COLUMNA DE OPINIÓN
LA REINA VA DESNUDA
Martha CORA ELISEHT
Cuando una era chica, las
enfermedades infectocontagiosas comunes de la infancia –entre las cuales, se
encontraban el sarampión, la varicela y la rubéola- no tenían vacunas
preventivas. Por lo tanto, cuando había una epidemia, había que aislar al
enfermo durante 40 días –o más-, guardar estricto reposo en cama, lavar con lavandina los utensilios que
utilizaba y cambiar la ropa de cama una vez por semana. No sólo porque se
transpiraba mucho al ceder la fiebre, sino también porque en el caso de la
varicela, se desprendían costras una vez que curaban las ampollas
características de la misma. ¡Ésas sí que eran realmente cuarentenas!
Para colmo de males, no existía la
televisión por cable y mucho menos, los canales infantiles. La televisión
recién comenzaba a las 11 de la mañana, donde una se deleitaba con los dibujos
animados antes de continuar con Los Tres Chiflados o “El Zorro”. Por ende, no
había mucho para elegir hasta las 17 horas –coincidente con el horario
correspondiente a la salida del colegio y la hora de la merienda-, donde BATMAN
era el rey indiscutido del rating. Por suerte, los niños contaban con la ayuda
de los libros y las revistas infantiles para pasar la cuarentena en reposo
estricto lo mejor posible cuando estaban enfermos.
Hablando de cuentos infantiles, ¿se
acuerdan de “EL TRAJE DEL EMPERADOR”, de Hans Christian Andersen?.... En su
relato, los sastres convencían al emperador de la China de confeccionarle el traje más hermoso del
mundo. Hasta que llega el momento de lucirlo en el más importante de los
desfiles. Obviamente, nadie se percata que el Emperador va desnudo, hasta que
la mirada inocente de un niño devela el misterio y descubre el engaño.
En realidad, Andersen no era un
escritor de cuentos infantiles, sino un perfecto retratista de la hipocresía de
la sociedad danesa de la época narrada en forma de cuento. Independientemente
de ser fantásticos y de estar magistralmente escritos, son cuentos para
adultos, que llevan implícitamente una profunda crítica y un mensaje a la
sociedad.
Ahora, ¿qué relación existe entre el
cuento de Andersen y la pandemia actual?....
Entre otras cosas, el COVID-19 puso
de manifiesto el colapso de los sistemas de salud en el mundo. La falta de
camas, respiradores y otros insumos médicos para atender a la población
afectada ha determinado que –lamentablemente- haya habido mayor número de
muertos en los países más afectados. El aislamiento social y la cuarentena no
evitan que haya contagio ni circulación local del virus, pero quedó demostrado
que merman ostensiblemente el riesgo de contagio. De paso, da tiempo a que el sistema de salud
tome los recaudos pertinentes, la planificación eficaz y efectiva no sólo para
administrar correctamente los elementos de protección y los recursos, sino
también para prepararse adecuadamente en esta época, donde las bajas
temperaturas correspondientes a los meses de otoño e invierno favorecen la
replicación y circulación virales y por ende, contribuyen a aumentar el número
de contagios. Por lo tanto, no es momento para relajar la cuarentena, sino para
fortalecerla.
En los países donde no se actuó a
tiempo, la Reina Salud está completamente desnuda, mientras que en Argentina,
insinúa algunas imperfecciones –al estilo de una striper- , pero sin mostrar su
desnudez. No obstante, todavía se está a tiempo para corregir las falencias.
Afortunadamente, el hallazgo del genoma de tres cepas de COVID-19 circulantes
por parte del Instituto Malbrán en el país va a permitir no sólo fabricar
tests, sino también la obtención de tratamientos o la tan ansiada vacuna contra
este mal. Que al igual que el niño del cuento de Andersen, ha revelado la
desnudez de la reina.
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