ena transmisión por streaming de “LOS CUENTOS DE
HOFFMANN” desde el Metropolitan
DE AMORES CONTRARIADOS
Y MUSAS INSPIRADORAS
Martha CORA ELISEHT
Uno de los más importantes clásicos
de la ópera francesa es “LOS CUENTOS DE
HOFFMANN” de Jacques Offenbach (1819-1880), que se ofreció el pasado martes
4 del corriente en transmisión por streaming
desde el Metropolitan Opera House de New York correspondiente al año 2015,
con producción integral de Barlett Sher, escenografía de Michael Yeargan, vestuario
de Catherine Zuber, iluminación de James Ingalls y coreografía de Dou Dou
Huang, con un elenco integrado por los siguientes cantantes: Vittorio Grigolo (Hoffmann), Thomas Hampson (Los Cuatro Villanos: Lindorf, Coppelius,
Doctor Miracle y Dapertutto, Erin Morley (Olympia), Christine Rice (Giulietta),
Hibla Germzeva (Stella/ Antonia), Kate
Lindsey (Nicklausse/ La Musa), Tony
Stevenson (Andrés/ Cochemille/ Franz/
Pitichinaccio), David Pittsinger (Luther/
Crespol, padre de Antonia), David Crawford (Herrmann/ Schlemil), Dennis Petersen (Nathanael/ Spalanzani) y Olesya Petrova (Madre de Antonia). La dirección orquestal estuvo a cargo de Yves
Abel y la coral, de Donald Palumbo, mientras que Deborah Voigt se hizo cargo de
la presentación.
De las numerosas versiones que
existen sobre esta obra, en este caso se empleó la versión de Viena, donde
aparece la figura de la Musa inspiradora
en el Prólogo, que protege al poeta disfrazándose como el estudiante Nicklausse para volver a presentarse como
la misma en el Epílogo de la obra para redimirlo. Hay que recordar que recién
en 2010 se completó la edición para el libreto original de Offenbach de 1881.
Debido a que el compositor muere un año antes de poder ver estrenada su obra,
faltaba la orquestación para el 3° Acto. Según las diferentes versiones, y
acorde al concepto de ópera abierta establecido
por el mismo autor, se puede representar como el cuento de Antonia o de Giulietta. En
este caso, la historia de amor entre Hoffmann
y Antonia se representó en el 2°
Acto, mientras que la de Hoffmann y Giulietta, en el 3°.
Para lograr el clima en el cual
transcurre la obra –el París de fines del siglo XIX- se empleó una puesta en
escena que reunió elementos clásicos y modernos, con un común denominador: el
escritorio del poeta, que aparece en el ángulo derecho del escenario. Mediante
un efecto de iluminación se presenta a la Musa,
para luego dar lugar a la escena de la taberna donde Hoffmann comienza a narrar los cuentos de sus tres amores
contrariados: la muñeca Olympia, la
joven y frágil Antonia y la cortesana
Giulietta, creyendo ver las virtudes
de las tres en la cantante de ópera Stella.
No obstante, la presencia del villano Lindorf
hará que sus sueños de amor se vean truncados una vez más.
Mientras el cuento de Olympia transcurre en el taller de
muñecos de Spalanzani, la fiesta para
presentar a su hija se hace en un escenario que alude a la carpa de un circo en
diferentes tonos de rosa –del mismo color que el vestido de la muñeca, con una
larga corona sobre su cabeza y peluca al tono-. Un ballet ataviado de la misma
manera que la protagonista completa la escena. Se usa el mismo color para
destacar las virtudes de la joven Antonia
–que aparece ataviada con un vestido rosa pálido- en una habitación donde
sólo hay una puerta y un piano, sobre fondo del mismo color. El Doctor Miracle llega en carruaje tirado
por caballos para cumplir su maléfico plan. En cambio, Giulietta aparece vestida en color bordó, con un vestido de corte
clásico y falda con miriñaque, peinada con peluca a la usanza del siglo XVIII. Aparece
rodeada por su séquito de efebos y bailarinas que adoptan una postura erótica
en base a la noche de amor al compás de la célebre Barcarola, pero sin caer en una exageración visual. La góndola pasa
por detrás de su palacio. Por último, Stella usa un vestido rojo con tapado de
piel, mientras que la Musa lo hace
con un vestido muy sencillo, de corte clásico color rosa viejo. No es casual la
elección de este color para resaltar las virtudes femeninas. Por su parte, los
hombres usan atuendos clásicos de la época: el protagonista, con un sencillo
traje a saco azul, con corbata al tono, mientras que los villanos lo hacen con
traje, corbata y capa. Y Nicklausse, con
camisa y pantalón negros, moño bordó y su infaltable galera, en una muy buena
caracterización. Y contó con una particularidad: aparecen Olympia, Giulietta y Antonia en el Epílogo como recuerdos de amor, mientras la Musa canta junto al poeta para alejarse posteriormente a medida que
va cayendo el telón.
