamente, dada la complejidad de ambas piezas y destacando el
mérito del solista.
La obra principal de la noche fue el
estreno latinoamericano de Nagasaki, oratorio
compuesto en 1958 por Alfred Schinittke como obra de graduación en el
Conservatorio de Moscú, a los 25 años de edad. Según referencia de Mariano
Chiacchiarini –quien tomó el micrófono para brindar al auditorio una somera
explicación de las obras-, Schnittke no quería componer sobre ese tema, pero su
profesor –Evgeni Golubev- le sugirió que así lo hiciera. Consta de 5
movimientos, basados sobre la tragedia causada por la explosión atómica sobre
dicha ciudad japonesa en 1945 y escritos por el poeta de propaganda soviética
Anatoly Sofronov (1°, 3° y 5° movimientos) y por dos poetas japoneses: Töson
Shimazaki (2° movimiento) y Yoneda Eisaku (4°
movimiento). A su vez, este último fue sobreviviente de dicha tragedia. Los textos fueron traducidos al ruso y su
estreno tuvo lugar en 1959 con la Orquesta Sinfónica de Radio Moscú, que grabó
la obra. Posteriormente, se grabó en Japón, pero al no publicarse la partitura,
se dio por perdida hasta que apareció en 2006 en Sudáfrica y fue reestrenada en
su versión original por la Orquesta Filarmónica de Cape Town ese mismo año,
bajo la dirección de Owain Arwel Hughes. El 1° movimiento (Nagasaki, ciudad del dolor) inicia con un tema de hondo contenido
dramático a cargo de la orquesta y el órgano (Andante) en tono menor, haciendo alusión a una ciudad devastada y
en ruinas hasta la entrada del coro. En este caso, la voz actúa como un
instrumento más y realiza un perfecto contrapunto entre las tres flautas –en
sucesión de escalas ascendentes y descendentes- , que es repicado por las
trompetas hasta el solo de bombo y timbal, que cierra con un acorde en fff. En cambio, el 2° movimiento (La mañana) arranca en tono mayor, con
ribetes que recuerdan a la cantata Alexander
Nevsky de Prokofiev y a obras de Stravinsky hasta la entrada del coro (Gloria) con una melodía suave a cargo
de las contraltos, la cual es contestada en canon por las sopranos y el resto
de las voces. Las trompetas y los trombones tienen a su cargo glissandi –que ilustran musicalmente el
brillo del sol- y, posteriormente, el coro cierra en pianissimo hasta la entrada de la tuba, que anuncia un tono trágico
en fortissimo. Posteriormente, los
contrabajos, los cellos (en tono grave) y el timbal dan el efecto de la
explosión atómica.
El 3° movimiento
(En ese fatídico día) es un Allegro con fuoco escrito en 4/4, donde
la entrada del corno en fff alude a
la bomba atómica y se amalgama con el resto de la orquesta. Mientras los cornos
tocan una melodía japonesa trágica, la orquesta ejecuta un contrapunto hasta el
llamado del coro. Tras el mismo, el movimiento cierra con un pianissimo a cargo del piano, las arpas
y la flauta. El 4° movimiento (Sobre las
cenizas) abre con una melodía lenta (piano),
que alude al desastre causado por la explosión hasta la entrada de la
mezzosoprano, donde narra el dolor de una madre por haber perdido a su hijo.
Este efecto dramático se apoya en el clarinete bajo hasta la entrada del
órgano, haciendo énfasis con una excelente labor de Sebastián Aschenbach a
cargo de dicho instrumento. Alejandra Malvino cantó de forma exquisita un aria
caracterizada por ser, precisamente, dramática. Logró estupendos matices y una
impecable línea de canto. Y la dirección de Chiccchiarini fue magistral en
todos los aspectos: marcación, énfasis, entusiasmo en los forti y suavidad en los pianissimi,
en una obra caracterizada por su profusa orquestación y difícil ejecución.
Además de los
instrumentos ya mencionados y el coro –estupendamente bien preparado por
Fernando Tomé e Irene Amerio como maestros de repertorio-, la orquesta lleva
vientos por 4, 8 cornos, 2 tubas, piano, percusión numerosa, celesta,
carrillón, vibrafón, campanas, glockenspiel,
gong y refuerzo en las cuerdas. El 5° movimiento (El sol de la paz) abre con un tema lento, donde el coro murmura a bocca chiusa hasta que el órgano marca
la entrada de la orquesta con el tema inicial del 1° movimiento en tono mayor,
dando señal de esperanza y resurrección luego de la tragedia. Posteriormente,
el coro invoca a los pueblos del mundo para que jamás olviden el drama de
Nagasaki y evitar que suceda nuevamente. La estructura musical es similar a los
compases finales del Poema del Éxtasis de
Alexander Scriabin (fortissimo- fff/
piano/ in crescendo/ fff finale), para cerrar con una capitulación
brillante en tono mayor. El público estalló en aplausos ante la monumentalidad
de la obra y el tremendo esfuerzo realizado tanto por parte del director como
los músicos, la mezzosoprano y el coro, que se retiraron ovacionados.
A pesar de los consabidos carteles
con la frase #Sinfónica Nacional en
crisis previamente a la ejecución del concierto y ante las circunstancias
de veda política, esta vez los delegados no hicieron mención alguna a las
autoridades y sólo pidieron al público disfrutar del espectáculo. Y pese a
todos los contratiempos –al igual que NAGASAKI-
, la orquesta es capaz de renacer y resurgir de sus cenizas, como el Ave
Fénix. No sólo vuela alto sino que, además, marca su nivel.
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