domingo, 29 de marzo de 2020


COLUMNA DE OPINIÓN
DISFRUTANDO EL SILENCIO
Martha CORA ELISEHT

            Sin lugar a dudas, la pandemia de coronavirus COVID-19 ha trastocado nuestras vidas, No sólo en materia de hábitos y costumbres, sino que además, por tratarse de una enfermedad emergente, ante la cual no hay un medicamento efectivo que ayude a combatirla ni vacuna preventiva, la única forma de evitar el contagio y la exposición potencial es mediante aislamiento obligatorio en el hogar o en el distrito donde se vive (vulgarmente conocido como cuarentena).
            No es fácil adaptar los hábitos de vida de un día para el otro, ya que la gente se siente confinada, encerrada en sus casas hasta el momento de no saber qué más hacer para combatir la sensación de oprobio que produce el encierro. Para el que sabe manejar medios electrónicos, informática y plataformas on line, todo bien, porque se mantiene ocupado trabajando desde su casa. Por desgracia, no sucede lo mismo con aquellos que no tienen la suerte de poder acceder a la tecnología, ya sea porque no disponen de la misma o por no saber utilizarla. Los transportes públicos han reducido sus frecuencias y aquellos que son trabajadores esenciales –entre otros, los periodistas y personas que trabajan en los medios de comunicación- deben solicitar los permisos respectivos para poder trasladarse y demostrar que van a trabajar. Lo mismo sucede con el personal de salud, limpieza, alimentación, recolección de residuos, encargados de edificios y todas aquellas personas cuya labor se considera esencial.
            A partir de la reducción de tránsito y de servicios de transporte público, la ciudad ha cambiado. Los días de sol otoñal se disfrutan intensamente; no sólo por las bondades del clima –un tanto atípico para esta altura del año-, sino que además, han desaparecido los insoportables bocinazos en hora pico, el ulular constante de las sirenas de las ambulancias solicitando pasar ante el traslado de enfermos graves y el mal humor de los automovilistas. Se escuchan los sonidos que anteriormente eran imperceptibles, o que pasaban desapercibidos debido al alto nivel de contaminación auditiva.
            Y la gente aprendió a escuchar el silencio.
            ¿Tiene sonido el silencio?.....
            Obviamente, la respuesta es “NO”. Sin embargo, hay personas que poseen una cualidad denominada sincretismo –capacidad de brindar cualidades a un sentido que no son características del mismo-. Por ejemplo, escuchar en colores. Parece un tanto descabellado, pero hubo compositores famosos que poseyeron esta cualidad: entre otros, Scriabin y Rimsky- Korsakov. ¿Y quién sino un genio como Beethoven que, pese a su sordera, compuso obras maravillosas?.... Al verse privado del sentido del oído –cualidad esencial para cualquier músico-, tuvo la enorme capacidad de interpretar los gestos de la gente y volcarlos en música.
            Precisamente por su sordera, Beethoven aprendió a escuchar el silencio.
            El silencio es una circunstancia que puede no sólo llegar a ser enriquecedora, sino también, inspiradora. Muchas veces, una necesita el mágico silencio de la noche para que las ideas fluyan libremente y comenzar con los proyectos que se tienen en mente al día siguiente: ya sea escribir un artículo, organizar un curso, dar una clase o volcar un pensamiento en música.  Es indispensable para poder crear.
            Pero el silencio tiene también otra cualidad: se aprende a disfrutar. Al estar en paz consigo mismo,  uno aprende a vivir de otra manera. A escuchar los sonidos más imperceptibles, a contemplar la belleza de las flores, a disfrutar de una buena comida en paz y a reencontrarse con uno mismo. Al fin y al cabo, no es otra cosa que el máximo estado de plenitud, característico de las religiones orientales como el budismo zen o el hinduismo. Y es una condición indispensable para poder alcanzar el nirvana –equivalente al Paraíso- en esta última religión.
            Quizás, éste sea uno de los tantos mensajes que la pandemia de coronavirus le está dando a la humanidad. Que no pierda su rumbo y que aprenda a disfrutar del silencio para poder crear un mundo diferente del que se vive hoy, donde la salud es la más preciada de las riquezas. 

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