Además de los roles principales,
esta ópera se caracteriza por presentar gran cantidad de roles secundarios –que
generalmente, suelen ser interpretados por un mismo cantante- y una
participación del Coro en casi todas las escenas –con excepción del Acto de Antonia-. Por lo tanto, quien escribe
comenzará detallando el desempeño de los cantantes que ejecutaron los
personajes secundarios. Tony Stevenson dio vida a Andrés en la taberna, Cochemille
en el Acto de Olympia, Franz en
el de Antonia y Pitichinaccio en el de Giulietta.
Además de ser un tenor muy apto para este tipo de roles cómicos, es un
excelente actor y ofreció una muy buena interpretación del sirviente Franz, de Andrés y del asistente Cochemille.
Por su parte, David Crawford brindó un muy buen Schlemil en el 3° Acto, al igual que su rol como Herrmann. La mezzosoprano ucraniana
Olesya Petrova estuvo muy bien caracterizada como la Madre de Antonia –en vez de escucharse sólo su voz, en este caso,
su visión apareció en escena para cantar a dúo con su hija hasta morir- y se
lució vocalmente. Lo mismo sucedió con el bajo David Pïttsinger como el
tabernero Luther y Monsieur Crespol –padre de Antonia-. El tenor Dennis Petersen
encarnó un simpático Spalanzani y un
muy buen Nathanael.
El francés Yves Abel logró una
impecable dirección al frente de la orquesta de la institución, sacando unos
matices excelentes de sonido y haciendo hincapié en los momentos de mayor
intensidad dramática. Ejecutó perfectamente bien la célebre Barcarola del 3° Acto, mediante una
correcta marcación. Asimismo, permitió el lucimiento de los solistas de arpa y
flauta en la famosa aria de Olympia (“Les
oiseaux dans la charmille”), al igual que en la escena de amor entre Hoffmann y Antonia. Por su parte, el Coro se destacó en la escena de la
taberna, la presentación de Olympia y
en el Acto 3°.
En cuanto a los roles principales,
Vittorio Grigolo tuvo la difícil tarea de encarnar al poeta Hoffmann. Y lo hizo con gran profesionalismo,
merced a los excelentes matices de su voz, que fue creciendo a medida que
avanzaba la ópera. Se lució en la célebre Chanson
de Kleinzach, la escena de Olympia –donde
su expresión actoral fue soberbia al darse cuenta que se enamoró de una
autómata- y la Chanson d’Amour junto
a Antonia. Y su actuación fue
magistral en el 3° Acto, cuando se da cuenta que ha perdido su reflejo al
mirarse en el espejo. Y al perder a Stella
a manos de Lindorf, interpreta
imitando los movimientos de Kleinzach en
forma magistral. El Met lo ovacionó al caer el telón ante el saludo de todos
los protagonistas. ¿Y qué se puede decir del gran Thomas Hampson?.... Además de
un extraordinario barítono, un magnífico actor, que supo encarnar a los cuatro
villanos al estilo de los grandes. Ya se habló de su rol como Lindorf, pero hizo lo mismo con el
malvado Coppelius y fue soberbio como
el Doctor Miracle. Quizás no estuvo
tan compenetrado como Dapertutto,
pero de todas maneras, su nivel vocal fue magnífico y alcanzó su clímax en el Aria del diamante.
La soprano rusa Hibla Germzeva fue
una auténtica revelación, que sorprendió por su bella voz, potente, con gran
fraseo y una técnica impecable. Y como actriz, excelente para dar vida tanto a Stella como a Antonia. Sus dotes vocales quedaron perfectamente demostradas desde
la primera aria (“Il a flut la torturelle”), destacándose en la Chanson d’Amour junto al protagonista y en el dúo cantando junto a
su madre hasta morir. Junto a Olesya Petrova formó un dúo que se destacó por su
perfecto equilibrio vocal. Por su parte, Christine Rice brindó una muy buena Giulietta, ya que posee una bella voz,
presencia actoral y soltura sobre el escenario. Erin Morley es una de las
mejores sopranos ligeras del momento y posee la coloratura ideal para
interpretar el difícil rol de Olympia, pero
quiso lucir sus espléndidos agudos corriendo una maratón de notas muy altas
hacia el final de la célebre “Les oiseaux dans la charmille” y tuvo
un ligero traspié al dar la nota final.
Si lo hubiera hecho de manera convencional, se hubiera lucido mucho más. No
obstante, el Met la ovacionó. Su caracterización y la sincronización de sus
movimientos como la muñeca estuvieron perfectas. Por último, Kate Lindsey se lució
como la Musa y Nicklausse, quien advierte al poeta que Olympia es una muñeca e imitó a la perfección sus movimientos.
También se lució en su aria en casa de Antonia,
al igual que al intentar salvar a Hoffmann
en el 3° Acto y en la Barcarola.
La recreación de este gran clásico
francés estuvo muy correcta, de manera clásica, que permitió apreciar la
esencia de la obra. Pudo haber algún que otro altibajo en cuanto a lo vocal,
pero en líneas generales, fue una muy buena producción al estilo Metropolitan,
caracterizada por el gran despliegue de gente y numerosos figurantes sobre el
escenario. Y que en este caso, se tiñó de rosa para destacar las virtudes
femeninas, donde una musa inspiradora puede borrar tantos amores
contrariados.
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