martes, 19 de abril de 2022

 Desafortunadas combinaciones…

                                     Por Jaime Torres Gómez

 

El tercer programa de abono de la Filarmónica de Santiago estuvo “transmutado” a la denominada “Filarmónica Pops”, extensión nominal desde la agrupación musical base del Teatro Municipal capitalino.      

 

Así, la “Filarmónica Pops” -virtual denominación de la misma institución- responde a un perfil de promoción de repertorios clásicos masivos y/o populares para capturar audiencias no cultoras (o menos conocedoras) del ámbito de la música clásica o de tradición escrita, constituyendo una interesante opción. Y en tal dirección, reviste plena lógica disponer de un abono específico para ese segmento de público y no vinculado (o bien anexo) al de la orquesta principal, a menos que sus programas se avengan a la tradición de la Filarmónica misma.

 

Corriendo el riesgo de insertar esta presentación al ciclo filarmónico, combinando piezas de música popular per se con algunas obras doctas, y luego de experimentar in situ tal mixtura, a la postre esta propuesta resultó extemporánea al perfil histórico de los elencos estables del Municipal de Santiago, confluyendo una multiplicidad de elementos de irreconciliables acercamientos…

 

Con la sugestiva denominación “Sabrosas Combinaciones”… a priori podría haberse discurrido por un genuino derrotero entre la “música popular” con la llamada “clásica” en base a relaciones estéticamente coherentes. De hecho, muchas orquestas se han abierto tocar con conjuntos y solistas del ámbito popular, recordándose vivamente los casos de Sting con la Sinfónica Nacional o Raphael de España con la Filarmónica de Chile, ambos en el Festival de la Canción de Viña del Mar, o bien el trabajo de grabación de música de Vicente Bianchi realizado por la Orquesta de Cámara de Chile, entre varios ejemplos locales. Incluso, se recuerda una presentación de Américo junto a la Filarmónica de Santiago en el mismo Municipal, respondiendo todos estos casos a parámetros lógicos de focalización y contexto.

 

En el caso de estas “Sabrosas…”, se trató de una sinuosa promoción de una propuesta pseudo dialogante entre lo popular con lo docto, en base a una banda de prestigiosos músicos de formación docta chilenos radicados en Europa denominada “Los Pitutos”, dedicados al cultivo de baladas, boleros, cumbias y bachatas, quienes hegemonizaron su presencia en perjuicio de la misma Filarmónica (Pops…), cuya mermada participación no hizo gala al protagonismo esperable a un programa de abono donde la agrupación base marcara debida prestancia…

 

Empero, sin restarle méritos a “Los Pitutos” como a sus arreglos para un amplio orgánico orquestal del ámbito clásico, lo concreto que globalmente el espectáculo no funcionó, no obstante importantes logros individuales, pero carentes de una sinergia (orquesta y banda) traducida en un logro mayor.

 

Igualmente, destacable la versión del atrapante Danzón N° 2 de Arturo Márquez, que abrió la presentación, a cargo de los “popsistas filarmónicos” dirigidos por su maestro residente Pedro-Pablo Prudencio, asimismo el Nocturno Op. 35 N° 10 de Reinhold Gliere, con el extraordinario cornista Matías Piñeira (integrante de Los Pitutos y solista principal de la famosa München Philarmoniker), el aria Una furtiva lagrima de la ópera El Elixir de Amor de Gaetano Donizzetti, con Álvaro Zambrano (solvente tenor y vocalista de la banda) y una deslumbrante intervención del percusionista Cristián Betancourt en la obra Caritas de Michael Burrit.

 

Del resto de las piezas, la inorgánica artillería de baladas, boleros, cumbias y bachatas (alrededor de tres cuartos del programa…), de parcial disfrute, y no logrando en su conjunto imponer un sello genuinamente idiomático, percibiéndose, a la postre, completa extemporaneidad…    

 

En suma, un programa con desafortunadas combinaciones, que evidenció un irreconciliable divorcio entre lo popular y lo docto, al no existir un correlato estético catalizador de “gustos reunidos

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