domingo, 25 de octubre de 2020

 

ansmisión por streaming de “LA VIUDA ALEGRE” desde el Metropolitan

 

ENTRE LA TRADICIÓN VIENESA Y EL MUSICAL DE BROADWAY

Martha CORA ELISEHT

 

            Durante esta semana, la temática de las transmisiones por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York estuvo dedicada a las comedias. La opereta vienesa no podía faltar dentro de este ítem y se hizo presente el pasado miércoles 21 del corriente con “LA VIUDA ALEGRE” (DIE LUSTIGE WITVE) de Franz Léhar (1870-1948), con producción integral de Susan Stroman, escenografía de Julian Crouch, vestuario de William Zuey Long, iluminación de Paul Constable y coreografía de Susan Stroman. La dirección musical estuvo a cargo de Sir Andrew Davis, y la coral, de Donald Palumbo, mientras que Joyce Di Donato actuó como presentadora.

            La presente versión se cantó en inglés –con adaptación de Jeremy Same-  y contó además con la participación de cantantes y actores provenientes del music hall de Broadway, que hicieron su debut sobre el escenario del Met, tales como Kelli O’Hara (Valencienne),  Alex Schrader (Camille de Bouillon) y los actores  Carlson Elrod (Njegus). y James Simon (Maître). El elenco se completó con la presencia de los siguientes cantantes: Renée Flemming (Hanna Glawari), Nathan Gunn (Conde Danilo Danilowicz), Thomas Allen (Barón Mirko Zeta), Jeff Matsey (Vicente Cascada), Emalie Savoy (Sylvaine), Wallis Giunta (Olga), Margaret Lattmore (Praskowia), Alexander Lewis (Raoul de Saint- Brioche), Daniel Mobbs (Kromew), Gary Simpson (Pritschitsch), Mark Schonwalter (Bogdanovitch) y el sexteto de cantantes- bailarinas formado por Synthia Link (Lolo), Alison Mixon (Dodo), Emily Pynenburg (Joujou), Leah Hofmann (Frou Frou), Jenny Laroche (Clodo) y Catherine Hamilton (Margot), quienes interpretaron a las coristas (grisettes) del Maxim´s.

            La más popular de las operetas de este gran compositor austro- húngaro se estrenó en 1905 en el Theater an der Wien en Viena y tuvo un suceso rotundo desde entonces. El libreto se basó en la comedia L’attaché d’Amassade del francés Henri Meilhac, escrito en alemán por Victor Léon y Leo Stein. Fue llevada no sólo al cine, sino también al ballet –que se representó en el Teatro Colón en 2018 y que marcó la despedida de los primeros bailarines Karina Olmedo y Alejandro Parente-. La obertura estaba ausente en su versión original y se agregó posteriormente en 1940, en un concierto dirigido por el mismo Lehár junto a la Filarmónica de Viena con motivo de su  70° cumpleaños.

            Como buena coproducción  del Metropolitan que se jacte de ser tal, la escenografía y el vestuario no pudieron ser más espléndidos, característicos de la época (París de principios del siglo XIX) y con ciertas reminiscencias de la Viena imperial. Asimismo, la régisseuse Susan Stroman montó una coreografía que incluyó números de vals –que el ballet comienza a bailar hacia el final de la obertura para dar marco a la historia- , danzas típicas del principado de Pontevedro –con reminiscencias de bailes folklóricos de la Mitteleuropa- y el can- can que se baila en dos oportunidades: en la transición del 2° al 3° Acto –donde la casa de Hanna Glawari se transforma en una sucursal del restaurante Maxim´s-  y en el 3°, a cargo de las grisettes (Lolo, Dodo, Joujou, Margot, Clodo y Frou Frou), a las cuales se suma Valencienne. El lujo y la suntuosidad se traslucen en los vestidos de los principales protagonistas –frac para los caballeros y vestidos de fiesta para las damas, ceñidos al cuerpo-. Dada su condición de viuda, la protagonista lo hace en negro durante el 1° Acto, para pasar a un bellísimo traje regional en rojo y dorado en el 2°, y luego, dos vestidos más: uno en dorado durante la segunda escena del 2° Acto, para terminar con un monumental vestido blanco con estola larga de piel en el 3°, mientras que la bella y provocativa Valencienne lo hace en tonos de rosa y negro.

Por ser una obra donde existe infinidad de roles secundarios, puede decirse que todos los cantantes a cargo de los mismos tuvieron un excelente desempeño, al igual que la  soprano de comedias musicales Kelli O’Hara, quien debutó sobre el escenario del Met personificando a una graciosa, coqueta y talentosa Valencienne No sólo posee una voz fresca, rica en agudos y matices, sino que también derrochó gracia y soltura sobre el escenario desde su dúo junto a Camille de Bouillon (“So kommen Sie”) y descolló en su aria junto a las grisettes en el 3° Acto (“Ja, wir sind es, die Grisetten“).  Sin embargo, no pudo decirse lo mismo de su compañero Alez Schrader, quien tuvo un traspié al comienzo de la función en el mencionado duetto. Posteriormente, se fue afianzando a medida que transcurría la obra en los siguientes números donde intervino (“Ja was – ein trautes Zimmerlein“;”Mein Freund, Vernunft“”,” Wie eine Rosenknospe“) junto a O’Hara. A su vez, los actores Carlson Elrod y James Simon  se lucieron  como el secretario Njegus y el Maestro de Ceremonias respectivamente. Y ha sido un placer volver a apreciar a un maduro Thomas Allen como el Barón Mirko Zeta, donde se lució en dicho rol. Nathan Gunn es un magnífico comediante y brilló como el Conde Danilo desde la famosísima “O Vaterland!... Da geh’ich zu Maxim” para olvidar sus penas. Y también se destacó en los duettos junto a Hanna en el 2° Acto (“Heia, Mädel, aufgeschaut”) y en el celebérrimo vals (“Lippen, schweigen!”). No obstante, el baile no es su fuerte y se notó mucho al apreciarlo en el vals.  ¿Y qué se puede decir de la protagonista?.... Renée Flemming no sólo es una soprano lírica capaz de encarnar roles dramáticos tan diversos como Rusalka, Thaïs, la Condesa (“CAPRICCIO”, de Richard Strauss) o Tatiana (“EUGÉNE ONEGUIN”), sino que también demostró ser una excelente intérprete de Hanna Glawari desde su aparición (“Bitte, meine Herren”), pasando por los dúos ya mencionados con Danilo y la celebérrima Aria de Vilja en el 2° Acto (“Ich bitte, hier jetzt zu verwrilen”… Es lebt eine Vilja”), donde hizo gala de sus pianissimi y de sus magistrales agudos. Lo mismo sucedió con su fraseo al final del 2° Acto.

Merece un párrafo aparte la destacada actuación de las seis cantantes- bailarinas que interpretaron a las grisettes, ya que todas lo hicieron con gran maestría y oficio. La dirección musical de Andrew Davis acompañó de forma exquisita y brindó el marco apropiado para esta opereta. El Coro también se lució en sus principales intervenciones.

Es muy conveniente que este tipo de obras se interpreten en el lenguaje del país para que el público pueda comprender los recitativos entre los diferentes números, aunque pierda parte de su encanto. La opereta suena completamente diferente cuando se la interpreta en su idioma original. No obstante, siempre es bueno incursionar en otros géneros  o descubrir talentos provenientes de otras ramas. En este caso, del music hall de Broadway, alternando con figuras de la lírica mundial. Una interesante experiencia y una fiesta para los sentidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario